Shock mundial: se impuso Donald Trump/ Tiempos ominosos
David Brooks-La Jornada|
Donald Trump, el multimillonario populista acusado de ser un demagogo, depredador sexual, xenófobo, quien descarta la ciencia del cambio climático y una de las personas más descalificadas para ser presidente en la historia del país, ahora estará por asumir la riendas –y el botón nuclear– de la mayor potencia en el mundo. Los estadounidenses votaron, quizá, por un cambio, pero…
Al pasar las horas esta noche, millones de ciudadanos, expertos, analistas, políticos y más no podían creerlo: uno por uno de los estados claves que determinarían el resultado fueron cayendo en manos de Donald Trump, y al final el candidato insurgente republicano se convirtió en el presidente electo de Estados Unidos.
A las 2:30 am hora local, el candidato republicano salió a declarar su triunfo en el hotel Hilton, en Manhattan. Acompañado por su familia y por el vicepresidente electo, Mike Pence, declaró que deseaba unir el país después de esta contienda. Es hora de que nos juntemos como un solo pueblo unido, afirmó, jurando que será el presidente de todos los estadunidenses.
Prometió invertir en la infraestructura de la nación y que los hombres y mujeres olvidados de nuestro país ya no serán olvidados más. En el ámbito internacional, indicó, buscaré colaboración y no conflicto, y que aunque siempre pondrá a “America primero”, estará dispuesto a hablar con otros países de igual a igual. Después de la ovación se despidió y por las bocinas del salón se tocó You can’t always get want you want, de los Rolling Stones.
A las 3 de la madrugada ganaba la elección con 291 votos frente a 218 de Hillary Clinton en el Colegio Electoral, y, en números preliminares, con 57.5 millones de votos frente a 56.8 millones de su contrincante.
Los expertos buscaban explicar por qué sus sondeos y los sofisticados modelos de pronóstico fallaron; los políticos de la cúpula, incluso del propio Partido Republicano, no sabían cómo responder y los mercados bursátiles se alarmaron, indicando la posibilidad de un derrumbe bursátil el miércoles en las bolsas de valores estadunidenses.
Cunde la incredulidad y el temor entre varias comunidades: inmigrantes mexicanos y latinoamericanos no podían creerlo, comunidades musulmanas se angustiaron, organizaciones leales al Partido Demócrata, de defensa de los derechos de la mujer, los sindicatos y los ambientalistas, entre otros, consideran que es un desastre.
La insurgencia populista triunfó. Algunos argumentaron que si ya no estaba la opción de hacerlo por la izquierda –decenas de millones expresaron su hartazgo, desencanto y sus temores–, lo harían por la derecha (no pocos comentaban esta noche que el socialista democrático Bernie Sanders podría haber ganado ante este escenario).
Ese hartazgo –registrado desde el inicio de esta contienda, hace año y medio en sondeos, entrevistas y cantinas– con lo que se percibía como una cúpula arrogante y cínica, desapegada de las mayorías y que hace el trabajo para una élite de intereses poderosos.
Con ello, la candidata por excelencia de ese establishment, la reina política del país, fue derrocada. Justo en el momento de su coronación todo se vino abajo. Ya se había preparado el anuncio y el festejo oficial de que Hillary Clinton sería la primera presidenta de Estados Unidos; ya estaban redactados los discursos sobre cómo se estaba marcando historia, pero esta noche todo eso quedó interrumpido.
Pero Hillary Clinton rehusó ofrecer un discurso de concesión esta noche ante sus seguidores. Su jefe de campaña, John Podesta, llegó a las 2 de la madrugada al centro de convenciones Javits, donde se había preparado el festejo de su triunfo, para anunciar que Clinton no tendría mensaje esta noche, ya que quedan votos para contar, y que no habría más hasta ver los últimos votos. Poco después se anunció que la demócrata había telefoneado a Trump para aceptar su derrota.
Algunos señalaron que en parte el resultado fue una rebelión racista contra el primer presidente afroestadunidense, pero otros indicaron que era más que eso, que era una expresión de repudio contra toda la cúpula –la demócrata y la republicana– y sus patrones.
La fuerza de Trump en los estados industriales fue clave en generar un apoyo masivo entre trabajadores, resultado de su constante consigna contra los acuerdos de libre comercio, sobre todo el tratado con México y Canadá. En parte, esto es la cosecha de tres décadas de políticas neoliberales aplicadas dentro de Estados Unidos, parte de lo cual fue atacado por el magnate.
