Lenin Moreno o la trampa de la moderación en una sociedad polarizada
Artemio López |
Para agregar más dificultades a este yerro estratégico –algunas de cuyas causas recurrentes en la región, señalaremos más adelante–, en la segunda ronda, prevista para el 2 de abril, ya podría trasladarse por completo al banquero Guillermo Lasso el 16% que obtenía la candidata de derecha conservadora Cynthia Viteri Giménez, la tercera en preferencias de primera vuelta.
El perfil de los votantes de Viteri Gimenez y Lasso es similar y ambos candidatos estuvieron cerca de ir en una sola lista, pero la vanidad más que las diferencias ideológicas lo impidieron.
Hay en cambio incertidumbre en el rumbo que tomarán los votantes de Paco Moncayo, representante de la izquierda que obtenía poco menos del 7%, pero debe tenerse en cuenta que la mayoría de ellos fueron votantes del actual presidente, Rafael Correa, que rechazan la candidatura de Moreno.
No es predecible tampoco la actitud del casi el 10% de electores blancos y nulos, muchos desencantados con la figura moderada de Lenin Moreno que, en busca del “ciudadano medio independiente”, se diferenció de manera creciente de Rafael Correa durante casi toda su campaña, salvo muy tardíamente y de manera poco convincente, sin actitud.
En líneas generales Lenin y su estrategia de campaña sucumbieron en el altar del “ciudadano independiente y moderado”, esa construcción sin fundamento teórico de la Patria Consultora, segmento que al decir de la “consultoría creativa”, resulta siempre decisor fundamental en las elecciones y cuyo intento de captación produjo y produce estragos sobre las dirigencias de los populismos regionales cuando llega la inexorable hora de elegir candidatos que sucedan a los líderes fundadores.
El resultado de esta elección en Ecuador confirma la tendencia de los medios dominantes replicada en toda Latinoamérica. de impulsar el crecimiento de los candidatos pro mercado sustentados no tanto en sus cualidades sino en el rechazo a los gobiernos que el sistema de medios hegemónicos define como “populistas o centroizquierdistas estatizantes”.
Ese rechazo desplegado por los medios hegemónicos y tomado como eje de campaña por la oposición, tiene una misma matriz conceptual en toda la región: estigmatizar por “autoritarismo”, “corrupción”, despilfarro” a los oficialismos, y como contraparte, la palabra que más resuena y de hecho conformó un eje medular también de la campaña del banquero Lasso –paradojalmente el gran defensor del statu quo ante en Ecuador– fue “cambio”.
La oposición ecuatoriana insistió también y en línea con la visión del Departamento de Estado en la región, en un señalamiento muy crítico a los acuerdos económicos de Rafael Correa con China que, según especulan los medios dominantes y políticos opositores, “dejó endeudado al país hasta 2021” por venta anticipada de petróleo, principal insumo económico de Ecuador.
Por motivos no muy claros, al menos para nosotros, Rafael Correa, pudiéndolo hacer, evitó presentarse nuevamente e incluso propició una cláusula transitoria en la Constitución Nacional en ese sentido.
No solo eso: también permitió, en lo que ayer se reveló como un error conceptual o una concesión al paradigma de la consultoría tradicional y los medios dominantes, que el candidato oficialista fuera Lenin Moreno, quien no era su favorito.
No extrañó entonces que las tensiones internas entre “correístas” y “morenistas” emergieran inevitablemente durante la campaña, a pesar de que el presidente respaldó a Moreno, y lo hizo aunque no existiera reciprocidad sino hasta muy llegado el último tramo de campaña.
Es evidente, entonces, que no hay fórmulas infalibles en los espacios políticos populares o populistas de América Latina para garantizar la sucesión. Lula, CFK, Chávez y Evo, todos optaron por estrategias relativamente distintas y ninguna de ellas ha sido del todo exitosa.
Todas, sin embargo, conceptualmente acordaron en elegir candidatos a la medida de las exigencias de los medios hegemónicos y la consultoría tradicional: moderados y en busca del ciudadano medio independiente ligeramente conservador, con los matices lógicos de acuerdo a cada formación económico social específica.
Si según la célebre sentencia de don Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz, “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, sin duda la estrategia electoral y los candidatos que la encarnan también lo son y disociar ambas dimensiones resulta un severo error conceptual de costos notables: cerrar el ciclo de gobiernos popular-democráticos en la región.
