De la mano de Erdogan, Turquía lista para cometer un nuevo genocidio, esta vez contra los kurdos
Garabed Arakelian|
La delegación del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), partido político de Turquía que se encontraba de gira por América del Sur, debió suspender abruptamente la misma para retornar a su país.
La diputada por la provincia de Mardi, doctora Ebru Gunay– de origen kurdo- y Garó Paylán –de origen armenio- diputado por segunda vez consecutiva por la provincia de Diarbekir, ambos electos por el Partido Democrático de los Pueblos (HDP), tienen sus bancas en representación de dos de los tres distritos regionales que el régimen de Erdogan ha intervenido hace una semana, con la excusa de que la mayoría triunfante en los comicios sostiene relaciones con movimientos ”terroristas”.
La extraña coincidencia es que allí donde el régimen imperante pierde las elecciones estas se anulan: pocos meses antes, Estambul y Ankara debieron volver a votar en elecciones municipales porque no le dieron mayoría al partido de gobierno Justicia y Desarrollo (AKP) que, recurriendo al tremendismo verbal calificó de “fraude masivo” el resultado negativo para sus intereses. Pero la ciudadanía reiteró el resultado primero.
La creación del enemigo externo
La táctica empleada por Erdogan y su fuerza política es conocida: crea un enemigo interno y lo vincula con uno externo, para remitirse a “traiciones de estado” y a los “enemigos de Turquía”, mientras acalla a la oposición y da los pasos iniciales para que Turquía cometa un nuevo genocidio.
Esta vez contra los kurdos: cien mil efectivos apoyados por armas y medios de tecnología avanzada están en la frontera con Siria para penetrar en dicho territorio y aniquilar su población mayoritariamente kurda. Es que Turquía continúa siendo, y cada vez en mayor escala, un estado agresor, invasor, con la ideología correspondiente a esa práctica. Además, cuando las cosas andan mal adentro siempre es buen recurso crear enemigos desde afuera y apelar al patriotismo.
La Turquía profunda
Existe una Turquía que no aparece en los folletos turísticos ni en los teleteatros turcos que saturan la televisión en casi todos los países de América del Sur. Unos y otros difunden una visión artificial de la realidad en que vive la gran mayoría de los 80 millones de personas desparramadas de modo desigual sobre sus casi 720 mil quilómetros cuadrados de superficie.
Esta república turca aún contiene en su seno tantos pueblos y etnias como aquel otro imperio del cual –cuando lo estima conveniente- se declara sucesora y heredera. Si el Imperio Otomano manejó con brutalidad y saña, hasta llegar a cometer genocidio, las reclamaciones y aspiraciones de sus súbditos, ésta república tampoco ha logrado superar las diferencias y tensiones existentes dentro de esa magnífica diversidad y mantiene el sesgo autoritario de aquellos siglos como modo constante para superar las contradicciones de hoy día.
Sucede que aquellos súbditos de la Gran Puerta se trocaron en los actuales ciudadanos de una república que, para llamarse y ser considerada como tal, debe reconocer y respetar derechos mínimos que los pueblos reivindican y reclaman, aunque la realidad demuestra que el despotismo, característico de aquellos sultanes, hoy continúa vigente en el sistema presidencialista de su Constitución y en la persona de su presidente Receb Tayyib Erdogán.
No en vano sus adversarios llaman “el Sultán”, un apelativo que en otros, quizás provocara fastidio, pero que en él se convierte en un masaje profundo sobre los pliegues de su ego.
En este contexto, puede decirse, en lenguaje técnico, que Turquía es una república, pero aclarando que lo es solo formalmente, porque cuando las cárceles están repletas de políticos opositores y de periodistas, escritores y pensadores, acompañados ahora por militares acusados de golpismo y se vive bajo el temor permanente de la represalia, ese es el dato objetivo de que existe una brecha muy grande entre la democracia formal y la real.
Como prueba de esa realidad se debe tomar que estos dos diputados integrantes de la Asamblea Nacional de Turquía, hagan presencia en América del Sur y difundan la realidad de la vida en Turquía. La abogada pagó con cinco años de cárcel su obligación y derecho de ejercer la defensa personal del líder kurdo Abdullah Ocalan. Fue liberada en 1916.
