Día del estudiante: Maniobra derechista falsifica el 21 de noviembre de 1957

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Julio Escalona|

Alrededor de 2006, si no recuerdo mal, cuando el pensamiento opositor comenzó a dominar a las universidades autónomas, se comenzó a fraguar la mentira de que el 21 de noviembre de 1957 se celebra el Día del Estudiante Universitario y no el Día de todos los Estudiantes Venezolanos. Fui invitado a una rueda de prensa en el rectorado de la UCV, en mi condición de ser un actor de la huelga estudiantil de 1957. Al llegar me di cuenta de que se estaba forjando una estafa. Además, lo primero que me preguntó un periodista fue sobre la importancia del Día del Estudiante Universitario. Mi primera respuesta fue que ese Día no existía, que existía el Día del Estudiante. Desde ahí viene esta batalla.Resultado de imagen para venezuela dia del estudiante
Ni oficialmente ni históricamente un día de El Estudiante Universitario existe. Mucho menos tomando como referencia el 21 de noviembre de 1957. Se puede crear, pero no sólo, afortunadamente, no ha sido decretado, sino que en la historia unitaria y revolucionaria de las luchas estudiantiles de Venezuela no ha surgido, por el contrario, lo que ha privado es la unidad de todos los estudiantes, sin distingos y sin exclusión.
Con motivo de la batalla de la Victoria del 14 de febrero de 1814, que ha podido ser día del estudiante universitario, pues según la historia que hemos aprendido, fue una participación decisiva la de ellos, sabiamente se recogió como Día de la Juventud, ¿a lo mejor reconociendo, además de los jóvenes universitarios, que marcharon con José Félix Ribas, a los jóvenes llaneros que probablemente también participaron, con el cuerpo de caballería que condujo Campo Elías? ¿O fue por un prejuicio clasista, es decir, jóvenes eran sólo los universitarios? No lo sé. Pero ese día no apareció.
En las jornadas de 1928, importantes en la historia de Venezuela, hasta donde sé, tampoco se hizo esa distinción. No surgió un día del estudiante universitario. En las gestas contra la dictadura de Pérez Jiménez con una participación social muy variada, tampoco. Yo inicié mis luchas contra esa dictadura en 1953, cuando tenía 15 años y estudiaba segundo año de bachillerato.
El 21 de noviembre de 1957, cuando fui miembro del comité que contribuyó a la organización y desarrollo de la huelga, ya era estudiante de la Universidad Central de Venezuela, pero tenía muy clara la importancia de la unidad de todos los estudiantes. Me tocó participar, el mismo 21 de noviembre, tanto en el levantamiento de los estudiantes ucevistas, como de los estudiantes del liceo Aplicación, ubicado en El Paraíso, Caracas.

La verdad histórica
El Día del Estudiante nace en 1958, por decreto del presidente de la Junta de Gobierno, Dr. Edgar Sanabria, que sustituyó a Larrazábal, cuando este renunció para lanzarse como candidato a la presidencia de la república en las elecciones del 07 de diciembre de 1958.
Ese año culminó un esfuerzo de estudiantes que cursaban en liceos, escuelas normales, escuelas técnicas; como ya señalé, de muchísimos que comenzamos a participar en esas batallas cuando éramos estudiantes de secundaria y para la fecha de la huelga ya habíamos ingresado a la Universidad y de muchísimos que comenzaron a participar en la lucha contra la dictadura cuando ya eran universitarios.
El decreto de 1958 supo recoger esa complejidad. Probablemente ello tuvo que ver con que el decreto se dictó cuando el auge popular de 1958, que tuvo como referente esa huelga de noviembre de 1957, estaba en pleno desarrollo y nosotros, los actores, estábamos vivos y luchando en la calle con todas nuestras fuerzas por la democracia, la independencia y la soberanía popular. No podían ser ignoradas nuestras voces y las de miles de liceístas que andaban en las calles y que, a la vuelta de pocos años, en los 60, comenzaron a ser asesinados levantando banderas de 1957-58 las que fueron apareciendo desde la sangre derramada, desde las victorias y las derrotas.
