El legado político-ideológico de Chávez y la crisis de representación política del “príncepe moderno”
Javier Biardeau R.|
Identificando una de las mayores dificultades del registro verbal del legado ideológico-político de Hugo Chávez luego de la asunción explícita del discurso anticapitalista encontramos el uso o empleo de las adjetivaciones para cualificar el Imaginario Socialista: Socialismo Bolivariano, Socialismo del siglo XXI, Socialismo Cristiano, Socialismo Humanista, Socialismo Revolucionario, Socialismo Democrático, Socialismo Indoamericano, Socialismo Anticapitalista, etc…
En su Programa de Gobierno presentado ante el CNE el 11 de junio de 2012, Chávez asocia directamente y de modo decisivo la transición al socialismo a la radicalización de la democracia participativa y protagónica, pues el “vivo, efectivo y pleno ejercicio del poder popular protagónico es insustituible condición de posibilidad para el socialismo bolivariano del siglo XXI” (p. 2). Así mismo asocia el tránsito hacia el Socialismo con la meta de una radical supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso, pero sin aminorar el ritmo de avance hacia tal objetivo. Es tan reiterado el énfasis en este aspecto que Chávez plantea: “(…) nosotros estamos obligados a traspasar la barrera del no retorno, ahacer irreversible el tránsito hacia el socialismo. Ciertamente es difícil precisar cuándo despuntará tan grandioso horizonte, pero debemos desplegar esfuerzos sensibles y bien dirigidos, para decirlo con Bolívar, en función de su advenimiento.”
Llama la atención una cita de Mariátegui donde se afirma: “No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica”. (José Carlos Mariátegui-1928). Y por si fuera poco, también Chávez desplegó una batería discursiva para señalar que “de acuerdo con los principios éticos del socialismo, alza labandera de una lucha necesaria para adoptar, en el ámbito nacional y en el ámbito global, un esfuerzo por cambiar el modelo de desarrollo depredador que el capitalismo le ha impuesto al mundo en los últimos tres siglos, mediante la amenazante extensión de la voraz economía de mercado”. De manera que resultaría sorprendente reducir tales ideas-fuerza a la tesis que el socialismo sobrevendrá por el despliegue del “desarrollo de las fuerzas productivas en alianza con el capital privado nacional o internacional”.
Si a esto agregamos las sucesivas e interdependientes fases de desarrollo de los acentos del Proyecto Nacional Simón Bolívar: a) el acento Nacional-Popular (árbol de las tres raíces), b) el acento anti-Neoliberal (Agenda Alternativa Bolivariana), c) el acento anti-Imperialista y d) el acento anti-Capitalista (Foro Social Porto alegre), los contenidos ideológico-políticos de lo que desde el año 2004 comenzó a llamarse como “Socialismo Bolivariano el siglo XXI”, van adquiriendo nuevos contornos en los cuales aparecen los complejos perfiles de un Imaginario Sociopolítico.
La complejidad de tal imaginario sociopolítico se articula además a la racionalidad del método de la acción política empleado: a) conspiración e insurgencia militar en el año 1992, b) ventana táctica y poder constituyente (1996-1999), c) “Revolución Democrática, constitucional, electoral y pacífica” (1999-2006), d) De la Revolución Democrática a la Democracia Revolucionaria (2006-2012).
Lamentablemente, los temores del propio Hugo Chávez sobre las tendencias dispersivas inherentes a un movimiento poli-clasista con carácter de amalgama político-ideológica (Nacionalismo-popular de izquierda, desarrollismo social, transición al socialismo) se hicieron presentes en su último discurso público del 8 de diciembre de 2012, con un dramático llamado a la “Unidad Patriótica” del campo popular, nacional y cívico-militar bolivariano.
El discurso del 8 de diciembre
Desde nuestro análisis crítico del discurso del 8 de diciembre y resonando con un cierto tono profético presente en todo liderazgo carismático, la clave de su mensaje final residió en las condiciones existenciales para la sobrevivencia política de la Revolución Bolivariana hacia el futuro. Allí reside aun la importancia central de tal discurso.
