Sobre ese terrible espectro llamado “populismo radical”
Javier Biardeau R.
Bueno, hagamos una pregunta: ¿Cómo ser de izquierda y ser al mismo tiempo anti-comunista? No considero que se trate de una pregunta trivial alrededor de una contradicción en sus propios términos. Hay gente que se dice de izquierda, “socialistas” y hasta coquetean con el marxismo, pero apoyan explícitamente a factores de derecha, o suman opiniones a fuerzas y contextos institucionales donde lo que está en juego es que el proyecto de derecha sea hegemónico. ¿Qué extraña izquierda, no?
Existe una “izquierda” que predica el anticomunismo ramplón, una sedimentación de dilatadas prácticas del cultivo de actitudes (sedimentación de prejuicios-teoría del cultivo), muchas de ellas racionalizadas con argumentos, construcción de evidencia, consistencia lógica, aparentemente barnizando teóricamente los afectos, emociones y hábitos de intensidad reaccionaria.
Lo interesante de la nueva época que vivimos es que el “consenso hegemónico” de la corriente principal o del “mainstream imperial”, ahora exige que la izquierda no sólo intente ser anti-comunista (que lance peroratas de todo calibre contra el “socialismo realmente inexistente”), sino que sea firme y vociferantemente “anti-populista”. ¿Qué significa ser anti-populista hoy? ¿Cuál izquierda coloca al populismo radical como enemigo de sus ideales?
Si alguien se toma la molestia de revisar la amplia literatura sobre los “populismos históricos” (Cárdenas, Vargas, Perón), sobre sus sistemas de movilización o de acomodación-integración-institucional (J. C. Rey), y si además se introduce en el debate posterior; es decir, la controversia de autores clásicos (Germani, Di Tella, Ianni, Weffort, A. Cordova) o de autores más contemporáneos (Laclau, Vilas, Raby, Panizza, Roberts, Boy Carles, Canovan, Barros, entre muchos otros) notará como tanto el liberalismo como el marxismo ortodoxo despachaban, por razones distintas, a estos movimientos y regímenes políticos que conquistaron importantes espacios de ciudadanía social a través de coaliciones anti-oligárquicas, como figuras completamente negativas asociadas a violentar el Estado de Derecho y sus instituciones, basarse en la demagogia, en el clientelismo y en la manipulación emocional de masas “ignorantes, frustradas y resentidas”.
Un tópico recurrente en marxistas ortodoxos y liberales fue acusar a los populismos reformistas de movimientos y liderazgos demagógicos. Por cierto, demagogía y oclocracia son términos de amplias resonancias en la filosofía política clásica del canon occidental, pues se vincularían directamente a las más degeneradas de las formas impuras del gobierno, como queda evidenciado en las tipologías de Platón, Aristóteles (Grecia) hasta llegar a Polibio (Roma).
Sin embargo, el debate contemporáneo, traduce una nueva re-composición teórico-ideológica de tópicos desde los acontecimientos de 1989 que dieron paso a encumbrar la tesis del Fin de la Historia (Fukuyama) y el auge del pensamiento único de derecha. Al parecer: ¿Como ser anticomunista si lo que se vivió fue el estrepitoso derrumbe del “comunismo histórico” encarnado en el campo soviético?
Desde entonces, algunos han declarado (como ejercicio de un acto de habla performativo) el Fin de la partición del espectro ideológico entre derecha y de la izquierda, el surgimiento de la tercera vía, de la sociedad del riesgo, de la sociedad líquida y otros adjetivos, para señalar que las contradicciones inmanentes de la modernidad política occidental ya han sido selladas y superadas.
La geocultura del euro-occidentalismo moderno ya ha resuelto (según la versión dominante) cualquier tensión entre igualdad, libertad, fraternidad y derecho a la rebelión en una forma de liberalismo progresivo que atenuó radicalmente cualquier agenda para logros radicales en el terreno de la justicia social y en el ejercicio participativo de la soberanía popular.
Incluso una otrora izquierda preocupada por la cuestión social y los vinculos entre ciudadanía y clase social, ahora lanza invectivas contra cualquier estrategia política que conciba que la democracia tenga algo que ver con la resolución de la desigualdad social, la miseria y la exclusión; para no remitirnos ya al concepto marxista de explotación social, sobre el cual, un bloque de pensadores ex comunistas se han dado a la tarea de decirnos que eso no existe, que fue un delirio de Marx basado en la errática “teoría laboral del valor”.
