Manipulación y fiasco: el “rasurado” informe Muller no incrimina ni exonera a Trump
David Brooks- La Jornada
Cuando primero fue nombrado el fiscal especial para investigar al presidente, Donald Trump exclamó: “ya me chingué”, esperando que marcaría el fin de su presidencia, según el informe final de la indagatoria que este jueves obsesionó a Washington y que lejos de poner fin a las preguntas sobre las relaciones de la campaña electoral del magnate con Rusia, o si cometió obstrucción de la justicia, sólo intensificó las controversias que asolaron la Casa Blanca durante dos años.
Al final, la versión ligeramente censurada del informe de 448 páginas elaborado por el fiscal especial Robert Mueller y divulgado al público este jueves no formula cargos criminales, pero explícitamente no exonera al presidente. El juego se acabó
, tuiteó Trump, en referencia a la serie de televisión Juego de tronos, para dar por terminado el capítulo de la investigación sobre la trama rusa.
Aunque afirma que por “evidencia insuficiente” no se puede formular una acusación de una conspiración criminal con los rusos durante la campaña presidencial, el informe detalla intentos “sistemáticos” rusos para interferir en las elecciones en favor de Trump, y múltiples contactos con el equipo del entonces candidato, algo que Trump repetidamente negó.
Pero más peligroso para el presidente, el informe presenta amplia evidencia sobre los esfuerzos personales de Trump para frenar la investigación, aunque Muller, al final, deja en manos del Congreso la decisión de formular cargos por obstrucción de la justicia.
Muchos –incluso casi todos los medios nacionales, los demócratas y sus aliados– desde un principio apostaron casi todo a que se revelaría una gran conspiración entre el equipo y la familia de Trump con intereses rusos ligados al Kremlin, pero todo sufrió un grave revés con las conclusiones de la investigación de Mueller reveladas el mes pasado, cuando el procurador general William Barr emitió un resumen de cuatro cuartillas del informe.
El documento revela mucho de lo que ya se sabía sobre contactos constantes entre subordinados de Trump con funcionarios y operadores rusos, pero Mueller y su equipo concluyeron: “al final, la investigación no estableció que la campaña haya coordinado o conspirado con el gobierno ruso en sus actividades de interferencia electoral”.
El informe afirma que los rusos impulsaron un esfuerzo de desinformación y hackeo en las elecciones estadunidenses y que hubo muchas más interacciones de la campaña de Trump con los rusos de las que hasta ahora se conocían.
Trump se ha pasado dos años insistiendo en que no hubo ninguna colusión con los rusos pero el informe de ayer, sobre éste y otros asuntos relacionados a la investigación, documenta que el presidente mintió repetidamente, sobre todo en acusaciones falsas contra los medios. Sin embargo, como todos saben, que Trump mienta o engañe ya no es noticia.
Justicia descarrilada
Pero como suele ocurrir con la delincuencia política en Washington, los esfuerzos para encubrir un crimen son más dañinos que el delito que se intenta ocultar, como en el caso de Watergate y el escándalo de Irán-contras.
Según el informe, Mueller y sus investigadores detectaron por lo menos 10 “episodios” que podrían ser calificados de esfuerzos para obstruir la justicia. El informe registra constantes actos desesperados del presidente para descarrilar la investigación, entre ellos el despido del jefe de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) James Comey, quien hasta entonces encabezaba la investigación sobre la colusión con Rusia, esfuerzos para encubrir los detalles sobre la famosa reunión en la Torre Trump con representantes rusos, y su comportamiento en torno a su ex abogado personal Michael Cohen.
En junio de 2017 Trump ordenó a su abogado de la Casa Blanca, Don McGahn, que girara instrucciones al Departamento de Justicia para que despidieran a Mueller. McGahn se negó y con ello evitó un escándalo. Algo parecido ocurrió en varios de los otros episodios, donde el presidente fue salvado de cometer graves actos, posiblemente de obstrucción, sólo porque sus subordinados se negaron a cumplir sus órdenes, según el informe.
Mueller y su equipo dejan claro que, con relación a la obstrucción de justicia, hay amplia evidencia pero que por razones legales decidieron dejar el asunto de formular cargos en manos del Congreso.
En su informe explica que “si tuviéramos confianza, después de una plena investigación de los hechos, que el presidente claramente no cometió obstrucción de justicia, lo declararíamos. Sin embargo, basado en los hechos y las normas legales aplicables no podemos llegar a ese juicio. Por lo tanto, mientras este informe no concluye que el presidente cometió un delito, tampoco lo exonera”.
El juego político
Los máximos dirigentes demócratas, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y el líder de la minoría demócrata del Senado, Chuck Schumer, emitieron un comunicado conjunto enfocándose en el tema de la obstrucción de justicia, al acusar que era muy diferente lo que afirmaba el informe y la versión del resumen. “Una cosa queda clara: el procurador general Barr presentó una conclusión de que el presidente no obstruyó la justicia, mientras el informe de Mueller parece minar esa conclusión”.
Varios demócratas contemplan invitar a Mueller a comparecer ante el Congreso. A la vez, aunque la dirigencia ha indicado que no desean proceder hacia un proceso de impeachment (juicio político), otros aún lo consideran después de evaluar el informe.
