Desmitificando la escalada en Malvinas

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A pocos días del 2 de abril, y de cumplirse 33 años del desembarco argentino, el gobierno del Reino Unido propuso en el Parlamento aumentar el gasto de defensa militar en las Islas. Sobre la provocación hablan el exviceministro argentino de Defensa Alfredo Forti y la embajadora en el Reino Unido, Alicia Castro.
Alfredo W. Forti

En un reciente libro de Pablo Fontana, La pugna antártica, se consigna que en 1948, a raíz de la firma de un pacto argentino-chileno declarando los derechos de soberanía de ambos países en la zona antártica considerada por Gran Bretaña como “Dependencias de las Islas Falkland”, el canciller británico Ernest Bevin, fuertemente acosado en la Cámara de los Comunes por la falta de reacción, respondió completamente alterado: “¡Tenemos dos puños!”.

Esto se tradujo en el envío de unidades navales a la zona. El diario Crítica le respondió en un estilo que podría haber sido el de Néstor Kirchner: “Tranquilo, Mr. Bevin… si apela a los puños es porque carece de razones”. ARG MALVINAS SON ARGENTINAS

La semana pasada, en la misma Cámara, el secretario de Defensa, Michael Fallon, también alterado, pero esta vez por unas complicadas elecciones previstas para mayo y molesto por los reclamos en foros internacionales a los que calificó de: “…constantes intimidaciones del gobierno argentino” , concluyó que “ la principal amenaza a las islas siguen siendo las injustificables demandas de soberanía de la Argentina”. Como respuesta se aprobaron 180 millones de libras para reforzar las instalaciones en la base militar británica “ount Pleasant” en Malvinas. Nuevamente, los flemáticos británicos apelan a los puños cuando se ponen nerviosos.

Para los ingleses, Malvinas muchas veces emerge como un tema de política interna en períodos de debates electorales. La razón es simple: ejercen la posesión efectiva desde la usurpación en 1833, y consecuentemente les toca resolver temas domésticos como los asuntos económicos, comerciales, pesqueros, energéticos, educación, salud, comunicaciones, etc. Sin embargo, la defensa militar que involucra una base permanente de 1.200 soldados y el más moderno equipamiento aeronaval OTAN, así como la defensa político-diplomática centrada en el rechazo a tratar el diferendo por soberanía mediante la negociación entre las partes, ha sido una consistente política de Estado por más de 180 años.

Cada vez que los reclamos argentinos “hacen ruido” y alteran la flema inglesa, responden “con los puños”, incrementando la presencia militar y exacerbando artificialmente el conflicto de soberanía. No es tampoco casualidad que Fallon haya hecho el anuncio a escasos días del 2 de abril.

Malvinas es hoy el territorio más militarizado del mundo, con un promedio de 1 soldado cada 2 habitantes ingleses, atrincherados en una fortaleza militar con equipamiento armamentístico de última generación que incluye la opción nuclear. Malvinas es al mismo tiempo el territorio menos amenazado militarmente a nivel mundial.

Por ello, es hora que dejemos de “pisar el palito” de caer en la errónea postura de responder a estas provocaciones con patrióticos golpes de pecho y reclamos a preocuparnos por el desfavorable balance militar que nos afecta.

La defensa de Malvinas NO es un tema militar para la Argentina. La recuperación de la soberanía NO pasa ni por las armas, ni siquiera por el eventual efecto “disuasivo” de un poderío militar que no tenemos y que, de adquirirlo, sólo caeríamos nuevamente en la probada y derrotista militarización de un reclamo legítimo, como lo fue con la dictadura.

Para los argentinos, la recuperación de Malvinas constituye un objetivo permanente del interés nacional que se traduce en una política de Estado con total consenso en la sociedad. En las administraciones Kirchner se han logrado importantes avances mediante nuevas y efectivas políticas en esta materia.

Algunos regresaron en julio de 1982
Algunos regresaron en julio de 1982

Ejemplo de ellas son la suspensión desde 2007 de la Cooperación sobre Actividades Costa Afuera referidas a la exploración y explotación de hidrocarburos en la zona de disputa. Luego, en 2010, mediante el Decreto 256, se aplicaron medidas de control y autorización para el tránsito y transporte de carga hacia y desde Malvinas a puertos nacionales, o a través de aguas jurisdiccionales.