Por otra parte, la lucha contra el espectro del “populismo radical” (siempre de izquierda), sin embargo, es un dictum, una decisión fundamental de la soberanía imperial luego de los acontecimientos del 11-S.
Como señala en un importante texto que debe recordarse en este debate P. José Mullighan S.J.[i]:“En estos años las Fuerzas Armadas de los EE.UU. están definiendo explícitamente el «populismo radical» como una nueva amenaza a sus intereses. De hecho, Washington ha luchado por muchas décadas contra las “amenazas” de movimientos socialistas y nacionalistas bajo el pretexto de la Guerra Fría y la Seguridad Nacional. Pero ahora los militares y la CIA hablan más francamente y claramente sobre sus propósitos.”
El 24 de marzo del 2004, en testimonio ante el Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense, el Gral. James T. Hill, Jefe del Comando Sur (el mando basado en Florida y ’responsable’ de América Latina), ya había explicado: “Nos enfrentamos a dos tipos principales de amenazas en la región: un conjunto establecido de amenazas descrito detalladamente en años anteriores, y un conjunto naciente que probablemente levanta cuestiones serias durante este año”.
Mientras estas amenazas persisten, según el Gral. Hill: “se les complementa ahora una amenaza emergente mejor descrita como el populismo radical, en que el proceso democrático es socavado para disminuir más que proteger los derechos individuales. Algunos líderes en la región están sacando provecho de las frustraciones profundas derivadas del fracaso de las reformas democráticas en hacer llegar los bienes y servicios anticipados. Utilizando estas frustraciones, que se dan concurrentemente con las frustraciones causadas por la inequidad social y económica, los líderes pueden al mismo tiempo reforzar sus posiciones radicales inflamando el sentimiento anti-estadounidense. Además, otros actores buscan socavar los intereses de los EEUU en la región apoyando estos movimientos”.
No se trata entonces en este debate sobre el peligro del “populismo radical” de elevadas disertaciones académicas, de inocentes opiniones espontáneas de nuevos “liderazgos juveniles” programados desde diversas organizaciones de fachada de la derecha mundial. Se trata de una geo-política imperial contra el llamado “populismo radical”; en fin contra las tímidas y contradictorias reformas-avances en la modificación de las correlaciones de fuerzas de los gobiernos progresistas de izquierda en Nuestra América.
Cabe aquí recordar dos acontecimientos que marcaron históricamente la división de tiempos políticos relacionados con líderes reformistas de izquierda (así los llamaron los marxistas ortodoxos) que colocaron el asunto del populismo ya no sobre el prisma de “populismos conservadores-anticomunistas” (ya sea de algunos sectores que apoyaron a Cárdenas en México, a Vargas en Brasil o a Perón en Argentina, e incluso vertidas en las posiciones de Haya de la Torre y de Rómulo Betancourt para rivalizar con los marxistas en la hegemonía del campo popular, obrero, campesino, estudiantil e indígena), como lo fue y sigue siendo la relación entre formas de populismo radical y el socialismo revolucionario.
Se trata de dos acontecimientos que marcan hasta donde llegan las acciones “preventivas” de las derechas, el asesinato de Jorge Eliezer Gaitán en Colombia y el derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala. No es casual que ambos acontecimientos, junto a la invasión de los Marines a República Dominicana, hayan marcado a los que a la postre serán los dirigentes de la Revolución Cubana en su decisión de desconfiar de un programa de tibias reformas sociales.
Ya Octavio Ianni (uno de los autores clásicos más lucidos del análisis de las contradicciones de clase en el Populismo) había hecho su propia tipología de movimientos y regímenes de acuerdo a la composición de clases, grupos y sectores de los liderazgos que expresaban estos movimientos. Distinguió un “populismo de las clases dominantes” de un “populismo de las clases dominadas”, y basculando entre ellos, un “populismo de los sectores medios”. Y es que cuando se habla de radicales movlizaciónes anti-estatus quo de los sectores populares es obvio que el discurso imperial lo etiquete como “populismo radical”
Lo interesante de la actualidad es que el enmohecido anti-comunismo se ha entremezclado con el nuevo anti-populismo, cuando en el pasado muchos sectores de la izquierda ortodoxa, vieron en estos movimientos “reformistas en lo social, autoritarios en lo político y anticomunistas en lo ideológico”, la concreción de una estrategia de lucha contra el avance mismo de la izquierda revolucionaria. Pero los tiempos han cambiado tanto (se han derechizado tanto) que cualquier movimiento que aparezca revestido de un momento protagónico de lo popular, es inmediatamente tachado de “populismo radical”
Pero como dicen algunos filósofos del Asía menor: todo fluye y todo cambia. El tiempo ha cambiado las coordenadas de los horzontes simbólicos, imaginarios e ideológicos desde los cuales pensamos. Ahora el legado de Chávez y su movimiento post-Chavez, la experiencia de Kirchner y de Cristina, la formula Correa y sobre todo la “etno-política” de Evo Morales representan la amenaza del “populismo radical” contra el espantapájaros más manido de la derecha globalizadora: ¡Nuestra Democracia Liberal, la división de poderes, las instituciones republicanas y los derechos humanos (siempre de primera generación)!.
