Venezuela a dos tiempos: entre el proceso constituyente y la vía destituyente
Julián Aguirre |
El chavismo nació como experiencia de gobierno redefiniendo el mismo carácter del Estado y su interrelación con la sociedad en un proceso constituyente, impulsando consigo la transformación de paradigmas sociales, culturales y económicos con los que surgió la V República. ¿Qué desenlace traerá para el país un nuevo proceso constituyente dentro de la polarización actual?
Una prenda de paz tendida por el oficialismo fue disipar finalmente las dudas en torno a las elecciones regionales, que se celebrarán en diciembre de este año. Pero el ojo del huracán se posa sobre el llamado a conformar, por medio de voto universal y secreto, una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) en julio, carta que jugó el gobierno para destrabar el conflicto y poder recuperar la iniciativa.
Portavoces y dirigentes de la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD) insisten en desconocer la iniciativa gubernamental y mantenerse en las calles, acusando de fraudulenta la convocatoria a la ANC. Se trata de un giro discursivo respecto de años anteriores, cuando ellos mismos insistían en la necesidad dar pie a una reforma constitucional. Se han visto envalentonados y legitimados en parte por las declaraciones críticas de la fiscal general, Luisa Ortega, quien ahora asume el disenso desde uno de los poderes del Estado.
El chavismo frente al espejo: continuidad, renovación y/u orden
Por medio de la participación plena desde las bases de la población, el gobierno se propone movilizar el entusiasmo y reafirmar su legitimidad. La Constituyente guarda un potencial: el de reactivar y revitalizar al proceso político, corrigiendo errores y desviaciones por medio de los aportes que contengan reclamos y expectativas de los distintos sectores que componen a la sociedad.
El componente social y comunal del chavismo se ha visto en parte golpeado y desmoralizado por la crisis actual prolongada por años. También guardan su cuota de responsabilidad las tendencias burocráticas de un sector de la dirección política y del aparato administrativo y partidario.
El resultado dependerá de la capacidad para canalizar, ordenar y sintetizar desde arriba las propuestas de las bases y la destreza de estas para hacer valer su peso. De lo contrario, puede saldarse simplemente como una consolidación de una agenda meramente institucional, introduciendo cambios circunstanciales sin un salto de etapa en el proceso.
Allí reside la tensión siempre existente dentro del chavismo como movimiento policlasista: entre los aspectos revolucionarios y aquellos que conducen a la construcción de orden y la institucionalización de los cambios introducidos.
Los rostros del fuego: de las guarimbas a la desestabilización programada
La iniciativa dentro de las protestas parece decantarse a favor de quienes han optado irreversiblemente por la vía destituyente o golpista-insurreccional.
Las protestas se desenvuelven en dos niveles: primero, un descontento que es sin duda legítimo fruto de la situación económica y política. Pero a la par de las manifestaciones resalta la acción de grupos de choque, el segundo nivel. Estos hacen de la acción directa y violenta su método predilecto, con altos niveles de coordinación y planificación minuciosa en la elección de sus objetivos: obras de infraestructura relacionadas con la provisión de alimentos y energía; instalaciones militares y de seguridad; vías e intersecciones estratégicas para la comunicación entre ciudades y zonas productivas.
La provisión de equipos de primeros auxilios, máscaras anti gas, drones comerciales y cámaras go-pro usados en las manifestaciones escapan al poder adquisitivo del trabajador venezolano promedio. El uso de armas de fuego, explosivos y la acción de francotiradores distan de la imagen de movimiento civil pacífico. La incursión contra la base aérea de La Carlota no pareciera en principio concordar con una protesta por la falta de comida.
Finalmente está el efecto psicológico que la violencia promovida tiene sobre el tejido social venezolano. La demonización del otro, la lógica de la guerra en el discurso político, adquiere un efecto multiplicador en el terreno de las redes sociales. Escenas como el linchamiento de un muchacho que fue prendido fuego durante una protesta en Caracas “sospechado de ser chavista” podrían pasar de ser una tragedia excepcional a convertirse en una tendencia alarmante.
Posibles escenarios en un panorama impredecible
Fuera de sus internas, el desafío para el chavismo será reconstruir una mayoría nacional puesta en cuestión tras la victoria electoral opositora en las legislativas de 2015 y desafiada por la campaña de protestas y violencia insurreccional relanzada en abril de este año. La apuesta no es menor, ya que se juega no solo la posibilidad de continuidad del gobierno sino la misma legitimidad sobre la que se funda el orden social y político.
Si el llamado a boicot y la violencia surten efecto desmovilizando a la población, el proceso constituyente carecerá del reconocimiento suficiente. De darse este escenario, la Constituyente puede llevar al resultado inverso que se propone. Acabaría por cristalizar la disputa, formalizando la división del país. ¿Qué forma podría adoptar el conflicto si el conjunto de la oposición y su base social no se ven contenidos por el resultado?
Ciertamente existe cierta desconexión problemática entre los fines perseguidos por el gobierno y su metodología. Una comisión constituyente presidida en su totalidad por figuras del gabinete de ministros ofrece pocos incentivos para que la MUD o al menos su base social se vea conducida finalmente a participar de las elecciones a la ANC. Al menos aquí las fichas ya parecen dispuestas y cualquier presión sobre el gobierno suma en los cálculos de la oposición para forzar su salida eventual, sea bajo la forma que sea.
Por otro lado, la prisa con la que se han desarrollado los llamados a presentar constituyentes supone un desafío mayor para canalizar apropiadamente la participación de las bases chavistas. Desafío siempre presente pero crucial de abordar: ¿cómo confluyen los tiempos y formas de la política institucional con las dinámicas y tiempos de la organización social?
¿Qué tipo de mayoría podrá construir entonces el gobierno? ¿Cómo saldará lo que es ya un ensayo de insurrección en curso? Este es un año de definición sin duda para el curso de la Revolución Bolivariana, la cuestión reside en cuál será su carácter. Se han quemado las naves, ¿podrán construirse puentes de diálogo y una sólida base sobre la que pararse con sus restos?
Foto: Marcos Salgado