¿Tomar en serio a Obama?
Mark Weisbrot
La Cumbre de las Américas ya pasó pero los próximos meses nos dirán si de veras fue un punto decisivo en las relaciones hemisféricas, o si las señales de un deshielo fueron apenas un toque de primavera prematuramente cálida. Los medios internacionales destacaron el encuentro histórico entre los presidentes de EE.UU. y Cuba. Esto le convenía al presidente Obama, quien quería evitar la imagen de otra cumbre desastrosa y mostrar avances con respecto a una iniciativa que sería su único logro positivo en el hemisferio, en caso de que las relaciones entre EE.UU. y Cuba realmente sean normalizadas.
Pero para quienes siguieron de cerca los detalles de la cumbre, quedó muy claro que se trató también de un retiro estratégico por parte de Washington. El 9 de marzo, a pocas semanas de la cumbre, la Casa Blanca implementó sanciones económicas contra Venezuela. Esto provocó un fuerte y casi unánime rechazo por parte de Latinoamérica, incluyendo la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) y la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, que integra a todos los países del hemisferio, a excepción de Estados Unidos y Canadá).
Estas organizaciones tomaron la medida sin precedentes de exigir que el presidente Obama derogue el decreto ejecutivo que hizo que entraran en vigor las sanciones.
La Casa Blanca tal vez hubiera podido ignorar su aislamiento en el hemisferio, como lo ha hecho durante años en varias otras ocasiones. Pero luego sucedió lo de Cuba. La normalización de las relaciones con la isla caribeña es algo que el presidente Obama desea dejar como uno de los legados de su mandato. No obstante, el gobierno cubano dejó claro que no sería parte de ningún proceso en el que los EE.UU. sustituyan su prolongada guerra contra La Habana por otro blanco latinoamericano que nunca le hizo daño alguno al país del norte. Fidel Castro anunció su apoyo a Maduro “frente a los planes brutales por parte de EE.UU.” Raúl Castro se sumó igualmente a varios presidentes latinoamericanos en su denuncia de las sanciones.
Las palabras fueron seguidas por acciones. La delegación de EE.UU. que negociaba la normalización de relaciones con Cuba viajó a La Habana el 16 de marzo y se esperaba que se quedaría hasta mediados de esa semana, sin embargo acabó devolviéndose el mismo día.
La Casa Blanca se dio cuenta de que había cometido un gran error al imponer las conocidas sanciones y emitió declaraciones destinadas a remendar su metida de pata. El mismo Obama dijo: “No creemos que Venezuela sea una amenaza para Estados Unidos y Estados Unidos no es una amenaza para el gobierno de Venezuela”, en declaraciones destacadas por la más grande agencia de noticias en español (EFE), pero que no recibieron casi ninguna mención en inglés.
Y luego Obama hizo algo más, algo que ningún presidente de EE.UU. ha hecho desde enero de 1999, cuando el entonces presidente electo Hugo Chávez se reunió con el presidente Bill Clinton: se reunió con el presidente Maduro. Podría decirse que esta reunión fue tan importante para las relaciones hemisféricas como la reunión que sostuvo con su par cubano. Mientras que el gobierno de Obama ha reconocido la locura de sus décadas de esfuerzo en tratar de deshacerse del gobierno cubano, aún no logra llegar a la misma conclusión en torno a su blanco número uno para el cambio de régimen: Venezuela.
Esta política ha sido una gran fuente de tensión, no solamente para Venezuela, sino para la región entera. El gobierno de Bush pensó que podría aislar a Venezuela de sus vecinos, pero acabó aislándose a sí mismo. El gobierno de Obama se ha mantenido prácticamente igual de aislado, al seguir las mismas políticas hacia la región.
La Cumbre de las Américas de 2009 fue la primera de Obama y todo el mundo le dio el beneficio de la duda al ex organizador comunitario – incluso Hugo Chávez. Obama se acercó a Chávez y le dio la mano, quizás sin saber que no le era permitido. El apretón de manos se convirtió en una foto icónica que le dio la vuelta al mundo en pocos instantes, enfureciendo así a buena parte de los aliados de derecha de Washington en Latinoamérica, quienes atizaban con fervor el odio y el temor hacia Chávez, con el fin de desprestigiar a sus propios gobiernos de izquierda. Apenas un día después, Jeffrey Davidow, el diplomático veterano que fue Director en la cumbre para Obama, insultó a Chávez de forma arbitraria – tal vez con el fin de reiniciar la guerra de palabras que era orden del día durante el gobierno de Bush. De este modo, también lanzaba la señal al mundo de que no habría acercamiento con Venezuela por el simple hecho de que EE.UU. haya elegido un Presidente comprometido a “hablar con nuestros adversarios”.
En esta ocasión, no se permitieron fotos de Obama y Maduro dándose la mano. Sin embargo, tampoco ha habido palabras o acciones hostiles por parte del gobierno de Obama, dado que se dieron cuenta de que las sanciones fueron un error.
Una interpretación optimista de estos acontecimientos sería que este gobierno estadounidense por fin comienza a aceptar que América Latina ha cambiado en los últimos 15 años. Quizás también haya entrado en razón de que no será fácil normalizar las relaciones con Cuba mientras que intenten desestabilizar a Venezuela.
Hasta la fecha, pareciera que a la Casa Blanca no le importara mucho América Latina, al dejar que la política hacia la región sea fuertemente influenciada por otras instituciones: el Departamento de Estado, las 17 agencias de inteligencia, el Pentágono, y a veces por congresistas de derecha. Pero cuando Obama decidió tomar otro rumbo con Cuba, “los contactos secretos [con el gobierno cubano] fueron considerados necesarios por la Casa Blanca, dado que el lobby cubano había infiltrado puestos clave dentro del Poder Ejecutivo de EE.UU.”, según lo informa Tom Hayden en su excelente libro recién publicado acerca de las relaciones entre EE.UU. y Cuba. Roberta Jacobson, la más alta funcionaria del Departamento de Estado para América Latina, no estaba enterada de la nueva apertura hacia Cuba por parte de Obama hasta apenas unas semanas antes de que fuera anunciada, el 17 de diciembre.
¿Qué tan en serio toma el presidente Obama la normalización de las relaciones con Cuba? Un importante indicador, en lo que queda de su mandato, podría ser la forma en que trata a Venezuela.