La Salada, símbolo nacional: De la “Argentina potencia” peronista a la represión macrista
Juan Guahán-Question Latinoamérica|
Hace algunos días fue detenido Jorge Castillo “El Rey de La Salada”. Hoy se conoce como “La Salada” a un gigantesco “Paseo de Compras” en el cono urbano de Buenos Aires que –según documentación de la Unión Europea- moviliza cerca de 9 millones de dólares semanales, donde trabajan alrededor de 6 mil personas. Estas cifras se corresponden a las operaciones legales y semilegales vinculados a los miles puestos de venta de productos.
Al margen de ello hay un cúmulo de actividades “non santas” (que incluyen –entre otros- trata de personas, venta de drogas), que le arrimarían un “extra” de dinero, que triplicaría al ya mencionado. Este “emblema mundial del comercio y la producción de mercadería falsificada”, según el mencionado Informe europeo, tiene su centro operativo en el municipio de Lomas de Zamora. El Riachuelo la separa de lo que fue el balneario, ubicado en el municipio de La Matanza. Todo ello en el corazón del sur-oeste del Gran Buenos, la zona más pobre y poblada de esa región bonaerense.
Castillo, que se resistió a los tiros hiriendo en un ojo a un miembro de las fuerzas de seguridad que fue a detenerlo, vivía en un barrio privado de la zona de Luján. Además de Castillo fueron detenidas, en 55 allanamientos, otras 30 personas, entre ellas hay policías y fueron secuestradas variedad de armas. Todos los detenidos son acusados de varios delitos, entre ellos asociación ilícita y extorsión.
La Salada comenzó siendo una zona turística, en la Argentina de las décadas de los 50´s y los 60’s, terminó en esto que hoy conocemos. Vale la pena repasar esa historia porque allí se sintetiza la evolución del sueño peronista de una “Argentina Potencia” a esta realidad y la respuesta del macrismo a la misma.
La historia rosa de “la otra” Salada
Antes de ésta “La Salada”, había otra. La separa de la hoy famosa el Riachuelo, una gigantesca “villa” y unos matorrales que apenas dejan ver una viejas vías de ferrocarril y algo que fue la Estación La Salada, de la línea del Belgrano.
Pero… ¿qué fue eso, hoy escondido o perdido? No era ni más ni menos que el Balneario Parque La Salada, el lugar donde cientos de miles de argentinos, de clase media o media baja, amortiguaban –en el agua o bajo la sombra de la arboleda- los veranos, en las décadas de los años 50’s y 60’s.
En ese espacio de ocio familiar, con quinchos, vestuarios y duchas, había múltiples formas de entretenimientos o para hacer diferentes deportes y -sobre todo- bañarse en el lago y las tres piletas de propiedades curativas, “con aguas saladas, surgentes y minerales” como rezaba la propaganda del lugar. Todo parecido al mar, a centenares de kilómetros de Mar del Plata. Venían en coche, tren o colectivos de línea, también en repletos camiones o colectivos fuera de servicio. En los 60’s, cuando se iniciaba el deterioro del Estado de Bienestar que permitía aquellos “lujos”, algunas clausuras del Ministerio de Salud -por la presencia de bacterias (se dijo)- fueron hundiendo en el olvido aquella historia. Pero había otra…
La “Argentina potencia”
Esa idea, que puede representar el imaginario de un futuro incumplido, tiene fundamentos y sentidos distintos, según la época en la que este término se acuñara. En los años del tercer gobierno del General Perón, el “lópezrreguismo” pretendió darle sentido al sin sentido de sus crímenes y fechorías bajo el manto de esa idea. Todo aquello que se opusiera a sus objetivos era caracterizado como enemigo de la “Argentina Potencia” que decían estar construyendo.
Pero antes tuvo otros antecedentes. El propio Perón invocó a esa “Argentina Potencia” poco después de su último “retorno” y ató esa idea a la necesidad de completar lo que no había terminado por el golpe de 1955.
Mucho más llamativo es que esas afirmaciones tuvieron otros sostenedores. En 1945 el premio Nobel de Economía, el legendario Paul Samuelson predijo que Argentina sería la próxima potencia mundial.
Esa “historia rosa” de La Salada se corresponde con el auge de aquella idea. Más allá de sus connotaciones ella estaba fundamentada en el extendido Estado de Bienestar que vivieron los argentinos entre 1945 y 1955.
Nace la “otra Argentina” y aparece el “paseo de compras”
Pasó bastante agua bajo el puente. El neoliberalismo, bajo la forma peronista del menemismo, gobernaba nuestro país. En 1991 un grupo de bolivianos encabezados por René Gonzalo Rojas Paz sentó las bases de lo que sería una nueva La Salada. Estaba enfrente de aquel legendario balneario, cruzando el Riachuelo, ahora en territorio del municipio de Lomas de Zamora.