Sin embargo, los logros más significativos son aquellos alcanzados en foros regionales como Unasur y Celac –que han sido verdaderas picaduras de abejas a Londres al constatar que la solidaridad política con nuestro reclamo se ve acompañada en una forma mucho más activa que retórica por nuestros hermanos y vecinos–.

Esto es verdaderamente preocupante para Londres, pues una proyección a futuro de nuestra actual política tendiente a lograr una efectiva regionalización de nuestro reclamo puede derivar para ellos en un no muy grato ni lejano escenario de mayores condenas políticas y eventuales sanciones económicas.

Si de aplicar sanciones se trata, Argentina tiene la obligación de estar en primer lugar –si es que pretendemos que nos acompañen–. Por ahora, en muchos casos sólo requerimos aplicar el principio de reciprocidad a medidas británicas. Un ejemplo concreto: Londres dispuso unilateralmente en 2012 la prohibición a conceder licencias de exportación para cualquier bien o tecnología de uso militar o dual, destinado a las fuerzas armadas argentinas.

Esto constituye un verdadero boicot a un país con importantes medios de defensa de origen inglés. Por ello, en este contexto, resulta inconsistente con nuestra política que un funcionario gubernamental argentino haya planteado en Unasur considerar como opción la compra de motores Rolls Royce, nada menos que para el avión de entrenamiento básico suramericano, una iniciativa que planteamos los propios argentinos ante el Consejo de Defensa de Unasur. malvinas en la lupa

Entre las opciones de reciprocidad, por qué no estudiar y consensuar por ejemplo impedimentos a que ciudadanos y corporaciones británicas a que sean dueños, como lo son, de significativas extensiones de tierras, sobre todo al sur del paralelo 38? O mayores costos a empresas británicas para operar en sectores sensibles de la economía nacional, como la energía, las comunicaciones o las finanzas?

Otro punto que ya es deuda es la inexplicable continuidad de nuestra pertenencia al TIAR, cuando países hermanos como Bolivia, Ecuador, Venezuela y México ya lo han denunciado no sólo por obsoleto, sino que varios de ellos han argüido entre sus razones para salirse la falencia de ese Tratado en el conflicto sobre Malvinas.

Sería bueno comenzar a pensar estas cosas, más aún en un año electoral donde debemos reafirmar la política de Estado para profundizar y avanzar la calidad y eficacia de nuestro reclamo apretando donde realmente duele, en la “víscera más sensible” que es la económica, y no entrando en absurdos debates sobre armamento.

La defensa de Malvinas es un tema muy serio para reducirlo a términos militares. Ya es hora de desmitificar esta equivocada concepción.

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Militarización vs. ARG MALVINASdiálogo

 

ALICIA CASTRO|El día en que tuvo lugar el debate sobre el incremento de  gastos de defensa para las Islas Malvinas en el Parlamento, desayunamos en la Residencia Oficial con Lord Wigley, el parlamentario galés que preside el Comité de Coordinación para las Celebraciones del 150ª aniversario del asentamiento de los galeses en la Patagonia.

Lord Wigley acaba de regresar de un exitoso viaje por Argentina y estamos organizando conjuntamente los distintos eventos que tendrán lugar en el Reino Unido y en Argentina para celebrar este aniversario.

Los cincuenta mil descendientes de galeses que viven en nuestra Patagonia y mantienen su cultura, su lengua y su identidad, representan un perfecto ejemplo del respeto, las oportunidades y la amistad que brinda nuestro país a la comunidad británica, en contraste con la propaganda de “hostilidad” argentina que algunos quieren presentar.

Esa amable reunión de trabajo se interrumpió cuando salimos, junto a otros funcionarios de nuestra Embajada, para asistir al Parlamento a la sesión de “preguntas de urgencia” al secretario de Defensa.

El diario sensacionalista The Sun alertaba en primera página sobre la amenaza de una “invasión”, anunciaba en “títulos catástrofe” el inminente envío de tropas a las Malvinas e ilustraba los presuntos riesgos con un collage de fotos de Putin, la presidenta Cristina y bombarderos Sukhoi, en una muestra perfecta de cómo los medios construyen una ficción. Si bien el secretario Fallon no se hizo cargo de la especulación periodística, insistió en la necesidad de defender a los habitantes de las Islas de la “amenaza” que representa el reclamo de la Argentina.

