Putin se reelige para un cuarto periodo con abrumadora victoria: seguirá, al menos, hasta 2024

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Juan Pablo Duch-La Jornada|

Ratificado en las urnas, el presidente Vladimir Putin seguirá despachando en el Kremlin los próximos seis años, hasta 2024, a menos que antes de que concluya su cuarto periodo como jefe de Estado opte por modificar la Constitución.

Al momento de escribir estas líneas se desconocen los resultados definitivos de los comicios celebrados ayer domingo, que serán dados a conocer este lunes por la Comisión Central Electoral de Rusia, pero de acuerdo con los datos preliminares ya ofrecidos Putin obtuvo una victoria abrumadora, con mucho más de la mitad de los votos depositados que se requerían para ser relecto, la última posibilidad consecutiva que tiene conforme a la ley vigente.

Con cerca de 90 por ciento de los sufragios escrutados, Putin sacó 76 por ciento de los votos emitidos, mientras Pavel Grudinin, el candidato de Partido Comunista, quedó en segundo lugar con 12 por ciento.Como pronosticaban los sondeos, Putin consiguió una clara victoria en los comicios de ayer.

Gracias, queridos amigos. Gracias por estar reunidos aquí en el centro de Moscú esta noche a pesar del frío (9 grados bajo cero). Gracias por su apoyo y muchas gracias por el resultado, afirmó Putin –al asumirse ganador poco después de difundirse los primeros datos del escrutinio– desde la tribuna en un concierto de rock organizado para sus seguidores en la plaza Manezh, frente al Kremlin.

Estos comicios, a priori, tenían sólo dos incógnitas. Por un lado, evaluar la victoria de Putin en el contexto de la asistencia a las urnas y, por el otro, saber si sacaría más apoyos que en la anterior votación. Esta vez no consiguió una participación mayor y, acaso para compensar ese fracaso, sacó más votos.

El índice de participación, según la máxima autoridad electoral, también provisionalmente, llegó a casi 60 por ciento del padrón, cifra que está 10 puntos por debajo de lo esperado por los operadores políticos del Kremlin, convencidos de que 70 por ciento sería ideal para legitimar el triunfo y minimizar las críticas, con la idea de presentar la votación como una suerte de referendo de confianza hacia el actual mandatario.

La fórmula 70+70=50+1 (70 por ciento de votos con 70 por ciento de asistencia que podría asegurar el mejor resultado del triunfo de Putin, quien necesitaba un voto más de la mitad de los sufragios emitidos), fijada como meta a cumplir en una reunión con los vicegobernadores de todas las regiones de Rusia por Serguei Kiriyenko, a cargo de la política interna del Kremlin, se alcanzó a medias, sobre todo tomando en cuenta las dudas que existen acerca de la participación real.

De cualquier forma, los datos oficiales indican que acudieron a la cita con las urnas algo así como 66 millones de electores, esto es, más de la mitad de los rusos con derecho al voto, lo cual puede considerarse un éxito ante la exhortación a no ejercer el derecho al sufragio como protesta contra la política de Putin.

Al mismo tiempo, por esa razón u otra, no votaron más de 45 millones de rusos. En cuanto a la cantidad de votos depositados, en esta ocasión Putin superó con creces sus resultados en las elecciones de 2012, al menos de acuerdo con la información preliminar de que se dispone: 76 por ciento ahora frente a 64 por ciento entonces.

Dicho con otras palabras, 46 millones y medio de rusos votaron por Putin de los casi 111 millones que estaban facultados por ley para hacerlo.

Putin, que esta vez se postuló como candidato independiente para no ser identificado con el desprestigiado partido oficialista Rusia Unida, ganó los comicios –lo cual ciertamente no es ninguna novedad– por varias razones.

En primer lugar, porque no tuvo rivales, neutralizado el potencialmente más peligroso, Aleksei Navalny, a quien se denegó el registro con un pretexto risible; los siete candidatos que sí aparecieron en las boletas –con el ridículo que se prestaron a protagonizar con sus enfrentamientos en la campaña electoral– hicieron todo para demostrar que no valía la pena votar por nadie que no fuera Putin.

En segundo lugar, debido a las condiciones insultantemente desiguales que tuvieron los aspirantes: mientras Putin, que se negó a participar en los debates prelectorales, tuvo en su favor toda la cobertura de los medios de comunicación pública, los demás –considerados simples comparsas y aspirantes marginales– apenas consiguieron presencia en la televisión, salvo en los casos en que convirtieron sus discusiones en penoso circo, sin faltar insultos, llanto y puñetazos grotescos.

En tercer lugar, por cuanto la verdadera oposición en Rusia está fragmentada por las ambiciones de liderazgo de los dirigentes de los diferentes grupos y, por tanto, es incapaz de unirse para formar un solo partido político o coalición con un atractivo programa de gobierno alternativo.

Alexei Navalny

Y por último, aunque podría ser el principal factor de la fácil victoria de Putin, todos los recursos del Estado –la alteración de resultados en el interior de Rusia para alcanzar la mayoría necesaria en primera vuelta, sobre todo– estuvieron al servicio de un solo candidato y, de creer las denuncias de la oposición, los resultados no se corresponden del todo con la realidad.

En este sentido, el segundo candidato más votado, Pavel Grudinin, calificó esta jornada electoral de los comicios más desaseados que ha habido en todo el espacio postsoviético.

Grudinin dio la razón a Navalny, quien convocó a sus seguidores a boicotear las elecciones, en el sentido de que el Kremlin no escatimó recursos para ajustar los resultados.

La jornada comicial de ayer domingo transcurrió sin incidentes graves. La oposición encabezada por Navalny, cuyo ingreso en la cárcel pende de un hilo, anunció que no iba a convocar protestas hasta que no se hagan oficiales los resultados definitivos de los comicios.

La intención de las autoridades de encerrar a Navalny durante 30 días por la manifestación no autorizada de finales de enero que le atribuye era tan obvia que –a última hora– el Kremlin dio marcha atrás y prefirió esperar ante las previsibles críticas, mientras el juez, que ya había anunciado la fecha para juzgar al opositor antes de los comicios presidenciales, pospuso de repente la sesión. Navalny sigue, por tanto, en la cuerda floja.