El 21 de noviembre de 1958, la Junta de Gobierno de la República de Venezuela, entonces presidida por el Dr. Edgar Sanabria, profesor de la UCV, dicta el decreto número 436, publicado en la Gaceta Oficial No. 25.818, cuyo considerando más importante dice:
“Que es un deber del Gobierno señalar y enaltecer aquellas fechas significativas de la lucha del pueblo venezolano por la consolidación de un orden democrático y el establecimiento de un Estado de derecho”.
Después de ese considerando decreta: “Art. 1°- Celébrese el Día del Estudiante el 21 de noviembre de cada año.”
Como se puede constatar el decreto es muy claro al no discriminar entre estudiantes universitarios y los de otros niveles educativos. Es claramente taxativo: “Día del Estudiante”
Además, el decreto es también muy claro al incluir el 21 de noviembre de 1957 entre “las fechas significativas de la lucha del pueblo venezolano por la consolidación de un orden democrático”… Como podemos constatar, el decreto tiene una finalidad integradora de las luchas del pueblo venezolano y no la desintegración de sectores sociales, lo que adquiere más sentido si se observa que el decreto es redactado en medio del auge de masas que se produjo después del derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez, de la fuerza que cobraron las luchas democráticas y antiimperialistas y del fundamental papel de los estudiantes de todos los niveles. Auge del cual no sólo fui testigo sino activo participante y promotor.
Luego, como participante en todas las luchas que se realizaron después de promulgado el mencionado decreto, puedo dar fe de que esta celebración fue siempre por el Día del Estudiante y nunca por el Día del Estudiante Universitario. Ese es un invento reciente. Una maniobra política de la derecha, que no sé por qué, sectores de jóvenes chavistas ha secundado. En varios trabajos publicados en Aporrea, trato este tema con amplitud. Búsquese en artículos de Julio Escalona y se podrá corroborar lo que estoy diciendo.
Los Rectores heroicos: De Venanzi y Bianco
La historia de las luchas de los años 60, particularmente en lo que tiene que ver con las luchas del movimiento estudiantil y del pueblo venezolano, sin la mención de estos dos rectores, estaría incompleta. En los años 60, el peso de las universidades, particularmente la Universidad Central de Venezuela, en la política nacional, era mucho mayor que el que tienen hoy día. Un peso que generalmente fue para bien. Son diversas las causas, que no analizaré ahora.
Sin duda, los rectores Francisco De Venanzi y Jesús María Bianco tenían un peso personal importante, independiente del cargo como rectores de la que era la universidad más importante del país. Eso acrecentó su liderazgo, sin duda, pero se sumaba a una larga historia sobre la participación de ellos en las luchas académicas y políticas de Venezuela.
Me estoy centrando en hechos particulares vinculados al proceso insurreccional que se dio en los años 60 y cómo ese proceso, de alguna manera, impacto a la UCV y al movimiento estudiantil. Y cómo, dentro de ese proceso, cargado de violencia y de la prepotencia represiva y criminal de Rómulo Betancourt, estos rectores fueron ejemplo de dignidad, de paz, de no violencia, de espíritu académico y universitario, del cual las autoridades universitarias de hoy están lejos, pues se han polarizado en una posición que radicaliza la violencia, lejos de apostar por la paz.
De Venanzi y Bianco siempre se comportaron como socialistas humanistas, no violentos, más cerca de una posición como la de Ghandi, siempre dispuestos a dar la vida en nombre la paz y de la autonomía universitaria.