Desde entonces y motivado a cambios evidentes en las correlaciones de fuerzas sociales y políticas (de la ventaja electoral a la zona de riesgo político primero, y de la zona de riesgo a la desventaja electoral después) derivados de transformaciones en las condiciones objetivas y subjetivas de la realidad del país, así como por las debilidades y errores de la acción de gobierno, la amalgama bolivariana ha mostrado fisuras, fallas cismáticas y líneas de fractura que han reactivado viejos debates ideológico-políticos propios de las tradiciones de las izquierdas latinoamericanas y mundiales: reformismo o revolución, progresismo o anticapitalismo, desarrollismo o eco-socialismo, revolución desde arriba (jacobinismo) o revolución desde abajo (autonomismo), estímulos materiales o estímulos morales, estadolatria o democracia radical, nacionalizaciones o socializaciones, economicismo o voluntarismo, planificación o mercado, termidor o revolución permanente, degeneración burocrática o profundización revolucionaria, y un largo etc. Muchos de estos dilemas, en realidad, pueden ser tramitados como falsos dilemas.
Quizás todas estas fallas cismáticas muestran a contrapelo el papel de integración social y política que cumplía el extraordinario liderazgo carismático del propio Hugo Chávez, con una capacidad inédita y no siempre intencional de atraer, magnetizar, aglutinar, articular o agregar en un movimiento multitudinario a segmentos sociales, políticos e ideológicos con tradiciones heterogéneas, disímiles, diversas, hasta divergentes y contradictorias en el proyecto bolivariano, como de dinamizar y estructurar la propia composición social y de clases del bloque de las fuerzas de oposición.
La ausencia de Chávez ha generado tendencias centrífugas que solo pueden contenerse con un tratamiento adecuado, con calidad política, de las diferencias, tensiones, conflictos y contradicciones en el seno del pueblo, entre corrientes revolucionarias, en la estructura de los cuadros medios de diversas organizaciones de izquierda y entre jefaturas políticas, reconociendo que la degradación del proyecto bolivariano está en curso, hecho que ha desatado un debate soterrado sobre la “matriz de liderazgo situacional” que tantas veces el propio Chávez mencionaba en sus intervenciones .
Desde nuestro punto de vista, esta cualidad extraordinaria de amalgamar sectores, grupos y clases conjuntamente con la presencia de una gran personalidad política, en un movimiento que operaba favorablemente en la dialéctica histórica entre revolución y restauración, en un momento en los cuales las mediaciones organizativas fundamentales del sistema político de partidos venezolanos había entrado en crisis orgánica de hegemonía, se encuadran de manera bastante semejante a los comentarios incipientes de Antonio Gramsci acerca del “Cesarismo Progresivo” .
Esta última noción no tiene necesariamente que ver con la terminología del llamado “hiper-liderazgo” , la “concentración del poder”, el acento en el “personalismo político” y otros atributos generalmente “negativos” proyectados sobre el estilo de conducción o del carácter de la jefatura política de Hugo Chávez, sino que nos llevan a la médula de la problemática de la dominación y del consentimiento en la construcción de un sistema hegemónico y de un bloque histórico , así como al carácter de la tensiones en un régimen político, en un proceso en el cual la sociedad política experimenta la descomposición gradual pero persistente de sus mediaciones políticas fundamentales: los Partidos Políticos.
Una crisis de hegemonía no es exclusivamente una crisis de determinado estilo de conducción o tipo de liderazgo del personal político (por debilidad de su influencia intelectual y moral, por ausencia de cualidades políticas, por incapacidad técnica, por degradación moral, por crisis de auctoritas o por debilidad decisional) sino una crisis del “Príncipe Moderno” : una crisis del Partido Político dirigente o incluso del sistema de partidos que organizan las esferas de la representación y de participación política. Aquí consideramos a la “crisis de representación política” como uno de los aspectos de la crisis orgánica de hegemonía que viene arrastrándose en el país desde la crisis del pacto de conciliación entre elites propia del bipartidismo adeco-copeyano y que parecía haberse superado por la instauración de un nuevo régimen de partido dominante durante el período de predominio del MVR-PSUV.
