The Beautiful People
Editorial de 15yulltimo.com|
En su célebre entrevista, la misma donde se despachó lo que piensa sobre las mujeres chavistas, que en realidad es lo que piensan las mujeres como ella sobre aquellas a las que consideran de origen popular, Diana D’Agostino despachó otras frases para la galería. Y una muy notable fue esa donde afirma que todo lo que tiene lo tiene gracias a su marido, nuestro flamante presidente de la Asamblea Nacional Henry Ramos Allup.
No es difícil dar cuenta del porqué de la frase. En un medio donde a codazos y mordiscos los líderes de la derecha venezolana se disputan la posibilidad de ser las figuras principales del postchavismo, la señora D’Agostino rompe lanza por su esposo, lo cual es comprensible. Por lo demás, entendemos viene de un medio donde todas esas cosas como la emancipación de la mujer son una anatema, por lo que por más que a las feministas les reviente la afirmación, lo más seguro es que le tiene sin cuidado lo que piensen al respecto. Ella se considera, asume y piensa como la mujer de su esposo y no hay vuelta que darle.
Sin embargo, desde nuestro modesto punto de vista, lo más notable de esta afirmación es que en realidad es falsa. Y es tan falsa, que cuando se revisa la biografía de la señora D’Agostino, una de las cosas que se puede concluir es que todo lo que tiene –incluyendo al marido– se lo debe en realidad a otros tres hombres: su señor padre, a Carlos Andrés Pérez y a Pedro Tinoco.
Y Diana D’Agostino es la hija de Franco D’Agostino, uno de los más célebres –si no el más– contratista de la construcción en tiempos de la Cuarta República, y cuya empresa, DAYCO, todavía sigue construyendo. Franco D’Agostino pertenece a esa camada de italianos venidos a Venezuela luego de la caída del fascismo en Italia durante los años de la dictadura militar en Venezuela. Termina involucrado en el negocio de la construcción. Y junto a otros italianos migrados en el mismo lapso y que hicieron fortuna gracias a los contratos con el Estado, se asocia a los primeros tiempos del Banco Latino, cuando entonces no se llamaba así sino Banco Francés e Italiano para América del Sur.
El Banco Francés e Italiano para América del Sur, se crea en 1950 a partir de los enormes excedentes generados por los contratos en obras. Y desde muy temprano tuvo contactos con la banca europea para facilitar la fuga de capitales. Uno de sus promotores más entusiasta fue Pompeo D’Ambrosio, célebre filofascista fundador del Deportivo Italia. En los años 70, los socios del banco se juntan con Pedro Tinoco, el hijo del ministro todopoderoso de Juan Vicente Gómez, abogado de las principales transnacionales en el país y apoderado de los negocios de la familia Rockefeller. Pedro Tinoco hijo hereda todos los negocios del padre, incursionando también en la política. Durante el primer gobierno de Caldera fue nombrado ministro de Hacienda. Y es en esas funciones que conoce a Carlos Andrés Pérez.
A Pérez, que venía de ser el ministro del Interior de Betancourt, durante el gobierno de Caldera le tocó comandar la fracción parlamentaria de Acción Democrática en el Congreso de la República. Y era un puesto clave. Pues en la medida en que COPEI era minoría en el mismo, al ministro Tinoco le tocaba negociar con él todo lo referente a cualquier proyecto de ley o iniciativa que el Ejecutivo necesitase le fuera aprobada. Por esa vía terminan siendo socios, amigos y compadres. Siendo que la contraprestación exigida por CAP para apoyar las iniciativas de Caldera, siempre invariablemente terminaba involucrando contratos en obras.
Al concluir el gobierno de Caldera, Carlos Andrés Pérez, el amigo de Tinoco, asume la Presidencia de la República. Siendo entonces que Tinoco pasa a ejercer un doble cargo público: es electo diputado al Congreso por su propio partido y es nombrado ministro de Estado por CAP. En esta última responsabilidad le es encargado redactar el plan de gobierno, encargo compartido con Gumersindo Rodríguez, ministro de Planificación, y dicho sea de paso, padre de Francisco Rodríguez, el actual jefe para América Latina del Bank of American, amigo íntimo de Felipe Pérez Martí (el gurú del grupo ¿Qué Hacer?) y uno de los principales lobistas de los tenedores de bonos de la República. De las manos de Tinoco y Rodríguez surgió ese estrepitoso fracaso conocido como “La Gran Venezuela”.
