“Diretas ja” en Brasil, ayer y hoy
La aceleración de los ritmos políticos de la coyuntura brasileña puso en el orden del día algo que hasta hace poco parecía anacrónico: el clamor social por las “Diretas Já”. Dicho movimiento popular vuelve a tomar las calles después de la divulgación de audios que revelan el consentimiento de Michel Temer a un empresario local, Joesley Batista, frente a la compra del silencio de Eduardo Cunha (PMDB), el gran articulador legislativo del impeachment a Dilma, y que hoy está preso por corrupción. Al involucrar tanto a fracciones del alto empresariado brasileño, como a una parcela significativa del sistema político-partidario, el hecho parece sumergir el país en una genuina crisis de hegemonía.
En el pasado, el movimiento por las “Diretas já”, surgido en 1983, gravitó en torno a la demanda por la restitución de la dinámica electoral, interrumpida por el golpe cívico-militar instaurado en el año 1964. Dicha iniciativa se insertó en un proceso de apertura política gradual iniciado en la segunda mitad de la década de 1970. La misma estuvo asociada a amplios movimientos de oposición al régimen militar, teniendo como resultado el fin de dos décadas de autoritarismo. La fuerte presencia callejera llevó a que el movimiento fuese caracterizado por historiadores y analistas políticos, retrospectivamente, como una verdadera “fiesta cívica”. Cuestionando la hegemonía militar, la expresión multitudinaria habría contribuido fuertemente a un “retorno de la sociedad civil”, y dados sus marcos participativos y plurales, anticipado la llamada transición democrática, cuyo hito histórico será el proceso constituyente de 1987-88.
Aunque el carácter aglutinador de las “Diretas Já” de los inicios de los años 1980 haya permitido que las fuerzas populares pudiesen recobrar aliento frente al autoritarismo militar, la propuesta de Enmienda Constitucional Dante de Oliveira, que enmarcaba formalmente la demanda, fue derrotada, abriendo espacio para la elección por vía indirecta de Tancredo Neves, jugador político ambiguo que oscilaba entre un apoyo velado a las elecciones indirectas y el acompañamiento a su partido en la propuesta por las elecciones directas como presidente. A Tancredo Neves lo acompañaba José Sarney como vicepresidente, el mismo que vendría a ser posteriormente uno de los grandes responsables históricos de la transformación del PMDB en patrocinador de la cartelización del sistema político brasileño postdictadura. Pero ¿qué hay de aquel contexto hoy en Brasil? ¿Qué opciones habilita o al contrario impide la coyuntura actual?
Tan urgente como imposible, luego del desenlace del proceso destituyente concretado en 2016, y frente al nuevo escándalo que involucra directamente al presidente, los clamores por “Diretas já” empiezan a ganar resonancia social, y frente a la alternativa de las elecciones indirectas, se asoma como la opción política que busca devolver a la soberanía popular aquello que le corresponde. Pero ¿qué sería específico de las “Diretas já” en tiempos de Temer?
Además de las obvias diferencias entre los contextos históricos en los que se llevaron a cabo ambos movimientos, el último paro general del 28 de abril parece marcar una diferencia importante frente a lo que fueron las “Diretas Já” de los años 1980. En primer lugar, se debe contar la fuerte presencia del movimiento obrero, que de hecho ya venía dando pruebas de su amplia capacidad de movilización, como en el caso de las huelgas del ABC paulista y la propuesta de un paro general en un contexto de ascenso de masas que terminó siendo secundarizada.
Ese no parece ser el caso en la coyuntura actual, ya que el retorno contundente a las calles por parte del movimiento obrero organizado, marca un punto de inflexión con relación a lo que había sido su postura pública desde las manifestaciones de junio de 2013; postura defensiva justificada en su momento por su apoyo al gobierno de Dilma, combinado con la miopía frente a la novedad que representaban aquellas manifestaciones y cierto prejuicio de clase.
El programa de gobierno altamente regresivo en términos sociales propuesto por Temer, tiende paradójicamente a contribuir a la permanencia de los trabajadores en estado de movilización, dado el claro deterioro de sus condiciones de vida. Si sus demandas corporativas lograran articularse a los partidos de izquierda, organizaciones populares, y fracciones de la población descontentas con el rumbo del país, lograrían ultrapasar sus intereses corporativos históricos, y de esta manera se podría evitar el peor destino para el país: una transición concertada por el mismo congreso que destituyó a la presidenta Dilma hace un año.
En nombre del resguardo de la institucionalidad y de las conocidas “reglas del juego”, las fuerzas del orden contestan dicho clamor invocando el artículo 81 de la Constitución, el cual prevé elecciones indirectas en el caso de vacancia del cargo después de haberse cumplido la mitad del mandato.
Parecería ser que frente a otra transición de este tipo -que algunos no dudarían en leer como un capítulo más de nuestra larga “revolución pasiva”-, la lucha por las “Diretas Já” se presenta como un fuerte instrumento capaz de cuestionar el parlamentarismo de facto que desde la destitución de Dilma experimenta el país. Este movimiento pareciera ser capaz de condensar las indignaciones y esperanzas frente a la barbarie que asola a Brasil en este exacto momento, donde un gobierno nacido viejo y carente de legitimidad busca aferrarse a la única herramienta que le resta para cumplir su usurpado mandato.
* Lenguita es investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas -Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CONICET-CEIL); Pérez, del Instituto de Estudos Sociais e Políticos de la Universidade Estadual do Rio de Janeiro (IESP/UERJ), y Santana del Instituto de Filosofia e Ciências Sociais, Universidade Federal do Rio de Janeiro (IFCS-UFRJ). Publicado en Cuadernos de Coyuntura/ Universidad de Buenos Aires