Bolivia y Chile, escenarios tras la sentencia de La Haya/ La diplomacia inglesa gana

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Bolivia y Chile, escenarios tras la sentencia de La Haya

Katu Arconada|

El primero de octubre, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) con sede en La Haya, Holanda, falló por 12 votos contra 3 en favor de Chile en el proceso judicial que venía enfrentando con Bolivia desde 2011, pero cuyas raíces históricas se remontan al siglo XIX.

La sentencia de La Haya sin duda cierra un ciclo, que comenzó en 1879 cuando Chile invade militarmente el puerto boliviano de Antofagasta, y en una guerra que dura cuatro años, le arrebata a Bolivia 120 mil kilómetros cuadrados ricos en guano, salitre, bórax, cobre y plata.

Cuando Bolivia nace como república independiente de la mano de Bolívar, contaba con 400 kilómetros de costa, articulados en dos provincias: La Mar y Atacama, que contaban a su vez con cuatro puertos, Antofagasta, Cobija, Tocopilla y Mejillones, además de dos poblaciones interiores, Calama y Antofagasta.

La guerra del Pacífico tuvo como objetivo, igual que la mayoría de las guerras actuales, hacerse con el control de recursos naturales estratégicos para la economía de cualquier nación, y culminó en un vergonzoso tratado que las élites políticas y económicas chilenas obligaron a sus pares bolivianas a firmar “(…) quedan reconocidos de dominio absoluto y perpetuo de Chile los territorios ocupados por éste”.

Sin embargo, durante 100 años el Estado chileno ofreció en incontables ocasiones, intercambio de documentos y negociaciones, incluso al máximo nivel como el Acuerdo de Charaña (1975) entre los dictadores Pinochet y Banzer, negociar una salida soberana al océano Pacífico para Bolivia.

Y en eso llegó Evo, y el 23 de marzo de 2011 hizo lo que ningún otro presidente boliviano se había atrevido a hacer: llevar a los tribunales internacionales la injusticia del enclaustramiento al que Chile había sometido a Bolivia.

La estrategia era clara, no tocar el injusto tratado de 1904, pues el Pacto de Bogotá, que confiere jurisdicción a la CIJ impide impugnar negociaciones y tratados anteriores a la firma del Pacto en 1948. Y sin objetar el tratado, usar de base una formula jurídica progresista e innovadora, la de los derechos expectaticios. Esta estrategia plantea que el intercambio de propuestas, y declaraciones unilaterales generaba expectativas y podía constituirse en un acuerdo internacional con derechos y obligaciones. Por eso, en vez de pedir a La Haya que dictaminase una determinada franja X o Y de territorio, pedía se obligase a Chile, con base en las propuestas previas, a negociar de buena fe una salida soberana al mar para Bolivia.

Resultado de imagen para fallo la haya mar bolivia Abdulqawi Ahmed YusufSi embargo, la sentencia de La Haya, realizada desde el positivismo jurídico, aunque no niega la reivindicación histórica boliviana, echa por tierra la posibilidad de una posible negociación con Chile asumiendo que las pruebas (documentos) presentados por Bolivia, no obligan a Chile a negociar, aunque deja algunos resquicios. En su párrafo 176 se afirma que “La conclusión de la Corte no debe entenderse como un impedimento a que las partes continúen su diálogo e intercambios, para atender los asuntos relativos a la situación de enclaustramiento de Bolivia. Con la voluntad de ambas partes pueden llevarse a cabo negociaciones significativas”.

Asimismo, el juez somalí Abdulqawi Ahmed Yusuf, presidente de la CIJ, afirmó en la lectura de la sentencia que “a pesar de este fallo, la CIJ invita a ambos gobiernos a buscar una forma de entablar un diálogo sobre este asunto”.

