Rato o un caso de emergencia democrática
Juan Carlos Monedero-Público.es
Una mano inclina el cogote de Rodrigo Rato para que entre en un coche policial. Se desvanece, en un instante, una época. La del milagro económico. La del argumentario contra lo público. La de la criminalización de los sindicalistas críticos y el desprecio a los trabajadores. La del éxito de lo privado, la liberalización del suelo, el azul del PP hasta en los telediarios, el ladrillo, el cemento y las tuneladoras, la era de Rouco, los telediarios mercenarios, José Luis Moreno y José María Fidalgo, el desparpajo de la cazadora de talentos ladrones Aguirre, la de las privatizaciones felices de la sanidad y la educación, la de los españoles mirando en los cubos de basura mientras Ana Botella les multaba e invitaba al mundo a un relaxing cup of café con leche. La del saqueo de las cajas de ahorro, la de la universidad entregada a Bolonia y devuelta a los ricos. La era de Aznar y la Gürtel, de Esperanza Aguirre y la Gürtel, de Cristina Cifuentes y la Gürtel. Maldita Venezuela que no lo tapa todo. A ver si Maduro hace algo que está la cosa fea.
Una mano inclina el cogote de Rodrigo Rato, detenido, mientras registran su casa. Alzamiento de bienes, fraude fiscal y blanqueo. Con el apoyo del Ministro Montoro. Que hace amnistías fiscales para sus colegas. Montoro el deslenguado. El que usa el aparato del Estado contra los adversarios políticos. El del despacho donde atienden los problemas fiscales de las grandes fortunas. Un fiscal, que viene de esa época, hace un escrito urgente al juez de guardia para que Rato sea puesto en libertad en cuanto acabe la práctica de los registros. Qué fiscal tan diligente. Personas pobres que han robado un par de cientos de euros no tienen tan buenos abogados. Los ricos siempre han sido impunes porque ellos han escrito las reglas de juego. Hoy algo se ha roto. Una mano, detenida como un paso de baile, baja la arrogante cabeza de Rato para que entre en el coche. El fiscal tiene miedo a ese coche y se acaricia su propio cogote. No pocos fiscales, en estos tiempos del PP, pertenecen al pasado aunque no lo sepan. Una época se acaba y nunca faltan mercenarios que antes de abrazar el nuevo régimen, siempre con maneras de converso, deciden ser los más execrables defensores del necrosado nepotismo. Ni siquiera la historia se acuerda de esos seres tan infames. Pero tienen su cuota parte en el daño.
La noche del jueves 16 de abril, a las 22:40, desaparece el hashtag #FueraLaMafia 17A. Un llamamiento para que el viernes 17 la ciudadanía le recuerde al PP que está harta de sus acciones criminales. En las redes sociales surge una gran consternación: ¿por qué ha desaparecido algo que están construyendo decenas de miles de tuiteros en toda España? ¿Cómo es posible que ese llamado, convertido en apenas unos minutos tendencia nacional, haya sido retirado? ¿Es que los poderosos mandan sobre las redes? Alguien ha llamado a Twiter para frenar ese llamamiento. Otra vez una concentración delante de la sede del PP. Y la cúpula del PP tiene pánico. Lo que más les asusta es que la gente se dé cuenta de que se comportan como una asociación para delinquir.
Aquella vez fue a las cinco. Este viernes es a las siete. Pero tiene la misma lógica: decirle a los ladrones de nuestra democracia que ya sabemos qué tienen entre manos, que no vamos a permitirlo. Un petrolero que amenaza la costa canaria regresa vientos del pasado. La cabeza de Rato, responsable de agachar la cabeza de continentes enteros cuando era Director del FMI, se inclina para entrar en un coche policial. Rato, que le quitó medicinas y educación a los países del Sur, que ha compartido vinos caros y suites lujosas con la enemiga de los ancianos Lagarde, con el enemigo de las mujeres Strauss-Kahn, que le quitó a los madrileños la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, entra en un coche policial para que sepamos que todos este esfuerzo de protesta no ha sido en vano. He visto a una preferentista dejar caer una lágrima. Ayer, mientras los trabajadores esperaban la sentencia del Supremo que les daría la razón, lloraba porque una anciana acababa de morir sin recuperar sus ahorros. La gente como Rato no llora por nadie.
Quedan, todavía, todos los necesarios responsables de esta etapa de rapiña. Los Montoro, Guindos, Esperanza Aguirre, Mariano Rajoy, Cospedal, Soraya Sáez de Santamáría, Javier Arenas, Carlos Floriano, Ana Mato, el Ministro Fernández, Gallardón o Javier González, Camps, Matas, Bárcenas o Jesús Sepúlveda. Y el gran jefe bajo cuyo mandato se gestó la Gürtel y todos estos desaguisado: José María Aznar. El de la foto de las Azores. Y no olvidamos a los periodistas mercenarios que los han defendido. Qué etapa. ¿Cómo hemos podido los españoles aguantar tanta mentira? Igual estábamos viendo el fútbol o planeando el siguiente viaje. Ellos estaban enriqueciéndose sobre nuestras espaldas. Y usando el aparato del Estado para hacer negocios e intentar silenciar a los opositores.
Una mano inclina el cogote de Rodrigo Rato, Vicepresidente del Gobierno de Aznar, el mismo al que el sonriente Presidente de la foto de las Azores había señalado como sustituto, para que entre en un coche policial. Se desvanece, en un instante, una época. Caen las estatuas pero quedan los pedestales. Si el pueblo no reacciona, vendrán los mismos perros con distintos collares. No pueden irse otra vez de rositas. Es hora de recordar que en democracia el pueblo es el que manda. Pásalo.