De la dictadura de los monopolios a la democratización de los medios de producción
Pasqualina Curcio|
Lo que actualmente ocurre en Venezuela es un capítulo más de las estrategias del imperialismo para desestabilizar, políticamente, a los pueblos que osan transitar hacia un modelo de justicia social, de igualdad y por lo tanto de verdadera libertad.
Entender que la escasez, las colas y la escalada de los precios son resultado de la manipulación de la economía constituye un elemento determinante y crítico para dar con soluciones no solo coyunturales, sino también estructurales que permitan hacer frente a lo que acontece. Mientras sigamos afirmando que la escasez, las colas y la inflación son consecuencia de la regulación de los precios, de la falta de divisas, incluso del fracaso del modelo rentista petrolero, no atinaremos con la solución.
Es fundamental colocar en su justa dimensión lo que ocurre en Venezuela. Se trata de estrategias ya probadas por el imperialismo. El capítulo Venezuela no es nuevo, cuando mucho tendrá algunas adaptaciones. Es ingenuo pensar que son las diez grandes empresas de capital nacional que de manera solitaria han estado distorsionando los mecanismos de distribución para generar el desabastecimiento programado de alimentos y medicamentos. La autoría tampoco es exclusividad de los partidos políticos de oposición. En este drama estos últimos son simples actores de reparto.
Quienes escriben el guion son las grandes corporaciones transnacionales, los grandes capitales, los monopolios, en resumen se trata del imperialismo tal como fue definido por V. I. Lenin: “El imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en la cual ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero, ha adquirido una importancia de primer orden la exportación de capital, ha empezado el reparto del mundo por los trusts internacionales y ha terminado el reparto de todo el territorio del mismo entre los países capitalistas más importantes”.[1]
Las grandes corporaciones buscan, como siempre lo han hecho, tener el control de las riquezas naturales, de los territorios, pero sobre todo y sin que quede la menor duda, el principal objetivo es evitar a toda costa que sistemas distintos al capitalismo muestren resultados exitosos para las mayorías.
Antes de analizar el caso Venezuela, y con el objetivo de dejar evidencia de que las atrocidades a las que hemos estado sometidos como pueblo ya han sido vividas y experimentadas en otros territorios, mostraremos algunas escenas de capítulos anteriores.
Chile 1970-1973: al igual que en el caso venezolano, los chilenos se vieron obligados a hacer largas colas para adquirir los bienes esenciales, especialmente los alimentos. También fueron víctimas de una escalada de precios, la inflación en 1973 alcanzó niveles exorbitantes de 352,8% [2] atribuida, entre otras razones, a la escasez que presionaba al incremento de los precios en el mercado negro. Inflación que por cierto fue mucho más elevada durante la dictadura de Pinochet: en 1974 alcanzó niveles de 504,7%, en 1975 fue 374,7%, en 1976 llegó a ser 211,9%. Mientras el promedio de la inflación los tres años de Allende fue 150,2%, los tres primeros años de la dictadura de Pinochet fue de 363,8%, 2,5 veces más alta.
De acuerdo con la teoría de los mercados, la escasez se presenta cuando la oferta no es suficiente para cubrir la demanda, en otras palabras cuando disminuye la disponibilidad de los bienes, cuando la producción es menor, por lo tanto, tales niveles de escasez registrados en Chile debieron haberse reflejado es una caída importante del producto interno bruto.
