Gleisi Hoffmann: Los retos del PT/ Boff: El porqué de las elecciones directas ya
Gleisi Hoffmann|
Para quien considere que el PT está acabado, la realización de su VI Congreso, en Brasília, mostró la vitalidad del partido y de su militancia. Más de dos mil personas participaron en los actos programados, promoviendo el debate político y la responsabilidad en la definición del rumbo que habrá de tomar el partido a partir de ahora.
El PT que realizó ese congreso está situado entre un pasado reciente de gobierno que transformó positivamente Brasil y la expectativa de poder regresar a ese lugar, ahora con las experiencias adquiridas y los problemas y reveses sufridos.
Fue un congreso que al mismo tiempo hizo un balance de la actuación del Partido, no para expiar la culpa, como le hubiese gustado a muchos, si no para extraer lecciones de los errores y para proponer alternativas más osadas, que nos permitan volver a gobernar Brasil.
Las resoluciones aprobadas en el congreso atestiguan una fuerte unidad política de la base, decepcionando a quienes querían ver luchas internas y fuertes divisiones en el seno del Partido. Las decisiones mostraron la madurez de quienes tienen un gran respeto por el PT y, consecuentemente, por el pueblo brasileño.
De manera alta y clara aprobamos las ‘Diretas Já’. Además, defendimos el adelanto electoral del 2018, así como la salida inmediata de Temer y vetamos que el caso llegue, bajo ningún concepto, al Colegio Electoral. Además, defendimos el fin de las reformas en tramite parlamentario y la convocatoria de una Constituyente Soberana, para hacer las reformas que el pueblo verdaderamente necesita.
La clase dominante brasileña no tiene ninguna responsabilidad para con Brasil y su pueblo. Ahogaron al país en esta crisis, no dudan en golpearnos, detuvieron el avance de Brasil, llevaron el miedo a las personas. El paro afecta a 14 millones de trabajadores y la economía no da señales de crecimiento sostenible. Para mayor agravio, el presidente y sus ministros están envueltos en una serie de delitos y acusaciones, con evidencia fehaciente de sus manejos. Sin embargo, resisten, apoyados por quienes defienden las refosmas antipopulares que se están tramitando en el Congreso.
Lo que vemos hoy en Brasil es una fuerte asociación entre el sistema financiero, el gran empresariado, la aristocracia del poder público y los medios de comunicación tradicionales que, como portavoz de esa alianza, milita a favor de las reformas. Tan sólo no está invitado a ese festín el pueblo, situado al margen del gobierno, que sólo tiene ojos para defenderse a sí mismo, dejando al país en el caos, sin perspectiva de solucionar la situación a corto plazo.
Su mayor preocupación, después de las reformas, es impedir que haya elecciones directas y que Lula pueda presentarse. Por eso la sistemática persecucion a nuestro ex presidente y a nuestro partido. Es una guerra sin armas. La destrución no es física, si no moral. Quieren evitar que Lula tenga derecho a la existencia, a su palabra, a su condición de ciudadano. No obstante, cualquier elección directa sin Lula no será democrática, será un fraude.
Esa classe dominante no soporta la idea de que el compromiso con los más pobres será rescatado. No hay ni solidaridad, ni visión de Nación. En la crisis tan sólo se quieren salvar a sí mismos. El pueblo no les interesa. Por eso no hay lugar para la conciliación. La estabilidad que quieren es para sus negocios y para sus ganancias, no para el país.
En esta coyuntura, el PT, el mayor de los partidos de izquierdas de Brasil, tiene la responsabilidad de enfrentarse a esa situación: radicalizarse democráticamente, aliarse con las fuerzas populares y progresistas, con los movimientos sociales, estar en las calles al lado del pueblo para combatir los retrocesos y quitar a este gobierno golpista del poder.
Nuestro compromiso es con la lucha de las mujeres, de los jóvenes, de los indígenas, de la población negra y LGBT. Es con los pobres y los trabajadores brasileños. Es con el desarrollo de Brasil, con la creación de empleo, la distribuición de la renta y la justicia social.
Esa postura, adoptada unitariamente en el congreso por la siempre valiente militancia petista, es la que nos da fuerza para resistir y para avanzar.