Francisco De VenanziImagen relacionada
Buscando, me encontré con un testimonio, de un gran compañero, amigo, hermano de toda la vida, llamado, Eligio Damas. Encontrándose en los alrededores de la Plaza del Rectorado, en medio de un tiroteo, en un monte cercano, encontró un fusil, lo tomó y pensando hacer uso de él contra los que disparaban contra la UCV, corrió llevándolo en la mano y esto es lo que cuenta sobre lo que ocurre en el camino:
“En el camino se le atravesó un hombre de baja estatura, delgado, en apariencia débil físicamente, cuyas extremidades superiores evidenciaban cierta deformación. (De Venanzi superó un cáncer en la garganta, que lo dejó con una voz, a veces inaudible, pero muy firme y también la poliomielitis, NN).

¿Para dónde va usted bachiller con esa arma? El bachiller detuvo bruscamente su carrera. Sintió que había sido agarrado infraganti. Aquel hombre de apariencia frágil, llamado Francisco De Venanzi, le infundió el respeto y hasta el temor que no era capaz de sentir frente a las balas de la policía política que salían de la azotea del edificio de la Creole.

¡Entrégueme ese fusil bachiller! El rector le habló con una firmeza inusitada, con una voz casi susurrante, emergida de aquel cuerpo enjuto; y le llamó por su nombre completo. Aquel muchacho, que quería como tantos tomar el cielo por asalto y pocas cosas le asustaban, vaciló ante la gigantesca fuerza que emanaba del cuerpo menudo del rector y de la firmeza del mandato. Bajó la mirada al suelo y con humildad entregó su arma.

“El talento, la reconocida capacidad intelectual del médico y filósofo; la honradez, la larga Resultado de imagen para francisco de venanzitrayectoria de lucha por las libertades, la paz, su evidente disposición en favor de las causas más generosas, de brillante hoja de servicios en la docencia universitaria y una permanente actitud al servicio de la universidad y no a los políticos, hacían de Francisco De Venanzi, un hombre de cuerpo enjuto y ademanes refinados, un firme gladiador, competente para contener los desmanes en que pudiese incurrir cualquier sector de la universidad caraqueña sin hacerle concesiones a la política oficial contraria al respeto de los derechos humanos y la vida universitaria.” Ver: https://www.aporrea.org/actualidad/a152302.html
De Venanzi había decidido, en medio de la fuerte lucha armada que, en octubre y noviembre de los años 60, se desarrollaba en la ciudad de Caracas, que la zona del rectorado (que incluía el edificio de la biblioteca, el Aula Magna, el edificio del rectorado, la Plaza Cubierta y sus alrededores, no habría armas ni combates armados y se comprometió personalmente a garantizarlo. Ese histórico equipo rectoral lo conformaban estos ilustres profesores: además de: De Venanzi, Rector, Jesús María Bianco, Vicerrector e Ismael Puerta Flores, Secretario. Todos adquirieron ese compromiso y trabajaron valientemente para que así fuera. Sin embargo, para los momentos más dramáticos, De Venanzi no aceptaba que lo acompañara nadie, independientemente de la comprobada valentía de Bianco y Puerta Flores, quien fue reconocido en el Consejo Universitario de aquellos gloriosos tiempos, como el cuarto delegado estudiantil.
Los delegados estudiantiles éramos tres, pero Puerta Flores, que era autoridad universitaria, en más de una oportunidad votó con nosotros, aun cuando ningún otro miembro del Consejo Universitario lo hiciera. Orgullosos, veíamos que nuestra minoría no era de tres sino de cuatro votos. Más de una vez fue escarnecido por esto, pero nunca se echó para atrás y ha pasado a la historia con una extraordinaria dignidad y autoridad.
La autoridad de De Venanzi era inconmensurable. Citaré otros hechos que demuestran lo mismo.
En otra oportunidad, un grupo tomó el piso 12 del edificio de la biblioteca y comenzó a disparar hacia la Zona de la Plaza de las Tres Gracias, uno de los lugares por donde se apostaban soldados del batallón Bolívar, que participaban del cerco militar a la UCV. De Venanzi se fue hacia el piso 12, con un vigilante de la UCV, que estaba desarmado. Nunca usaron armas. De Venanzi, Bianco y Puerta Flores, sostenían que la fuerza de esos vigilantes era la fuerza moral de la UCV.