El escenario que se abre ahora no es sencillo: Chile ya ha anunciado, en reunión de ex presidentes, que esperan tener en 2019 un presidente electo (que no sea Evo) con quien conversar. Pero es muy difícil que el país, que para muchos es “el Israel de Sudamérica”, más amigo de Estados Unidos que de sus vecinos, pueda querer negociar siquiera una salida al mar sin soberanía. Mar privatizado y en manos de siete familias chilenas que explotan sus recursos naturales. De momento, para incluso comenzar a hablar, Chile ya ha puesto sus condiciones: respeto al tratado de 1904 y acatamiento del fallo de la CIJ.

Bolivia por su parte, debe comenzar a explorar las dos salidas que tiene en el horizonte. Hacia el Pacífico por medio de la concesión del Puerto de Ilo, firmada con Perú en 1992, y hacia el Atlántico la salida vía Puerto Busch, basada en un tratado con Paraguay de 1932 que le permite el libre transito vía Paraguay y Argentina hasta el océano.

Asimismo, es probable que el gobierno de Evo Morales dé un nuevo impulso a la propuesta de corredor ferroviario interoceánico, que conectaría, pasando por Bolivia, el puerto brasileño de Santos, con el Puerto de Ilo en Perú. El interés chino en este Canal de Panamá terrestre es más que notable.

Recorrer la vía de la demanda marítima era una obligación para la nueva Bolivia que desde 2005 ha ido recuperando su soberanía política, económica y también territorial (mediante la expulsión de la DEA o USAID, por ejemplo). Que se haya sufrido una derrota en un tribunal cuya finalidad última es mantener el orden geopolítico no va a detener a un Estado cuya Constitución dictamina, en su artículo 267 que: “El Estado boliviano declara su derecho irrenunciable e imprescriptible sobre el territorio que le dé acceso al océano Pacífico y su espacio marítimo.”

Además, no podemos olvidar que, como nos recuerda el entrañable Coco Manto, ex embajador de Bolivia en México, en las causas justas no hay derrotas, solo victorias postergadas.

* Politólogo vasco especialista en América Latina

 


Chile festeja, Bolivia llora… y la diplomacia inglesa gana

Juan Guahán|

La Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, en Holanda, no hizo lugar (por 12 votos a 3) al pedido de Bolivia para obligar a Chile a que negocie un acceso soberano de ese país al Océano Pacífico. El gobierno chileno, que trató el tema con un bajo perfil público y una fuerte campaña diplomática, lo festejó con moderación. En Bolivia, que le había dado a esta cuestión el carácter de una “causa nacional”, el dolor fue mayúsculo. La influyente diplomacia inglesa, tradicional amiga de Chile –tal como se comprobó en la Guerra de nuestras Islas Malvinas-, también ganó con el triunfo de su mayor aliado en nuestra región.

ORIGEN DEL PROBLEMA

Es sabido que hoy Bolivia es un país enclaustrado, sin salida al mar. Pero en el momento de su nacimiento como nación (1825) su territorio llegaba hasta el Pacífico, con unos 400 kilómetros de costa entre Chile y Perú.

Esa era una zona rica en guano y salitre, ambos muy utilizados como fertilizantes y el último también usado como insumo para la fabricación de pólvora. Era un negocio al que estaban vinculados capitales nativos y extranjeros, particularmente ingleses.

Un intento boliviano por incrementar el impuesto a esas exportaciones fue entendido por Chile como una violación de un Tratado firmado en 1874. En defensa de los intereses de empresarios chilenos y extranjeros trató de frenar ese impuesto, fracasadas sus gestiones diplomático-comerciales, invadió el área perteneciente a Bolivia. Eso, que fue conocido como la “Guerra del Pacífico” (1879/1884), en la que también estuvo involucrado Perú -como aliado de Bolivia-, terminó con una victoria de Chile y la pérdida de territorios para Perú y Bolivia, la que resignó su acceso al mar.

En un Tratado celebrado en 1904 fueron ratificadas las nuevas fronteras y se le reconoció a Bolivia el derecho a un tránsito comercial por territorio chileno y por los puertos del Pacífico.

