Argentina: el zika, el kirchnerismo en pausa y la restauración neoliberal
En estos días una de las noticias que ocupa la primera plana es la supuesta epidemia de Zika. Nos alertan, involucran, así en seco, sin explicaciones de ningún tipo sobre una grave epidemia que parece que sobrevino por culpa de quienes tiene agua en algún balde o goma vieja. Evitan, no por casualidad, decir que la epidemia se sostiene en la marginalidad y miseria de cientos de miles de personas que fueron empujadas a esos márgenes, personas que almacenan agua porque no la tienen en sus canillas, gente que sobrevive como puede en un sistema que los asfixia. En Argentina y en Brasil se cuentan por millones.
Resulta que el virus Zika es más benigno que su similar el dengue, pero que además, y no es un pequeño detalle, que la verdadera incidencia de la fiebre Zika es desconocida, debido a las manifestaciones clínicas que imitan la infección del virus dengue y a la falta de pruebas de diagnóstico de laboratorios fiables. Pero claro, el negocio se echó a andar y se basa una vez más en el temor de la población. ¿Se acuerdan de la fiebre porcina?
Ahora vienen con las fumigaciones masivas, y la Organización Panamericana de la Salud recomienda usar piriproxifeno, un insecticida producido por una subsidiaria japonesa de Monsanto. Negocios.
Basado en este tipo de realidades, el nuevo gobierno argentino apura su carrera para hundir al país en otro virus, en este caso letal: el virus de neoliberalismo, muñido de todo el poder que le da a las multinacionales y la oligarquía no tener un representante circunstancial en el gobierno, sino tener a uno de los de ellos: el amarillo (y no por asiático), poderoso por rico, Mauricio Macri.
Macri hace lo que prometió que iba a hacer, quizás sin el gradualismo que era esperado para garantizar el respaldo de los millones que lo votaron, no de los que querían un país solo para los ricos, sino de esos que laburando día a día volvieron a creer que la derecha puede ser popular. NUNCA.
Ya no tiene sentido discutir si Daniel Scioli hubiese hecho lo mismo o si lo hubiese hecho despacito para que duela menos. La verdad es que no llegó al balotage con una propuesta firme y de color popular. Pero la autocrítica no está en el vocabulario del kirchnerismo peronista.
Ahora bien, la cosa no está en hacer demasiadas disquisiciones sobre lo que pasó y lo que pudo pasar. El tema es preguntarnos que se está haciendo para enfrentar la política antipopular y pro imperialista de Macri. La respuesta es concreta: NADA.
Los funcionarios peronistas, como siempre, están concentrados en no perder el carro de sus intereses. Se dividen. Crean nuevos bloques parlamentarios. Se prestan al juego de la reacción y, como siempre, se preparan para volver (por algo no son más que otra de las fuerzas de capitalismo en el país). La interna y quién conduce el Partido Justicialista es la preocupación central.
Y el kirchnerismo, que no es PJ pero sí es peronismo, también quiere la conducción y está preocupado en juntar alguna fuerza para que la jefa no los embista. Por eso hoy la preocupación es la campaña de afiliación a ese PJ del que no son parte, pero quieren dirigir. Hacen reuniones en sociedades de fomento, clubes, etc. para convencer a los llamados Unidos y Organizados, esos que son de otros partidos, pero se reconocen cristinistas, y ahora para asegurar la vuelta de “ella” tienen que afiliarse al PJ para apoyar la estrategia de la Cámpora y ganar las internas de un partido al que no pertenecen, ni por historia, ni por convicción, pero del que -les dicen- son la “columna vertebral”.
También hacen reuniones en las plazas y hasta algún show musical. Una especie de mística de la resistencia, una nueva épica para volver, pero encerrados en el laberinto de intereses y los vaivenes de un PJ al que le cuesta poco y nada inclinarse a la derecha.
Por qué el kirchnerismo (peronista y no) no se anima a formar otro partido, a armar una propuesta y ponerla en discusión con el pueblo que confió y les dio poder por mas de 10 años, y que ahora espera y sufre las principales consecuencias del diluvio restaurador del macrismo. A demostrar que son otra cosa, que no son Duhalde, ni Menem, ni Scioli. Animarse a armar una propuesta antiimperialista, no hablamos de una propuesta socialista, porque nunca estuvo eso en la génesis del kirchnerismo, pero al menos anticolonialista, de soberanía del pueblo (ni de las mineras ni de las sojeras: del pueblo).
Por otra parte, los sindicatos, principal y único movimiento social de peso en el país, está en la justa batalla por la recuperación del salario de los trabajadores pero, eso si, negociando. La calle es para los pocos que se largan solos y sin respaldo de la burocracia sindical. La Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) convocó un paro para fines de febrero. Se tomaron su tiempo. El gremio ya tiene 25.000 despedidos en lo poquito que va de gobierno de Macri, y la vendrán más.
El resto del movimiento social está perdido. Cada uno en lo suyo en peleas absolutamente reivindicativas, justas pero aisladas.
¿Y la izquierda? Se perdió en los bosques de la China y todavía no encontró la salida. ¿Juntarse para ayudar a los primeros golpeados por una crisis en pleno comienzo y desarrollo? No, eso no. Ni locos. A ver si se contaminan con el virus de la unidad antiimperialista. Es hora de salir de la cueva y dar por terminado el periodo de vacaciones.
La cosa se pone nuevamente complicada. En Venezuela la revolución ya sin Chávez se desvanece, entre el sabotaje promovido desde Washington y su propia alarmante inoperancia. En Ecuador empiezan a tropezar con las piedras del imperio. En Brasil, bien gracias, chau Lula. En Uruguay, cada vez más acercamiento con los yanquis. Chile entró en la nueva alianza del Pacifico, está todo dicho. Colombia, Paraguay, Perú ya sabemos. Solo nos queda la Bolivia de Evo asediada en este febrero más que nunca y la Revolución cubana, de nuevo casi sola en el Continente.