Tomó el ascensor y se dirigió al piso 12. Cuando llegó y se abrió la puerta del ascensor, lo encañonaron. De Venanzi no se inmutó y serenamente les dijo: “entréguenme las armas”. Después de un diálogo sereno, le entregaron las armas.
El intento insurreccional de octubre y noviembre del 60, fue finalmente derrotado, pero le dio un gran impulso a las luchas en la calle, pues no fue un combate decisivo, fue parte del proceso de auge popular que seguía madurando en Venezuela y particularmente en Caracas. La lucha continuó nacionalmente con muchos bríos, pero quizás comenzó a revelar deficiencias en la dirección política que todavía no se hicieron evidentes. Después de las elecciones de diciembre de 1963, al despuntar 1964, comenzaron a hacerse más claros.
Cuando la lucha de la UCV se fue quedando aislada del resto de la población, Betancourt se atrevió a amenazar al Rector De Venanzi con asaltar la UCV, ocuparla y detener a todos los que se encontraban dentro.
Un día, ya cuando la UCV estaba aislada, pues en Caracas la lucha iba concluyendo tras la represión militar-policial, Betancourt le hace una llamada al Rector De Venanzi y le plantea un ultimátum: amenaza con la toma militar de la UCV, detener a todo el mundo y cerrar la UCV. Pone las 11 de la noche de ese día como límite para que la UCV sea desalojada. De Venanzi le contesta que el está reunido con los estudiantes buscando una retirada sin violencia. Betancourt, gritando, insiste en el ultimátum y el límite de las 11pm de ese día para que todo esté resuelto. De Venanzi, serenamente, le contestó: “Ud. sabe lo que hace señor presidente y colgó el teléfono.
Nosotros ya habíamos informado a De Venanzi que desde esa misma noche estábamos comenzando a retirarnos, pero que no aceptaríamos el chantaje de Betancourt. Que no nos retiraríamos a las 11pm como lo exigió Betancourt. Saldríamos al día siguiente alrededor de las 11am. Si Betancourt enviaba al ejército antes, tendría que detenernos a todos en medio de una refriega. No entregaríamos las armas y trataríamos de sacarlas antes.
Procedimos de la siguiente manera: esa misma noche comenzamos a evacuar la UCV y a sacar las armas o a esconder las que pudiéramos. Nos quedamos particularmente los que teníamos cargos de dirección y un grupo que acompañaría a Rómulo Henríquez, uno de los dirigentes fundamentales de la época, quien era el presidente de la FCU. Ese grupo saldría al final, en un autobús de la UCV cantando el himno nacional.
Amanecimos en la UCV y de los que teníamos cargos de dirección, ninguno se movió hasta que llegara la hora que le habíamos comunicado a De Venanzi, las 11am. Poco a poco se fue arreglando la salida de los que debían irse antes del grupo final que saldría con Rómulo Henríquez.
El destacamento de la infantería de marina, que había ocupado la entrada de la plaza Venezuela, nos había prometido que no actuaría contra nosotros y no dejaría que la Digepol lo hiciera, que podíamos salir por ahí. Yo salí con una persona que poseía un salvoconducto. Pérez Marcano salió en la maleta del carro de un oficial de la marina y de esa manera fuimos retirándonos.
Al final, tal como se había acordado, salió Rómulo Henríquez, por la puerta de la Plaza Venezuela, dignamente, con el grupo que designó, cantando el himno nacional. La marina los protegió, tal como había prometido. En el grupo dirigente teníamos acordado un lugar donde nos encontraríamos para programar las próximas iniciativas. No salimos de la UCV derrotados.
Pudimos salir sin ser reprimidos, porque teníamos una fuerza popular importante en la calle y Betancourt ponderó que no era el momento de lanzar una feroz represión contra la UCV y el movimiento estudiantil.