No obstante, Hugo Fazio, presidente del Banco Central de Chile desde 1970 hasta 1973 afirmó en una entrevista realizada en 2015: “Si uno estudia las cifras de la economía chilena de ese período, la producción chilena nunca disminuyó, entonces, desde ese punto de vista, no se explicaba el desabastecimiento. Lo que se produjo fue un gran acaparamiento de productos, cosa que quedó inmediatamente al descubierto, después del golpe, o sea, después del golpe inmediatamente el tipo de bienes que no existían, existían.” [3]
En ese momento, se identificó claramente que la causa de la escasez no era la baja producción, sino la distorsión de los canales de distribución. En diciembre de 1972, el periódico El Siglo publicó en un artículo titulado “Asunto clave: derrotar el mercado negro”, lo siguiente: “El asunto decisivo es y será siempre el de la producción. No obstante, un análisis somero de la situación actual permite afirmar que en la distribución de los productos hay tareas urgentes del Gobierno y del pueblo que, de ser llevadas adelante, permitirán aliviar considerablemente la situación.” [4]
Se trató de una manipulación de los mecanismos de distribución que impedían que los bienes llegaran de manera regular a los establecimientos, generaban la sensación de escasez y con ella las colas, el mercado negro, la presión al alza de los precios, el malestar de la población y la desestabilización política.
Esta situación fue corroborada treinta años más tarde cuando el Departamento de los Estados Unidos desclasificó los documentos relacionados con el Golpe en Chile. Entre dichos documentos se encuentra el manuscrito cuando el entonces presidente Nixon da la instrucción de hacer chillar la economía chilena. Se reconoce en esos documentos que la estrategia utilizada para alcanzar sus objetivos de derrocar el gobierno socialista de Allende fue el embargo comercial encubierto. [5]
Para hacer chillar las economías se requiere del poder de las grandes corporaciones, son estas las que están en capacidad, con la aplicación de múltiples mecanismos, manipulando precios y cantidades, las que logran la desestabilización no solo de los mercados sino, sobre todo, de la política. Poder con el que cuentan debido a la cada vez más alta concentración de los capitales.
En aquel momento, los sectores que hacían oposición al Gobierno de Allende, manifestaban que la causa de tal situación fue el fracaso de la experiencia económica socialista. El 11 de agosto de 1973, un mes antes del golpe de Estado, los sectores de oposición a la Unidad Popular publicaron en El Mercurio, un artículo con las pautas económicas para reestructurar totalmente la economía nacional. Este artículo, titulado “Temas económicos, ideas para la reestructuración nacional” planteaba entre otros aspectos que: “resuelto el problema de la estabilidad política debe pensarse en un conjunto de políticas económicas racionales que permitan el desarrollo de las potencialidades del país. El primer problema que debe resolverse es el de la organización de la producción; en este sentido la experiencia UP de estatización ha resultado claramente un fracaso y debe en consecuencia cambiarse, por la vía de descentralizar el aparato productivo; la descentralización se puede llevar a cabo entregando el manejo de los medios de producción al sector privado…”
Sin embargo, y tal como lo afirmó Fazio, los datos muestran que los niveles de escasez en Chile no se correspondieron con caídas importantes de la producción. La siguiente gráfica muestra que el Producto interno Bruto per cápita en Chile, se ubicó durante esos tres años, por encima de años anteriores, incluso por encima de los años siguientes durante la dictadura de Pinochet, momento en el que por cierto, no se veían colas a las puertas de los establecimientos.
El PIB per cápita en 1971 se ubicó 17% por encima del promedio registrado en la década de los 60’, y 12% superior a los diez años siguientes después del golpe de Estado, durante la dictadura de Pinochet. Incluso el año 1973, a pesar de la huelga general y de transportistas, el PIB per cápita, estuvo por encima del promedio de las décadas previa y siguiente. El siguiente gráfico muestra el producto interno bruto per cápita de Chile entre 1960 y 1984. Se observa que el promedio entre 1960 y 1970 fue 4.779, entre 1874 y 1984 fue 5.012, niveles que se ubicaron por debajo de los registrados los tres años del gobierno de Allende.
Son muchas más las similitudes del capítulo Venezuela con el de Chile [6]. No obstante, ya para cerrar el caso de Chile, citamos dos declaraciones, por una parte, la del Consejo Directivo Nacional de la Central Única de Trabajadores, el 9 de septiembre de 1972 y por la otra, la del presidente de la Cámara del Senado, el 11 de octubre de 1972.
