Dos negociaciones permitieron el regreso de los cinco, presos en Estados Unidos
Rosa Miriam Elizalde
Hubo en realidad dos tipos de negociaciones para el cambio de relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Una secreta, que involucraron a funcionarios de alto nivel de los gobiernos de La Habana y Washington, y otra que movilizó a miles de personas que tejieron una red por todo el mundo para lograr la liberación de los cinco agentes cubanos prisioneros 15 años o más en Estados Unidos.
La ronda secreta tuvo por escenario fundamental Ottawa y el Vaticano, y en ésta intervinieron no más de una decena de personas; la segunda recorrió la piel del planeta y activó a cientos de miles de personas. Los participantes en unas y otras reconocen particularmente el rol del papa Francisco, el gobierno canadiense, los presidentes latinoamericanos en bloque –con el gesto especial del uruguayo José Mujica, quien recibió en Montevideo a 6 presos de Guantánamo- y, por supuesto, la capacidad de diálogo de Barack Obama y Raúl Castro.
Las conversaciones oficiales se iniciaron en 2013 y el acuerdo definitivo del intercambio de prisioneros se alcanzó en octubre último, en una reunión en el Vaticano, y el 4 de noviembre se selló el acuerdo en la capital canadiense. Exactamente un mes después, el cubano Gerardo Hernández, el preso número 58739-004, condenado a dos cadenas perpetuas más 15 años, fue trasladado súbitamente de la prisión de máxima seguridad de Victorville, California, al Centro Federal de Oklahoma. La noche del lunes pasado, Ramón Labañino, Antonio Guerrero y él se encontraron en un hospital carcelario de tránsito en North Carolina. Se inició el conteo regresivo.
A las 5:30 am del 17 de diciembre, según contó Antonio Guerrero, recibieron la orden de empacar. Unas horas después ya estaban en La Habana. Apenas tocó tierra el avión que los traía de vuelta a casa, despegó la nave que llevó al contratista estadunidense Alan Gross a Maryland.
Mientras todo ello ocurría, miles de personas del movimiento de solidaridad con los cubanos presos en Estados Unidos tocaban las puertas que podían, sin alharaca mediática: parlamentarios estadunidenses y de medio mundo, premios Nobel, organizaciones internacionales, movimientos sociales, instituciones científicas, escuelas…, comentó Graciela Ramírez, coordinadora del Comité Internacional por la Liberación de Los Cinco, a La Jornada.
Admite que un papel fundamental lo tuvo el papa Francisco, quien no sólo conversó con el presidente Barack Obama y el secretario de Estado John Kerry, además de las autoridades cubanas, sino que fue receptivo a todas las cartas y reclamos que recibiera de otras personalidades que llegaron a su puerta con un mensaje para que interviniera en favor de la liberación de los cubanos. El 21 de marzo de 2013 recibió en audiencia privada al premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, coterráneo suyo y viejo conocido. Esquivel habló a Jorge Bergoglio sobre el tema por primera vez, y a partir de ahí se sucederían audiencias con varios mandatarios latinoamericanos –entre ellos, Rafael Correa- y otras personalidades de la región que le pidieron su mediación en esta saga.
El 6 de noviembre también llevó su petición de clemencia por los cubanos Joao Pedro Stedile, líder del Movimiento sin Tierra de Brasil. Joel Suárez, del Centro Martin Luther King de La Habana, lo acompañó ese día, y cuando le llegó su turno para la bendición, atinó a decir a Francisco: Santo padre, soy de nuestra amada Cuba. Joao Pedro le ha entregado una carta. No pedimos nada para nosotros, sólo que no olvide a nuestros hermanos presos en Estados Unidos.
“El Papa no únicamente puso la diplomacia del Vaticano en función del entendimiento entre Cuba y Estados Unidos, sino escuchó a todos los que llegaron hablándole de la isla y los cinco. Tiene una gran sensibilidad y es latinoamericano. Entiende nuestros problemas”, comentó Graciela Ramírez.
Se impuso el sentido común, y en las negociaciones pesó la solidaridad mundial, sin que Cuba hiciera ni una sola concesión de principios, afirmó a La Jornada el escritor cubano Francisco López Sacha, quien como muchos intelectuales han firmado manifiestos y todo tipo de documentos por el regreso de los cinco. Para López Sacha, lo vivido en la últimas horas –el retorno de los agentes y el anuncio histórico del restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos– le recordó una escena particular de la película Memoria del subdesarrollo, el clásico de Tomás Gutiérrez Alea, estrenada en 1968.
Se escucha a Fidel Castro hablándole al pueblo, mientras la pantalla muestra al personaje principal caminando por un malecón habanero en invierno y desbordado por las olas del Atlántico: Todos somos uno en esta hora de peligro y nuestra, de todos, de los revolucionarios, de los patriotas, será la misma suerte. Y de todos será la victoria.
*Periodista y escritora cubana. Publicado La Jornada