¿Qué pasará si no pasa nada?

516

15 y último | 

Es tradición que a todo nuevo gobierno hay que darle una lapso de 100 días para comenzar a evaluar su desempeño económico.

Sin embargo, como el actual no es exactamente un “nuevo” gobierno, como estamos en Venezuela donde un día equivale a varios en vida humana promedio normal, y como no estamos para darnos el lujo de seguir esperando puesto que la situación crítica que atravesamos tiene toda la pinta de agravarse conforme pasan los días, a tres semanas de transcurridas las presidenciales del 20 de mayo, hacer un balance no solo resulta justo, sino urgente.

Pero el problema con un balance a estas alturas es bastante obvio: en cuanto tal, en vez de hacerse de lo que el gobierno ha hecho, tendría que hacerse sobre todo de lo que no ha hecho.

Y exactamente por la misma razón, antes que hacerse entonces un balance de lo sucedido, más útil resulta proyectarse lo que seguirá ocurriendo en le medida en que la decisión siga siendo no hacer nada.

Aunque en honor a la verdad, no es correcto afirmar que no se ha hecho nada porque en realidad sí: 1) se anunció una prorroga de 60 días a la reconversión monetaria que se había dicho iniciaba el 4 de junio. 2) la revisión del aumento de las tasa de interés bancaria. 3) el nombramiento de una comisión de expertos para asesorar en la labor de “reactivar los motores de la economía nacional”. 4) el llamado a un “Acuerdo Nacional para la recuperación económica”. 5) se ha dado continuidad a la devaluación del bolívar en el tramo DICOM. Y 6), la autorización a tres casas de cambio para que tramiten remesas, esto último en el marco de la operación “manos de Papel”.

En cuanto al punto 1), si bien es cierto que peor hubiese sido llegar al lunes 4 de junio y se desatara el caos monetario, no lo es menos que prorrogar por desencuentros operativos lo que había sido uno de los ejes de la campaña presidencial, no puede contabilizarse como un punto a favor. En cuanto al punto 2), al parecer se avanza en la preparación de las condiciones “objetivas y subjetivas”, lo que explicaría la publicación por parte del BCV del informe técnico sobre las tasa de interés, que permitió que las instituciones que no lo habían hecho terminarán de ajustarla al máximo de 29%, pero sobre todo que el público en general asimilará la inevitabilidad de esta medida, de cuyas consecuencias ya advertimos. Sobre los puntos 3) y 4), nada puede decirse pues nada ha pasado, al menos públicamente. Y sobre el 6) no queda sino esperar a ver.

En cuanto al DICOM, de los tres mil bolívares por dólar que terminó en septiembre de 2017, cuando se suspendieron las subastas y se habló de sus sustitución por una canasta de moneda que nunca se dio, se arrancó en febrero de este año con un tipo de cambio oficial unificado de 25 mil bolívares por dólar. A la fecha de hoy, dicho tipo de cambio se encuentra en 80 mil bolívares por dólar, una devaluación de 220%. Todo esto para adjudicar unos 13 millones de dólares, de los cuales por lo menos 3,5 ha sido a personas naturales.

Pero el problema es que mientras todo esto pasa y no pasa, la que sigue imponiéndose con toda su furia es la realidad: el bloqueo animado por los países hostiles –muchos de los cuales son nuestros principales socios comerciales– y solicitado por los líderes del oposicionismo, se estrecha; los precios acentúan su marcha indetenible y cada vez más veloz; los salarios alcanzan cada día menos; y cada vez menos también se encuentra efectivo; el contrabando profundiza su desangrando al país; la situación operativa de PDVSA luce compleja por decir lo menos, lo que nos resta capacidad para aprovechar el actual repunte de los precios petroleros; servicios esenciales parecen marchar hacia el colapso definitivo, lo que incluye el transporte público, el gas, la electricidad, las telecomunicaciones y el agua. Mientras tanto, las celebres “inversiones productivas” del sector privado no se materializan, con todo y que con las sucesivas devaluaciones, convenios cambiarios y liberalización por la vía de hecho del control de precio, hoy tenemos la mano de obra y los costos productivos más baratos de la región y tal vez del mundo.

Es evidente que de prolongarse esta situación de parálisis mezclada con toma de medidas inconexas que en el mejor de los casos tendrán impacto positivo –si es que lo tienen- a muy largo plazo, los problemas que actualmente padecemos se complicarán en las próximas semanas o días juntándose con otros que irán apareciendo en el camino: más pronto que tarde llegará un momento en que ya los salarios definitivamente no alcancen, siendo que los únicos que podrán seguir comprando –además de los ricos de siempre y los nuevos- serán los receptores de remesas, aquellos ligados al sector privado que reciben salarios ajustados al paralelo y quienes hacen la bicicleta cambiaria en la frontera. Los que actualmente viven del crédito tendrán cada vez más problemas para seguir haciéndolo, no solo por una probable suba de la tasa de interés, sino porque incluso sin ella, la cuenta de pagar con tarjeta a condición de mantenerse al día con los pagos cierra cada vez menos. De más está decir que esto no solo supone un serio problema para muchas familias: coloca en riesgo al propio sistema financiero, en especial los bancos públicos.

El déficit fiscal seguirá aumentando, en parte por el aumento de los costos y en parte por la caída en la recaudación, todo lo cual afectará aún más el ya precario funcionamiento operativo del Estado. Es muy probable que la deserción estudiantil se dispare a propósito de la culminación del actual año escolar, siendo que, en paralelo, ocurra una migración masiva de estudiantes de la educación privada a la pública sin capacidad de ésta última para soportarla. La fuga de cerebros continuará .Y la administración pública acentuará la perdida valioso talento humano cuya posibilidad de reemplazo llevará años.

Alguna vez dijimos en este mismo espacio que en economía al que no hace le hacen, lo que resulta particularmente cierto en escenarios de confrontación. Hoy lo volvemos a repetir, convencidos de que en esta oportunidad los tiempos para reflexionar qué hacer o de esperar a ver ya simplemente no existen. No hace falta una explosión social para demostrarlo.

Foto: Marcos Salgado