Se lee en la declaración de los trabajadores: “Un gran peligro se cierne sobre nuestro país. El vandalismo en las calles, el sabotaje económico, el acaparamiento, la especulación, el mercado negro, el crimen organizado, el asesinato de personas, el terror desatado contra la población, configuran el rostro tenebroso del fascismo, la nueva cara de la derecha, de los monopolios nacionales y extranjeros que, heridos de muerte, condicionan un clima propicio para el golpe de Estado y desencadenan la guerra civil.” [7]
Con esta cita queremos mostrar que las estrategias para la desestabilización política que han sido experimentadas y aplicadas, no solo han sido en el ámbito económico, sino también los relacionados con la seguridad ciudadana, el crimen organizado y asesinatos.
Por su parte, el presidente en ejercicio de la Cámara, Eduardo Cerda, el 11 de octubre de 1972, cerró una manifestación diciendo que había más de un millón de chilenos reunidos, y que esa marcha era más que una petición para cambiar rumbos, era más que una protesta, era una notificación al Gobierno. Se refería a la escalada del Ejecutivo contra los medios de difusión, catalogándola como típica de los regímenes totalitarios, que querían obtener el traspaso de la Papelera por un método inmoral, como era la quiebra económica. “Por eso le decimos, dijo, señor Allende, que en su escalada totalitaria contra los medios de difusión se va a encontrar con todos nosotros y que si su intento es atropellar la democracia le repito lo dicho por el senador Fuentealba, en nombre de todos los partidos democráticos: No pasará. Se refirió Cerda también a la grave crisis económica, a la inflación que llegaría a fines de año al 150%; al desabastecimiento, al mercado negro que prospera a la sombra de los señores de la UP. Advirtió finalmente que con el pueblo no se juega, y señaló la importancia de la elección parlamentaria de marzo para poder reformar la Constitución, permitiendo que a través de un plebiscito se pueda decidir si el Gobierno de la República que dirija en ese momento el destino de Chile debe continuar o poner término inmediato a su gobierno, caso en el cual habrá que llamar a nuevas elecciones presidenciales.”[8]
Cualquier parecido con la realidad actual venezolana no es casualidad. No solo sorprende la similitud. Después de 44 años llama la atención que quienes calificaron el gobierno de Allende como totalitario, un año después fueron los protagonistas del inicio de una de las dictaduras más sangrientas del continente, que dejó por lo menos 40.000 víctimas entre muertos y desaparecidos.
URSS 1980-1989: entre 1980 y 1989, década previa a la caída del Muro de Berlín, y con esta el “desmantelamiento del Bloque Soviético”, el pueblo, al igual que en Chile y ahora en Venezuela, debió hacer largas colas para adquirir producto esenciales, especialmente los alimentos. Leemos en la mayoría de los libros que recogen la historia económica de la URSS que se trataba de la manifestación del fracaso del socialismo. No había qué comer por la ineficiencia de las empresas estatales que no eran capaces de producir. La población se encontraba en las peores condiciones de vida por culpa de un intento de modelo económico que a todas luces fracasó.
