EE.UU. bombardeó Libia

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El ataque aéreo tuvo como objetivos instalaciones del Estado Islámico, ubicadas a 125 kilómetros al oeste de Trípoli, y a Nuredine Chouchane, a quien se vincula directamente con los dos sangrientos atentados del año pasado en Túnez.

El Pentágono informó que aviones norteamericanos bombardearon ayer un campamento del Estado Islámico (EI) en el noroeste de Libia, al considerar que los jihadistas que se encontraban en ese lugar planteaban “una amenaza directa” contra Estados Unidos y sus aliados.

En rueda de prensa, el portavoz del Departamento de Defensa estadounidense, Peter Cook, aseguró que el ataque aéreo de la madrugada de ayer contra instalaciones del EI ubicadas a 125 kilómetros al oeste de Trípoli se llevó a cabo “de acuerdo a las leyes internacionales” y con el conocimiento de las autoridades libias. “Durante la noche, se realizó un ataque aéreo en Libia, dirigido contra el campo de entrenamiento del EI cerca de Sabratah, y contra Nuredine Chouchane, también conocido como Sabir, de nacionalidad tunecina y quien era un facilitador de alto nivel del EI en Libia”, aseguró Cook.

El tunecino Chouchane es uno de los principales líderes del EI en la zona y al que se vincula directamente con los dos sangrientos atentados del año pasado en Túnez. Uno de los atentados tuvo como objetivo el Museo del Bardo, en la capital tunecina, en marzo del 2015 y en el que murieron 22 personas. El segundo se produjo en junio, en una zona hotelera de la población costera de Susa, donde 28 personas murieron.

“Tomamos esta acción contra Sabir en el campo de entrenamiento después de determinar que tanto él como los combatientes del EI en esas instalaciones estaban planeando ataques externos a Estados Unidos y otros intereses occidentales en la región”, agregó el portavoz del Pentágono, aunque no confirmó la muerte del jihadista.

Cook recordó que Sabir fue considerado uno de los sospechosos de perpetrar el ataque en el Museo del Bardo en Túnez y que facilitó el movimiento de potenciales combatientes extranjeros afiliados al El desde Túnez a Libia y otros países. “Como saben, esta no es la primera vez que hemos tomado acción directa en Libia y en contra de otros objetivos de alto valor del EI y puede que no sea la última”, reconoció Cook.

El ataque apuntó contra un inmueble situado en el barrio de Qasr Talil, en las afueras de Sabratah, a medio camino entre Trípoli y la frontera con Túnez, y causó la muerte de, al menos, 41 personas, en su mayoría tunecinas y argelinas, informaron las autoridades de ese país.

Túnez, país del que es oriundo el jihadista Nuredine Chouchane, es junto con Francia el principal exportador de voluntarios al EI, con cerca de 5000 combatientes emigrados a Siria e Irak, según cifras oficiales.

Gran parte de los que han regresado a Túnez han viajado después a Libia, donde han contribuido a desarrollar la rama del EI en este país.

Libia vive sumida en el caos desde el derrocamiento de Muammar Khadafi por una revuelta mayormente islamista apoyada por una campaña de ataques aéreos de la OTAN, en 2011. El país tiene dos gobierno rivales, y en él operan decenas de grupos armados que participaron de la revuelta y que se niegan a entregar sus armas. Además, la anarquía permitió la expansión del EI, el grupo islamista que controla extensos territorios en Siria e Irak.

Todos esos actores se enfrentan entre sí por el dominio del país y sus ricos recursos naturales.

Aunque no hubo intervenciones militares internacionales desde la caída de Khadafi, no es la primera vez que Estados Unidos, que está bombardeando al EI en Siria e Irak, ataca al grupo también en Libia. El año pasado, un ataque de aviones estadounidenses mató al líder del EI en Libia, el iraquí Abu Nabil, el mismo día de los atentados del grupo en París, el 13 de noviembre. Este fue el primer bombardeo occidental sobre Libia desde que hace un año los gobiernos rivales de Trípoli y Tobruk iniciaran un diálogo bajo la tutela de la ONU para tratar de poner fin a la división y llenar el vacío de poder que amenaza el país.

Además, se produce entre insistentes noticias sobre la posibilidad de una nueva intervención militar extranjera –a la que se oponen los países vecinos–, similar a la que en 2011 contribuyó al derrocamiento de Khadafi.

A la brecha política se une la división militar, con tres grandes fuerzas, una en Trípoli, otra en Tobruk y una milicia encargada de defender las instalaciones petroleras, que se combaten entre sí mismas y luchan contra los jihadistas sin coordinación. Esta situación es aprovechada no sólo por el EI sino también por la organización de Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI), que asimismo ganó terreno y extendido su influencia al resto del norte de Africa.

En el último año, los jihadistas del EI consolidaron posiciones en la ciudad oriental de Derna, su principal sede, y ampliaron el territorio bajo su control, que ahora incluye barrios en la oriental Bengazi y la ciudad de Sirte, su bastión más importante en la costa del Mediterráneo.

A principios de enero lanzaron, además, una ofensiva contra los importantes puertos petroleros de Sidra y Ras Lanuf, que a duras penas fue repelida por la milicia privada que los defiende y abrieron campos en la zona de Sabratah.

Esta localidad, que acoge uno de los conjuntos monumentales romanos más importantes del Mediterráneo, se ha convertido en la primera etapa de los jihadistas que llegan al Libia desde todo el Sahel a través de la porosa frontera con Túnez. Hace unos meses, supuestos jihadistas asaltaron allí un convoy del embajador de Serbia –que pudo huir a Túnez– y secuestraron a dos diplomáticos.