Anunció que se mantendrá la base de 1.200 efectivos militares, lo que, en relación con la población civil de cerca de dos mil habitantes hace de las Islas Malvinas una de las zonas más militarizadas del mundo; aunque el secretario de Estado afirmó que la presencia militar es “proporcional a las amenazas y riesgos existentes” e informó que reforzará y modernizará la infraestructura militar, lo que demandará un gasto de 180 millones de libras a lo largo de 10 años.gb cameron

Es posible deducir que el gobierno conservador, en período electoral, quiere agitar el fantasma de 1982 para reflotar la figura de Margaret Thatcher, quien obtuvo con aquella guerra un formidable rédito electoral. También es evidente que el gobierno está intentando defender el presupuesto de defensa. En su primer debate de campaña, David Cameron no pudo justificar que el número de “bancos de comida” (food banks) haya crecido de 66 a 421 durante su gobierno, con casi un millón de personas dependiendo de esa dádiva, en un país rico.

En el contexto de los drásticos ajustes en materia de salud, de educación y beneficios sociales, muchos ciudadanos no quieren ver invertidos sus impuestos en gastos de defensa, en especial si se trata de mantener una costosa base militar en unas islas remotas, para impedir una invasión que nunca ocurrirá.

De los 28 miembros del Parlamento que participaron en el debate, cinco realizaron intervenciones críticas; entre ellos, Vernon Coaker, el secretario de Defensa en las sombras del laborismo, quien expresó: “El poder disuasivo de nuestras capacidades militares ha de ser bienvenido, pero seguramente todos podemos acordar que la mejor manera de seguir adelante es a través de la diplomacia”, y preguntó qué actividades diplomáticas se están llevando a cabo en la actualidad.

El respetado laborista Jeremy Corbyn se quejó de que el secretario de Defensa no mencionara ninguna iniciativa diplomática: “¿Puede ser más específico: qué discusiones políticas, diplomáticas y de defensa ha tenido con Brasil, Argentina y Uruguay para reducir tensiones en la región en vez de proponer el gasto de 180 millones de libras?”, reclamó. El diputado Barry Sheerman se quejó de que en lugar de convocar el olor a pólvora y batir de sables, una democracia parlamentaria madura demanda conversaciones con el gobierno de Argentina al más alto nivel diplomático.

El conservador gales David Davies, con fuertes vínculos con la colonia galesa en nuestro país, se sumó al reclamo para que se trate de mejorar las relaciones diplomáticas entre todos los países de nuestra región. La palabra de estos cinco diputados refleja claramente que actualmente hay diferentes visiones sobre la cuestión Malvinas en el Reino Unido.

Quiero destacar otro dato: el Partido Laborista acaba de incorporar a sus filas para la campaña electoral a John Prescott, quien secundó a Tony Blair en el gobierno. Notablemente, Prescott, en un artículo recientemente publicado en el diario The Mirror, coincide con nosotros en repudiar el doble estándar del gobierno británico.

“Hace 40 años, en uno de los actos más vergonzosos cometidos por el gobierno británico –recuerda–, se alquiló la isla de Diego García en el archipiélago de Chagos a Estados Unidos para instalar una base militar aérea, expulsando a todos sus habitantes, que fueron forzados a vivir en la República de Mauricio.

Se ha comprobado que esa base estadounidense sirvió a la CIA para la tortura y secuestros ilegales. Ahora se está discutiendo la posibilidad de reinstalar a los habitantes originarios a su isla y el gobierno británico está considerando los altos costos de esta operación. “Y si alguien se queja sobre el costo –destaca Prescott– puedo recordarles que gastamos 65 millones de libras por año ayudando a otro grupo de isleños británicos.

Excepto que viven en las Falklands, se les otorgó un referéndum y son blancos. En total, desde 1982 habremos gastado más de un billón de libras para mantener a esos 2.000 isleños, 500 mil libras por cada uno”, concluye (The Mirror, 14 de febrero de 2015).

Sabemos que los políticos en elecciones identifican los temas sensibles a la opinión pública. Es posible pensar, entonces, que hay un creciente número de ciudadanos británicos que rechaza el doble estándar, la hipocresía y el colonialismo. Si este es el caso, estamos más cerca de alcanzar un diálogo por la cuestión Malvinas entre naciones soberanas.

*Notas publicadas en Miradas al Sur