Algunos pintaron esta contienda como una entre el Estados Unidos del futuro y el país del pasado. Los resultados preliminares mostraban que la coalición de latinos y mujeres, y en menor grado –y esto podría haber sido una clave en el derrumbe– los jóvenes y los afroestadunidenses, fueron la base sobre la que dependía la demócrata para llegar a la Casa Blanca. Pero no lograron derrotar la apuesta de Trump sobre los blancos, sobre todo los no jóvenes, y un reducido sector latino conservador y antimigrante. La vulnerabilidad de Clinton siguió expresándose en una reducción del apoyo del voto joven y el afroestadunidense, en comparación con el ofrecido a Barack Obama hace cuatro y ocho años.
La elección, según sondeos preliminares, comprobó que esta fue una contienda en contra, y no en favor, de ambos candidatos, los más desaprobados por el electorado en la historia moderna del país. Alrededor de 20 por ciento de los votantes de Clinton, según encuestas a boca de urna, informaron que habían emitido su voto en contra de Trump, mientras 27 por ciento del sufragio para Trump fue más bien contra Clinton.
A la vez, mayorías expresaron que no confiaban en la honestidad e integridad de ambos candidatos presidenciales. Pero por un porcentaje elevado, Trump ganó la mayor parte de los que decían que reprobaban a ambos. Por tanto, no es necesariamente que la gente haya votado por Trump, sino, como comentó uno de sus simpatizantes, por un volcán que necesitamos para quitarnos de encima a los políticos corruptos de ambos partidos.
Trump será el primer presidente en la historia que llega a la Casa Blanca sin ninguna experiencia política y sin ocupar algún puesto electivo. Ese hecho fue presentado por él como prueba de que era un insurgente, o sea, alguien externo a la clase política (aunque, como todo multimillonario, financiaba a integrantes de esa clase política, incluyendo donaciones de fondos a la campaña legislativa de su contrincante Hillary Clinton).
Con el triunfo del multimillonario, el Partido Republicano controlará tanto la Casa Blanca como ambas cámaras del Congreso, ya que mantuvo su mayoría en ambas cámaras esta noche (estaban en juego todas las 435 curules de la cámara baja y un tercio, 34 curules, del Senado). Sin embargo, será un partido en crisis y fracturado, ya que gran parte de la cúpula de ese partido se opuso a Trump. Hasta el último presidente republicano, George W. Bush, y el ex candidato presidencial de su partido hace cuatro años, Mitt Romney, no votaron por el abanderado hoy, y el líder de la cámara baja, el republicano más poderoso hasta ahora en Washington, Paul Ryan, tiene una relación hostil con él.
Las otras elecciones
Más allá de las elecciones federales, la mejor noticia para los inmigrantes fue la derrota, después de dos décadas en el poder, del alguacil Joe Arpaio -tal vez el símbolo nacional antimigrantes de mayor perfil.
Y la mariguana (y con ello el rechazo al esquema de la llamada guerra contra las drogas) triunfó. En California, el mercado más grande de este país, fue aprobada por referendo la iniciativa para la legalización de la mariguana. Massachusetts fue el primer estado del este en legalizarla. Según proyecciones, Florida se convirtió en el primer estado del sur del país en legalizar la cannabis para usos médicos. Para algunos, después del aparente resultado presidencial, esta es la mejor –y más necesaria- noticia del día para aguantar lo que podría ser una noche larga en este país.
No pocos están semibromeando con abandonar el país, solicitar asilo en otros países. Esta noche el sitio oficial para asuntos migratorios de Canadá en Internet se cayó repetidamente por el volumen de consultas.
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Anexo1
Trump dio el batacazo e hizo temblar al mundo
Página 12| Al igual que lo que sucedió este año en el plebiscito por el Brexit en Gran Bretaña y por la Paz de Colombia, fallaron los pronósticos. Se abre un nuevo período en la política norteamericana y tendrá alcances globales.
El resultado volvió a contrariar a la mayoría de los pronósticos, que al igual que lo que sucedió este año en el plebiscito por el Brexit en Gran Bretaña y por la Paz de Colombia, fallaron. La victoria del magnate abre un nuevo período en la política norteamericana y las consecuencias de este resultado tendrán alcances globales.
Lanzado a la arena política hace apenas un año y medio, cuando anunció que competiría por la nominación republicana, este multimillonario que hizo su fortuna en el negocio inmobiliario y su fama como playboy y anfitrión de un reality show se convirtió anoche en el hombre más viejo en llegar a la presidencia de los Estados Unidos, superando en algunos meses a Ronald Reagan, otro outsider que trazó su camino hacia la Casa Blanca. Su campaña desprolija y poco profesional, plagada de improperios y boutades, obligará a reescribir los manuales de política electoral. Ninguno de los “errores” cometidos por Trump en sus últimos 18 meses fue suficiente para impedirle dar la sorpresa más grande de la que se tenga memoria en la historia política norteamericana.