Trump y los republicanos declararon una y otra vez –de manera incorrecta– que el presidente quedó este jueves “plena y completamente exonerado”, a pesar de que el informe de Mueller afirma lo opuesto.
El presidente continuó su ataque contra la investigación en el transcurso del día, calificando todo esto de “hostigamiento hacia el presidente”. Trump declaró que esta pesquisa, a la cual calificó de “farsa… nunca deberá pasarle a otro presidente jamás” y poco después, por tuit, envió una imagen de él dando la espalda estilo Juego de tronos, con el texto “El juego se acabó” (en referencia a la temporada final de esa serie).
Pero el presidente no siempre estuvo tan confiado en que lograría escapar de esta investigación. Según asuntos contemporáneos de Jody Hunt, jefe de equipo del entonces procurador general Jeff Sessions –quien se había recusado de la investigación, lo cual su hasta entonces jefe Trump nunca perdonó–, la reacción del mandatario al nombramiento de Mueller fue: “el presidente se hizo para atrás en su silla y exclamó: “Dios, esto es terrible. Es el fin de mi presidencia. Ya me chingué”.
Mientras, este jueves en la Casa Blanca la banda oficial de marines decidió tocar la canción Edelweiss, famosa por ser parte de la película The Sound of Music, cantada por el capitán Von Trapp como una oda a su país, Austria, el cual tiene que dejar y salir junto con su familia al exilio ante la ocupación nazi. La canción también fue utilizada como tema en la nueva serie de televisión The man in the High Castle, que trata sobre un Estados Unidos bajo un régimen fascista. Brotó un intenso debate en Twitter sobre el significado (o no) de eso.
La Jornada: La bancarrota de la justicia
El jefe del Departamento de Justicia de Estados Unidos, William Barr, presentó ayer la versión pública del informe especial acerca de la supuesta colusión del presidente Donald Trump y su círculo cercano con agentes rusos para inclinar a su favor las elecciones presidenciales de 2016, en las cuales el magnate se impuso a la candidata demócrata, Hillary Clinton.
El documento, entregado el pasado 22 de marzo por el fiscal especial Robert Mueller, consta de dos partes: la primera analiza la supuesta injerencia rusa y la posible colusión de Trump, mientras la segunda da cuenta de los múltiples intentos del mandatario por descarrilar la investigación de la trama rusa.
La presentación y las conclusiones de Barr suponen una sonora victoria política para Trump, pues no sólo le exoneran del primer cuerpo de presuntos ilícitos debido a falta de pruebas –lo cual coincide con el informe de Mueller–, sino que, además, en lo que es una retorcida interpretación de la segunda parte del documento, el fiscal general anunció que no procederá contra el presidente por obstrucción de la justicia, pese al cúmulo de señalamientos de que al menos en 10 ocasiones Trump presionó y amenazó a distintos funcionarios para impedir que las indagatorias siguieran su curso legal.
La comparecencia de Barr ante la prensa, en un día en que el Congreso se encuentra cerrado y programada hora y media antes de que el documento se hiciera público, supondría una vergüenza y un escándalo mayúsculo para cualquier Estado democrático, pero resulta de especial preocupación porque revela el nivel de podredumbre moral imperante en la potencia que se arroga el papel de intervenir en cualquier nación que, a juicio de su clase gobernante, se desvíe de la democracia representativa liberal.
El fiscal general se encuentra notoriamente descalificado para tratar el caso debido a su abierto partidismo: veterano servidor público y figura prominente en el mundo corporativo hasta su retiro en 2008, Barr llegó a su actual cargo por una polémica designación de Trump tras publicar un informe en el cual descalificaba el trabajo del fiscal especial Mueller y sostenía que acusar al magnate de obstrucción de la justicia se basa en una “lectura legalmente insostenible de la ley”.
En segundo término, la intención de desestimar los gravísimos episodios en que el inquilino de la Casa Blanca abusó de su poder para impedir la acción de la justicia –como hizo al destituir al ex director de la FBI James Comey por negarse a frenar las pesquisas– da cuenta del grado de descomposición institucional alcanzado en Washington, uno de cuyos aspectos más nefastos es la normalización de toda suerte de atropellos cometidos por los miembros de la clase gobernante.
Por presentar un punto de contraste, cabe recordar que hace dos décadas el demócrata William Clinton estuvo muy cerca de ser destituido por un caso en el que no se perseguía ningún ilícito, pero en el curso del cual habría mentido a las autoridades, mientras hoy Trump se mantiene con firmeza en el cargo pese a que sus mentiras, plenamente documentadas, constituyen sólo la punta de una serie de tropelías.
Frente a este gravísimo deterioro de las instancias estadunidenses de procuración de justicia se encuentran justificadas las reservas mundiales ante un aparato judicial que no parece guardar relación alguna con su propósito manifiesto.
Lo anterior viene a cuento en momentos en que el informador Julian Assange lucha para evitar su extradición a Estados Unidos tras ser detenido por las autoridades británicas, que es también una batalla por preservar la libertad de expresión de la cacería emprendida por un sistema que persigue de manera implacable a inocentes al tiempo que absuelve a individuos a quienes todo señala como responsables de serios crímenes.
(Editorial del diario mexicano La Jornada)