Una oportunidad para el Foro Social Mundial
Emir Sader
Estaba programado un nuevo Foro Social Mundial (FSM) en Túnez, al igual que hace dos años. Como entonces, se trataría de una reunión de intercambio de experiencias –que es a lo que está reducido el FSM, sólo existe en el momento de su realización, cada dos años.
Ese carácter minimalista es resultado del control de las ONG sobre el FSM, que han impuesto una concepción reduccionista y superada, de exclusión de partidos, gobiernos, Estado, política, que les garantice ese control.
Desde que algunos gobiernos latinoamericanos pasaron a construir alternativas concretas al neoliberalismo –otro mundo posible–, los FSM se han vaciado. De tal forma, que las nuevas generaciones de los indignados, los ocupas, los de Syriza y de Podemos, ni saben de los FSM y su referencia son los gobiernos progresistas latinoamericanos.
Este año el Foro se realiza de nuevo en Túnez, desde hoy al 28 de marzo. Pero fue antecedido por el atentado terrorista en el Museo del Bardo, con 23 muertos, en pleno centro de la capital. A pesar de mantener un sistema político democrático –o incluso tal vez exactamente por ello– Túnez es el blanco de creciente número de atentados, sea por su frontera con Argelia, sea por la cercanía de Libia –un país en descomposición, con gran cantidad de armamentos circulando por los distintos grupos que disputan el poder–. Gran cantidad de jóvenes tunecinos fueron reclutados por los grupos fundamentalistas vinculados con el Estado Islámico, que se entrenarían en Libia, según denuncia del gobierno.
A pesar del atentado, el Foro se realizará, la marcha de apertura se concentrará en el mismo Museo del Bardo y el tema del terrorismo –con sus implicaciones, desde la mezcla de religión con política hasta el destino de la Primavera Arabe– estará en el centro de los debates. La confirmación de la participación de los inscriptos se da también como una forma de solidaridad con Túnez. El mismo carácter del Foro cambia, bajo el impacto de los atentados.
Túnez, el país más laico de toda la región, con movimientos sociales fuertes y un peso especial del movimiento de mujeres tunecinas, es el que mantiene la apertura política iniciada, en ese mismo país, con la Primavera Arabe. Por un momento parecía que el país se dirigía al mismo desastroso camino de Egipto, dado que el mismo partido islámico, victorioso en las primeras elecciones, había empezado a implementar una constitución a la medida de la egipcia, pero la suspendió, renunció al gobierno y ni siquiera lanzó una candidatura a la presidencia del país.
Aunque conservador, el gobierno actual de Túnez se compromete a una conducción consensuada respecto de la nueva constitución y de los temas que podrían ser objeto de propuestas fundamentalistas. El país se ve frente a la necesidad urgente de políticas que lo saquen del prolongado estancamiento económico y sus efectos en una profunda crisis social, a lo que se agrega el tema de la seguridad, más grave después del atentado de este mes.
El FSM, a su vez, tiene una nueva posibilidad de volver a ser trascendente, si se propone discutir las raíces de los problemas como la crisis económica internacional, la multiplicación de los focos de guerra en el mundo –en particular en Medio Oriente–, pero para ello tendría que meterse de lleno en la política, porque sus raíces se encuentran en la hegemonía neoliberal en la economía y en la dominación imperial norteamericana en el plano político. Tendría que proponer alternativas, que se encaminen a soluciones similares a las de los gobiernos progresistas latinoamericanos y a la construcción de un mundo multipolar –del que las políticas de los Brics son necesariamente una referencia central.
El FSM tendría que engancharse con los muevos movimientos de jóvenes, como Podemos y Syriza en Europa, para lo cual tendría que discutir el carácter que ha asumido la Unión Europea y sus políticas de ajuste. Tendría que discutir cómo países como Túnez, Egipto, entre otros, protagonistas iniciales de la Primavera Arabe, están en la situación actual e, incluso, cómo podrían evitar acuerdos suicidas con el FMI para superar sus crisis económicas y sociales.
Con todo, el FSM tendría que ampliar sus temas, la participación de fuerzas políticas, para no pasar por esta nueva circunstancia manteniendo la intrascendencia que lo ha marcado en los últimos diez años. Túnez puede ser la nueva oportunidad para el FSM.