Fernández, de Kirchner
Horacio Verbitsky |
La candidatura presidencial de Alberto Fernández postulada a las 5 de la mañana del sábado 18 por Cristina es uno de esos sismos con los que sólo Perón, Menem, Alfonsín y Kirchner solían trastornar el escenario político y desconcertar a propios y ajenos. En todos los casos, mostraron por un lado la centralidad de quien adoptaba la decisión inesperada y por otro la búsqueda de una salida a un encierro. Algunos lo lograron, otros se agotaron en la sorpresa. Por ejemplo:
El pacto Perón-Frigerio- El Pacto negociado por John Cooke y Ramón Prieto en nombre de Perón y Frigerio permitió romper en 1957 los planes continuistas y proscriptivos de la Revolución Fusiladora y lograr la recuperación de algunos derechos y garantías para los dirigentes sindicales y políticos y un programa opuesto a la reprimarización de la economía y su dependencia de Gran Bretaña. Pero no fue una alianza duradera.
La fórmula Framini-Perón- En 1962, la fórmula Framini-Perón para la gobernación bonaerense desbarató las maniobras del neoperonismo contra el ex Presidente. Contra lo que pueda pensarse en forma retrospectiva, Perón fue siempre cuestionado y discutido, desde adentro y desde afuera. Por supuesto, esa candidatura fue vetada y lo sustituyó un dirigente de segunda línea, Francisco Anglada, de Las Flores. Esa fórmula venció al candidato del oficialismo y precipitó el golpe contra el presidente Arturo Frondizi, pese a su intento de intervenir la provincia para impedirlo. Mostró la fuerza de Perón, pero también sus límites. En aquel caso, que poco tiene que ver con el actual, construyó un eslabón más de la larga cadena que culminó diez años después con su regreso a la Argentina.
Mover la Dama- El mismo sentido tuvo en 1966 el viaje a la Argentina de Isabel Martínez, para incidir en las elecciones provinciales de Mendoza, donde Augusto Vandor impulsaba un peronismo sin Perón. La candidatura peronista de Ernesto Corvalán Nanclares permitió que los demócratas conservadores ganaran la elección provincial, pero liquidó el proyecto vandorista encarnado por Alberto Serú García. Apenas dos meses después un nuevo golpe derrocó al gobierno radical de Arturo Illia, para impedir una victoria nacional del peronismo en las próximas elecciones presidenciales.
Los comandantes al banquillo- El juicio a los ex comandantes anunciado por Alfonsín en cuanto asumió la presidencia fue un extraordinario gesto de fortaleza de un Presidente débil. Sin esa audaz propuesta, que interpretó los mejores valores que aún perduraban como rescoldos en la cenicienta sociedad argentina, hubiera sido derrocado como tantos de sus predecesores. Si no pudo concluir su mandato fue por su inhabilidad para el manejo de la economía y el exceso de concesiones que hizo a los poderes fácticos. Ese riesgo también está presente ahora.
El Pacto de Olivos- Con la reforma constitucional acordada en el Pacto de Olivos de 1993, Menem logró la habilitación de una nueva candidatura al concluir el mandato único para el que había sido electo, y Alfonsín aseguró la supervivencia de la UCR, con el tercer senador por provincia. También se ganó un lugar en la mejor historia nacional con la constitucionalización de los tratados internacionales de derechos humanos. Fue la más equilibrada de esa serie de transacciones, por más que Alfonsín desilusionara a quienes creían posible organizar un frente opositor que acabara con el ruinoso experimento neoliberal.
Pingüino o pingüina- En 2006, Kirchner concibió la idea de que Cristina lo sucediera al año siguiente, sin buscar la reelección. Como cuenta la ex Presidente en Sinceramente, pensaba que necesitaban no menos de 20 años para asegurar la transformación del país, y la alternancia entre ambos era la manera de impedir que el poder se les escurriera al transcurrir el segundo mandato de quien fuera reelectx.