En ese sentido, cobrará valor en los análisis posteriores el rol de su rival. Clinton, ex primera dama, ex senadora, ex secretaria de Estado, estaba mucho más preparada que Trump para ocupar la presidencia, pero nunca pudo hacer pie en una campaña en la que tuvo que luchar contra una sociedad norteamericana que ponía en el establishment las culpas de la malaria posterior a la crisis económica del 2008. Una serie de escándalos que afectaron la confianza de su base electoral en ella limaron los bordes de la coalición que le había dado al Partido Demócrata la victoria en las últimas dos elecciones presidenciales y el apoyo de figuras populares, como el presidente Barack Obama, la primera dama Michelle Obama, el senador Bernie Sanders y su marido el ex presidente Bill Clinton no alcanzaron para compensar su falta de carisma y conexión con el público.
Durante toda la campaña Trump presentó un discurso extremo, prometiendo levantar un muro para terminar con la inmigración mexicana, prohibir la entrada de musulmanes al país y deportar a todos los habitantes del territorio de los Estados Unidos que no hayan ingresado legalmente al país. También prometió un mayor proteccionismo económico y un importante recorte de impuestos a los sectores concentrados de la economía con la promesa que esas medidas promoverían la creación de empleo. La bolsa de Japón se desplomó incluso antes de que se confirme la victoria del republicano y hoy los mercados de todo el mundo reflejarán el cimbronazo causado por los resultados electorales de los Estados Unidos.
La victoria de Trump confirma la reconfiguración del esquema político que rigió en Estados Unidos durante los últimos 35 años, desde Ronald Reagan. El caudal de votos que logró Trump en los estados del norte indican que los votantes blancos de clase media baja, golpeados por las consecuencias de la crisis de 2008, abandonaron la coalición demócrata y se volcaron hacia el Partido Republicano. La suma del voto de minorías, mujeres y jóvenes no le alcanzó a los demócratas para repetir el logro de las dos elecciones presidenciales anteriores. La cantidad record de latinos que acudieron a las urnas no pudo compensar la caída en el voto de negros y de jóvenes, que habían acompañado a Obama y no se sumaron masivamente a la propuesta de Clinton.
Ahora, los dos grandes partidos que marcaron la vida política en este país durante el último siglo y medio enfrentan desafíos inéditos. Los republicanos, que habían abjurado de su propio candidato durante la campaña, tendrán ahora que rendirse ante un Trump que podrá alegar, y con razón, que ganó esta elección él solo. La negociación en el Congreso, con dos mayorías oficialistas pero reticentes, marcará los primeros meses de su gestión. Los demócratas deberán solventar las divisiones entre un establishment cercano a las corporaciones y a Wall Street, quizas el gran derrotado de estos comicios, y unas bases progresistas que en las primarias casi tuercen el brazo de la cúpula y en las generales no acompañaron en número suficiente a la candidata que les tocó en suerte.
Esta elección marcó, acaso, el final de una época. El mundo adopta lentamente una nueva configuración, alejándose de los consensos que marcaron el final de la guerra fría y la trancisión entre el siglo XX y el siglo XXI. Los desafíos son inéditos, para los Estados Unidos y para el mundo que deberá lidiar con esta nueva iteración de la superpotencia, en manos de un hombre sin experiencia en política internacional, administración pública ni defensa. Lo que hay en el futuro son muchos más interrogantes que respuestas. Durante un año y medio el planeta se preparó para esta elección pero lo que sucedió anoche no parece un final sino más bien un comienzo, un comienzo de algo peligroso.
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Anexo 2
Traspié de los demócratas y de los medios que auguraban amplia victoria para Hillary
Silvia Arana| El gigantesco y poderoso conglomerado de medios estadounidenses y sus encuestas se derrumbaron estrepitosamente la noche del 9 de noviembre, al empezar a difundirse el recuento de los votos. CNN, The New York Times, The Washington Post, The Wall Street Journal, ABC, CBS todos habían pronosticado una ventaja considerable para Hillary Clinton hasta antes del anochecer.
El mensaje de Trump de que Clinton representaba la continuidad del statu quo, que lleva treinta años en la política, que respalda los tratados de libre comercio que han eliminado cientos de miles de trabajo en EE.UU. ha resonado en las áreas empobrecidas y con altas tasas de desempleo. La cantidad de votantes por Trump, sobretodo en el Rust Belt (cinturón del extremo superior de la región Noreste, Grandes Lagos y Medio Oeste que fue un poderoso centro industrial y que experimentó un fuerte declive económico desde los 80) fue mucho mayor de lo que se estimaba. Por el contrario, previo a las elecciones, los medios corporativos pronosticaban una gran movilización de votantes demócratas (con un énfasis en el voto latino por Hillary), lo que no sucedió.