Otro episodio, quizás el más dramático, fue el siguiente:
Como se sabe, el 9 de abril de 1960, se dividió AD y se fundó el MIR. El MIR prácticamente arrastró a todos los jóvenes que militábamos en AD. En AD quedó un dirigente juvenil de verdad, de nombre Juan Pablo Peñaloza. Juan Pablo anunció que tomaría las oficinas de la Federación de Centros Universitarios (FCU) y nos desalojaría a los militantes de la Juventud Comunista y el MIR. Por supuesto, esa no sería una toma pacífica y nosotros, pacífica y/o armada, no la íbamos a permitir.
Obviamente, Juan Pablo no iba a reunir muchos jóvenes (como señalé, habían abandonado AD), pero se reforzó con miembros de las bandas armadas de AD (famosas en los años 60) y con miembros de la policía política (la Digepol). Anunció un día y una hora.
Fue un medio día. Ellos comenzaron a entrar por la plaza Venezuela. Estábamos atrincherados, armados, en el edificio de la FCU y en las colinas de enfrente, las que colindan con el Jardín Botánico. Sin duda, ellos traerían un armamento superior, pero nosotros estábamos mejor atrincherados. Ellos tenían que atacar, a la carrera, de frente. Los podíamos atacar desde las ventanas, el techo, las escaleras y por el flanco izquierdo de ellos, desde las colinas mencionadas. Habíamos colocado un grupo que los atacaría por detrás. No podíamos dejarlos llegar. Yo, con un revolver 38 y un puñado de balas en los bolsillos, quedé en el grupo que debía defender las escaleras
El peligro para nosotros es que, con motivo de la trifulca, el gobierno ordenara un allanamiento de la UCV y nos detuvieran, incluso, que nos asesinaran selectivamente. Pero no podíamos abandonar la FCU sin pelear. Sabíamos que un allanamiento podía cortarnos cualquier retirada. Teníamos que pelear. Por otra parte, ahí no estaban todos los cuadros y militantes de la juventud comunista y de la juventud del MIR, de la UCV. Sí varios de los más importantes.
Tampoco, en ese momento, un allanamiento ante un ataque armado de un grupo gubernamental a instalaciones de la UCV, era fácil de justificar políticamente. Todavía no habíamos sido derrotados política y militarmente. Todavía teníamos una gran fuerza. Sobre todo, en la calle.
De Venanzi encontró la solución. Juan Pablo y su grupo detuvieron su avance a la altura del reloj de la UCV y surgió un momento de gran tensión. De breves minutos. Entonces, en medio de la plaza descubierta del rectorado, apareció un “loco” que se colocó, en medio de la soledad, entre la FCU, donde estábamos nosotros, y el reloj de la UCV, donde estaba el grupo de Juan Pablo.
¡Era el Rector Francisco De Venanzi! Se quedó ahí, como una estatua viviente. De pronto se viró y se echó a andar hacia donde estaba el grupo de Juan Pablo. Ellos se quedaron inmóviles, como desconcertados. En fin, Juan Pablo también era universitario. De Venanzi llegó hasta ellos y comenzó a hablarles, a sabiendas de que ahí también venían miembros de la policía política.
De pronto ellos comenzaron a retroceder y con su presencia los fue como empujando, hasta que salieron de nuevo por la puerta que da hacia la Plaza Venezuela. Entonces, regresó hacia nosotros. Llegó hasta la escalera mientras permanecíamos en profundo silencio. Ya habíamos escondido las armas. Todavía resuenan en mis oídos sus palabras, como las de un padre amoroso y muy severo. No teníamos nada que decirle más allá de recibir el fuerte regaño.
Esta historia apenas estaba comenzando. La lucha armada se iba dibujando… ¿Cuántos de los que ese día nos reunimos ahí con el sentimiento de defender la UCV de la horda fascista que ya la amenazaba, sobrevivimos?