Lo que no dice allí es que Kirchner supo que el diputado de negocios Maurizio Macrì pensaba dejar la Capital y postularse para la gobernación bonaerense. Necesitaba un candidato que lo disuadiera o lo venciera, y sólo se le ocurrió Daniel Scioli. Ante la objeción de que había tiempo para instalar un candidato propio para una elección en la que además Cristina traccionaría al postulante bonaerense, Kirchner replicó: “Es al revés. Necesitamos alguien que traccione a Cristina, porque si no ganamos en primera vuelta, se unen todos y nos liquidan en la segunda”. De allí a la candidatura presidencial de Scioli en 2015 siguieron una serie de episodios que mostraron fortalezas y limitaciones del proyecto que hasta hoy encarna Cristina.
Blues de Balcarce 50
Activo partícipe de la candidatura presidencial de Duhalde en 1999, Alberto Fernández se acercó a los Kirchner al constituirse el Grupo Calafate y fue su puente para el desembarco del matrimonio provinciano en Buenos Aires. Eficaz jefe de gabinete durante los años de la reconstrucción de un país en ruinas, formó parte de la mesa chica que comandaban el Presidente y su esposa y a la que también se sentaba Carlos Zannini.
Cuando Cristina asumió la presidencia, Alberto pensó que él podría manejar el gobierno o, a lo sumo, que se trataba de un trío presidencial. “Durante el día acuerdo una línea con Cristina, pero a la mañana siguiente viene con otro planteo después de hablar con Kirchner”, refunfuñaba durante las tensas negociaciones con la Mesa de Enlace de las patronales agropecuarias, que culminaron con su sorpresiva renuncia el 23 de julio de 2008, pocos días después del voto no positivo del vicepresidente Julio Cleto Cobos. Su explicación es que, de otro modo, sería removido, como ocurrió con el secretario de agricultura Javier de Urquiza, dos días antes. Cristina confirmó que ya le había ofrecido el cargo a Sergio Tomás Massa, de lo que tendría tiempo para arrepentirse.
Once años después, se ofrece como candidata a vice de Alberto, y Massa asoma como postulante a la gobernación bonaerense, aunque todo parece indicar que tanto Cristina como Alberto preferirían a Axel Kicillof. Massa podría ocupar un cargo en el gabinete o en la conducción de la Cámara de Diputados. El propio Massa reiteró que sigue siendo candidato a la presidencia por la Alternativa Federal, pero la negociación prosigue, con miras a un acuerdo antes o después de las PASO que permita sumar masa crítica para ganar la elección y gobernar.
Cristina escribió en Sinceramente que el kirchnerismo nació con la resistencia de las patronales agropecuarias, la estatización del sistema jubilatorio, la ley audiovisual y la recuperación de Aerolíneas Argentinas. Son algunas de las cosas que Alberto cuestionó, lo cual señala contradicciones que todos están dispuestos a superar ante la gravedad de la situación económica y del contexto regional y global. Una frase que se escuchó, entre otras explicaciones, fue que no se trata de hacer lo mejor, sino lo mejor posible.
La clave será quién paga
Fernández deambuló años sin encontrar un sitio. Todos reconocen su habilidad como operador, pero no pudo mostrarla como jefe de campaña de Sergio Massa ni de Florencio Randazzo, en elecciones sucesivas y en contra de Cristina, porque no se puede ser operador de la nada. Su acercamiento a la ex Presidente, bajo la consigna Sin Cristina no se puede, sólo con ella no alcanza, traza una línea que llega hasta el anuncio de la madrugada, pasando por la presentación del libro en la Feria, donde ella le hizo un cálido reconocimiento.
