Fukushima: el regreso de la mentira
Alejandro Nadal
Tuvo gran éxito la operación de relaciones públicas del gobierno japonés durante el G20 la semana pasada. Entre los discursos sobre aranceles, comercio, riesgo de una nueva recesión y anuncios sobre los Juegos Olímpicos del año entrante en Tokio, nadie se volvió a acordar de la catástrofe de Fukushima. La radioactividad es invisible, pero las mentiras que pretenden cubrirla saltan a la vista.
Fukushima es el peor desastre industrial en la historia de la humanidad. En los días siguientes al terremoto del 11 de marzo de 2011 se produjo la fusión de los núcleos en tres de sus seis reactores nucleares. En los tres casos, la masa de combustible fundido atravesó la vasija de acero con sus seis pulgadas de espesor, quemó y reaccionó químicamente con el contenedor de concreto y ahora se encuentra en contacto con el agua del subsuelo. No se ha podido hacer nada para aislar y remover esas masas de material nuclear fundido y controlar la contaminación. Algunos de los isótopos radioactivos afectarán partes de la prefectura de Fukushima por 250 mil años. Lo único que separará ese material tóxico de cualquier persona que camine por esos parajes será una sombría capa de mentiras.
Gobiernos, intereses corporativos privados y públicos tienen un rasgo en común. Estas estructuras jerárquicas comparten una fuerte propensión a mentir cuando se sienten amenazadas. Es importante examinar el enredo de engaños que sigue cocinándose en los reactores nucleares que sufrieron fusión en Fukushima. En esta sarta de embustes se encuentran involucrados el gobierno de Japón y el primer ministro Shinzo Abe, la empresa Tepco (operadora de Fukushima), la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) y el Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de 2020.
Después de las explosiones de hidrógeno en tres reactores de Fukushima, los núcleos se fundieron y precipitaron una crisis que se mantiene a la fecha. Desde el principio el gobierno nipón prohibió el uso de los términos “fusión del reactor” en sus comunicados al público y demostró estar más interesado en proteger los intereses de los gigantes corporativos Hitachi y Toshiba que la salud de más de 160 mil refugiados nucleares. Hoy sabemos que el material de los tres núcleos fundidos en Fukushima ha permanecido en contacto con agua del subsuelo durante los últimos ocho años y gran cantidad de agua altamente contaminada ha ido a parar al océano Pacífico.
En uno de los actos más perversos de que se tenga memoria, el gobierno japonés, en connivencia con la AIEA, simplemente incrementó el nivel de radiación “permitido” para el público más de 20 veces de los niveles existentes antes de la catástrofe. Al amparo de esta nueva “norma técnica”, el gobierno pudo afirmar que la zona estaba bajo control. Así pudo también evitar el costo de descontaminar una gran superficie de tierra y bosques, así como de zonas residenciales y comerciales.
Después de algunos trabajos superficiales de descontaminación, muchos residentes que inicialmente tuvieron que ser evacuados hoy están siendo autorizados a dejar sus albergues y regresar a su residencia original, que supuestamente ha sido “descontaminada”. Pero la contaminación nuclear fue tan intensa y cubrió una zona tan grande que los vientos han vuelto a llevar polvo y nieve radioactivos a esos poblados. Es un grave caso de contaminación dinámica.
En 2013 el primer ministro Shinzo Abe declaró frente al Comité Olímpico Internacional que Fukushima estaba bajo control y no había ningún riesgo. Tokio obtuvo la sede de los Juegos Olímpicos en 2020, y varios juegos de beisbol y futbol se llevarán a cabo en terrenos de la ciudad de Fukushima. La misma ruta de la antorcha olímpica pasará por territorio contaminado. Observadores independientes (www.Fairewinds.org) han encontrado muestras de material altamente radioactivo en localidades en las que atletas y espectadores estarán expuestos a niveles de radioactividad comparables a los soportados por trabajadores de una planta atómica.
El análisis de Koide Hiroaki, ingeniero nuclear de la Universidad de Kioto (www.apjjf.org), es devastador. El desastre de Fukushima no ha sido controlado a la fecha y exponer a residentes y visitantes a los niveles de radioactividad que todavía prevalecen en la zona es un acto criminal. Los Juegos Olímpicos de Tokio se llevarán a cabo en un terreno de emergencia nuclear.
Epílogo. Después del terremoto de 2011, Japón pudo embarcarse en una ambiciosa transición hacia las energías renovables. En lugar de eso prefirió colmar la brecha que dejó el cierre de plantas nucleares después de Fukushima con millonarias importaciones de carbón. Hoy, Japón es la única economía desarrollada que continúa construyendo plantas de carbón (17 en total). En el plano internacional, sigue financiando proyectos que utilizan carbón con unos 15 mil millones de dólares. No alcanzará su meta de reducir las emisiones de gases invernadero en 80 por ciento para el año 2050. De todos modos, era demasiado poco y demasiado tarde.
—