Contaré una última anécdota, pero hay muchas más. Los sucesos de octubre y noviembre de 1960, el preludio de la lucha armada, un intento de insurrección que protagonizamos en Caracas y otros lugares del país. Ese intento fue siendo aplastado en Caracas y otros lugares. Cuando me acerqué por el 23 de Enero, me contaron que los paracaidistas lo tomaron allanando casa por casa las zonas insurreccionadas.
En la UCV, en las escaleras exteriores del edificio de la Facultad de Farmacia, que aún no se había inaugurado, de un disparo mortal del Batallón Bolívar, fue asesinado el joven estudiante de arquitectura, José Montesinos Palacios. Más adelante fuimos a realizarle un homenaje en el Cementerio General del Sur, pude leer la inscripción que sus padres colocaron en la tumba; “Asesinado por luchar por un mundo mejor.” Él es uno de los mártires casi olvidados. Durante mucho tiempo, en los años 60, su nombre y el de Livia Gouverneur, generalmente encabezaban las marchas que realzábamos.
Ese fue el rector Francisco De Venanzi. Los que fuimos sus discípulos en esa gran aula patriótica en la que el convirtió a la UCV, lo tenemos en el corazón y en el alma. Sólo su sucesor, Jesús María Bianco, ha podido realizar una gestión de la misma dimensión.

Jesús María BiancoImagen relacionada

El Rector Bianco fue electo como Vicerrector en marzo de 1959, en las primeras elecciones que se realizaron después del del derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez, cuando la UCV recuperó la autonomía y la democracia. Fue escogido por el Claustro Universitario como parte del equipo presidido por el Rector electo, Francisco De Venanzi.
En las elecciones de 1963 fue electo Rector de la UCV y en 1968, fue reelecto para el período 1968-1972. El único Rector reelecto que ha tenido la UCV. Estos fueron los años de la Renovación Académica, que marcan de manera significativa la historia de la UCV y marca la vida de Bianco y su gestión. Él fue el rector, precisamente, durante elperiodo de la “Renovación Académica” y supo estar a la altura de ese proceso.
Ese proceso fue el que se planteó con más profundidad la transformación de la Universidad. Generó el allanamiento más serio que ella vivió en esos tempos, con la participación del cuerpo de cazadores (creado alrededor de 1964,siendo presidente Leoni, con asesoría de la CIA y la misión militar de EEUU, trayendo la experiencia criminal de la guerra de Vietnam), la renuncia del Rector Bianco y otras autoridades universitarias y la intervención de la UCV mediante lo que se llamó el Consejo Nacional de Universidades Provisorio, nombrado sin consulta a las comunidades de las diversas universidades del país. De hecho, fue una especie de golpe de Estado, con el respaldo militar del cuerpo de cazadores.
El Rector Bianco renuncia precisamente por esa situación y cuando renuncia jura que no pisará más el suelo de la UCV, hasta tanto no se restablezca la autonomía universitaria. Fue un gran acto de valentía y dignidad. Es bueno recordar que quien dirigió ese proceso de intervención, fue Rafael caldera, presidente de la República y profesor de la UCV.
La renuncia de Bianco tuvo múltiples significaciones. Por una parte, su respaldo al movimiento estudiantil y profesoral que planteaba reformas fundamentales de la UCV y en general de la educación superior. De hecho, era una reforma anticapitalista, antiimperialista y anticolonial, lo que explica la radical reacción del presidente Caldera y la presencia del cuerpo de cazadores. Por otra parte, mostró al Rector Bianco como un hombre comprometido con las aspiraciones de libertad y democracia consecuentes, que la comunidad universitaria demandaba. Bianco no le tuvo miedo a los cambios, independientemente de que tuviera sus propias opiniones. Pero, él consideró que un asunto eran las discusiones en el seno delmovimiento universitario autonomista, democrático y antimperialista y otra el rechazo a la intromisión gubernamental, contraria a los legítimos deseos libertarios que surgían desde lo más profundo del sentimiento ucevista, que interpretaba y se hacía parte de las más nobles luchas del pueblo venezolano.
