Gira de Macri y el nuevo escenario internacional
Juan Guahán-Question latinoamérica
Macri transitó esta semana por un escenario que le gusta: el internacional. Sus escalas fueron Moscú, con Putin. Reunión de Davos en Suiza, con varios interlocutores y terminó en París, con Macron. El Macri económico del 2017 y el instrumento para su sueño 2019: la obra pública.
Mauricio Macri anduvo de recorrida por Europa. La primera escala fue Moscú para entrevistarse con Vladímir Putin; le siguió la reunión de Davos (Suiza), donde pudo estrenar su cargo de Presidente del poderoso “Grupo de los 20” (G20), que este año se reunirá en Argentina. Allí, además del discurso de circunstancias donde hizo eje en el rol argentino en el mencionado agrupamiento, proclamó el “fin del experimento populista en nuestro país”. También destacó la importancia que tiene la firma del acuerdo Mercosur-Unión Europa, una cuestión pendiente. Fundamentó ese acuerdo en una frase que deja en claro cómo piensan los “dueños” de la región, dijo: “En Sudamérica todos somos descendientes de europeos”
En otro momento volveremos sobre esta mentira, para nada casual. Allí mismo tuvo 13 reuniones bilaterales con una serie de personajes que van desde Angela Merkel, premier alemana, hasta Bill Gates el creador de Microsoft y uno de los hombres más ricos del planeta. También mantuvo entrevistas con Máxima la reina de Holanda y empresarios como los capos de Coca Cola, Total y Cargill.
La gira de Macri terminó en Francia, donde se reunió con el Presidente Emmanuel Macron. Los temas de mayor peso que desfilaron en esa reunión tuvieron que ver con el acuerdo Mercosur y Unión Europea, respecto del cual los europeos tienen muchas reservas, sobre todo en materia agrícola.
En Rusia, los acuerdos con Putin, además de los temas de circunstancia y el agradecimiento de Macri por el apoyo ruso en la búsqueda del ARA San Juan, Giraron en torno a lo que se denominó “Diálogo Estratégico”. Éste es prácticamente igual a la “Declaración Conjunta” de diciembre del 2008, entre Cristina Fernández de Kirchner y Dmitrii Medviédiev, Presidente de Rusia, por aquel entonces. El saldo más concreto es una inversión de 180 millones de dólares para un complejo logístico/portuario, que incluye un puerto multimodal para el manejo de la soja y sus derivados, en Ramallo, provincia de Buenos Aires.
La reunión de Davos y los múltiples encuentros y reuniones de Macri, en su reciente gira se dieron con el trasfondo de una nueva alianza que consiguió evitar la caída de Siria en manos yanquis. Las principales expresiones de esta alianza son Rusia, Irán y Turquía. Países que vienen de largos enfrentamientos pero que la situación siria y el reconocimiento de los Estados Unidos a Jerusalén como capital de Israel, han colocado en la misma vereda. Ellos han integrado a Qatar, que pretende ser aislado por Arabia Saudita.
Esta nueva alianza, que aspira ocupar espacios vacíos que deja Donald Trump, es promovida por Putin y concita el interés diplomático de todas las potencias. Estados Unidos es su principal enemigo y los chinos la observan con interés no exento de cuidado. Rusia quiere sentar a los rebeldes kurdos en una mesa de negociaciones para resolver sus múltiples e históricos problemas en la zona, particularmente con Turquía, Irán, Irak y Siria. Respecto a nuestra región, desde la política norteamericana, ven con preocupación la incidencia que podrían tener Rusia y en menor proporción Irán, en las cuestiones de Venezuela y Méjico. En este último caso temen el avance de la candidatura de Andrés Manuel López Obrador, opositor a la política de Trump.
Muchos analistas internacionales le dan poca vida a estos acuerdos, entre Rusia, Irán, Siria y Qatar. El principal fundamento para esas apreciaciones está en los antecedentes del líder turco Recep Tayyip Erdogan, de muchas vueltas y pocas lealtades. Ahora viene manifestando su voluntad de transformarse en la cabeza de los defensores de la causa Palestina. En ese sentido ha expresado que designará un embajador con sede en Jerusalén, a la que reconoce –en abierta contradicción con Trump- como capital de Palestina. Para todos estos fines busca apoyo internacional reverdeciendo la existencia del mítico Movimiento de Países No Alineados (MNOAL). Con este giro de Erdogan, Occidente pierde fuerza y un aliado de importancia estratégica y crece una oposición euro asiática.
El Macri económico del 2017 y el instrumento para su sueño 2019: la obra pública
Son conocidos los males de la economía argentina. El doble déficit: de Caja, entre los ingresos y egresos del Estado y el Comercial, entre lo que compra y vende la Argentina. Esas cuestiones tienen que ver con dos temas: Por un lado, los años de “vacas gordas” (cuando nuestros productos de exportación valen oro) y de “vacas flacas” (cuando caen los precios internacionales). Pero también influye el modelo económico que se aplique. Un modelo proteccionista procura defender el trabajo argentino que, en general contribuye a mejorar la balanza comercial; el otro de economía abierta favorece el libre cambio, perjudicando el trabajo local y la balanza comercial. Nada de lo dicho es absoluto, pero son las tendencias globales que vale la pena tener en cuenta.