Sin embargo, Valentine Rushnikova, un economista, exempleado de la comisión agroindustrial Estado de la URSS, afirmó en 2011: “Hace 20 años los destructores del País de los Soviets consiguieron culminar el golpe de Estado y comenzar la restauración del capitalismo en nuestro país. Mucho antes de 1991 ya se había creado y estaba en pleno funcionamiento la “quinta columna”, inculcando progresivamente en la conciencia de la gente el irrespeto por el modo de vida socialista, a menudo originando problemas de un modo artificial. No solo operaba la propaganda antisoviética, que se servía de determinadas dificultades del sistema socialista, también estaba en marcha la actividad saboteadora, oculta hasta ese momento.” [9]
De acuerdo con lo planteado por Rushnikova: “Una de las direcciones fundamentales para exacerbar la tensión en la sociedad fue la creación artificial de problemas relacionados con el suministro de bienes de consumo, en primer lugar con productos de alimentación. Desde mediados de los 80, en muchas ciudades y núcleos urbanos comenzaron a escasear los productos de alimentación en muchos aparadores de las tiendas, y no solo las exquisiteces, sino también los productos de consumo diario. Era un proceso que iba en aumento de año en año, con la única excepción de la capital, donde la variedad de productos de alimentación se mantenía a un nivel decente.” [10]
Sin embargo, y también similar al comportamiento de la economía chilena entre 1970 y 1973, y la venezolana entre 2012 y 2015, el producto interno bruto en la URSS siguió mostrando una tendencia creciente durante la década de los 80’. La siguiente gráfica muestra el PIB per cápita de la URSS desde 1946 hasta 2008. Se observa en primer lugar, un aumento sostenido desde la década de los 60’ hasta 1989. A partir de 1990, luego de la caída del Muro de Berlín y del desmantelamiento de la URSS, se revierte la tendencia y cae drásticamente la producción nacional.
En segundo lugar, la producción nacional per cápita desde 1980 hasta 1989 fue la históricamente más alta, situación que, al igual que los capítulos Chile y Venezuela, no se corresponde con los supuestos niveles de escasez, colas y proliferación de mercados ilegales. En 1989 el PIB per cápita superó los 7.000 US$.
Al respecto, el economista Rushnikova ofrece datos interesantes que permiten analizar lo que ocurrió en la URSS a finales de la década de los 90’. Afirma: “En 1987 el volumen de producción de la industria alimentaria, en comparación con los indicadores de 1980, había crecido en un 130%. En el sector cárnico, ese crecimiento ─en comparación con 1980─ había sido de un 135%, en el sector de lácteos fue de un 131%, en el de pescado de un 132% y en el de derivados de la harina, de un 123%. En ese mismo periodo de tiempo, el crecimiento de la población fue de un 6,7%, mientras que el salario medio en la economía creció de media un 19%. En consecuencia, la producción de productos de alimentación en nuestro país iba muy por delante del incremento de población y del poder adquisitivo.” [11]
De hecho, los alimentos que efectivamente eran producidos, luego de hacer largas colas o pagar precios más altos en el mercado negro, el pueblo los consumía. Según datos de la FAO, el consumo promedio de alimentos por persona al día, estuvo alrededor de las 3500 kilocalorías durante toda la década de los 80’. Resalta el hecho de que el consumo mostró un franco crecimiento desde 1969, para ese año, los niveles eran de 3000 kilocalorías, alcanzando las 3500 en 1989. Luego de la caída del Muro en noviembre de ese año, y con la llegada del capitalismo, el consumo de alimentos descendió de manera abrupta ubicándose en 2800 Kilocalorías por persona por día en 1991, casi en el límite de la Seguridad Alimentaria establecido por la FAO. [12]
Continúa el economista afirmando: “Todas las empresas de la industria alimentaria trabajaban a plena capacidad, estaban garantizados los suministros de productos agrícolas y de otros tipos de materias primas necesarios para su funcionamiento, así como la mano de obra. Significa esto que el desarrollo de la industria alimentaria en modo alguno pudo ser el causante de la escasez de género en las tiendas de comestibles.” [13]
La conclusión a la que llega no es distinta a la denuncia que realizó Allende en 1972 ante la Organización de las Naciones Unidas, ni a la que se sostiene acerca de lo que actualmente ocurre en Venezuela. Plantea Rushnikova: “Por eso solo cabe hacer una deducción: la escasez fue generada de modo consciente, artificial, pero no en la etapa de la producción, sino en la esfera de la distribución. El objetivo era crear tensión social en el país. Por cierto, que nuestra generación recuerda bien el programa <600 segundos>. En él, en 1990, se mostraron reportajes bastante elocuentes de cómo se destruía embutido, mantequilla, aceite y otros productos que ya eran deficitarios en ese momento. En una de las publicaciones de la época, el entonces alcalde de Moscú y hoy consejero del alcalde, Gabril Popov, reconocía esos casos en que se destruían productos de alimentación con el objetivo de generar escasez en la ciudad. En la prensa se informaba cómo se habían detenido al unísono, para ser reparadas, todas las empresas que producían tabaco y detergente.”