De manera que si se analizan uno de los mayores esfuerzos de Chávez para construirle viabilidad al proyecto histórico bolivariano, damos cuenta de las transformaciones de un movimiento multitudinario y con carácter de amalgama ideológico-política; primero, en su encuadramiento organizativo en un partido-aparato de carácter electoral (MVR), junto a una alianza política (Polo Patriótico) que respondía a coyunturas electorales a través de las mediaciones de los bloques de fuerzas parlamentarias o en los espacios de poder regionales o locales. En segundo lugar, intentó pasar al menos en lo declarativo a la construcción de una verdadera fuerza política revolucionaria que cualificara a una dirección política para conducir el tránsito hacia un nuevo socialismo con profundas raíces nacionales y populares, que caminara sobre sus propios pies históricos: la construcción del Partido Socialista como eje político del campo de las izquierdas sociales y nacional-populares del país .
Se trataba de un partido revolucionario de masas que permitiera organizar un vasto movimiento sociopolítico que históricamente nunca había sido orgánicamente estructurado por los partidos de izquierda revolucionarios en el país, pues tal terreno nacional-popular había sido conquistado ya desde la década de los 40 del siglo XX por el principal partido reformista y electoral de masas del siglo XX venezolano: Acción Democrática.
Más allá de la declaración programática del PSUV, muchas veces asumida con ligereza doctrinaria y de manera aérea, no existe en el seno del PSUV una concepción que asuma la centralidad del pueblo trabajador como sujeto privilegiado del cambio revolucionario, presentando más bien los rasgos de la amalgama poli-clasista como una virtud de un nebuloso sujeto popular, conducido como está, por dirigentes de las capas medias, estratos burocráticos del estado, sectores de la pequeña burguesía y nuevas fracciones emergentes de la burguesía de estado.
La propia extracción rural del mundo de vida de Hugo Chávez, conjuntamente con la referencias al persistente coloniaje en las regiones más explotadas del país (colonialismo interno) como a la exclusión en los cinturones de miseria urbanos colocó el acento en visibilizar al sujeto popular-urbano como fuerza motriz del cambio, desdibujando el persistente antagonismo entre el pueblo trabajador con las clases capitalistas, con sus diferentes fracciones, localizaciones y tamaños, lo cual colocó el acento en la relación rentismo-redistribución como eje de la conquista de la justicia social.
En este último sentido no existió una ruptura decisiva en la praxis de la política pública con la cultura de la adequidad y de su reformismo clientelar, antes de que fuera devorada por los esquemas modernizadores de los planes de ajuste estructural y estabilización de signo neoliberal. No es casual entonces, que la mayor virtud proyectada por el “nuevo progresismo chavista” es agitar las banderas del anti-neoliberalismo, del mantenimiento de las misiones y grandes misiones sociales y del anti-imperialismo, resignificando un socialismo cada vez más desdibujado como “distribución de riqueza material derivada del potencial desarrollo de las fuerzas productivas” utilizando la palanca psicológica de los “estímulos materiales”, en momentos donde se vive el cuadro de una economía cada vez más dependiente de la renta petrolera y de las importaciones. Como dijera Bujarin durante la NEP: “enriqueceos”. Y desde abajo le responderían: ¿Pero cómo?… ¿Trabajando mientras otros practican la acumulación fraudulenta de capitales (el “trabajo” de los pillos y pícaros)?
Por otra parte, reconociendo el invalorable esfuerzo histórico en la construcción de cuadros políticos y de implantación social de las formaciones de izquierda revolucionaria en el país, nacidas desde el tronco del PCV e incluso desde AD (como el MIR y luego el MEP), ninguna logró rivalizar exitosamente a mediano plazo en el terreno electoral de masas frente a la capacidad de actuación política y organizativa de AD.