Bianco renuncia levantando legítimas banderas universitarias. Por eso el gobierno, molesto, no se conforma con la renuncia, sino que lo destituye para mandar un fuerte mensaje de rechazo al contenido profundo del movimiento de Renovación Académica.
Bianco no sólo renuncia, sino que jura que no pisará más el suelo universitario mientras se mantengan vigente tanto las ideas que guiaron la intervención, como las reformas que la intervención decretó.
En el año 1976 ocurren dos hechos trágicos, que van a influir en el juramento que hizo Bianco, de no pisar más el suelo universitario.
El 25 de julio de ese año es asesinado Jorge Rodríguez, padre y su cuerpo fue velado en el Aula Magna de la UCV. Bianco tuvo que levantar temporalmente su decisión de no pisar el suelo universitario, y se presentó a acompañar el cuerpo de Jorge Rodríguez, a su viuda y a los hijos de Jorge, hoy figuras clave del equipo de gobierno del presidente Maduro.
El segundo hecho trágico fue el siguiente. El 03 de septiembre de 1976 se dio la tragedia de Las Azores, cuando el avión que transportaba al orfeón de la UCV, se estrelló y eso conmovió a toda la nación venezolana. El orfeón había sido una de las instituciones más amadas por el rector Bianco y un símbolo fundamental, junto con el teatro universitario, de esa singular época en la historia no sólo de la UCV, sino de la Universidad venezolana.
De nuevo la visita obligada a la UCV. Tantos dolores reunidos afectaron su corazón, sobrevino el infarto y el 23 de octubre de 1976, su noble corazón se detuvo.
Con él y De Venanzi, se nos fue una universidad, que ha quedado en mi corazón y en el corazón de muchos y esperamos que esa universidad, pese a sus insuficiencias, sea una de las bases de una futura educación superior. El clientelismo y la corrupción, no llegaron a echar raíces. En un país como Venezuela, eso fue un gran logro.
A De Venanzi le tocó, como Rector, asumir los procesos vinculados a la lucha armada y sus efectos sobre la Universidad y sobre todo el enfrentamiento con alguien tan anti universitario y represivo como Betancourt. En eso siempre contó con el apoyo de Bianco y Puerta Flores.
A Bianco, que siempre tuvo que ver con esos acontecimientos y se enfrentó radicalmente a ellos, le tocó atender los problemas sociales de la comunidad universitaria y los efectos sobre la universidad, de esa revolución que, entre humo, gritos, ayes de dolor, poesía, amores, despedidas ante la muerte y fuego, pensaba, balbuceaba, vociferaba, escribía y ante el imperativo de tomar el cielo por asalto, luchaba. amaba, resistía y moría. Creo que una de las autoridades que vivió tan intensamente esa situación, fue Bianco. También por eso, el infarto.
En 1969, cuando el presidente caldera planteó lo que se llamó el proceso de “pacificación”, el Dr. Bianco se ofreció a negociar por nosotros, los guerrilleros, particularmente, en mi nombre. Preguntado por un periodista por qué hacía eso, tranquilamente contestó: “porque yo soy su Rector y su amigo”. Siempre me he sentido muy orgulloso de mantener un vínculo espiritual con la familia Bianco, que siempre ha sido tan solidaria.
Llegó a ser adorado por los trabajadores, los estudiantes y los profesores, pues siempre sacó de donde no había para atender necesidades vitales. Su corazón generoso siempre supo atender las urgencias y los dolores sin dejar de atender a los perseguidos políticos, a los torturados, a las familias que quedaban huérfanas por la muerte, prisión o desaparición del padre, del esposo, o desoladas por la muerte del hijo o hija, del hermano o hermana… Hay tanto que historiar, que contar, que ojalá las nuevas generaciones lo puedan llegar a conocer. Con Bianco se fueron muchas de esas historias.
