¿De qué comunidad internacional hablamos?
FRANKLIN GONZÁLEZ| Desde el punto de vista de las leyes y tratados internacionales, esto es, desde la estricta formalidad jurídica, la expresión comunidad internacional engloba todos los países representados en la Organización de la Naciones Unidas (ONU) —casi doscientos—, la gente del mundo y todos los actores del sistema internacional que comparten y respetan las “reglas de juegos” que establecieron los “ganadores” en la Segunda Guerra Mundial.
Visto así es un término muy ambiguo e impreciso, incluso algunos hablarían de una visión idealista y retórica. Y ciertamente, así lo han utilizado países como Estados Unidos y Gran Bretaña, para legitimar acciones unilaterales en el ámbito internacional, que sólo responden para afirmar o imponer su autoridad.
Desde la década del sesenta Estados Unidos mantiene un bloqueo contra Cuba y en compañía de su compinche, el Estado de Israel, hace caso omiso de las decisiones de la inmensa mayoría de los estados miembros de la comunidad internacional que han preconizado en las Naciones Unidas el levantamiento de ese bloqueo.
La invasión de Irak por parte de Estados Unidos y contando con el apoyo de sus incondicionales de siempre, fue descrita en su momento por las transnacionales de la información como una acción de la comunidad internacional, aunque esta no recibió nunca el apoyo de las naciones del mundo y ni siquiera de la Organización de las Naciones Unidas.
Estados Unidos, cuando no les conveniente que la ONU tome alguna decisión no favorable a sus intereses, acude al expediente del veto en el Consejo de Seguridad. En este sentido, lo ha utilizado en solitario en al menos 58 ocasiones, de las que 40 son resoluciones de condena a Israel por su reiterado incumplimiento en respetar el derecho del pueblo palestino a tener su propio territorio. Lo último ocurrió el 23 de septiembre de 2011 cuando, ante la legítima demanda de Palestina presentada ante la Asamblea General de las Naciones Unidas de ser miembro de pleno derecho, ya prevista desde 1948, el presidente Obama se opuso y amenazó con aplicar la fórmula del veto si fuera necesario.
Contra Libia y Muamar Gadafi se levantó esa “la comunidad internacional” (léase EE.UU., Europa Occidental y el Consejo de Seguridad), impusieron sus intereses sin consulta de ningún tipo al resto de las naciones que conforman el mundo, pero argumentaron que la intervención en Libia era legal, según el derecho internacional; legítima, según los principios de la solidaridad entre demócratas; y deseable, para la fraternidad internacionalista que une a los pueblos en lucha por su libertad.
Esa misma “comunidad Internacional” viene armando un expediente bien voluminoso contra Irán para actuar en cualquier momento con la excusa de que no se puede tolerar “tamaña irresponsabilidad de los dirigentes” de construir armas nucleares, importándoles un bledo los desmentidos del gobierno iraní sobre tales acusaciones.
Sin embargo, el veto de Rusia y China a la resolución sobre Siria presentada por el nada democrático Marruecos ante el Consejo de Seguridad de la ONU, cayó como un balde de agua fría a los dirigentes occidentales y a sus marionetas árabes.
Las transnacionales de la noticia hablan de “furia” entre elegantes diplomáticos de Gran Bretaña, de una “ola de indignación” en Francia y del asco que el doble veto produjo en la embajadora estadounidense ante la ONU, Susan Rice. Por su parte, el secretario general de las Naciones Unidas, como buen guardián de esa “comunidad internacional” y de su cargo, lamenta la falta de unanimidad del Consejo y expresa “la decepción para todos los que apoyan la democracia y los derechos humanos”.
Claro, ese lamento del señor Ban Ki-moon se inscribe en la diplomacia del mutismo conveniente y en la amnesia que sufre en algunos momentos, porque se ha acostumbrado a decir que sí a todo lo que esa “comunidad internacional” decide pero se le olvida con mucha frecuencia la política guerrerista de la actual administración estadounidense y de la OTAN.
Esa misma “comunidad internacional” no se da por vencida y está dispuesta a seguir bregando porque sus propuestas— siempre “benévolas”, “humanitarias” y “legítimas”— que, además, interpretan los deseos del mundo, se cumplan. Para ello promueven “las ideas democratizadoras” de la Liga Árabe, plagada de gobiernos monárquicos y negadoras de los derechos humanos de sus pueblos. Su objetivo está bien claro: hay que salir cómo sea del Jefe de Estado de Siria como lo dicen sin subterfugio alguno, tanto el presidente Obama como la secretaria de Estado Hillary Clinton.
El ministro británico de Asuntos Exteriores, William Hague, dijo sin tapujo lo siguiente: “En Libia teníamos la autorización de las Naciones Unidas para tomar todas las medidas necesarias. Dado lo que ha sucedido este fin de semana (es decir, el veto ruso-chino), no podríamos hacer pasar una resolución semejante. En segundo lugar, las consecuencias serían mucho más difíciles de prever en Siria de lo que fueron de una manera relativamente sencilla en Libia, debido al golpe de efecto a través de la región. En tercer lugar, esto tendría que llevarse a cabo de modo dramático en una mayor escala en Siria para ser efectivos”.
Por su parte, el canciller francés, Alain Juppé, también aportó lo suyo al decir que la Unión Europea se propone “ayudar a la oposición siria para que se estructure y organice”, al tiempo que amenazó con “endurecer aún más las sanciones” contra el Gobierno de Bashar Al Assad y agregó lapidariamente: “Europa va a endurecer las sanciones impuestas al régimen sirio y a tratar de aumentar la presión internacional hasta que el régimen compruebe que está completamente aislado y no puede continuar”.
Ante la protesta del gobierno de la presidenta Cristina Fernández por el envío de un submarino nuclear al Atlántico sur por parte del Reino Unido valdría preguntarse: ¿Qué ha dicho esa comunidad internacional sobre la solicitud de Argentina? ¿Se ha escuchado o leído alguna declaración del Secretario General de las Naciones Unidas Ban Ki-moon condenando tamaña arrogancia colonial por parte de Londres?
Estados Unidos ante esa situación y comportándose como Poncio Pilatos si dijo algo: es un “tema bilateral” que “debe ser solucionado directamente entre Argentina y el Reino Unido”
Qué hipocresía y qué doble moral la que prevalece en esa “comunidad Internacional”
Por eso hace falta la formación de una verdadera comunidad internacional, que sea realmente democrática y que responda a las demandas de la mayoría de los países y pueblos del mundo.
*Profesor y ex Director de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV