Venezuela en campaña sucia
Marcos Salgado – Question Digital
Comienza oficialmente la campaña electoral hacia las elecciones parlamentarias más reñidas desde que comenzó la Revolución Bolivariana. La oposición sueña con alcanzar la mayoría en la Asamblea Nacional sacando rédito del peor momento del proceso. ¿Será la inflación y el desabastecimiento el punto nodal de un inédito voto castigo a la Revolución Bolivariana?
Una par de cosas están claras: como nunca antes, la del 6 de diciembre será una elección con final abierto; y, como siempre, su resultado impactará fuertemente en el devenir inmediato del proceso.
Final abierto
Analistas serios de un lado y del otro de la política venezolana auguran que la oposición sumará más bancas en la Asamblea Nacional, pero nadie arriesga un número. La Asamblea Nacional de Venezuela estará compuesta desde el 5 de enero por 167 diputados y diputadas. 113 serán electos en 87 circunscripciones de votación, 51 serán electos en listas cerradas por estados y 3 serán electos en regiones conformadas por estados donde existe población indígena.
Los 51 que se elegirán por lista partidaria, se repartirán casi en partes iguales. Y de ahí en más sumarán hasta intentar llegar a la cifra mágica: 84, la mayoría simple (denominada mayoría absoluta en la Constitución).
La derecha solo puede alcanzar esa cantidad de curules si se produce una debacle electoral del chavismo, que debería perder en los centros urbanos -que ya la fueron esquivos en la última elección para la Asamblea, en 2010- pero también en las circunscripciones más pequeñas, que aportan buena cantidad de bancas y que han sido siempre -en parlamentarias y no- un soporte fundamental para el chavismo.
El periodista especializado en temas electorales Eugenio Martínez asegura en su blog en el portal opositor Prodavinci que la clave del 6D podría estar en 39 de las 84 circunscripciones donde se eligen diputados de forma nominal. Son los circuitos electorales que históricamente son claramente proclives a la oposición o al oficialismo.
Si en estos circuitos no hay cambios radicales en las tendencias del electorado, las cosas en la Asamblea quedarán más o menos como hasta ahora. Cuando mucho, el retroceso electoral podría significar para el oficialismo la pérdida de su actual mayoría calificada (hoy 99 diputados), para descender a una mayoría simple (o absoluta) que le permitiría de cualquier forma designar las autoridades del cuerpo, convocar a sesiones extraordinarias, autorizar los viajes del presidente de la Nación, y en general garantizar el funcionamiento del legislativo.
Lo que viene
La oposición va por más. Anuncian que el 6D será el comienzo del fin del chavismo porque -dicen- alcanzarán la mayoría calificada. Y si no es así, gritarán fraude, para eso, cuentan con una aceitada entente internacional, que viene sumando fuerzas. El nuevo secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, se cuenta entre los noveles entusiastas de una operación que no es nueva: reclamar observación internacional (innecesaria para un sistema electoral que la misma oposición avala con sus técnicos); esperar que el Consejo Nacional Electoral no la acepte y así tender un manto de sospecha sobre el sistema y blandir el fantasma del fraude. Todo convenientemente aderezado por medios de comunicación hegemónicos.
La carta en la que dirigente opositor condenado Leopoldo López asegura que el cambio de gobierno en Venezuela debe llegar en el primer semestre de 2016 suma en ese sentido. Voceros del gobierno de Nicolás Maduro aseguran que ese es el plan opositor, una vez más: encender la calle, como ocurrió en el primer semestre de 2014.
Dos elementos diferencian este momento de aquel: uno, la agudización de la especulación con los precios, que ahoga la economía de los venezolanos y una creciente campaña internacional contra el gobierno de Venezuela, donde la sucesión de hechos escandalosos remiten a varias razones, pero nunca a la casualidad.
A las publicitadas deserciones de varios personajes connotados del chavismo (el ex gobernador de Aragua, Rafael Isea y el ex mandamás de los “precios justos” Heber García Plaza, entre otros), se sumaron los golpes de prensa contra el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, a través de un ex miembro de la guardia presidencial, Leamsy Salazar.
Si hasta ahí quedara la cosa, no pasarían de movidas mediáticas que no parecen solidificar en el plano político práctico. Pero al cierre de esta edición de Question un fiscal del sur de Nueva York imputó a dos ciudadanos venezolanos, Efraín Antonio Campos Flores y Francisco Flores de Freitas, por cargos de conspiración para introducir cocaína a los Estados Unidos.
Según medios como el Wall Street Journal y agencias de noticias como la española EFE, Campos Flores y Flores de Freitas son sobrinos de la esposa del presidente Nicolás Maduro, Cilia Flores.
Aunque el gobierno de Venezuela no ha realizado comentario alguno sobre este hecho, un puñado de voceros oficiosos del chavismo parecen confirmarlo. El diputado por el Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), Earle Herrera, presidente de la subcomisión de medios de la Asamblea Nacional, denunció una “infamia internacional” en contra de la familia de la primera combatiente, Cilia Flores y el presidente Nicolás Maduro.
El jefe de la campaña electoral del chavismo, Jorge Rodríguez, envió el mediodía del jueves un saludo especial a Cilia Flores, que es candidata a la volver a la Asamblea Nacional el 6D. La periodista, diputada y candidata por el Distrito Capital, Tanía Diaz, aseguró en cambio que la agencia de drogas de Estados Unidos, la DEA, no ha ratificado el parentesco de los detenidos con la familia presidencial, y que solo se trata de “suposiciones” de prensa interesada. Mientras tanto, en redes sociales muchos esperan que el máximo gobierno se refiera al caso. La noticia inicial sobre las detenciones en el portal chavista Aporrea cosechó más de 100 mil visitas en menos de 24 horas. Mientras los medios del Estado no abordaron el tema.
Como sea, no es difícil pronosticar que -por el volumen de la especie y su difusión internacional- es un tema que ha llegado para quedarse, y que marcará (tal vez más fronteras afuera que adentro) el devenir de la campaña electoral hacia el 6D. Tal vez marque, también, el inicio de una campaña con munición más gruesa contra el gobierno de Nicolás Maduro.
En este contexto, el silencio difícilmente sea la mejor opción.