Los militantes latinoamericanos que sufrieron las consecuencias del Plan Cóndor saben de la necesidad de ensanchar las fronteras de la comunicación y también de perforarlas para dar a conocer la realidad de su país cuando el régimen tiende a encapsularlas. Es además una medida de previsión adelantarse a los posibles desbordes dictatoriales cuando estos se hallan agazapados.
La verdad social más allá de los discursos
Es importante además, considerar el contexto político-social de Turquía que padece una crisis interna muy importante que contrasta sensiblemente con un período de auge anterior. Los islamistas turcos, que dirigen el Gobierno central desde 2002, se precian de haber sido quienes acabaron con las colas en Turquía.
Pero ahora no pueden ignorar las largas colas para comprar alimentos subvencionados. Y es que la crisis económica que vive Turquía ha alcanzado de lleno a los hogares, y eso se refleja en las urnas cuyos resultados trampea el régimen al ignorar los mismos y al adjudicar el resultado adverso a la existencia de “terrorismo”. En esencia un viejo y conocido esquema.
Pero las razones de la crisis son más profundas y tienen que ver con la desconfianza que suscita la línea económica oficial del gobierno. El tratamiento que se le brinda al endeudamiento en divisas de las empresas turcas, que aprovecharon la época de crisis en la eurozona y en EU para tomar préstamos a bajo interés en euros y dólares.
Así estas deudas se convirtieron en inasumibles para muchas compañías. También al pasar es válido señalar que muchas de ellas forman parte del electorado y del respaldo económico del partido de gobierno.
El economista Mustafa Sönmez explica que “La economía real está resultando muy afectada por la crisis debido a sus deficiencias estructurales, no exportamos lo suficiente para conseguir toda la divisa que necesitamos”, y agrega que “el crecimiento del PIB fue negativo en el último trimestre del año pasado [-3%] y todo indica que la contracción económica continuará durante los primeros trimestres de 2019”.
Este diagnóstico se ve respaldado por el número de desempleados que se ha incrementado notablemente hasta superar los 4,3 millones. La tasa de paro está en el 13,5% y llega al 24,5% en el caso de los jóvenes
Se agrega a esto el número creciente de empresas acogidas al nuevo mecanismo de suspensión de pagos aprobado el año pasado para evitar un alud de quiebras. Según los datos del Ministerio de Comercio, a finales del año pasado eran 979 las que se habían acogido a esta prerrogativa, pero el diario opositor Sözcü estima que rondan las 5.000.
De acuerdo con la aseguradora Euler Hermes, en 2018 quebraron 15.400 compañías, un 20% más que el año anterior, y la prensa local ha publicado que el valor de los cheques impagos se incrementó en un nivel similar, hasta superar los 150 millones de euros durante el año pasado. Los esfuerzos del Banco Central para incentivar la economía manipulando las tasas de interés y otros mecanismos, han sido vanos hasta ahora.
Pero Erdogan ha vuelto a utilizar el argumento que encaja bien en la mente de sus seguidores: se trata de un ataque conjunto de especuladores, fuerzas extranjeras y enemigos de la patria. Como en los viejos tiempos imperiales, defender al “Sultán” es defender a la patria.
La amenaza de un nuevo genocidio
Es frente a esta concepción cerradamente nacionalista, que se inculca desde los años escolares, que nació la idea de formar el Partido Democrático de los Pueblos. En cualquier parte del mundo crear un nuevo partido como lo es el HDP es tarea difícil. Y esa dificultad se acrecienta cuando la nueva organización se presenta como opositora.
Pero la dificultad tiene ribetes especiales cuando su campo de acción es la Turquía de Erdogan, donde el “presidencialismo” que le da formalidad al régimen, le permite, dentro de la Constitución, practicar el más duro estilo autoritario. Un beneficio que el mandatario turco, artífice de esta constitución, aprovecha oportunamente y al máximo.
La realidad de los hechos señalados con anterioridad demuestra que los presagios de estos dos políticos visitantes y su gira inconclusa tienden a convertirse en realidad y que se hace necesario movilizar la solidaridad internacional para evitar nuevos actos de “lesa humanidad” por parte del régimen turco.
* Periodista, docente, analista uruguayo, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)