Britto García: ¡Hagámoslo, pero ya!/ Stelling: El desgaste del discurso político
¡Hagámoslo, pero ya!
Luis Britto García |
Guerras en todos los frentes no pueden ser combatidas con pasividad unilateral. Activemos las medidas que postulan los compatriotas Luis Gavazut Bianco, José Gregorio Piña, Luis Salas Rodríguez, Juan Carlos Valdez, Juan Romero y Tony Boza en su escrito ¿Qué hacer? Propuesta de medidas inmediatas en defensa de la República y los derechos socioeconómicos de la población venezolana.
Hace años propongo que el Estado asuma la importación y distribución de bienes básicos, y detenga la entrega de divisas preferenciales a oligopolios que hacen importaciones fantasmas o acaparan y revenden a precio de mercado negro lo que importan. Materialicemos entonces la propuesta de los compatriotas de “Reforzar el control cambiario, suspender la asignación de divisas a empresas privadas y particulares, y destinar las disponibles a importaciones directas del Estado de bienes esenciales desde países aliados”.
Ejecutemos también el plan de los compatriotas en el sentido de que, “solo en caso excepcional, en lugar de venderles las divisas a las transnacionales, prestárselas a interés y con garantías reales suficientes de recuperación del préstamo en divisas”.
Repetidamente insisto en la necesidad de restablecer el control previo y posterior sobre el gasto público en todas las ramas de la administración, así como acerca del cumplimiento de las metas, objetivos y programas en función del cual este es asignado. Apliquemos por tanto la propuesta de los compatriotas de, en la asignación de divisas, “verificar exhaustivamente a priori y a posteriori el uso dado a las mismas”.
Insistentemente denuncio la intolerable situación de una frontera por la cual se desvanecen bienes básicos e ingresan bandas paramilitares. Cumplamos la propuesta de los compatriotas de “cerrar la frontera con Colombia indefinidamente”. Con respecto a quienes ya habitan con nosotros, acentuemos esfuerzos de solidaridad, integración y asimilación. Pero, asimismo, actuemos para “Denunciar a Colombia ante la OMC por la aplicación de prácticas desleales de comercio internacional, legitimación de capitales y financiamiento al terrorismo a través de casas de bolsa de frontera”. Procedamos a “Denunciarla ante Unasur por violación a la territorialidad de un país miembro, específicamente por favorecer e incentivar el contrabando de extracción y los ataques a la moneda nacional”. Pues ante cada esfuerzo nuestro de apaciguamiento agrede, y ante cada firmeza, cede.
Hasta el cansancio señalo que el posible veto de Rusia y China en el Consejo de Seguridad de la ONU es lo que todavía impide que nos lluevan bombas. Activemos la iniciativa de los compatriotas en el sentido de la “Firma inmediata de un Tratado Militar de Asistencia Recíproca con potencias aliadas, autorizado por la plenipotenciaria Asamblea Nacional Constituyente”. El mismo bajo ninguna circunstancia debe contemplar la instalación de bases, que nos convertirían en rehenes de las controversias entre dichas potencias.
Apoyemos y respaldemos, pero actuemos. Exigente ejercicio es la defensa. Quien no la ejerce, desaparece.
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El desgaste del discurso político
Maryclen Stelling | Observamos en la coyuntura actual un proceso de desgaste del discurso político, relacionado con la credibilidad, las estrategias de legitimación y, por ende, con la fuerza persuasiva del propio discurso.
El discurso político es percibido como uno de los discursos menos vinculados a la ética dado su carácter persuasivo y de convencimiento, cuyos difusos límites se funden y confunden con la manipulación. En un contexto político de profunda confrontación, en conjunción con fuerte emotividad y en un contexto altamente dramático, las palabras cobran importancia y trascendencia de acuerdo con el momento, pertinencia, sujeto discursivo y la fuerza persuasiva del propio discurso.
En el caso venezolano, el discurso político –aun fuera de coyunturas electorales– ha invadido todos los espacios tornándose en arma letal y estrategia bélica central en detrimento de la gestión, el diálogo y la discusión del proyecto de país. Sometido al escrutinio y al análisis, en el contexto de la confrontación política y en el marco de cualquier acción de gobierno, es importante descubrir los usos abiertos o soterrados del discurso. Distinguir entre el componente lingüístico que le asigna un sentido “literal” a los enunciados y el retórico, que interpreta ese enunciado con miras a distraer, conmover o persuadir.
En nuestro caso, la cotidianidad se ha convertido en una suerte de campaña política permanente cargada de emoción, imaginación y entretenimiento. Ello ha ido en detrimento de la fuerza persuasiva del discurso político, afectando la imagen, legitimidad y credibilidad de la fuente y de los grupos políticos.
El desgaste del discurso político afecta igualmente la necesaria empatía e identificación con el emisor, generando dudas respecto a su credibilidad e impulsando a la audiencia a dudar y descubrir las intenciones ocultas detrás del actor político, sean estas: distorsionar, manipular, confundir, influir, convencer, persuadir, motivar…
El discurso político se desgasta en adversar, insultar y deslegitimar al adversario; en el ataque permanente al “otro antagónico” culpable de todos los males; en la auto representación positiva; en la lucha por mantener o arrebatar el poder; en la coerción y la amenaza; en la resistencia, la protesta y la oposición; en el encubrimiento y la disimulación.
Es necesario hacer un alto en el camino y recuperar la credibilidad y la legitimidad discursiva.