El Mercosur que viene: un proyecto que atrasa 30 años

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Carlos Bianco-Nodal|

El 18 de diciembre tuvo lugar la LIII Cumbre del Mercosur, con la presencia de los presidentes de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay como Estados Partes del bloque y de Bolivia como Estado Asociado. En dicho marco, en el ámbito político, el presidente argentino  Mauricio Macri se dedicó a atacar en ausencia al gobierno de Venezuela tildándolo de dictatorial, acatando las órdenes emanadas de la Secretaría de Estado de los Estados Unidos.

Asimismo, los Estados Partes y los Estados Asociados del bloque emitieron una declaración conjunta expresando su preocupación por el agravamiento de la situación en Nicaragua. En el ámbito económico, Brasil reclamó a sus socios una mayor “flexibilidad”, adelantándose a una jugada ya diagramada por Jair Bolsonaro y avalada por el conjunto de los actuales Estados Partes del bloque: la lisa y llana degradación del Mercosur, que se producirá a partir del año próximo en el marco de la presidencia pro témpore argentina.

En tal sentido, los presidentes mostraron los consensos existentes para “abrir el Mercosur”, de acuerdo con las palabras de Michel Temer. Al mismo tiempo, Mauricio Macri invitó a sus pares a seguir apostando “a un Mercosur abierto e integrado al mundo”, mientras que definió al bloque como “la plataforma que elegimos para salir juntos al mundo”. En el comunicado final, los mandatarios destacaron algunos puntos referidos a los aspectos comerciales de la presidencia pro témpore uruguaya: resaltaron “la calidad y la ambición de los acuerdos en negociación”; bregaron “por una próxima conclusión exitosa de las negociaciones en curso” con la Unión Europea; destacaron los progresos en las negociaciones con la Asociación Europea de Libre Comercio, Canadá, Corea del Sur y la Comisión Económica Eurasiática; celebraron la firma de los tratados de libre comercio de Chile con Argentina, Brasil y Uruguay y de Perú con Brasil; y definieron continuar con el “acercamiento” entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico.

Ya desde 2016, con la llegada al poder de Mauricio Macri y el golpe institucional de Michel Temer, en el Mercosur se empezaron a priorizar los aspectos económicos y comerciales por sobre las cuestiones sociales, políticas, culturales y ciudadanas que caracterizaron al Mercosur a partir del Consenso de Buenos Aires. Asimismo, se instauró el discurso de que el bloque debía estar más orientado “hacia afuera”. El Mercosur dejaba de ser visto como un espacio de acumulación, especialización productiva y complementación comercial a nivel regional, para pasar a ser considerado una mera plataforma para la negociación de acuerdos de libre comercio y una pantalla para la atracción de inversiones internacionales.

Asimismo, tanto Uruguay como Argentina, ante la falta de resultados positivos para la concreción de un tratado de libre comercio con la Unión Europea, volvían al ruedo con la necesidad de “flexibilizar” el Mercosur de modo de que los países del bloque puedan firmar acuerdos de libre comercio con otros países o regiones de extrazona de manera unilateral, sin tener que negociar en conjunto con el resto de los miembros. Sin embargo, durante estos dos años fue justamente Brasil quien impidió dicha degradación institucional, que en lo formal implica dejar de ser una “unión aduanera” para convertirse en una mera zona de libre comercio, es decir, un modelo de integración superficial o “a la chilena”.

En suma, la definición estratégica para el Mercosur, promovida fundamentalmente por Macri desde entonces, empezaba a ser más que clara: avanzar en acuerdos de libre comercio a diestra y siniestra con distintos bloques del mundo y promover la “flexibilización” del bloque. La llegada al poder del presidente Bolsonaro en Brasil, tras ganar unas elecciones viciadas por la proscripción política del candidato con mayor caudal de votos, Luiz Inácio Lula Da Silva, hace posible y viable dicha estrategia hacia la construcción del “Mercosur del siglo XXI”, tal como lo denominara el propio presidente argentino.

Ese Mercosur que se viene implica menos integración, y de peor calidad. En el marco de un esquema mundial basado en la existencia de cadenas regionales de valor cada vez más interconectadas, más temprano que tarde nuestro bloque se transformará pura y exclusivamente en una región vinculada al mundo como proveedor de productos primarios y materias primas, e importadora de productos industriales de todo tipo. Este tipo de especialización productiva y comercial no es gratuita: implica menor generación de empleo industrial, menor valor agregado local a la producción, menor desarrollo científico y tecnológico, mayor desigualdad en la distribución del ingreso y mayor exclusión social. Bajo el anuncio de un “Mercosur del siglo XXI” se esconde la virtual disolución del bloque, desvirtuando no sólo el giro que había tomado en los últimos tiempos sino, incluso, sus objetivos originales. Vuelve el Mercosur neoliberal, un proyecto que atrasa 30 años.

* Docente-investigador de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y asesor de la CTA de los Trabajadores (CTA-T), Argentina.