La llamada lucha electoral de masas no fue el terreno más favorable para las organizaciones de la izquierda venezolana aun antes de la derrota de la experiencia de la lucha armada y del proceso de pacificación. El inédito flujo ascendente que significó la experiencia de movilización de masas de Chávez en su agenda constituyente y anti-neoliberal revitalizó la creencia en una “Revolución democrática” que había quedado enmohecida en las tesis de Lenin sobre las “Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática” , e incluso en las tesis de Mao sobre la “Nueva Democracia” y el llamado bloque de cuatro clases. No olvidemos aquí que también el propio Betancourt hizo sus propias interpretaciones sobre la “Revolución Democrática” .
En la izquierda venezolana se fue sedimentando el hábito de separar de manera taxativa la idea del partido de cuadros (revolucionario) de los partidos de masas (reformistas). Y esta oposición fue desafiada por el propio devenir del proceso bolivariano conducido por Chávez sin lograr conseguir una adecuada ecuación política que le permitiera conjugar lo que será una tensión decisiva en el seno de tal movimiento:
¿Cómo transformar una cultura política, de organización y movilización de una base social de apoyo (las llamadas fuerzas motrices) de carácter histórico reformista en un movimiento efectivamente revolucionario (con un contenido de clases y de dirección política efectivamente socialistas)?
Chávez planteó el problema, pero no logró resolverlo, lo cual implicaba permanente riesgos, entre ellos tanto la adequización del proceso bolivariano (el pantano de la social-democratización reformista o del populismo clientelar), como la tentativa de exacerbar el “síndrome jacobino” (pensar y hacer la “revolución” desde el Gobierno, desde arriba), fenómeno que pudiera degenerar en cualquiera de las figuras de un régimen político de legitimidad restringida, incluso bajo el manto legitimador de la “institucionalización de la revolución” (El “termidor mexicano” del PRI).
De modo que el carácter del instrumento político obedecía a las exigencias cada vez mayores de un Gobierno que se asumía no sólo en su carácter de “Gobierno popular”, sino bajo la exigencia de un “Gobierno revolucionario” para la “transición del capitalismo hacia el socialismo” (sobremanera en la fase 2007-2010), aspecto este que vinculaba directamente el fenómeno del “cesarismo progresivo” con una cualidad “jacobina” de la “revolución desde el gobierno” (una revolución desde arriba) que intentaba mantener activa una “línea política de masas”, ya sea de carácter eminentemente electoral, o de carácter organizativo o movilizador para responder a una agenda de coyuntura política.
Sin embargo, la funcionalidad de la relación entre la jefatura política y el “movimiento de masas” dependía inevitablemente de la calidad revolucionaria, de la estructura organizativa y eficacia política del instrumento político y de su sistema de alianzas. A la complejidad del imaginario sociopolítico se le agregaron la complejidad de las mediaciones e instrumentos de acción política, incluyendo un sinnúmero de experimentaciones políticas y sociales en el terreno organizativo. En el peor de los casos a las indefiniciones e inconsistencias ideológicas se le agregaron las debilidades orgánicas de una “vanguardia” política revolucionaria.
De manera, que si de sobrevivencia política se trata, para poder imaginarse la tarea de avanzar en un proceso de acumulación de fuerzas, el llamado a la unidad popular, nacional, cívico-militar del discurso del 8 de diciembre de 2012 implicaba fortalecer necesariamente las mediaciones e instrumentos políticos en su capacidad de expansión hegemónica; es decir, contener procesos de debilitamiento, desintegración o disolución política del movimiento como tal, coadyuvar a fortalecer los partidos políticos del campo bolivariano, en especial del PSUV y su sistema de alianzas fundamentales (el llamado “Gran Polo Patriótico Simón Bolívar”).
El mayor riesgo ha sido desde entonces, que el movimiento nacional popular de izquierda que encarno el proceso bolivariano, que ya había pasado por la experiencia del “partido-maquinaria electoral”, no pudiera construir un “partido-movimiento revolucionario de cuadros y masas simultáneamente”, conjuntamente con una amplia alianza política hegemónica con otras fuerzas políticas y movimientos sociales, sino que en el peor de los escenarios se degradara en un partido de funcionarios de gobierno y de clientela electoral; en fin, un cada vez más enclaustrado “partido-maquinaria” de Gobierno.
