Negociar sin condiciones
Eleazar Díaz Rangel – Últimas Noticias |
A propósito de la reunión en Santo Domingo, propiciada por los tres expresidentes y apoyada por Unasur, y de la Asamblea del Consejo Permanente de la OEA que aprobó el diálogo como forma de buscar salidas a la difícil y compleja situación del país, se observan varias reacciones: la del Gobierno y sus aliados a favor del diálogo, de la Unión Europea en el mismo sentido, y de varios gobiernos que igualmente estimulan tales mecanismos de negociación; por otro lado, quienes en la oposición están igualmente de acuerdo, pero carecen de fuerza para hacerla política de la MUD, y quienes lo rechazan, salvo que se cumplan determinadas condiciones que ellos impongan, persuadidos como están de que tienen al Gobierno contra la pared y no pueden darle un respirito, pues estaría a punto de caer; y, finalmente, hay quienes creen que no existen condiciones, que “el juego está trancado”, y, por supuesto, no piensan que el diálogo sea una salida toda vez que las partes lo que quieren es aniquilar a su adversario.
Veamos algunas experiencias, lo que ha ocurrido con este tipo de negociaciones, donde las partes se sientan a la mesa sin condicionamiento de ninguna naturaleza.
Empecemos por la guerra en Vietnam. Hubo un momento en que en EEUU se convencieron de que no sólo no había posibilidades de victoria militar, sino que la estaban perdiendo, y que políticamente la habían perdido dentro de las propias fronteras, tales eran los movimientos de oposición, y es cuando se lanzan las primeras supersecretas propuestas de negociación, que la otra parte aceptó.
Las negociaciones se hicieron en París, con dificultades hasta por las cosas más sencillas: forma de la mesa, que finalmente fue redonda, y cómo y en qué orden entrarían las delegaciones negociadoras a la sala. Después de varios meses firmaron la paz el 30 de abril de 1973, pero la guerra no cesó hasta 1975, cuando se rindió Saigón y terminaron de salir las tropas y equipos estadounidenses.
Después de millones de víctimas, la mayoría civiles, terminó la guerra gracias a la decisión de las partes de encontrar la fórmula en la mesa de negociaciones.
Veamos ahora una experiencia que está a punto de terminar: el diálogo de los colombianos. Varios intentos hubo de negociación, y todos fracasaron, incluso con Pastrana que accedió a desmilitarizar un territorio tan extenso como el del estado Anzoátegui donde se establecieron las guerrillas.
También ahora se persuadieron de que ninguna de las partes podía ganar esa guerra, iniciada en 1951, y desarrollada desde el 64 cuando se fundan las Farc.
Los primeros contactos fueron en Oslo (2012); escogieron La Habana como sede de las reuniones y acordaron cinco grandes cuestiones: reforma agraria, reivindicación a los civiles, participación política-partidista de las Farc, tribunales especiales para enjuiciar casos graves de muertes, alto al fuego y desarme, bastante avanzados los acuerdos parciales, y hace poco más de un año se reunieron el presidente Santos y el comandante jefe guerrillero Timoshenko, y en cualquier momento anuncian la firma.
Es de advertir que, a diferencia de otras negociaciones, cuando hubo reservas en ambas partes, ahora hay fuerzas importantes (Álvaro Uribe-paramilitares) opuestas a los acuerdos.
Podrían añadirse las negociaciones por la paz en El Salvador Gobierno-Fmln, hoy en el poder por vía electoral, con características similares a las que dieron inicio al diálogo en las otras situaciones.
¿Y ustedes saben cuál ha sido la posición común en todas esas negociaciones, donde ninguna de las partes impuso condición alguna para dialogar? Una sola, la voluntad de buscar y encontrar salidas, en estos casos, el fin de la guerra y alcanzar la paz.
Y si en condiciones extremas de confrontación, en medio de conflictos bélicos de largo aliento, después de millones de muertos, con heridas sangrantes en ambos lados, sin condicionamiento alguno se sentaron a negociar, llegar a acuerdos y firmar la paz, ¿cómo no va a ser posible acercar a las partes e iniciar esa búsqueda?