Era una feria, un lugar de compras a precios baratos, al que se denominó Urkupiña. Ni el lugar, ni el momento fueron casuales. Ya no sería un sitio para ocupar el ocio de una semana de trabajo, cuando el pleno empleo era la regla. Eran tiempos en los que faltaban el empleo y la plata. En la confluencia de esos municipios, habitados por más de 3 millones de personas, sobraban las necesidades. Por eso era el sitio adecuado para vender y comprar a menores precios en las penumbras de una situación cuando lo legal y lo ilegal, a semejanza de lo que dicen los Fabulosos Cadillacs en ¿Qué ves?, “definen por penal”.
Apareció en escena Jorge Castillo, un antiguo radical que tenía dos puestos de zapatería en el Mercado Central porteño. Junto con Antonio Corrillo se metieron en el negocio de La Salada. Los problemas por venir eran previsibles. Rojas Paz, el boliviano que condujo las primeras instalaciones, lo pagaría muy caro. En la primavera del 2001 apareció suicidado en su celda de la cárcel de Ezeiza. Era llamativo que su altura (1,80) superara en 60 cm. la del barral metálico del cual apareció ahorcado. Pero eso ¿a quién podría interesarle?
Urkupiña, donde había crecido el poder de Enrique “Quique” Antequera, que admi
nistra unos 15 mil puestos y ahora involucrado en la investigación que se está realizando, dejó de estar sola. Ocean y Punta Mogote, donde se asentara Castillo, fueron otros dos nombres que ampliaron la oferta de puestos. Las perspectivas de confrontación y crisis ensombrecían el horizonte. El “acuerdo de caballeros” que Urkupiña abriría los lunes y Ocean los jueves no fue respetado en Punta Mogote, Castillo decidió que allí se trabajaría en ambas jornadas.
Castillo vislumbró que sin “algo” de legalidad la cuestión sería muy difícil de sostener. Demostró ser el más hábil para esas “gestorías”. En 1999 consiguió los “permisos” del municipio de Lomas de Zamora. Se dice que unos 500 mil pesos/dólares habrían ayudado a conseguir aquella licencia.
En el 2001/2002, con la crisis económica que vivió el país, La Salada y sus potencialidades pegaron un salto para beneficio de quienes estaban al frente de esos negocios.
La Salada hoy y algunas reflexiones
Aquella La Salada, un lugar de esparcimiento para los sectores humildes que subían en la escalera social del Estado de Bienestar, hoy se ha convertido en una gigantesca feria de productos truchos, el subsuelo de una “economía de mercado”. Su expansión repara –en parte- las propias falencias de las políticas estatales. Allí los pobres hacen ejercicios de sobrevivencia simulando que forman parte de la sociedad donde viven los que mandan. Se venden imitaciones de marcas de fama (las que se ven en la tele), es una de las bocas de salida para quienes se sirven del trabajo esclavo (muchas marcas y personajes conocidos también se aprovechan del mismo para multiplicar sus ganancias).
Hemos transitado de un Estado de Bienestar a una sociedad de consumo en la cual la mayoría de los que deberían consumir cada vez tienen menos capacidad de hacerlo, tal cual lo muestran los datos estadísticos.
Más que un estado paralelo, como lo dijo Patricia Bullrich, al vanagloriarse de estos procedimientos, es la extensión mafiosa de un Estado incapaz de integrar a quienes habitan en el territorio que abarca. Policía, justicia y política lo hacen posible y son cómplices de su vigencia, porque con ello amortiguan –un poco- la crisis que venimos atravesando.
El macrismo, con su visión de “construir un país serio” tiene –en este tema- tres objetivos: Uno, utilizarlo en la campaña electoral golpeando a los aspectos más delictivos y su vinculación con la dirigencia peronista. (Martín Insaurralde, el Intendente de Lomas de Zamora; Guillermo Moreno que, defiende a Castillo y entre otras cosas, montó la Misión de Cristina a Angola donde concurrieron integrantes de La Salada). Hay que reconocer que el macrismo también mantiene vínculos con figuras de La Salada, uno de esos “contactos” es el actual Intendente macrista de Lanús; otro, es la relación del Secretario de Seguridad bonaerense con Antequera.
El segundo motivo es combatir a quienes pueden competir, desde La Salada, con los sectores políticamente amigos y económicamente dominantes en algunas producciones. Recordemos que Castillo, que tiene 14 firmas y 24 marcas registradas a su nombre, había inaugurado oficinas comerciales en Puerto Madero, el exclusivo barrio porteño, y por eso se hablaba de “La Salada llega a Puerto Madero”. Por último el gobierno procura trasmitir a la sociedad y al mundo que estamos transitando hacia la “constitución de un país serio y trasparente”.
El macrismo no da cuenta que todo eso va de contramano con sus propias políticas económicas, debilitando ese punto de amortiguación de la dramática situación actual. En ese marco esta pretensión de “legalizar” y “normalizar” esas actividades puede terminar alimentando la bronca que se va acumulando.