Pero al tiempo de cumplir funciones públicas, Tinoco asumió otra función muy importante directamente en el sector privado. Y es que gracias a una estrategia concebida con el propio CAP, termina siendo nombrado como presidente del Banco Francés e Italiano, al cual cambian el nombre a Banco Latino. Por esta vía termina asociado con los italianos filofascistas devenidos capos de la construcción y luego en banqueros. A los cuales suma su propio clan: el de los socios y amigos de CAP, incluyendo en esta lista a Carmelo Lauría, Diego Arria y el mismísimo Gustavo Cisneros. Serán conocidos para la posteridad como la banda de Los Doce Apóstoles.
En torno a Los Doce Apóstoles empiezan a pulular algunas figuras menores que luego se harán más visibles, siendo las más notorias de todas Antonio Ledezma y Henry Ramos Allup, este último descendiente de libaneses de raigambre falangista. Ambos desarrollan el innoble oficio del trepar social, gracias a lo cual terminan casados con sendas señoritas de la sociedad. El primero con una Capriles: Mitzy. Y el segundo con una de las gemelas de Franco D’Agostino: Diana. La boda de Henry y Diana se celebró en 1985. Y a la misma asistieron, entre otros, el entonces presidente Jaime Lusinchi y su famosa secretaria Blanca Ibáñez. Eran los tiempos de RECADI y el mejor refinanciamiento del mundo.
Diana –cuya hermana gemela, Dora, es la esposa del exdirectivo de RCTV Eladio Lárez, el mismo de ¿Quién quiere ser millonario?– es una abogada que trabajó directamente como consultora jurídica de las empresas de su papá pero también como parte del oscuro bufete de Pedro Tinoco. De allí su especial afecto por el municipio El Hatillo (para el cual fue candidata a Alcaldesa). Pues buena parte de los negocios de las últimas dos décadas del siglo pasado de su padre, estuvieron concentrados en desarrollar inmobiliariamente lo que era un pulmón vegetal y zona protectora de la ciudad. En cuanto a sus funciones dentro del bufete de Tinoco no sabemos mayor cosa, pero valga acotar que fue en la época en que siendo Tinoco, desde las sombras, el hombre fuerte del Latino y de la banca venezolana en términos generales, terminó ocupando la presidencia del BCV en el segundo gobierno de su compadre CAP, lugar donde manipuló como nadie los títulos de deuda y las finanzas públicas, siendo el artífice de la quiebra del sistema financiero en 1994.
Ya en tiempos más recientes, valga resaltar que Diana es hermana de Francisco D’Agostino, a casi nadie le dice su nombre algo, pero Francisco D’Agostino es uno de los socios de Derwick, una empresa contratista a la que se acusa de estafar al Estado con contratos en el sector eléctrico, contratos que nunca se cumplieron o se cumplieron a medias, en razón de lo cual se le considera corresponsable de la crisis que atraviesa el sector.
Es notable que en las crónicas escuálidas sobre Derwick siempre se habla de sus apoderados como bolichicos. Sin embargo, suele no insistirse tanto en el hecho de que además del cuñado de Henry Ramos, entre sus apoderados también aparece un señorito de nombre Leopoldo Betancourt López, no solo descendiente de Rómulo Betancourt sino primo del otro Leopoldo, el que está preso en Ramo Verde, todo lo cual serviría para explicar algunas cosas. Francisco, a su vez, está casado con María Victoria Vargas, hija del magnate Víctor Vargas, fundador del Banco BOD, del cual es vicepresidente comercial. Lo cual de paso lo emparenta con la realeza española, ya que la otra hija de Víctor Vargas –María Margarita– está casada con Luis Alfonso de Borbón, pretendientes al trono español pero también al francés en caso que se restaure la monarquía. Luis Alfonso de Borbón es de hecho conocido entre sus seguidores como rey Luis XX de Francia y Navarra. Pero mientras espera el trono se entretiene trabajando como encargado de los negocios de su suegro, para España y el resto de Europa.
Como se ve, pura beautiful people.
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Anexo:
La vida falsa
Malú Rengifo| Según muestran los anuncios comerciales de cereales, leche hidratante y toallas sanitarias, una mujer que consume tal producto se ha de despertar radiante todas las mañanas de su vida, en una habitación invadida por un sol apenas tibio que baña inmaculadas paredes color blanco desde un gran ventanal, cuyas cortinas acarician el viento y danzan en cámara lenta, el ritual que trae a la vigilia a una hermosa dama de rostro impoluto, cuya mejilla se encuentra casual y dulcemente apoyada en una mano suave de uñas bien pulidas, como dictan los manuales para ser una mujer perfecta, lo que deben ser las manos femeninas.