Algunos allegados dicen que la decisión se tomó al día siguiente de esa imponente reaparición. Otros replican que Cristina la viene madurando desde hace meses porque, como dijeron tanto ella como su hijo, para gobernar hace falta una coalición más amplia que para ganar la elección. Macrì deja una deuda en dólares superior a la que heredó Kirchner y con el agravante de que cerca de la mitad es con el acreedor más implacable: el Fondo Monetario, que no sólo exige cobrar, sino que también pretende gobernar el país víctima. La victoria electoral no implicaría un regreso a aquella medianoche del 9 de diciembre de 2015 en que Cristina se retiró antes de convertirse en calabaza, sino a los días arduos de 2003.
Como explica Ricardo Aronskind en esta edición, el gobierno nacional está dilapidando cada dólar que consigue con el propósito de sostenerse hasta los comicios de octubre. Según la Agencia de Administración de Bienes del Estado, AABE, en los últimos dos años y dos meses, además vendió inmuebles del Estado por el equivalente a 1.131 millones de dólares. El gobierno de Estados Unidos lo apoya en ese intento. Si lo consigue, consumará su proyecto de exclusión. De lo contrario, tratará de que las consecuencias las pague el que venga. Varios lectores de El Cohete y Hebe de Bonafini venían planteando desde hace semanas que Cristina debía preservarse de esa alternativa.
Enfrentar esa coyuntura requerirá un acuerdo que involucre a todos los partidos políticos y los sectores económicos y sociales (a los que Cristina se refiere en su libro y sobre los que se explayó en la presentación). Máximo lo extendió a los medios de comunicación, lo que vale más como un señalamiento de la responsabilidad que les cabe en la catástrofe que como una hipótesis viable. En el kirchnerismo no se discute que hay que pagar la deuda contraída, sino quién pondrá el dinero. Las miradas apuntan a quienes durante estos años impulsaron la fuga de capitales. Esta será una de las claves del próximo período. Además del desayuno, el almuerzo, la merienda y la cena que enumeró Máximo.
Está por verse cuál será el balance (cuantitativo) entre lo que sume y reste la nueva fórmula.
No era para tanto
El miércoles, cuando la Asociación de Magistrados fulminó a Alberto Fernández con un comunicado virulento porque se permitió criticar la actuación de algunos jueces que dan vergüenza ajena, el abogado de Cristina, Alberto Beraldi, le dijo a su defendida que Fernández era una persona extraordinaria. Ambos son profesores universitarios y Cristina suele azuzarlos con cuestionamientos a la enseñanza teórica de un derecho que no es el que se aplica en los tribunales del país. Ese mismo día Cristina visitó la sede del Partido Justicialista, que preside José Luis Gioja. Allí dijo que era preciso formar una gran coalición que permitiera derrotar al macrismo y que ella colaboraría en el lugar que fuera necesario.
El sábado, después del anuncio de la fórmula, Beraldi la llamó para felicitarla. “No era para tanto lo que te dije de Alberto”, chanceó. También recibió el beneplácito de Gioja, quien le dijo que le hubiera gustado saberlo el día del encuentro en la sede partidaria. “Ni Alberto lo sabía en ese momento”, le respondió.
Al principio, Alberto parecía uno más de quienes se acercaban con la ilusión de tener los votos de Cristina, pero sin ella al frente. Cuando definió una posición menos especulativa y dijo con todas las letras que si ella era quien tenía los votos, carecía de sentido pensar en otra candidatura, Cristina dispuso la combinación que ahora comenta todo el país.
Hará falta tiempo para evaluar sus varios aspectos, entre los que Cristina mencionó la aptitud electoral y la capacidad para gobernar, que a su vez tiene varias facetas. El impacto fue logrado con creces, pero es prematuro pronunciarse sobre el resto.
Del entusiasmo a la irritación
Este cambio de frente, sorpresivo y complejo, entusiasma a algunos e irrita a otros dentro del peronismo y ha profundizado el desconcierto del gobierno, donde arrecian las presiones para que el Presidente dé un paso al costado, porque así temen perder en primera vuelta o ni siquiera llegar a la segunda.
