Gobierno argentino ratifica la inflación anual: 17% (pero la realidad se carcajea)
Juan Guahán-Question latinoamérica|
El macrismo, cada vez que puede, ratifica que la inflación del presente año será del 17%. A la luz de los recientes aumentos (luz, agua, combustibles, peajes) y de los que se van a seguir produciendo –según anuncios oficiales- esa perspectiva parece lejana a la realidad.
Una serie de aumentos en los servicios públicos y bienes de consumo masivo están poniendo en claro que las previsiones del gobierno sobre la inflación anual están lejos de poderse concretar. El aumento más generalizado y de mayor impacto directo es posible que sea el de la energía. El aumento tarifario anunciado, un verdadero rompecabezas, puso en evidencia que esos incrementos que no descartan otro reajuste –en noviembre- contribuyen a que sea incumplible el objetivo del gobierno.
Según los datos ofrecidos por el ministro Juan José Aranguren, el aumento será del 148% para los consumidores de alto consumo (5% del total), para el 40% de los consumidores residenciales el incremento será del 77%. Quienes tengan la tarifa social, aproximadamente el 30% de los usuarios, padecerán un aumento del 35%. El promedio general del aumento es del 54%. En todos los casos esa suba será fraccionada, en el área metropolitana, entre febrero y marzo para amortiguar su efecto.
En su alocución el ministro explicó que la factura, que llega a la casa de cada vecino, tiene como componentes: Un 27% para los mayoristas generadores de la energía; un 47% para todo el sistema de transporte y distribución; el 26% restante tiene como destino los impuestos nacionales, provinciales y municipales.
Mauricio Macri fundamentó esta medida, a la que reconoció “antipática”, en dos razones: La exigencia de elevar la producción energética de modo tal que sea posible crear las condiciones para que la economía crezca y la necesidad de reducir los subsidios que recibe el sector.
Sobre esta última cuestión el objetivo es que en materia de grandes usuarios, donde el Estado subsidia hoy el 28% del costo de generación, se llegue al 2019 con subsidio “0”. En el resto de los consumidores donde el subsidio actual es del 70%, donde están exceptuados los que tienen tarifa social, en el 2019 dicho subsidio debería ser del 10%. Con ello esperan reducir el déficit fiscal (de Caja). Ese déficit anduvo en el 2015 por el 7%, el año pasado se mantuvo en números semejantes y para este año quieren llevarlo al 4,2%, algo difícil para los tiempos electorales.
Por último el ministro estimó que este aumento energético incrementará en un 0,5% la inflación de febrero y algo menos la de marzo, permitiendo mantener las pautas anuales del 17%. Sobre esta afirmación del Ministro cada uno tiene formada su propia opinión, aunque reina la incredulidad. Las consultoras privadas estiman que la incidencia del aumento de la luz superará el 1% llevando la inflación mensual a cifras que superarían el 2%, un número parecido se espera para marzo. En general hay coincidencia que la inflación anual no bajará del 20%.
A este aumento habrá que sumarle el previsto para el gas, durante abril. La nafta (gasolina) ya registró un incremento del 8%. También en febrero habrá aumento de los peajes, por ahora los de Capital y Gran Buenos Aires, bajo diversas modalidades estos incrementos rondan entre el 40 y 50%. El servicio del agua, para no ir a la zaga, también tendrá sus aumentos, éstos tiene escalas muy diferentes según la provincia de la que se trate. Como vemos “el horno no está para bollos”.
Macri en la coyuntura y después…
Empieza de lleno el 2017, cada vez más lejos de la “herencia recibida” y más cerca de una nueva compulsa electoral. Es lógico y natural que el gobierno insista, una y otra vez, en la “herencia recibida” y que las pantallas televisivas y los titulares de los principales diarios estén repletos de datos de los juicios y denuncias pendientes donde -dicho mal y pronto- hay “mucho ruido y pocas nueces”. Por momentos da la impresión de que son muchos a quienes les conviene todo este barullo y seguir con estas peleas que impiden que hablemos en serio de los problemas de fondo.
Dentro de las variadas cuestiones de la coyuntura nos quedamos con algunos datos sobre el saldo productivo del 2016; algunos “problemitas” en la interna de Cambiemos y una aproximación estratégica al macrismo y su futuro.