Al igual que el caso de Chile, las coincidencias entre los capítulos de la URSS y Venezuela no son casualidad. El gráfico siguiente muestra los niveles de producción desde 1980 hasta 2015 en Venezuela y se contrastan con los niveles de escasez. Tal como hemos dicho en anteriores ocasiones, no existe correspondencia alguna entre los niveles de producción, la escasez y las colas que desde 2012 padecemos los venezolanos. Se ha seguido produciendo, pero han alterado de manera encubierta los mecanismos de distribución de los bienes de primera necesidad. Situación que sin duda ha afectado todos los hogares venezolanos y ha generado malestar social.
De manera similar a la URSS, el consumo de alimentos en Venezuela desde el año 2012, cuando inician las acciones inhumanas contra el pueblo venezolano al privarlo de los alimentos y hasta el 2015, se ubicó en promedio en 3.088 kilocalorías por persona al día, es decir, muy por encima de las 2700 kilocalorías mínimas que establece la FAO para garantizar la seguridad alimentaria. En cambio, en la década de los 80’ y 90’ el consumo promedio se ubicó en 2366 kilocalorías.
Cabe preguntarse entonces si esas colas son síntomas del fracaso de los modelos socialistas e igualitarios hacia los cuales algunos pueblos han querido transitar, o por el contrario son las manifestaciones de las prácticas de sabotaje que el imperialismo activa cada vez que percibe cualquier amenaza de instauración de un modelo económico, social y político alternativo al capitalismo. Prácticas que, como los ejemplos dados, en algunos casos han sido encubiertas y veladas, y en otros, como por ejemplo en Cuba, han estado formalizadas.
Los ejemplos anteriores nos dan cuenta de la dimensión de lo que actualmente ocurre en Venezuela. Es por tal motivo que afirmar que es consecuencia de la regulación de precios, de la falta de divisas, del modelo bolivariano instaurado desde 1999, o incluso del fracaso del modelo rentista petrolero, es no tener clara la magnitud de lo que acontece, ni estar consciente de las prácticas atroces que las grandes corporaciones, en complicidad con sectores políticos internos, son capaces de activar para desestabilizar los mercados y con ello la vida política.
La superación de la situación actual no pasa por incrementar los precios regulados, mucho menos por liberarlos, tampoco pasa por liberar el mercado de divisas, que por lo demás se ha constituido en un mecanismo de apropiación de la renta petrolera por parte de estas grandes corporaciones. Caer en el chantaje de entregarles más y más divisas a tasa preferencial y aumentar los precios de los bienes esenciales, solo contribuye a financiar las acciones de guerra a estas grandes corporaciones.
La solución en lo coyuntural es ejercer mayor regulación y control de la producción, importación y distribución a estos monopolios nacionales y transnacionales de los alimentos, medicamentos, productos de higiene y de repuestos, por cierto, tal y como se hace en cualquier país del mundo capitalista.
Han pasado 4 años de sabotaje intenso e incesante a la economía venezolana, generando serias dificultades al pueblo para acceder a los bienes de primera necesidad. No existen razones para pensar que quienes están detrás de estas acciones desistan en estos momentos, por el contrario, se espera una intensificación de estas prácticas de sabotaje. Hemos observado que desde marzo de este año, no solo ha habido una distorsión encubierta de los mecanismos de distribución, sino que además han disminuido de manera importante los niveles de producción de los alimentos esenciales.