Uno de los documentos donde Chávez clarificó una agenda estratégica para neutralizar tal escenario fue titulado en el año 2010: “Líneas estratégicas de acción política” . En el mismo texto planteó: “Lo que está en juego es la posibilidad de avanzar en la profundización democrática de la sociedad venezolana para seguir abriendo los caminos hacia el horizonte socialista o retrogradar al pasado del oscurantismo capitalista que impusieron el Imperio y la burguesía al pueblo de Simón Bolívar”.
Ya desde el año 2010, el diagnóstico de los resultados electorales en el parlamento mostraban las debilidades del proceso: “(…) es necesario reconocer las fallas y limitaciones político electorales, que permitieron que la derecha opositora conquistara un número de escaños en el parlamento y preservara algunos gobiernos locales”.
Más adelante en el texto se señala: el reconocimiento de “(…) un conjunto de errores, deficiencias y obstáculos que podrían dificultar el logro del objetivo estratégico, que no es otro que consolidar el camino de la Revolución Bolivariana en su avance hacia el Socialismo”.
Entre los errores, deficiencias y obstáculos destacan:
1) La burocratización, el oportunismo, el sectarismo, entre otros. Ignorarlos o subestimarlos sólo contribuiría al debilitamiento del partido y, por ende, del futuro de la Revolución. Las actitudes o desviaciones características de los partidos tradicionales, tales como el burocratismo, el oportunismo, el sectarismo, el nepotismo y el gradual alejamiento de la base social bolivariana, resultantes de la persistencia de la “cultura capitalista” en el seno de la sociedad.
2) Vencer la inercia y la dispersión y reafirmar el ímpetu revolucionario que debe tener nuestra organización. Es fundamental, en esta etapa, recuperar, reagrupar, re-articular las fuerzas dispersas, desmovilizadas, desmoralizadas o confundidas por el adversario o por nuestros errores. Nuestros adversarios nos prefieren dispersos, desunidos y enfrentados en diatribas estériles, porque saben que ése es el camino más expedito para intentar poner freno al avance de las fuerzas democráticas revolucionarias. Construir la unidad inquebrantable, la disciplina revolucionaria y la lealtad a los principios de la Revolución.
3) La “cultura capitalista” de apropiación y uso del poder político, cuyo origen es el modelo rentista petrolero ha penetrado en el alma nacional. Esta “cultura capitalista” se expresa en el hecho de considerar que pertenecer a un partido equivale a “invertir” en él, a través de sus contribuciones financieras o con su trabajo militante, y que esa “inversión” debe ser “recompensada” o “remunerada” con 4) Algunos camaradas se consideran líderes absolutos e indiscutibles en sus espacios, y asumen la discrecionalidad de excluir del Partido, y hasta de la Revolución, a quienes se atrevan a diferir o a disentir de ellos y ellas. De acentuarse este tipo de comportamiento, el PSUV podría terminar convertido en un partido/iglesia, una suerte de “guía de las masas incultas”, que considera a sus militantes y a las diversas formas de organización popular como simples correas de transmisión de la línea indiscutible de los nuevos “sacerdotes”.
5) En el PSUV, se ha venido produciendo una imposición de la lógica de la maquinaria, donde se concibe el hecho electoral como un fin en sí mismo, y no como una tarea en la lucha por democratizar radicalmente la sociedad venezolana. La amplia base social de la Revolución termina instrumentalizada bajo la forma de “masa de maniobra” electoral en cada proceso, y lo que es peor, con formas organizativas que cada año se redefinen en función del mismo, perdiendo por ende su condición de sujeto de la Revolución.
6) Las aspiraciones de la militancia por lograr la democracia interna, en cierto modo, han sido frustradas por algunos militantes con cargos de dirección o de gobierno, los cuales manejan recursos y gestionan cuotas de poder, para imponer a sus lealtades personales por encima de los auténticos liderazgos populares, leales a los principios revolucionarios. Esta situación obliga a una profunda revisión de los mecanismos de selección de nuestras autoridades y de nuestros candidatos y poner en una balanza sus ventajas y desventajas.
