Los narcoestados
Juan Guahán-Question Latinoamérica
El expresidente agentino Arturo Frondizi solía recordar una anécdota de su relación –en la década de los 80- con Belisario Betancur, Presidente de Colombia (1982/86). Comentaba que una vez que éste se ufanaba de la “democracia colombiana” tuvo que recordarle que el Estado colombiano no controla la mitad de su territorio. Que quienes manejan el negocio de la droga controlan una parte y la guerrilla otra porción semejante.
Esta historia nos permite aproximarnos a algunas realidades actuales. Colombia es uno de los ejemplos más claros de narco-estado. Una serie de instituciones, algunas de las cuales rozan las más altas investiduras, están fuertemente influenciadas por esos intereses. La anécdota de Frondizi refleja que eso acontecía hace más de 30 años y se sigue prolongando en la actualidad.
En este ínterin ese fenómeno se extendió por diversos lugares. En los últimos años ha sido México el sitio donde ha sentado sus reales. Entre las principales causas de ello está, en las últimas décadas del siglo pasado, la degradación del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que se considerara heredero de los valores y reivindicaciones de la Revolución Mejicana (1910/17).
Hoy el PRI, después de un interregno ocupado por fuerzas ultra conservadoras (Partido Acción Nacional – PAN), nuevamente gobierna. Su principal oposición electoral es el social demócrata Partido de la Revolución Democrática (PRD). Todas estas fuerzas, más allá de la voluntad o intención de algunos de sus dirigentes, están siendo carcomidas por este cáncer que envuelve a la mayor parte de las instituciones estatales mejicanas.
El acto de barbarie de la desaparición de 43 estudiantes en Ayotzinapa es el hecho que ha puesto sobre la superficie esta situación y el nivel de descomposición de diversos estratos del Estado mejicano. Hoy, nadie puede engañarse pensando que el narcotráfico es un fenómeno externo y ajeno al Estado. Por el contrario, forma parte del sistema institucional de ese país. Muchas carreras políticas están estrechamente ligadas financieramente a ese sector.
El poder militar de sus fuerzas paraestatales suele ser usado en las disputas internas o para la represión a sectores disconformes, tal como acaba de ocurrir con los estudiantes del Estado de Guerrero. Estos hechos no son casuales. Porfirio Muñoz Ledo, un veterano político y fundador del PRD sostiene que en los últimos años el Estado y los narcotraficantes mejicanos compraron armas a Estados Unidos por un valor de 23 mil millones de dólares.
Además denuncia la complicidad del narcotráfico con intereses financieros que controlan al sistema bancario y al cual se inyectan los recursos generados por esa actividad. Si bien reconoce que “hay una pérdida de jurisdicción del Estado sobre el territorio y un debilitamiento de sus instituciones” olvida decir que es probable que esta política tenga, por detrás, el interés del poder económico de reducir el rol estatal para que ellos puedan asumir, sin límites ni cortapisas, el control del poder mundial.
Esta es la experiencia de Colombia y México. Es importante que la dirigencia argentina se mire en ese espejo, no dé vuelta la cabeza. Todos sabemos que muchas de las cosas que pasan con las drogas tienen que ver con el Estado. Desde el policía qué sabe quién la reparte hasta otros niveles muy superiores sin los cuales este flagelo no podría crecer del modo que lo está haciendo. Es bueno recordar que, además de los problemas de las próximas elecciones es imprescindible pensar en lo que les espera a las próximas generaciones.