Por ejemplo, una de las principales empresas responsables de producir y distribuir alimentos, que cuenta con un amplio poder del mercado de rubros esenciales para la dieta del venezolano, ha disminuido en 36% sus niveles de producción desde marzo de este año (incluye los rubros: harina de maíz precocida, arroz, pastas alimenticias, aceite, margarina, salsa de tomate, mayonesa y atún). Entre enero de 2012 y marzo 2016, el promedio de producción era 1,16 kilogramos quincenales por persona, desde principios de abril hasta mediados de agosto de 2016 la producción descendió a 0,74 en promedio, históricamente el más bajo desde 2012.
Seguimos sin comprender cómo es que en 4 años, los miles de trabajadores del campo no han dejado de sembrar, cosechar y abastecer de alimentos al pueblo venezolano, mientras que las escasas 10 empresas de la agroindustria de la harina de maíz precocida, pastas alimenticias, arroz, leche, aceite, margarina, café y azúcar; las escasas 3 empresas que comercializan pañales, detergentes y toallas sanitarias; y las 10 empresas farmacéuticas encargadas del suministro de medicamentos, a pesar de su incuestionable capacidad financiera por su condición de grandes monopolios nacionales y transnacionales, no están garantizando el abastecimiento de estos bienes esenciales para la vida al pueblo venezolano, vulnerando de esta manera nuestros derechos fundamentales a la alimentación, la salud y la vida.
En lo coyuntural es exigencia inexcusable que el Estado, no solo el Gobierno, haga cumplir los artículos 3 y 55 de la Ley Orgánica de Precios Justos. Establece el artículo 3 en su numeral 7: “Proteger al pueblo contra las prácticas de acaparamiento, especulación, boicot, usura, desinformación y cualquier otra distorsión propia del modelo capitalista, que afecte el acceso a los bienes o servicios declarados o no de primera necesidad”. [14]
En el artículo 55 se lee: “Artículo 55. Quienes conjunta o separadamente, desarrollen o lleven a cabo acciones, incurran en omisiones que impidan de manera directa o indirecta la producción, fabricación, importación, acopio, transporte, distribución y comercialización de bienes, así como la prestación de servicios regulados por la Sundde, serán sancionados por vía judicial con prisión de diez (10) a doce (12) años. Igualmente serán sancionados con multa de mil (1000) a cincuenta mil unidades tributarias (50.000) y ocupación temporal hasta por ciento ochenta (180) días.”
Es imperativo hacer cumplir el artículo 7 del decreto con rango, valor y fuerza de ley antimonopolio que prohíbe “toda conducta tendiente a manipular los factores de producción, distribución, comercialización, desarrollo tecnológico o inversiones, en perjuicio de la competencia económica”. [15]
Es urgente hacer cumplir el artículo 9 del mencionado decreto ley, el cual prohíbe los acuerdos o prácticas concertadas para limitar la producción y distribución y comercialización. El artículo 12 que prohíbe el abuso de posición de dominio y la limitación injustificada de la producción y la distribución.
Es urgente, en lo coyuntural y en lo estructural, que el Estado asuma la producción de los bienes estratégicos los cuales están siendo privados al pueblo venezolano por parte de las grandes corporaciones.
Es fundamental en lo estructural, romper con la alta dependencia hacia estas grandes corporaciones, lo cual nos ha hecho vulnerables ante las acciones de sabotaje.
No negamos que es necesario y urgente superar el modelo rentista petrolero. Sin embargo, el modelo rentista per seno es la causa del problema, mucho menos lo es la posibilidad de contar con la renta que genera este recurso natural. En la siguiente gráfica se compara el comportamiento de los precios del petróleo y el producto interno bruto. Se muestra, que a pesar de la disminución del 60% del precio promedio del barril de petróleo entre el año 2012 y 2015, el cual pasó de 111,65 US$/barril a 44,65 US$/barril, los niveles de producción nacional no han caído en proporciones similares. Incluso, la producción del sector público ha mantenido su tendencia creciente. En otras palabras, no puede atribuirse la “escasez” a la caída de la producción consecuencia de la diminución de los precios del petróleo. Insistimos, las causas están asociadas a la distorsión de los mecanismos de distribución de los bienes esenciales.
