El amigo decapitador

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Roberto Montoya – Público

El sábado 2 de enero la monarquía absolutista saudí ordenó al verdugo decapitar con su larga y afilada espada a 47 detenidos acusados de terrorismo, los primeros de 2016, que se suman a los 157 prisioneros ejecutados durante 2015 y a los muchos más de los años anteriores.

Entre los últimos asesinados no había ningún occidental; esto explicaría, según la tradición mediática y política de nuestro país y en general de nuestro civilizado Occidente, que ese hecho por sí sólo no mereciera más que una limitada repercusión en países como el nuestro.

La decapitación de un solo estadounidense o un europeo por parte de Daesh dio lugar en el pasado cercano a titulares a cinco columnas en portadas de todo el mundo; editoriales; tribunas de opinión; declaraciones políticas, y alentó igualmente el endurecimiento de las políticas antiterroristas… y con ello, el cercenamiento cada vez mayor de las libertades democráticas.

Es una constante que se repite desde el 11-S.

Pero hay cabezas y cabezas, y las cabezas desgajadas de los cuerpos en esta última matanza oficial del régimen saudí importaban poco en Occidente. Las decapitaciones del Estado Islámico, no reconocido oficialmente por ningún país, parecieran alarmar más que las de un estado amigo y reconocido por todos como Arabia Saudí.

Atreverse a hacer esta última comparación puede ser incluso peligroso. El Ministerio de Justicia saudí amenazó con demandar a los usuarios de Twitter que osen comparar la sentencia a muerte por apostasía del poeta palestino Ashraf Fayadh con las ejecuciones realizadas por Daesh.

Hay sin embargo otros a quienes sí les importó que rodaran esas cabezas días atrás, y a ellos iba dirigido el mensaje del régimen de Salman bin Abdulaziz. El objetivo era Irán .

Y es que el rey saudí eligió muy especialmente a uno de los 47 hombres que luego serían asesinados. Tenía un simbolismo muy especial. Era nada menos que el principal líder de la oposición chií en Arabia Saudí, el clérigo Nimr Baqr al Nimr, figura clave que emergió como protagonista indiscutible de la comunidad chií (10% de la población) durante las protestas pacíficas de la Primavera Árabe que también llegaron a ese país en 2011 y 2012 y que serían brutalmente aplastadas.

El asesinato de Al Nimr es una clara provocación a Irán y a la comunidad chií a nivel mundial.

La monarquía absolutista saudí desata así brutalmente su ira contra la creciente influencia de Irán en Irak, en Siria, en Líbano, en la lucha contra Daesh; su ira contra el deshielo entre Teherán y Washington y contra el acuerdo nuclear.

Arabia Saudí, como otras monarquías del Golfo fracasó —e Israel lo lamenta igual que ellas— en su intento por minar el poder de Irán a través del apoyo financiero, logístico y militar a Daesh y otras fuerzas yihadistas, al convertirse estas en un monstruo incontrolable.

Pero ni Arabia Saudí ni sus aliados se resignan, utilizan cualquier medio a su alcance. Intentan igualmente, reventando los precios del barril de petróleo, impedir la recuperación económica de Irán en momentos en que este país puede por fin, tras años de sanciones, aumentar su producción petrolera y mejorar con esos ingresos la situación económica y social de sus ciudadanos. Con ello Riad golpea de lleno al régimen de Rohani y fortalece a los inmovilistas iraníes.

¿Y cómo ha reaccionado el Gobierno de Mariano Rajoy y los medios de comunicación de ámbito estatal principales de España ante esta nueva y provocadora matanza de Arabia Saudí que puede incendiar aún más si cabe todo el mundo musulmán?

¿Han escuchado declaraciones al respecto de parte del ministro de Exteriores, o del propio Rajoy? ¿Han visto al grupo parlamentario del PP en la Cámara de Diputados, o en el Senado, o en la Asamblea de Madrid proponer resoluciones de condena, como han hecho reiteradamente a favor de los líderes políticos opositores venezolanos que más han instigado las protestas callejeras violentas, la estrategia llamada La Salida?

No, no las han podido ustedes escuchar ni ver porque no han existido.

François Hollande “deploró” las decapitaciones; Ban ki Moon las “lamentó” —Arabia Saudí preside el panel de expertos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU—; Barack Obama —a quien la madre de un activista adolescente le pidió que mediara para evitar la crucifixión de su hijo— reclamó al régimen saudí “tolerancia religiosa”. Ninguno utilizó la palabra ‘condena’.

Rajoy simplemente se calló. No iba con él, después de todo España no tiene mucho que ver con Arabia Saudí, sólo le vende cientos de millones de euros en armas —sólo en 2014 fueron casi 293 millones— con las cuales después reprime a su propia población y a los opositores en Yemen o Bahrein; o sólo le construye el AVE de Medina a La Meca en una obra de 6.736 millones de euros. El ministro Margallo no está para hablar de cosas con tan poco glamour como las decapitaciones, pero sí para correr a Riad a calmar al monarca saudí y garantizarle que las multinacionales españolas que participan en las obras del AVE cumplirán en plazo a pesar de los retrasos habidos. Se prevé que la primera fase termine en 2017 y es el deseo de Arabia Saudí que la inaugure el rey de España. Juan Carlos de Borbón ha sido el mejor ‘lobbista’ que han tenido las multinacionales españolas para hacer negocios en Arabia Saudí como en el resto de monarquías del Golfo.

El Ejecutivo de Rajoy calificaba de “estadista” y “reformista” al rey Abdalá en el comunicado de condolencias tras su muerte un año atrás, lo llamaba un “socio fiable en todos los ámbitos”.

