¿Qué cosecha un país que siembra cuerpos?

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Aram Aharonian – Miradas al Sur

Cada hora y 52 minutos desaparece un mexicano desde que asumió la presidencia Enrique Peña Nieto. Desaparecen (más allá de los que son muertos, asesinados) trece por día (casi el doble que durante el sexenio de su antecesor Felipe Calderón) y el 40% son jóvenes de entre 15 y 29 años.

Los responsables de este genocidio permanente son los narcotraficantes, el crimen organizado, los tratantes de personas y traficantes de “espaldas mojadas”, las fuerzas armadas, los grupos paramilitares y de autodefensa: una especie de terrorismo de Estado descentralizado.

Desde hace un año, el mundo habla de los 43 estudiantes normalistas secuestrados y desaparecidos en Ayotzinapa, convertidos en un símbolo de resistencia y lucha.

Pero lo cierto es que México corresponde a un escenario paradigmático de desviación del poder económico y político, responsable de la situación de violencia e impunidad.

La estrategia está basada en el control de los medios de comunicación por el capital financiero asociado al capital internacional; el monopolio de las telecomunicaciones; la subordinación del poder político al poder financiero; la reducción del papel social y protector de los derechos y las libertades.

Súmele las políticas económicas y sociales neoliberales y el sometimiento al TLC con Estados Unidos y Canadá; el despliegue ilimitado de un pensamiento hegemónico de violación de las libertades individuales y colectivas y de los valores de la igualdad de las personas; la criminalización de los movimientos sociales, la infiltración de las redes mafiosas; la instrumentalización del terrorismo: la intimidación que llegó hasta asesinatos de comunicadores y de quienes lanzan los alertas.

Los movimientos sociales demandaron que les sean garantizados la libertad de expresión y el derecho de la información, derechos fundamentales que implican la participación ciudadana y el acceso colectivo a la información.

Pero la configuración de un duopolio mediático protagonizado por Televisa y TV Azteca, socio del poder político, determina la existencia de un ecosistema mediático donde ambas empresas poseen el 90% de las concesiones del espectro radioeléctrico de México y protagonizan una pauta de imposición comunicacional que domina el conjunto de las industrias mediáticas locales.
El carácter monopolístico de la producción y circulación de contenidos en México afecta dramáticamente a su calidad y la de la información periodística, que lejos de dar cuenta de la realidad del país, se dedica a la generación mediática de una inexistente o de una falsedad que pasa por auténtica, como la versión oficial sobre los 43 de Ayotzinapa.

Esta pauta comunicacional deja a la sociedad indefensa frente a un único discurso de la verdad que, lejos de presentar un carácter democrático, determina la existencia de un ecosistema mediático de índole netamente totalitaria y que el pueblo trata de romper desde las calles: “Vivos los llevaron, vivos los queremos”.

Elena Poniatowska, la excelente periodista y escritora mexicana, se preguntaba ¿qué cosecha un país cuando siembra cuerpos?

México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos…