El BCV confirma que retrocedimos 20 años
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El 28 de mayo en horas de la noche, el BCV puso fin a tres años y unos meses (y en algunos casos más) de apagón estadístico. Lo hizo sin anuncio ni explicación, tal y como viene siendo la tendencia del BCV de un tiempo a esta parte. Y tal y como, de hecho, fue la decisión de apagar la publicación de indicadores, no solo los estrictamente económicos suministrados por el BCV, sino la de todos los organismos públicos incluyendo el Institución Nacional de Estadísticas (INE).
Al respecto, en algún momento se explicó esa medida basada en una reforma legal. La mayoría de las veces de manera informal se dijo que era para evitar se manipularan los indicadores en el marco de la confrontación política y la guerra económica. Sea cual haya sido la razón, lo cierto es que hasta donde sabemos no se hizo ninguna reforma y tampoco se evitó realmente la manipulación de las cifras. Por el contrario, al crearse el vacío en materia de indicadores no solo proliferaron especulaciones de todo tipo, sino que por esa vía el BCV perdió aún mas su centralidad y credibilidad, aunado a su discutible papel en el marco de los ataques contra la moneda, los precios y la economía en general.
En fin, nos parece saludable la medida de levantar el apagón estadístico. No felicitamos al BCV ni a quién quepa responsabilizar por haberlo hecho, porque a fin de cuentas se trata de un deber constitucional del Estado y un derecho ídem de los ciudadanos y el pueblo. Por cierto que, sobre las razones del levantamiento han rodado muchas versiones, siendo la más popular que se hacia en el marco de las negociaciones de Oslo aunque también hubo quien infirió que tal vez se trataba de un prerequisito exigido por algún organismo internacional de ayuda.
Como quiera que sea, de aquí en adelante lo que queda es analizar los números para ver el relato cuantitativo oficial de lo ocurrido en materia económica desde 2015 en adelante, que fue el año donde comenzó el apagón y que coincide con el ahondamiento de la actual coyuntura crítica.
En materia de indicadores concretos, seguramente se discutirá también si son reales o maquillados. Por caso: en lo tocante al Indice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), ya se discute lo alejada que están las cifras de las que publica la Asamblea Nacional en desacato. Y esto es consecuencia de lo que decíamos más arriba sobre la inefectividad de esta medida, pero además, de lo contraproducente que resulta: ahora resulta que el parámetro de medición no es lo que publica el BCV sino la AN. Este fue un terreno que en medio de la confrontación se abandonó y el otro lo ocupó.
Dejando para más adelante análisis más detallados, queremos resaltar (por lo delicado) un indicador: el de la caída del Producto Interno Bruto (PIB) de 2013 hasta la fecha. En este mismo espacio a comienzos de este año publicamos un especial llamado En el país real donde afirmábamos que la caída del PIB se ubicaba en el orden del 53%. Ahora, según el BCV, hasta 2017, la caída de la economía venezolana ronda el 40%. No están reflejando el dato correspondiente a 2018, si bien en el apartado donde se publica el mismo indicador pero trimestralmente lo está hasta el tercer trimestre de dicho año. Y hasta ese tercer trimestre la caída es de 47,6%. Proyectando el trimestre faltante e incluyendo entonces todo 2018, la caída ronda, números más números menos, el 50%.
Lo que esto significa, dicho en cristiano, es que la economía venezolana, como hemos señalado en anteriores ocasiones según nuestras estimaciones pero ahora dicho oficialmente, se redujo a la mitad de su tamaño hace cinco años. Pero además, el dato reportado por el BCV nos confirma algo que también veníamos señalando: que la economía venezolana en el último lustro retrocedió a un tamaño equivalente al de 1998-1999. Es decir, de nuevo en cristiano: en cinco años perdimos lo que costó 14 años construir.
Este dato debe tomar en cuenta que, incluso descontando la emigración, tenemos una población varios millones más grande de lo que era a finales del siglo XX, con derechos más amplios y acostumbrada a un estándar de vida mucho más alto que el actual. Y no estamos hablando aquí del consumismo, el rentismo, el raspacupismo y demás figuras que suelen dispararse de manera alegre cada vez que se da esta discusión, como si a final de cuenta cierto oficialismos coincidiera con los oposicionistas más furibundos en decir que el problema es que venimos de una burbuja mal inflada por Chávez. Estamos hablando de los logros en materia social, cultural, educativa, alimentara, de salud, etc., alcanzados por la revolución bolivariana entre 2003 y 2013.
Lo que también pone en evidencia otras dos cosas, ya para cerrar: la primera que en materia económica es más fácil y rápido destruir que construir. Y la segunda: que ya oficializado en cifras el descalabro, deben dejarse a un lado todos los ensayos y dilaciones habidas y por haber y abocarse a la recuperación, no tanto –o no tan solo– de lo perdido, sino para evitar se pierda aún más, entre el dejad pasad gubernamental y la locura criminal de los sectores más extremistas del oposicionismo.