Cuando el bloguero saudí Raif Badawi, condenado a recibir 1.000 latigazos, recibió el Premio Sájarov a la libertad de conciencia, el diputado popular José María Beneyto sí calificó de “absolutamente condenable” el castigo. Pero acto seguido dijo: Arabia Saudí está participando, junto con otros países, en conseguir que se vaya divulgando una versión más moderada del Islam”. Las pruebas saltan a la vista.

¿Y cuál ha sido el comportamiento de los principales medios de comunicación de nuestro país ante la brutalidad del régimen wahabita?

Desde que se produjo la matanza todos despacharon rápidamente el tema de las decapitaciones para centrarse “en lo que a los españoles les importa”, como diría Rajoy: en que hay que controlar la violencia de unos y de otros. El centro de la noticia no fueron los asesinatos de opositores sino que pasó a ser la violencia desatada en Irán por una multitud contra la embajada saudí en Teherán, corresponsabilizando a Arabia Saudí e Irán de la violencia generada tras las ejecuciones.

No se analizan las ejecuciones en sí, sino el hecho de que como reacción a ellas una multitud incendiara la embajada saudí en Teherán y que esto diera lugar a la ruptura de relaciones diplomáticas en bloque de las monarquías del Golfo con Irán.

Diarios como El País, que el día después de las ejecuciones fue el único en dar el tema al menos a tres columnas en su portada —aunque dentro lo confinó a la cuarta página— dedicaba el miércoles 6 su primer y único editorial hasta ahora sobre el tema. Lo hacía en la parte inferior de la página 10 titulándolo, cómo no, ‘Guerra civil islámica’, y diluyendo totalmente el tema de las decapitaciones en la rivalidad entre Arabia Saudí e Irán.

¿Y a qué dedicaba El País la parte principal del espacio de Opinión ese día, la parte superior? Por supuesto a Venezuela, a demonizar una vez más al régimen chavista, su recurrente obsesión. El día anterior le había dedicado la portada y sus primeras páginas, con tribuna de opinión de Felipe González incluida.

Las multinacionales, bancos y fondos buitre que están detrás del grupo PRISA, editor de El País tiene fuertes intereses en Venezuela y otros países de América Latina, como los tienen igualmente los accionistas, acreedores y grandes anunciantes de Planeta y Vocento, editores de ABC y de La Razón respectivamente y no dudan en usar su fuerza mediática para desgastar e intentar derribar gobiernos que afectan sus intereses.

El País, como el resto de medios, quiere matar dos pájaros de un tiro, quiere vincular ese frente de batalla externo con otro interno. Por eso ese editorial principal del pasado 6 de enero se titulaba ‘Un silencio intolerable’, con el subtítulo ‘Podemos tiene que aclarar de una vez si defiende la democracia en Venezuela’, utilizando exactamente las mismas armas que utilizó el PP y toda la derecha mediática desesperadamente desde que el partido morado sorprendió con el resultado obtenido en las elecciones europeas de 2014.

El País no tituló ‘Un silencio intolerable’ el del Gobierno y la clase política tradicional española ante las decapitaciones de un país con el que España mantiene tan estrechas relaciones; no pidió que se cancelara la venta de armas ni que se pidiera explicaciones a su embajador. Por supuesto que no, esas sí son ‘cuestiones internas’, ‘tradiciones’, no las de Venezuela.

La tónica del resto de grandes grupos mediáticos españoles fue similar. La situación en Venezuela por supuesto mereció más atención que las decapitaciones del reino amigo. Al día siguiente de los asesinatos en masa en Arabia Saudí, el 3 de enero pasado, ABC dedicaba toda su portada a una foto de Nicolás Maduro con el siguiente titular: ‘EEUU investiga la utilización de pasaportes venezolanos por radicales islámicos’ y el subtítulo ‘Nuevas pruebas muestran la cobertura chavista a Hizbolá’.

ABC sí se preocupa por Arabia Saudí, hay que reconocerlo, pero por algo muy distinto a los ajusticiamientos. Uno de sus artículos del miércoles 6 pasado se titulaba ‘La incertidumbre sobre el nuevo gobierno frena la actividad exterior’, y como subtítulo ‘La Zarzuela analiza si el escenario puede afectar a la visita de los Reyes a Arabia Saudí’.

Eso sí preocupaba a dicho periódico, compartiendo la preocupación de la Zarzuela ante la posibilidad de que el rey Felipe y Letizia no puedan cumplir con su prometida visita al reino decapitador del 16 al 18 de febrero próximo tal como está previsto, a causa de la incertidumbre política existente en España.

Ni ese ni ningún otro de los grandes medios se preguntó cómo podrían alterar las decapitaciones de 47 personas a la visita de los reyes españoles a Arabia Saudí, pero sí les preocupó a algunos medios y políticos que el hecho de que José Luis Rodríguez Zapatero acudiera a las recientes elecciones legislativas en Venezuela pudiera ser utilizado por Nicolás Maduro como un signo de respaldo.

La visita a Arabia Saudí, no ya de un ex presidente sino de los reyes de España, del mismísimo jefe de Estado, un mes y medio después de que su homólogo saudí ordenara decapitar a 47 personas y con ello ayudara a extender el incendio por todo Oriente Medio, no merece sin embargo comentarios.

Es, en definitiva, una visita normal entre monarquías que mantienen desde hace años una estrechísima y cordial relación a la que no pueden afectar semejantes menudencias.

Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/15522/el-amigo-decapitador-el-enemigo-bolivariano/