Se estira, la blanquísima flaca, y abre los frescos ojos con una gran sonrisa de dientes ordenados en perfecta armonía. Sus pupilas, como pequeños soles resplandecen y miran hacia el cielo cuando la esbelta efigie se sale de la cama para deleitarnos con un hermoso pijama rosa claro perlado que combina a la perfección con las sábanas lisas y lechosas. El pelo está perfecto, los ojos bien abiertos. No hay bolsas, no hay ojeras, y lo más sorprendente: no tiene una lagaña.
No luce así la vida cotidiana, al menos en la dimensión en la que habito, y me surgen por ello una serie de dudas: ¿Qué tipo de persona se mira en ese espejo? ¿Cuánto cuesta la vida de una mujer como esa? ¿Cuántas -ponga su nombre aquí- se despiertan con la energía de la gente en los anuncios, tan lozanas? Yo no entro en esa lista.
¿No hay contaminación en ese mundo? ¿Qué días le llega el agua a esa familia? ¿Tiene usted una pijama como esa? ¿Nadie más sino yo se despeina al dormir?
¿Quién paga esa publicidad que evocó usted leyendo el inicio de nuestra conversación? ¿Alguien que duerme en una habitación como esa, o usted, la que pagó el producto?
En mi casa se amanece entre bocinas, humo y motores, y en la ventana ondea una cobija grande con pinta de cortina, porque otra cosa es un lujo que no puedo pagar. Otras mujeres se despiertan con los gallos, a ver qué se cocina para el día, o a bañarse corriendo y salir al trabajo, o a despertar al niño pa’ la escuela, o a buscar un remedio en nosedonde. A aprovechar que prendieron la bomba y ya se puede guardar agua, esa es la vida real. Y la pijama: una franela grande y unas medias. Al lanzar la moneda nos salió la cruz del vaya a saber dónde conseguimos la harina, el pan, o hasta la yuca para hacernos la arepa, y menos mal que así dijo el destino, porque si no capaz nos hubiera salido más cara la receta.
Fea, sucia y desarreglada
Hace unos días dos mujeres entrevistaron a una tercera y causó revuelo. Impecables las tres, vestidas como las perfectas mantenidas. Incapaces de caminar con sus bellas sandalias tres cuadras de Caracas sin coser un mojón con su tacón de aguja. La primera: “Ser rico no es malo, lo que pasa es que no le tocó a uno”, una jalamecate desclasada; la segunda: “Ser bello tampoco es malo!”, una estúpida. La tercera mujer, la entrevistada, aprovechó con su mejor sonrisa, para hacer manifiesto su desprecio por todas las mujeres insumisas, trabajadoras, independientes, creativas y sobre todo chavistas, que no somos aprobadas por sus cánones frívolos y materialistas de belleza. En sus palabras: “El gobierno está malacostumbrado a que sus mujeres estén desarregladas, estén sucias, anden, tú sabes, sin maquillaje…”.
Lo que no pensó Diana D’Agostino, la esposa de Henry Ramos Allup, es que con sus palabras no estaba despreciando a la mujer chavista, sino a la mujer pobre. A la obrera, a la madre soltera, a la que no tiene tiempo para pintarrajearse. A la que trabaja con sus manos, a la que cuida niños y a la que no le alcanza la plata para recortarse el pellejo que le cuelga, ni el tiempo para perfilarse la nariz con maquillaje caro, como hace ella.
“No, mira, -dijo D’Agostino-, las venezolanas no somos así (…) a la venezolana le gusta lucir lo que tiene”, y yo me imaginaba entre mis amigas del trueque del pasado domingo, todas contentas, ilusionadas por lucir nuestras ropas intercambiadas, todas alegres, altas, bajas, gordas, flacas, blancas, negras y morenas, hermosas absolutamente todas, sin maquillaje la mayoría, sencillas en la totalidad del grupo. En esa dimensión de los anuncios publicitarios, en esa paralela realidad de la gente “bonita”, nosotras seríamos el manchón vergonzoso de la escena. Jamás se ha visto un comercial que te invite a usar ropa de segunda mano, a ser una mujer solidaria, a ahorrar. Ese domingo, con alegría, fuimos una parranda de feas, sucias, y desarregladas.
A veces la fatiga va conmigo a la calle colgada de mis ojos y nunca la maquillo, mi ropa tiene años y me encantan las chivas. De lucir tengo letras y muñecos de tela, no me he casado y capaz no lo haga. Pero sé que las mujeres como yo son muchísimas más que las que se parecen a la Lady Diana de Ramos Allup, y me siento por ello en todo el derecho de decirle a esa vieja er’ coño: “no, mire, las venezolanas no somos como usted”.
No me venga con cuentos, soy una de la turba.
*Publicado en 15yultimo.com