Claro que no solo la sucesión y su candidato moderado fueron un problema en Ecuador. La caída del precio del petróleo desde 2014 hasta acá –de más de U$S 100 a menos de U$S 50–, la ralentización del crecimiento que llegó apenas al 1,5%, el estancamiento en la generación de empleo que cayó un 0,5% y leve suba de la pobreza e indigencia –ver gráfico–, impactaron y predispusieron a que muchos ecuatorianos que antes no daban demasiada importancia a las siempre presentes denuncias de corrupción, tomaran como ciertas las tan hipermediatizadas como “oportunas” confesiones realizadas por un alto exfuncionario de la petrolera gubernamental, que involucraban explícitamente al actual vicepresidente y candidato a reelegir, Jorge Glas.
Lenin Moreno, con el estandarte de la autonomía y la moderación, fue permeable a los argumentos de los medios hegemónicos y la oposición por ellos editorializada, y no pudo modificar la sensación de “cuesta abajo” en la que cayó la campaña oficialista en los últimos meses, según propalaba el aparato de los medios dominantes.
Cuando lanzó su candidatura, Moreno gozaba en las encuestas –que luego se revelaron falsas– de una amplia imagen positiva, “votos propios”, “perfil componedor”, y era el que, según esos estudios, garantizaba el triunfo, ya que, apoyado en esos atributos personales, sintonizaba con la demanda de cambio que ya se vislumbraba preponderante en los medios dominantes como demanda central de la “opinión pública-da”. Otra gran falacia, vistos los resultados del miércoles 22.
Moreno y sus estrategas, guiados por esta caracterización inadecuada, autonomizaron su campaña e imagen de la figura de Correa bajo la fórmula retórica “yo soy el que toma las decisiones”, “yo decido”, y otras de similar calado y sin embargo, a medida que se acercaba la fecha de la elección, las mismas encuestas que lo levantaron entre pares por ser un candidato “moderado y autónomo”, comenzaron a mostrar su caída rápida y vertical en popularidad, revelándose que en rigor eran instrumentos de la estrategia opositora, mayormente articuladas con los medios dominantes, como se sabe frontalmente opositores a la Revolución Ciudadana.
La estrategia de Lenin de moderación y autonomía de la figura de Rafael Correa resultó errada y tardíamente se volvió a la defensa del “modelo” de la Revolución Ciudadana (lema del correísmo), pero, ya tarde, el giro no pudo ser consistente con la efectiva polarización ciudadana.
Este giro tardío de campaña se reveló incompatible con el propio perfil conciliador de Lenin, que lo emparentaba demasiado como una copia de los candidatos opositores, a tal punto que la mímesis fue capaz de provocar el rechazo electoral de segmentos de izquierda y un aumento del voto nulo y blanco que habían acompañado a la Revolución Ciudadana, pero ahora rechazaban la autonomía y moderación de Moreno, al que observaban idéntico a sus adversarios conservadores.
El resultado evidencia que el aporte personal de la moderación leninista no existió o fue mínimo e insuficiente, ya que los todos los sondeos indicaban una base “dura” del 35% para PAIS, más allá de cualquier circunstancia socioeconómica o candidato.
Guillermo Lasso, por su parte, no genera demasiadas expectativas ni siquiera a sus propios votantes, muchos de ellos conscientes del riesgo que implica votar a un banquero de presidente, pero en coyunturas de gran polarización como la que vive Ecuador, el rechazo al oficialismo empuja el “cambio”, aun cuando no haya certezas de qué clase de cambio se propone.
De todos modos, el lunes empieza otra elección, otra campaña y otro proceso electoral. Lasso profundizará sus ataques al gobierno buscando unificar detrás suyo al voto opositor. La duda es qué hará el oficialismo que, aunque “ganó”, está claro que tiene que cambiar la estrategia si quiere quedarse en el poder.
¿Se alejará nuevamente Moreno de Correa? ¿Profundizará la polarización y su defensa del modelo para recuperar electorado perdido? ¿Buscará atemorizar a los votantes con el ajuste económico que sin duda llevará adelante Lasso?
El segundo tiempo acaba de empezar y para imaginar las polémicas al interior del oficialismo no debe olvidarse la conclusión que de manera contundente Rafael Correa sacó tras el triunfo de Macri en las elecciones de Argentina: “Scioli perdió por alejarse de Cristina”.
Sabias palabras.