El modelo kirchnerista, en su período de “vacas gordas” se caracterizó por el doble superávit, el de Caja y el Comercial y la cosa marchaba sobre rieles. Cuando en el 2008, se desató la crisis económica global, la cuestión comenzó a ponerse fulera. Ahí empezó hacerse evidente de qué modo se había despilfarrado el tiempo y los recursos que habían llovido por los buenos precios internacionales. Fuimos evolucionando de los superávits a los déficits. El gobierno lo cubrió usando el dinero de entes nacionales: ANSES, Banco Nación, Banco Central.
El macrismo se encontró con el período de “vacas flacas” y apeló a un modelo de economía más abierta. Aparece el doble déficit (de Caja y el Comercial). Falta plata, las exportaciones son menores a las importaciones, se hacer difícil mantener el trabajo y se contrae el mercado interno. El gobierno procura cubrir estos déficits, a la espera de un “poderoso crecimiento”, tomando plata prestada del sector financiero internacional.
Si el esquema anterior se mostró endeble, el actual es insostenible. Mientras la economía apenas crece un poco, nuestro futuro depende de esos préstamos internacionales. Del mismo modo que pasó con Fernando de la Rúa y Domingo Cavallo, esto funciona mientras los bancos decidan seguir prestándonos. Cuando vean que nuestra economía ya no tiene capacidad de repago de su deuda, dejarán de sacar sus actuales y suculentos intereses y “a otra cosa mariposa”. Es cuando podrían volver los fantasmas conocidos.
El gobierno quiere ganar tiempo, lo hace por razones ideológicas, políticas y de intereses personales y de grupo. Para eso trata de explotar los márgenes económicos que le permitan mantener el favor popular y seguir ganando elecciones.
Es por eso que tomaremos algunos datos que son de la macroeconomía pero permiten fundar en razones económicas la fuerza que aún sostiene al gobierno y sus perspectivas de seguir gobernando, más allá de los deseos de gran parte del kirchnerismo y de lo que opina el ex miembro de la Suprema Corte, Eugenio Zaffaroni, quien expresó: “quisiera que se fuera lo antes posible”.
En su experiencia del 2017 el gobierno pudo verificar las dificultades para bajar la inflación, reducir el déficit fiscal y evitar que siga creciendo el déficit comercial. Pero para no caer en simplificaciones y críticas fáciles hay que recordar dos datos que influyen directamente en los millones de argentinos y que explican que el gobierno rescate parte de los votos de los sectores populares. Ello aconteció a pesar de sus “poco santos” negocios familiares, de su vocación extranjerizante y más allá de su reiteración sobre la “herencia recibida” y los datos sobre la corrupción existente. Estamos hablando de empleo y consumo.
En materia de empleo, el gran empleador ha sido el Estado. Entre 2012 y 2015 por cada 10 personas que ingresaban al sector privado 15 lo hacían en el público. Esa cifra se redujo a 12 en el año 2016 y pasó a ser 2 en el 2017. Allí apuntará una de las claves de reducción del “gasto público” en el 2018/2019. Esa medida servirá al objetivo planteado si no se repite lo que ocurrió en el 2016 donde la mayoría de echados designados por el kirchnerismo eran reemplazados con amigos del macrismo, pero con sueldos muy superiores.
En el empleo privado, en blanco, los datos indican que a mediados del año 2017 las cifras igualaron a las que había a fines del 2015 y que se habían perdido durante el 2016, sin llegar todavía a los mejores momentos, agosto del 2015. El mayor crecimiento se da en la construcción, la deuda pendiente es el bajo crecimiento de mano de obra en la industria.
La otra cuestión clave es el consumo. En este rubro el 2017 tuvo un saldo promedio con un negativo de 1%. Lo llamativo es que hubo un sector con crecimiento en el consumo, se trata del más pobre (“socio-económico bajo inferior”) que abarca al 17% de la población. Allí hubo un crecimiento del 3%. En el sector que le sigue (el “bajo superior”) que incluye al 33% de la población, la baja fue del 2%. En ambos casos los mejores momentos fueron de setiembre a noviembre, con una notable caída en diciembre.
Con estos datos en la mano, el macrismo planificó su futuro, con vista al 2019. Allí queda claro que apuesta todas sus cartas a las obras públicas. Para este 2018 prevé solo un pequeño incremento de las inversiones en obras públicas, el 18%. Eso significa en términos reales que, por la inflación que no bajaría del 20%, la inversión sería inferior a la de 2017. En cambio para el 2019 están planificando un crecimiento de esta inversión que superaría el 250%. Además de esta carta el macrismo confía que un fuerte crecimiento de Brasil, ayude al repunte industrial argentino que sigue en “veremos”.