Varios precandidatos justicialistas ya anunciaron su desistimiento (Agustín Rossi, Felipe Solá) pero otros ratificaron su participación en las PASO (Daniel Scioli) y hay quienes vacilan entre competir o aliarse (Sergio Massa, a quien algunos quieren como candidato en la provincia de Buenos Aires, pero Alberto y Cristina preferirían en un cargo ejecutivo). El propio Massa dijo que seguía siendo candidato a presidente, dentro de Alternativa Federal, pero la perspectiva de una confluencia antes o después de las Primarias se mantiene firme. Con intacto pragmatismo, el mismo sábado apareció la primera pintada con la fórmula en Hurlingham, donde Juanchi Zabaleta busca la reelección como intendente. Hace apenas dos años se decía randazzista.
Sólo algunos marginales, como el ex senador Eduardo Duhalde, quien siempre sabe más que nadie; el ex secretario de comercio, Guillermo Moreno, o el multioperado multioperador Julio Bárbaro cuestionaron la fórmula, además de la izquierda marxista y los partidarios del gobierno, que para eso están.
Desde el Peornismo Federal, Micky Vanilla fue el primero en tirarse contra la fórmula, ninguneando a Alberto. Esto es exactamente lo contrario de lo que piensan desde la izquierda. Será muy interesante medir la repercusión en las redes desde el punto de vista cualitativo. Pero el Partido Justicialista saludó la decisión como un valioso aporte, lo cual tampoco significa que cada uno de sus integrantes siga en esa dirección. Lo mismo hicieron el secretario general de la CGT, Héctor Daer, la Corriente Federal de Trabajadores y el secretario general de la CTA, Hugo Yasky. Pocas horas después del anuncio, Yasky twiteó: “Los trabajadores y las trabajadoras ya tenemos fórmula para enfrentar a este gobierno de ajuste, hambre y represión. Alberto y Cristina 2019 ✌”.
Para el secretario general de SUTEBA, Roberto Baradel, la decisión de Cristina es un acto de generosidad política, con una comprensión notable del momento histórico, pensando en la posibilidad de gobernar con el más amplio consenso, teniendo en cuenta los términos económicos, sociales, institucionales y políticos que deja el macrismo: «enorme endeudamiento; elevadas tasas de interés; tarifas, alimentos y medicamentos atados al dólar; altos niveles de inflación; pérdida del poder adquisitivo del salario; profundo deterioro del aparato productivo y de la capacidad instalada; caída del mercado interno; aumento creciente de la desocupación, la pobreza y la indigencia; desinversión en políticas sociales, en salud, en educación, en investigación, en ciencia y tecnología; pérdida de calidad institucional por la represión a la protesta social, por la elección de enemigos internos que terminan demonizados, presos o muertos y las arbitrariedades de algunos miembros del poder judicial, que en coordinación con el poder político y económico, acompañados muchas veces por algunas corporaciones mediáticas, violan sistemáticamente el estado de derecho y las garantías constitucionales».
El reelecto gobernador cordobés Juan Schiaretti afirmó que Cristina forma parte de otro espacio político. Una de las vertientes que se acercaron a Cristina desde la izquierda no marxista, considera la fórmula un viraje conservador y hubo lágrimas entre quienes entienden que ella era la única candidata de los trabajadores y de los pobres. La lógica de la decisión es que también ellos la pasarán mejor con una coalición amplia que ponga límite al avasallamiento adicional de sus derechos.
Desde otra vertiente afín también se señala que Cristina se sitúa como principal líder del país y “deja constituido el instrumento político apto para derrotar en elecciones el programa de Macri (no importa quién sea candidatx de Cambiemos): un frente patriótico antimacrista” en el que la candidatura “del ultra-acuerdista Alberto Fernández puede resolver el obstáculo que imponía la figura de Cristina a la idea del contrato, la unidad y el giro al centro”. El Presidente que surgiera de este dispositivo garantizaría a los poderes “un acuerdo sincero junto a una vice que conserva el poder político suficiente como para asegurar un programa mínimo de reconstitución de derechos”.
Ya se verá.