Resaltamos el hecho de que ha sido la posibilidad de contar con la renta proveniente del petróleo lo que ha permitido al Estado resistir la acometida criminal de las grandes corporaciones que han pretendido dificultar el acceso a los alimentos y medicamentos. Ha sido el hecho de que el Estado sea propietario y administrador de dicha renta, lo que le ha permitido mantener las políticas sociales, incluidas la protección del empleo, especialmente el público, el salario, así como las misiones sociales, y lo que le ha permitido mantener la activación de la producción nacional a través de dicha renta.
Un escenario como al que ha estado sometido el pueblo venezolano desde 2012, hubiese sido menos soportable si además de depender de los grandes monopolios de la producción y distribución de alimentos, se tuviese que depender de estas mismas corporaciones para tener acceso a las divisas por parte del Estado.
En este contexto, es necesario precisar que no es suficiente con aumentar y diversificar la producción nacional y las exportaciones. Si bien es importante disminuir la dependencia de más del 95% de las exportaciones por concepto de petróleo y por tanto de ingreso de divisas, no estaríamos superando el problema de la dependencia hacia estos grandes monopolios, si la producción y la exportación ahora diversificadas están concentradas en las mismas grandes corporaciones. Las cuales no solo tendrían el poder del mercado de los bienes esenciales por su condición de monopolios, sino además del mercado de las divisas, independientemente de que la regulación establezca un porcentaje a ser entregado al Estado. Como hemos visto, en momentos de guerra no convencional, de la misma manera como acaparan productos pueden ser acaparadas las divisas.
En esencia, lo que debe ser superado es la dependencia hacia la dictadura de las grandes corporaciones nacionales y transnacionales de la producción y distribución de los bienes estratégicos. Para ello es vital avanzar hacia la verdadera democracia económica, hacia la democratización de los medios de producción, hacia la propiedad social, que por definición rompe con los monopolios. Es urgente modificar la base productiva. Deben conformarse redes económicas en lo territorial. Es imperativo avanzar en la economía comunal.
En eso consiste el Golpe de Timón.
Notas
[1] Lenin, V. I. “El Imperialismo, fase superior del Capitalismo”.
[2] CEPAL. CEPALSTAT. Estadísticas e indicadores económicos.
[3] Telesur. Hugo Fazio: Desabastecimiento en Chile fue producto de la especulación.
[4] El Siglo. “Asunto clave: derrotar el mercado negro”. 17 de diciembre de 1972.
[5] Las instrucciones fueron dadas en una reunión a la cual asistieron el Presidente Richard Nixon, Henry Kissinger, y el Director de la CIA, Richard Helms, quien registró de manera manuscrita las órdenes recibidas. El documento puede ser consultado aquí .Se recomienda, además, leer los documentos desclasificados relacionados con el Golpe Militar en Chile el 11 de septiembre de 1973.
[6] Invitamos a revisar el documento “Los 1000 días de Allende”, el cual es una compilación de lo publicado en todos los medios de comunicación desde el momento en el que Allende asume la presidencia de Chile, hasta que fue derrocado y asesinado en el marco de un golpe de Estado.
[7] Puro Chile. “Trabajadores de todos los sectores contra el Fascismo. La CUT llama a parar la sedición fascista”. 09 de septiembre de 1972.
[8] La Tercera Hora. “Masiva protesta de la oposición” . 11 de octubre de 1972.
[9] Radio del Sur. La escasez en la URSS se creó de un modo artificial. 19 de noviembre de 2011
[10] Ibidem
[11] Ibidem
[12] FAOSTAT
[13] Ibidem
[14] Ley Orgánica de Precios Justos.
[15] Decreto con rango, valor y fuerza de ley antimonopolio.