Syriza hecho trizas
Roberto Montoya – Miradas al Sur
“Ustedes tienen razón, pero los vamos a aplastar de todas formas.” Así resumía Yanis Varoufakis la postura de la Unión Europea y el FMI ante los negociadores del gobierno griego. En una entrevista a News Stateman el ya ex súper ministro de Finanzas griego contaba sin tapujos los entretelones de la última fase del pulso que mantuvo Grecia con sus acreedores durante seis meses y que terminó perdiendo.
“No estoy dispuesto a aceptarlo, que no cuenten conmigo”, dijo Varoufakis poco antes de que el primer ministro griego, Alexis Tsipras, presentara a votación en el Parlamento el acuerdo alcanzado con el FMI y Alemania y sus socios subalternos. Coherente con su postura, Varoufakis votó en contra del pacto, junto con otros 31 diputados de la coalición gubernamental de izquierda Syriza.
“Las demandas del eurogrupo (los ministros de Finanzas de los 19 países de la UE que comparten el euro) son contrarias a la decencia y a la razón”, escribió Varoufakis en su blog. El polémico acuerdo obtuvo el apoyo de 229 diputados frente a 64 que votaron en contra y a seis que se abstuvieron. En la votación que celebró antes el Comité Central de Syriza, 109 de sus 201 miembros votaron en contra del acuerdo, la mayoría de ellos miembros de las corrientes internas Plataforma de Izquierda y Red Network. Esto se reflejó en el Parlamento, 110 de los 149 parlamentarios de Syriza votaron SI al acuerdo y 32 lo hicieron por el NO, dos de ellos ministros. Ninguno de sus miembros estaba conforme en realidad con los resultados de la negociación, ni siquiera el propio primer ministro.
Sostiene Tsipras
Visiblemente exhausto, Alexis Tsipras se justificó así ante el Parlamento antes de la votación: “Las opciones específicas que tenía frente a mí eran: uno, aceptar un acuerdo con el que estoy en desacuerdo; la segunda, la quiebra desordenada, y la tercera el Grexit (salida del euro) propuesto por Schäuble”. Schäuble, el ministro de Finanzas alemán, con tanto o más poder que la propia canciller Ángela Merkel, aboga abiertamente durante los últimos días con una salida “temporal” de Grecia del euro, al menos por cinco años.
“No creemos en el acuerdo, pero estamos obligados a aceptarlo”, dijo Tsipras. “Pido elegir la opción de la responsabilidad. Los grandes enemigos de este país quieren acabar con mi gobierno, no les daremos ese placer.”
La salida del euro se presentaba complejísima, arriesgada y de resultado incierto, al menos a corto y mediano plazo, aunque a largo plazo tal vez fuera la mejor opción para recuperar la soberanía. Como parte de su acoso, el Banco Central Europeo (BCE) cortó de forma sorpresiva el grifo a los bancos helenos, dejándolos sin liquidez y forzando el “corralito”, con lo que puso a las autoridades griegas contra las cuerdas. Varoufakis había propuesto que si eso sucedía debían tomar el control del Banco de Grecia y emitir sus propios pagarés, pero Tsipras no lo tomó en cuenta.
Sin medidas extremas de ese tipo y sin una ayuda de emergencia por parte de Rusia –con la que se especulaba–, el gobierno cayó en una encerrona.
Tsipras consiguió para su país un tercer rescate –inicialmente no previsto– de entre 80.000 y 86.000 millones de euros a pagar a largo plazo y con bajo interés –que se sumarán a la deuda de más de 300.000 millones de euros anterior– y una posibilidad no concretada aún de poder reestructurar la deuda, pero a cambio tuvo que aceptar condiciones leoninas, claramente humillantes.
El gobierno, con sólo seis meses de vida, tendrá que olvidarse del programa reformista que lo aupó al poder; deberá aumentar el IVA; recortar el gasto público; aumentar a 67 años la edad de jubilación; reformar el sistema de negociación colectiva; extender las privatizaciones y un largo etcétera. Y Alemania añadió una humillación más: Grecia tendrá que hacer un inventario de los activos públicos, privatizar parte de ellos –por un valor de 50.000 millones de euros–, y mantenerlos en un fondo como garantía de los pagos a sus acreedores. “Supone convertir a nuestro país en vasallo de Europa”, dijo Varoufakis.
Grecia post-referéndum
Muchos se preguntan qué se pretendía con el referéndum. Tsipras quiso sin duda hacer visible el apoyo popular que tenía su gobierno e intentó también cerrar filas en Syriza, consciente de las diferencias internas cada vez mayores. Y lo consiguió, pero ese espaldarazo no sólo no sirvió como presión a su favor en las negociaciones, sino que Alemania y varios de sus socios, y el FMI, decidieron castigar su rebeldía con saña.
La respuesta dada por la UE y el FMI cierra las puertas a la Europa solidaria, al sueño de la unión de los pueblos de Europa, y reafirma con extrema brutalidad el reino del gran capital por sobre todas las cosas. De prosperar las negociaciones que se abrirán a partir de ahora para concretar muchas particularidades de ese tercer “rescate” –aún lo tienen que refrendar los parlamentos de varios países europeos, entre ellos el alemán–, Grecia recibirá a corto plazo una “ayuda” de emergencia de 7.000 millones de euros. Sin embargo, esa ayuda no servirá para paliar la crítica situación económica de los griegos; 3.500 millones deberán ser utilizados para pagar en estos días parte de un préstamo del Banco Central Europeo y antes que termine el verano otros casi 3.000 millones más también al BCE.
Las “dádivas” de los acreedores a Grecia sirven, en definitiva, para recuperar lo prestado anteriormente, sólo interesa que la bicicleta no deje de pedalear.
Ante la crisis abierta en el seno de Syriza, Tsipras terminó buscando el apoyo parlamentario de sus adversarios, de la conservadora Nueva Democracia y de los socialdemócratas del Pasok, los mismos que llevaron a Grecia al abismo, por lo que el primer ministro camina ya por la cuerda floja. Esos partidos y los acreedores extranjeros le presionan para que forme un gobierno de “unidad nacional” que elimine todo vestigio del programa de Syriza y que garantice el cumplimiento del acuerdo con la UE y el FMI, para que todo siga como antes.
Mientras la calle hierve y los sindicatos se movilizan, el secretario de organización de Syriza, Tassos Koronakis, ha exigido abiertamente la dimisión del gobierno y la constitución de un gobierno de transición que convoque nuevas elecciones en noviembre. La izquierda de Syriza tiene la esperanza de que coincidan con los comicios en España y con un eventual triunfo de Podemos, lo que supondría una alianza fundamental para intentar un cambio de rumbo en Europa.