Comenzando por algunos datos sobre los resultados del año pasado, podemos señalar que en materia de construcción e industria, más allá de alguna recuperación en el segundo semestre, las conclusiones anuales son malas. La construcción cayó el 12,7% y la industria, también tuvo números negativos del 4,6%, en ambos casos respecto del 2015. Esto nos da una dimensión del “pozo” en el que están estos sectores en los inicios de este año. Por si esto fuera poco, la CGT empieza a salir de su letargo y anuncia una movilización para el 7 de marzo, el mismo día que Cristina debería declarar ante el Juez Claudio Bonadío. ¡Linda ensalada para el asado!
Las fotos registran fotos sonrientes de los dirigentes de Cambiemos, pero la procesión va por dentro y -a veces- sale afuera, como la pus de un granito. La mayor parte de los problemas afecta la relación de la UCR y el PRO y tienen variadas aristas. Una de las más recientes fueron las inapropiadas declaraciones del Jefe de la Aduana y militar “carapintada” Juan José Gómez Centurión, negacionista de los propósitos exterminadores de la última dictadura. Además de violentar los hechos históricos, agraviaba a gran parte de los argentinos; los radicales fueron ofendidos porque “despintaba” la imagen del gobierno de Raúl Alfonsín.
Pero eso no fue todo, el PRO se incorporó orgánicamente a la Unión Democrática Internacional, una formación política que integra entre otros al Partido Republicano (del Presidente Donald Trump), al Partido Conservador Inglés (que condujera la recordada Margaret Thatcher); al Partido Popular, que gobierna España y a las fuerzas que conduce la alemana Angela Merkel. Cabe recordar que la UCR está afiliada a la Internacional Socialista, rival –en Europa- de esos partidos. Ante esa actitud, dirigentes radicales -algunos públicamente- pidieron la ruptura del acuerdo con el PRO. Esto se suma a los problemas ya existentes en materia del reparto de cargos gubernamentales y las próximas candidaturas.
Visto desde los largos tiempos de la historia el gobierno macrista va pintando con algunos trazos claros su futuro, sin embargo quedan algunos aspectos que la evolución de la nueva coyuntura internacional deja en las sombras.
Va quedando en claro de qué modo esté gobierno se está emparentando con las políticas seguidas por las dictadura en los 70 y luego el menemismo y la Alianza en los 90. Esto se da particularmente en materia de ajuste, pérdida de los ingresos de los trabajadores y un generalizado endeudamiento. Las experiencias de gobiernos anteriores, en materia de endeudamiento, significó una dura hipoteca que fue cargada sobre las espaldas de generaciones y generaciones de argentinos.
Eso se está repitiendo. Los dos casos citados significaron retrocesos y terminaron en medio de grandes dificultades y deterioro de los sectores populares.
El otro aspecto en el que este gobierno se asemeja a los anteriores, en este caso –particularmente- al kirchnerismo, se refiere a la multiplicación de negocios donde los intereses particulares del elenco gobernante y los estatales se confunden de un modo más que peligroso. No es una locura imaginar que, si no revierten esta tendencia, la actual recorrida por los estrados judiciales de las principales figuras del kirchnerismo se repita con sus sucesores.
Pero en la política del macrismo hay sombras que genera la llegada de Trump. Hasta el triunfo del magnate yanqui, el macrismo tenía una agenda internacional clara: abrirse al mundo y ser parte del proceso de globalización en marcha. Ese proyecto tuvo un traspié en la sede de la primera potencia mundial, sus secuelas se sienten y se sentirán entre nosotros.
Los créditos son más caros y difíciles, el proteccionismo de Trump le pondrá barreras a algunas exportaciones. Paradójicamente esto genera una oportunidad si la miopía y prejuicios clasistas de los funcionarios gubernamentales no les impidiera verla. Hasta ahora, abriendo las fronteras económicas, íbamos derecho hacia un precipicio conocido. Ahora esa perspectiva más que diluirse se está volviendo imposible. Si el gobierno no lo entiende, muy cerca en el tiempo, todos sufrirán desgraciadas consecuencias.
La búsqueda de una mayor “eficiencia” y abaratar productos abriendo las fronteras muestra rápidamente la inviabilidad de sus límites. La caída de producciones locales en zapatos, textiles, juguetes, entre otros, señala algunas de las primeras víctimas. Si el macrismo se aviene a pensar el país como es, debería cambiar y volcarse más al mercado interno, de lo contrario sufrirá una sed que lo acabará matando. Al interior del gobierno sigue reinando el desconcierto y es probable que guiados por la ceguera de los sectores que representan se queden en lo que están haciendo, limitándose a hacer negocios para un sector más que a gobernar en función de la totalidad.