Las cifras representan un serio cuestionamiento al estado de cosas. El Partido Demócrata dio por sentado que a pesar de que su gobierno deportó a más latinoamericanos que ningún otro gobierno anterior, este sector se movilizaría masivamente para darles una victoria contundente. El Partido Demócrata dio por sentado que las comunidades afroamericanas, que sufren índices de encarcelamiento masivo por políticas sancionadas por los mismos demócratas al igual que mayores tasas de desempleo que el resto de la población, se movilizarían para darles una victoria contundente. El Partido Demócrata subestimó la capacidad de reacción de la gente. Hubo una rebelión contra su política elitista, y contra las manipulaciones internas del partido para beneficiar a Hillary Clinton en perjuicio de Bernie Sanders, quien representaba el ala más progresista de los demócratas, capaz de movilizar a los jóvenes y a los trabajadores.
Será interesante ver qué ajustes hacen los medios que hasta hoy decían que Trump es un candidato despreciable, misógino, abusivo, que no tenía ninguna chance de ser presidente. De los cientos de encuestas realizadas en el país, tan solo una daba resultados estrechos, la de LA Times USC (http://www.latimes.com/politics/la-na-pol-usc-latimes-poll-20161108-story.html). Si gana Trump, como las últimas cifras parecen indicar, ¿cómo harán para dignificarlo como el presidente electo del “país más poderoso del mundo”?
Anexo 3
Tiempos ominosos
Editorial del diario La Jornada, México| Donald Trump, el aspirante presidencial republicano, se impuso ayer a su rival demócrata, Hillary Clinton, y su partido refrendaba un amplio dominio en ambas cámaras del Poder Legislativo. Semejante vuelco en la cúpula del poder político de la principal potencia del mundo es, desde luego, preocupante, si se tienen en cuenta los propósitos vertidos por el empresario neoyorquino durante su campaña, casi todos cargados de amenazas, fobias, belicismo, intolerancia y autoritarismo, y no pocos de los cuales han tenido como blanco a México y a los mexicanos.
Paradójicamente, este resultado, inesperado de acuerdo con la mayoría de las encuestas, que coincidían en conceder márgenes mínimos de ventaja a Clinton, expresa el tamaño del descontento social en Estados Unidos, en la medida en que el sufragio para el republicano es una expresión de rechazo al sistema político, a los partidos tradicionales y a las instituciones.
Asimismo, el que a pesar de los masivos y significativos respaldos recibidos, la demócrata no haya sido capaz de traducir en resultados reales sus respaldos y sus ventajas en encuestas, es indicativo de la impopularidad y la erosión de la credibilidad de su figura política, así como de un desinterés ciudadano en la tarea –que era ciertamente necesaria por razones de sentido común– de impedir la llegada de Trump a la Casa Blanca.
En términos de ética social y de conciencia cívica, la victoria de Trump es un dato devastador. El que una mentalidad tan rudimentaria, agresiva y chovinista haya logrado atraer a casi la mitad de los electores indica la persistencia de grandes bastiones de atraso político que contrastan con la modernidad de que hace gala el vecino país del norte.
Por desgracia, el triunfo del empresario racista, misógino, inescrupuloso y belicoso podría llevar al mundo a enfrentar una situación parecida a la que padeció cuando la administración de Bill Clinton fue sucedida por la de George W. Bush: un hito que marcó un generalizado retroceso en la legalidad internacional, los derechos humanos, la paz y la transparencia.
Un agravante adicional es que esas tendencias autoritarias, regresivas y fóbicas podrían contagiarse a algunos de los socios occidentales de Estados Unidos, como Francia, que está en vísperas de un proceso electoral. De hecho, la dirigente del ultraderechista Frente Nacional no esperó a que se consolidara la ventaja definitiva de Trump sobre Clinton para enviar, vía Twitter, un mensaje de felicitación al primero.
Otro efecto que puede sentirse desde ahora mismo es la inestabilidad financiera que se ha desatado en las bolsas y que puede perdurar cuando menos hasta el relevo presidencial en la Casa Blanca, previsto para enero del año entrante. Ese interregno podría generar un quebranto perdurable en diversas economías. En la nuestra, por lo pronto, en unas horas el peso mexicano había experimentado una devaluación mayor a la sufrida en el curso de todo este año.
Por último, está por verse el margen real de poder que el establishment estadunidense concederá al virtual presidente electo. Debe recordarse, a este efecto, que los intereses corporativos del país vecino conforman poderes fácticos que aprecian, por encima de todo, la estabilidad.