El mito de la unificación cambiaria

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Dolares y dados Luis Enrique Gavazut|
Con la unificación cambiaria y el levantamiento del tipo de cambio pasa un poco como en la conseja aquella según la cual no existe nada mejor para la salud que tomar ocho vasos diarios de agua. Casi todo el mundo está de acuerdo con que se trata de medidas sensatas, naturalmente buenas y perfectamente avaladas por el pensamiento científico. Pero, cuando se les pregunta por qué, nadie –expertos incluidos– es capaz de dar una sola razón convincente, más allá de ciertas generalidades.

Pero en el caso de la unificación y el levantamiento del tipo de cambio pasa incluso que la evidencia empírica marcha en dirección absolutamente contraria a lo que reza la creencia colectiva. Allí vemos el caso actual de Argentina. País sobre el cual se dijo que levantar “el cepo” cambiario y unificar el tipo de cambio oficial con el paralelo haría no solo bajar la inflación, sino detener la devaluación. Y no solo no ha pasado ni lo uno ni lo otro, sino que más bien la inflación y la devaluación son ahora con Macri más alta que en cualquiera de los peores meses del kirchnerismo. Eso sin entrar en detalle con respecto a otras cosas, como el desempleo y la desinversión privada.ven devaluacion

En el caso venezolano, cualquiera que haya vivido los noventa recordará sin nostalgias las épocas aquellas en que sin control cambiario y con tipo de cambio único la economía nacional mostró desempeños más fatales que los de hoy. Independientemente de que las riendas de los ministerios de Economía y el BCV estaban en manos de “genios” graduados en las mejores universidades del mundo –como Ricardo Hausmann– la inflación era galopante, la fuga de capitales no se detenía, tampoco la especulación de precios, y la pobreza no hizo sino aumentar. Quienes, más chicos, no recuerden esa época tal vez recuerden entonces ya en tiempos del chavismo, cuando la economía estaba en manos de otro “genio” graduado en Chicago: Felipe Pérez Martí, el más chiflado de todos los chiflados que hoy hacen vida en torno a ese grupo de autoayuda para neoliberales venidos a menos e izquierdistas piratas, llamado “¿Qué hacer?”, lo cual es bastante decir. Es una historia que, como muchas cosas en nuestro país es graciosa en medio de la tragedia que supuso, que como alguien ya la contó mejor que lo que nosotros lo haríamos, citemos un pedacito:

«A principio del año 2002, las bandas cambiarias no aguantaron un escenario de confrontación con la banda de los capitalistas que luchaban por apropiarse de la renta petrolera y fugarla. Entonces, el ministro de Planificación Felipe Pérez ensaya con un esquema de flotación, que lleva a un proceso acelerado de devaluación y fuga de capitales. Algunos recordarán sus apariciones en Venezolana de Televisión (VTV), parado frente a una biblia pidiéndole a los sorprendidos televidentes que si se creía fuertemente, que el tipo de cambio bajara, este lo haría. No se sabe si por gracia divina o por sus santificados popes Thomas Sargent y Robert Lucas».

En aquel entonces gracias a Felipe se fugaban hasta 500 millones de dólares diarios, la inflación revirtió su caída de cinco años, se disparó el desempleo, la pobreza y todos los indicadores negativos, y Pdvsa nos dio un golpe. Hasta principios de 2003, “cuando llegó el comandante y mandó a parar”, decretó un control cambiario junto a uno de precios y Venezuela tuvo el mejor desempeño económico de toda su historia reciente.

Contra este tipo de pensamiento ligero y especulador en el peor sentido del término, presentamos el trabajo de Luis Gavazut, La unificación cambiaria: un mito, en el cual uno a uno se van desmontando los principales lugares comunes en esta materia tan vital para el país, pero, precisamente por eso, escrito en un lenguaje bastante pedagógico, al alcance de las mayorías. Y es que como se ha dicho siempre, cuando se trata de temas de tanta importancia, lo primero que hay que hacer es no dejarlos exclusivamente en manos de los economistas.

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