Argentina: ¡Uyyy dios, lo que se viene!
Juan Guahán-Question Latinoamérica
Ya entramos en la segunda mitad de este 2019. En unos pocos meses habrá elecciones con un posible cambio de gobierno y muy complejos años venideros. En esa perspectiva de futuro no podemos dejar de considerar una deuda eterna que es odiosa, ilegítima, fraudulenta e impagable y una economía estancada.
La presión mediática favorable al oficialismo, la proliferación de encuestas que muestran una “mejoría” en los números oficiales, una cierta estabilidad del dólar, una inflación que crece pero menos que el mes pasado y el acuerdo de la Unión Europea y el Mercosur, dan idea que hay una especie de reconciliación entre los grandes poderes económicos y el macrismo.
La incorporación de Miguel Ángel Pichetto, jefe de la bancada “opositora” en el Senado, dio la imagen de una ampliación de la base política del actual oficialismo. Ella tiene una escasa expresión real fuera del simbolismo que encierra pero fue suficiente para generar la idea que el macrismo podría llegar a pelear la próxima elección presidencial.
Una cuestión que antes de ese “cierre” y con la designación de Alberto Fernández, encabezando la lista con Cristina, parecía un imposible. Ahora el sistema de poder tiene ciertas garantías con Alberto Fernández, aunque tenga que “tragarse el sapo” de la presencia de Cristina, y cuenta con todas las garantías con esta “resucitada” perspectiva de continuidad del macrismo.
Es posible considerar que esta apreciación sobre la situación está en la raíz de lo que está ocurriendo con la evolución de algunos datos de la economía en los últimos días. De todos modos esa novedad no cambia la gravedad de la situación que nos espera para el próximo año, sobre eso se reflexionará en las próximas líneas.
Deuda externa y FMI
El macrismo se felicitaba por el “éxito” de los exuberantes créditos del FMI (57,1 miles de millones de dólares, de los cuales 5,9 mil millones serán liquidados en el año 2020). Pero nada dijo sobre el hecho que tales créditos no fueron inversiones, sino que la inmensa mayoría de esos fondos fueron a financiar las “fugas de capital” producidas en el mismo período.
Tal dinero no quedó en Argntina, ni financió producción, simplemente vino y se fue, ni siquiera amortiguó el dolor provocado por el “ajuste”. Por eso entra en la categoría de “deuda odiosa” con la que el General José de San Martín calificó y repudió la deuda que tenía Perú respecto de España, por dinero que no había servido al pueblo y sus intereses sino que fue un crédito para beneficiar a los grandes prestamistas internacionales.
Esa deuda con el FMI es una parte de los compromisos por pagar. Para que tengamos idea de cómo viene la mano veamos el cronograma de esos pagos:
Para el 2020 habrá que pagarle, al FMI, 8,6 miles de millones de dólares en concepto de intereses; para el 2021 -a partir de junio- el país tendrá que comenzarle a devolverle el capital del préstamo realizado, serán 3,8 miles de millones, por pago de capital y 7,3 miles de millones por intereses.
Para el 2022, son 18,5 miles de millones por capital y 6,8 miles de millones por intereses; año 2023, 23 mil millones por el capital y 6 mil millones por intereses; año 2024, serán 10,1 miles de millones de capital y 5,7 miles de millones por intereses y en el año 2025 completaríamos los pagos con 1,8 miles de millones de capital y 5,3 miles de millones por intereses.
Este es el compromiso asumido. Estas sumas no son las únicas adeudadas, cabe recordar que para el año 2020 Argentina tiene vencimientos -por el conjunto de su deuda externa- por la suma de 22,8 miles de millones de dólares; esa cifra, para los próximos cuatro años se eleva a 156.220 millones. A nadie escapa que –para nuestra economía actual- eso es imposible de cumplir.
Mientras toda la clase política plantea la renegociación no se debe olvidar lo hecho por San Martín en Perú, en el siglo XIX. Tampoco hay que olvidar lo resuelto por el fallo del Juez Federal Jorge Ballesteros, en el año 2000 en la causa instaurada por Alejandro Olmos, cuando declaró ilegítima y fraudulenta la deuda contraída por la dictadura entre 1976 y 1982.
El pueblo, sus organizaciones, el gobierno y el conjunto de instituciones estatales deberán ser consecuentes con esa perspectiva cuando –ya avanzado este siglo XXI- se discuta el futuro de esta deuda. Este es un problema que tendrá que asumir gane quien gane las próximas elecciones.
El FMI cometió irregularidades en la concesión de estos créditos buscando favorecer al gobierno argentino. Cuando todavía le falta retirar un tercio de ese préstamo, el monto adeudado por nuestro país al FMI es el más alto de todos los deudores. Ya suma el 44% del total del dinero prestado por ese organismo.
Es harto conocido que tal deuda es impagable en los términos pactados, es bueno recordar que -según lo establecido por el propio FMI- los países que tienen deudas con el FMI no pueden entrar en default con el mismo, ni pueden reestructurar la deuda con quita de capital o intereses, como se puede hacer con los acreedores privados.
En este caso se procedió del modo que se hizo por razones geoestratégicas y por influencia del gobierno de Donald Trump. Habrá que ver si tales “favores” tendrán continuidad ante el reciente cambio en la cúspide de esa institución, cuyo veto –por su participación accionaria- conserva EEUU. Al margen de lo que ocurra en esta coyuntura, el gobierno de Mauricio Macri tendrá que responder ante la historia y la justicia del pueblo por este crimen contra el mismo.
Antes que el lazo de esta deuda eterna ahorque al pueblo argentino, será preciso cortarlo, recuperando la soberanía y el derecho del pueblo a decidir sobre su destino.
Economía estancada y realidad económica artificial
La economía sigue sin levantar cabeza, salarios que caen, despidos que siguen, cierres que no cesan, pobreza y desigualdad, continúan reinando sobre esta realidad.
Sin embargo, encuestadoras, politólogas/os y comentaristas de diferente especie siguen atronando los oídos de los argentinos con el susurro que las cosas están cambiando y que el macrismo se aproxima a la posibilidad de alcanzar, en las PASO, las cifras electorales de sus adversarios y que –luego- en octubre y noviembre podría ganar. Desde la perspectiva de esa necesidad nació la llegada de Pichetto a la fórmula presidencial y este sueño de recuperación electoral.
Es una clara manifestación de esta tendencia lo que está ocurriendo con algunos datos de la economía: el dólar en baja, al igual que el “riesgo país” y la tasa de intereses. Todo ello contribuye a desacelerar el avance de la inflación dejando esta sensación de “tranquilidad y mejora”. Hay grandes dudas sobre la influencia electoral de esos datos.
Además, la mayor parte de quienes conocen la profundidad de la situación económica coinciden en que todo esto es artificial y durará mientras el sistema de poder disponga que sea así, haciendo un “esfuerzo” y procurando que el macrismo pueda seguir gobernando, por otros cuatro años.
La apuesta del gobierno y del poder al que responde es sostener esta situación durante los meses del proceso electoral, convencidos que después tendrían cuatro años para hacer los desaguisados que se le ocurran. Según esa interpretación, tarde o temprano, el dólar “saltará” y la inflación volverá a acelerarse.
En esta evolución no es menor la influencia del apoyo del FMI y los adelantos (5,4 miles de millones de dólares) del préstamo que nos han concedido y que harían efectivos en estos días.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)