Tengo Hermosos recuerdos de esa universidad y de la presencia de Bianco y De Venanzi. Yo vine del interior, cuando de Valencia a Caracas nos demorábamos, en autobús, más o menos cinco horas, viajando por la carretera vieja, pues en 1956 la autopista del centro todavía no existía.
Viví en las residencias estudiantiles, que, en 1966, el presidente Leoni, allanó y cerró. Mientras esas residencias existieron, la UCV fue un lugar para vivir. Los jardines, áreas verdes y en general la infraestructura, bien cuidados, hermosos. Un servicio de vigilancia interno que cumplía con sus deberes. La Sala de Conciertos, aparte de presentar excelentes conciertos de música de cámara, era la mejor sala de cine de la ciudad. El Aula Magna presentó las grandes obras de teatro tanto nacionales como interna0cionales y el teatro universitario, dirigido por Nicolás Curiel, estaba a la vanguardia del teatro nacional. Las mejores orquestas sinfónicas y de música de cámara del mundo, los mejores ballets y grupos de danza, los mejores grupos corales… pasaron por el Aula Magna.
Los festivales interuniversitarios tanto en la cultura como en el deporte. Esto no impidió que fuésemos el principal espacio de movilización contra la criminal orden de Betancourt: “disparen primero y averigüen después” y en ese empeño muchos estudiantes tanto universitarios como de educación secundaria, fueron asesinados. Este relato es una breve parte e la historia de la lucha armada de los años 60. Ahí estuvo presente nuestro hermano Alí Rodríguez, que en estos días está partiendo hacia otra dimensión de la existencia humana, la dimensión espiritual.
Yo vivía en las residencias estudiantiles y podía salir de mi habitación a escuchar en el Aula Magna a una de las mejores sinfónicas del mundo, a admirar un grupo de ballet internacional, una obra de teatro, una excelente película en la sala de conciertos… Incluso, el famoso Vittorio Gassman, pasó por el Aula Magna. Podía hacer eso o salir para una reunión clandestina, una marcha… Por eso tengo a la UCV en el corazón, en el alma y me duele tanto su decadencia y tengo tanta compasión (en el sentido de padecer con el otro o la otra) por los estudiantes de hoy, muchos, víctimas de la cultura opositora, tan llena de mediocridad gringa. O de algunas desviaciones oficialistas, que se separan de la cultura profunda de nuestro pueblo y de los pueblos del mundo. Lucho para que la Universidad vuelva ser un lugar para vivir, pues la vida bulle, renace, vive, muere y florece permanentemente en ella, lo que fue nuestra UCV, salpicada la sangre de jóvenes que soñaron con un mundo mejor. Sigo luchando, pues, para que podamos ser:
“Una comunidad de intereses espirituales en búsqueda de la verdad”, como establece la Ley de Universidades que redactaron, entre otros, De Venanzi y Bianco. Ese principio está vigente, pero son pocos los miembros de nuestra comunidad universitaria que lo conocen, mucho menos lo practican. Siempre, al llegar la a formulación de este principio, he dicho que debería decir: en búsqueda de las verdades, pues en el mundo académico no debe existir una verdad única. Es más bien un diálogo entre distintas verdades, distintos saberes, distintos sueños.
Esta universidad, entre otras razones por los esfuerzos de Bianco y De Venanzi, fue una comunidad universitaria alerta, se mantuvo siendo gratuita. Un “campuruso” como yo, que, en 1956, cuando ingresé a la Escuela de Economía de la UCV, escasamente conocía Valencia y el Campo de Carabobo, adquirió una cultura universal, diversa, profunda y fue viendo el mundo con otros ojos.
Finalmente, disfruté de compañeros de estudio excepcionales, no sólo en el aula de clases, sino en la lucha contra Pérez Jiménez y luego contra el puntofijismo betancurista, como Rómulo Henríquez, Régulo Hernández, Judith Valencia, Adícea Castillo, Virgilio Urbina, Andrés Eloy Herrera (fallecido), Luis Guerrero (fallecido), José Marrón Pérez…