*Hoffman acaba de ser designada presidenta del PT en el VI Congreso. Publicado por Brasil24/7, traducido del portugués para Rebelión por Alfredo Iglesias Diéguez
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El porqué de las elecciones directas ya
Leonardo Boff| Todos reconocen que estamos sumergidos en una profunda crisis, de las más graves de nuestra historia, porque abarca todos los ámbitos de la vida social y de la particular. El hecho de la crisis significa que perdemos las estrellas-guía y nos encontramos en un vuelo ciego sin saber hacia dónde vamos. Nadie hoy puede decir lo que será Brasil en los próximos meses. Por eso no es verdad afirmar que las instituciones están funcionando. Si funcionasen no habría crisis. Funcionan para algunos y para otros son completamente disfuncionales, especialmente para la gran mayoría del pueblo, víctima de reformas sociales que van contra sus anhelos más profundos y, lo que es peor, que implican la retirada de derechos y de conquistas históricas, tal como están previstas en las reformas laboral y de la seguridad social.
El hecho está agravado por la ilegitimidad del presidente, cuya legalidad es discutida y, para muchos, consecuencia de un golpe parlamentario detrás del cual se ocultan, como en otras ocasiones, las oligarquías económicas y los ricos rentistas que controlan gran parte de la economía nacional y que ven amenazada su acumulación perversa.
Nadie puede negar que estamos sumergidos en un caos político que se revela por la supresión de los límites de los tres poderes de la República, cada uno invadiendo la esfera de los otros. Los procuradores, los jueces y las fuerzas policiales que llevan a cabo la operación Lava Jato pasan por encima de preceptos constitucionales, algunos sagrados en todas las tradiciones jurídicas desde el tiempo del Código de Hammurabi (1772 a.C), como es la presunción de inocencia. Las investigaciones de Lava Jato y las delaciones premiadas sacaron a la luz del día lo que se había ido gestando desde hace decenas de años: la red de corrupción que se apoderó del Estado, de las grandes corporaciones y de los parlamentarios, en su mayoría elegidos por las grandes empresas, representando más los intereses de ellas y menos los del pueblo.
Hemos llegado a un punto crítico en que tenemos al frente del Poder Ejecutivo a un presidente acusado de corrupción, rodeado de ministros en gran parte denunciados y corruptos. Tanto el parlamento como el presidente han perdido totalmente la credibilidad, lo que se revela por los bajísimos índices de aprobación popular.
El presidente no muestra ninguna grandeza, víctima de su propia mediocridad y de su vanidad ilimitada. Se aferra al poder sabiendo la desgracia que eso representa para el pueblo y la completa desmoralización de la actividad política. En caso de que renuncie o pierda el cargo en el proceso del TSE, se invoca el artículo 81 de la Constitución –que no es cláusula pétrea, como quieren algunos– que prevé la elección indirecta del presidente por el Congreso.
De las calles y de todos los estratos viene el grito: ¿qué legitimidad tiene un congreso cuando gran parte de él está formada por personas denunciadas por delitos de corrupción? Día a día crece la petición de elecciones directas ya, no sólo de presidente, sino también de todos los parlamentarios. Por lo tanto, elecciones directas generales, ya.
Cuando existe un caos político y sin líderes con capacidad de mostrar una dirección, la solución más sensata es volver al primer artículo de la Constitución, que reza: Todo poder emana del pueblo. Él es el sujeto legítimo del poder político, el poseedor de la verdadera soberanía. Todos los elegidos son representantes legitimados por este poder. Como dice el conocido jurista Nicola Matteucci, de la Universidad de Bolonia: “La soberanía es un poder constituyente, el verdadero poder último, supremo, originario… que se manifiesta solamente cuando está rota la unidad y la cohesión social” (Dicionário de Política, Brasilia, 1986, p.1185).
Pues bien, estamos ante la quiebra de la unidad y de la cohesión social. Ya no hay nada que nos una, ni en los partidos ni en la sociedad. Todo puede ocurrir, como una explosión social violenta, sin excluir una intervención militar, ya ensayada en las manifestaciones populares de Brasilia el día 25 de mayo.
Cuando ocurre tal caos social es la soberanía popular la que debe ser invocada y hacerse valer. Esta es previa a la constitución que prevé elecciones solamente en 2018. Aquí está la base para convocar elecciones directas ya. Nuestra Constitución está cubierta de parches, tantas enmiendas que equivalen a la mitad de su texto. Se está preparando una nueva enmienda constitucional que prevé la anticipación de las elecciones generales para este año. Estas no podrían ser solamente de presidente, sino de todos los representantes políticos.
¿Qué autoridad tendría un presidente, elegido indirectamente, o incluso directamente, manteniendo el actual Parlamento, infectado de mala voluntad y desmoralizado por las acusaciones de corrupción? Junto a esta elección directa, vendría una reforma política mínima que introdujese la cláusula de barrera partidista y regulase las coaliciones para evitar un presidencialismo de coalición, que favoreció la lógica de los amaños y de la corrupción, y por eso no es recomendable. Ese camino sería el más viable y tenemos que apoyarlo.