7) La dinámica del Partido se agota en la gestión administrativa de lo político (…) desperdiciando muchas reservas de energía que deberían estar en el terreno, en las comunidades, junto con el pueblo. Este confinamiento del Partido en sí mismo, conduce al progresivo alejamiento de la cotidianidad del pueblo, al desconocimiento de sus demandas y problemas.
8) Un partido desvinculado de las luchas del pueblo y sus demandas, es un partido que ve seriamente limitada su capacidad para servir de instrumento motorizador de la transformación socialista de la sociedad.
El documento termina con un amplio llamado a la construcción del bloque patriótico, democrático y popular como resultado del esfuerzo en el Gran Polo Patriótico, para que el PSUV sea el más activo participante del gran esfuerzo de unir a los patriotas venezolanos y venezolanas en la gran tarea de defender la Independencia y la Soberanía Nacional y Popular como única garantía de lograr una sociedad donde el pueblo venezolano garantice la plena satisfacción de sus necesidades humanas.
Así mismo hace un llamado a debatir ampliamente y aprobar un plan de construcción del Socialismo en lo concreto, impulsando además la contraloría social de la gestión de gobierno y proponer soluciones, así como protagonizar la denuncia y el combate a la explotación concreta del capitalismo (depredación ambiental, estafa, atropello laboral, especulación, etc.) y su superación, a través de medidas y políticas socialistas.
Como podemos observar, el diagnóstico de la propia crisis de representación política que experimentaba el debilitado “Príncipe Moderno” ya había sido advertido y analizado el propio Chávez. ¿Lo estudiarán?
Notas:
1Liderazgo situacional J.A. Moreno. En: http://sedisasigloxxi.es/IMG/article_PDF/article_a191.pdf;
2 Antonio Gramsci. El Cesarismo: http://www.gramsci.org.ar/TOMO3/084_cesarismo.htm
3El Presidente Chávez reflexiona sobre la importancia del liderazgo colectivo en la revolución bolivariana. En: http://www.aporrea.org/actualidad/n184718.html
4 HuguesPortelli. Gramsci y el bloque histórico. En: http://www.socialismo-chileno.org/febrero/Biblioteca/portelli.pdf
5 Antonio Gramsci: El moderno Principe. En: www.omegalfa.es/downloadfile.php?file=libros/el-moderno-principe.pdf; Catedra Atilio Borón: resumen de “El Príncipe Moderno”. En: http://www.altillo.com/examenes/uba/cssociales/carrcpolitica/teorpolysoc2/teorpolysoc2_2014_resuprin_boron.asp
6 (Video y transcripción) Chávez llama a conformar el Partido Socialista: Al socialismo no vamos a llegar por arte de magia… necesitamos un partido, no una sopa de letras. En: http://www.aporrea.org/actualidad/n87995.html
7 NIKOLAI BUJARIN José María Laso Prieto. https://pendientedemigracion.ucm.es/info/eurotheo/hismat/proyecto/bujarin.htm
8 Lenin. Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática. http://juventud.psuv.org.ve/wp-content/uploads/2009/05/dos-tacticas-de-la-socialdemocracia-lenin.pdf
9 Mao Tse-tung. Sobre la nueva democracia. https://www.marxists.org/espanol/mao/escritos/ND40s.html; Democracia y Modernidad Socialista en China. Heinz Dieterich: http://www.aporrea.org/ideologia/a127107.html
10Estudio preliminar 1958-1964: Proceso de la Revolución Democrática. Fundar las bases de un nuevo orden político nacional. Luis Ricardo Dávilahttp://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/26433/1/antologia-politica.pdf
11 Líneas estratégicas de acción política. PSUV. En: http://www.psuv.org.ve/wp-content/uploads/2011/01/LINEAS-ESTRATEGICAS-PSUV1.pdf