LOS RECLAMOS DE BOLIVIA

Para Bolivia ese Tratado es profundamente injusto e insolidario porque está fundado en la “posición ventajosa” de un país respecto de otro derrotado en una acción bélica. Fue por ello que inició reclamos y gestiones para volver a tener su salida al mar y demandaba el inicio de negociaciones para alcanzar ese objetivo. Los sucesivos gobiernos chilenos, si bien no atendieron los reclamos bolivianos, respondieron a los mismos dejando puertas abiertas a diálogos sobre el tema.

El gobierno de Evo Morales incrementó esos reclamos y, fundado en varias gestiones y las respuestas chilenas, consideró que Chile les había reconocido el derecho a discutir las condiciones para una salida al mar de Bolivia. En procura del reconocimiento a esas pretensiones acudió, en el 2013, a la Corte Internacional de Justicia de La Haya para el reconocimiento de esos invocados derechos. Chile respondió que las notas, gestiones y acuerdos invocados no implicaban ningún compromiso o responsabilidad, para ese país, de renegociar las condiciones del Tratado de 1904.

Varias veces las negociaciones o conversaciones estuvieron cerca de llegar a acuerdos. Hubo dos momentos cercano a un acuerdo: Una oportunidad fue en 1975 cuando Bolivia era gobernada por el General Hugo Banzer y Chile por Augusto Pinochet. Otra posibilidad se dio en el 2006, con Bolivia presidida por Evo Morales y Chile por Michelle Bachelet. En ambos casos las afinidades ideológicas facilitaron el diálogo pero nunca alcanzaron para cerrar un acuerdo definitivo.

EL FALLO DE LA HAYA Y EL FUTURO DEL CONFLICTO

El fallo, más que buscar la paz y una armonía entre los pueblos y sus estados, lo que hizo fue legitimar el uso del derecho internacional para consagrar el derecho del vencedor, un derecho que nace de la fuerza.

La aplicación de ese principio, respecto a nuestros pueblos, es de vieja data. Ya tuvo vigencia desde los tiempos del Conquista del Nuevo Mundo. En la Conferencia de Valladolid (1550) se planteó el principio del “derecho natural” para declarar que el indio no es víctima sino “inferior”; un argumento que naturalizaba la conquista y ponía el derecho a su servicio para legalizar el exterminio de los indios.

Pero este fallo también da cuenta del peso de la geopolítica mundial en su contenido. En el actual enfrentamiento entre Occidente –encabezado por los EEUU- y Oriente –con China al frente- esa resolución defiende que no se modifique este decadente orden mundial, en el que Chile –con sus largas costas de cara al Pacífico- y sus cercanías con los intereses anglosajones, debe ser privilegiado.

Como consecuencia de este fallo adverso Bolivia se está planteando las alternativas para revertir la situación y dejar de depender de puertos chilenos.

Ante esa situación Evo Morales anunció que se avanzará en el proyecto del corredor Biocéanico, con una línea férrea de 3700 kilómetros, que vaya del Puerto de Ilo (1000 km. al sur de Lima), sobre el Pacífico, hasta el puerto de Santos (a 60 Km. de San Pablo –Brasil-) sobre el Atlántico. Además informó sobre la aceleración de las obras en Puerto Busch, sobre el Río Paraguay, donde tras cruzar un río paraguayo y aguas argentinas, Bolivia tiene acceso soberano a un río que lo conecta con el Atlántico.

Al tiempo que aseguró que Bolivia cumplirá con el fallo de La Haya, hizo saber que dio instrucciones para que se evalúen los daños producidos a su país por la invasión chilena.

Como se ve. Este fallo deja a Chile y Bolivia, más separados que antes. De lo cual queda en claro que solo una diplomacia de los pueblos, que apunte a una nueva institucionalidad global, es capaz de evitar estos juegos de las grandes potencias, que terminan inclinando a su favor nuestras diferencias.