Hay una cierta izquierda (generalmente urbana, blanca y universitaria) que definitivamente bajó los brazos del afecto y del pensamiento crítico para apalancar revoluciones, y fue a abrazar servilmente la causa “minimalista” de la democracia procedimental y de una cultura cívica calcada de las exigencias funcionales de una economía capitalista de mercado.
Esa izquierda ahora hace causa común con la vieja y la nueva derecha contra el “populismo radical”. Para conjurar ciertos fantasmas recurren al análisis de los totalitarismos, de los fundamentalismos, de todo aquello que lesione “la dignidad del individuo en el ejercicio de sus libertades inalienables”.
En fin, se trata de una izquierda liberal en lo político y sobre todo en lo económico. O para ser más claros: aparece como ala ideológica de izquierda del liberalismo social, tan inquieta ante el “populismo radical” que en cualquier momento optará por apoyar incluso, si fuese necesario (como lo hicieron ante la amenaza comunista), a una alternativa reaccionaria en el fondo “fascista social”.
Sin embargo, lo interesante de la coyuntura actual es que hasta en la CIA reconoce el fracaso de modelos económicos basados en los ajustes macro-económicos ortodoxos, aquellos PAEE (programa de ajuste y estabilización) que generaron un clima de frustraciones y resentimientos, atizados incluso por seculares procesos de exclusión social y cultural.
Quizás habría que analizar otras fuentes complementarias de información como el texto de Antonia Juhasz[ii] “The Bush Agenda — Invading the World, One Economy at a Time”, donde se señaló con pelos y señales la identificación de amenazas más serias a la seguridad de los EEUU para 15 años en el futuro.
El informe del 2000 de la CIA[iii] planteó: “Regiones, países, y grupos que se sienten abandonados en el atraso van a enfrentar un estancamiento económico, inestabilidad política, y alienación cultural que se profundizan. Van a alentar el extremismo político, étnico, ideológico, y religioso!, junto con la violencia que frecuentemente lo acompaña.”
El Gral. James Hill (Una suerte de procónsul para América Latina desde el SouthCom) también ha señalado:
“Estos éxitos (de la globalización), sin embargo, tal vez no sean suficientes para parar el crecimiento del populismo radical y de la insatisfacción popular en algunos países donde las reformas han fracasado en solucionar las miserias sociales y económicos subyacentes….”
Como buen “terapeuta”, Hill recomienda: “continuar trabajando diligentemente” para mejorar “la seguridad, y resultante salud económica y social, de todas las Américas…”
No se puede ignorar el impacto que tuvo a nivel mundial, la política económico-militar de los EE.UU definida en el documento oficial, «Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América» (septiembre de 2002), que afirma:”Vamos a trabajar activamente para hacer llegar la esperanza de la democracia, desarrollo, mercados libres, y comercio libre a cada rincón del mundo.”
Juhasz y otros analistas describen esta nueva “cruzada moderna” para lograr imponer mercados libres, comercio libre, privatización, etc., como la “militarización de la Globalización”, algo que ha sido especialmente evidente en el gobierno de Bush y con Obama. Los liberales de izquierda creen sensata esta agenda política y económica. de hecho la hacen suya.
El Gral. Hill ha dejado estampada su visión en la historia:”Estas amenazas tradicionales y emergentes se dan en estados en la región marcados generalmente por instituciones débiles y economías en lucha. Esta resultante fragilidad del control estatal puede desembocar en lugares y pueblos mal gobernados o sin gobierno, corrupción, y clientelismo…”
En un testimonio ante el Comité del Congreso estadounidense, el Gral. Hill observó que: “Venezuela sigue siendo una nación rica en petróleo que provee un 13% del petróleo importado a los EEUU. La situación política doméstica sigue siendo extremadamente compleja, y las perspectivas del referendo presidencial (recall) están todavía en considerable duda. La sociedad venezolana está profundamente polarizada, y va a seguir así mientras el gobierno de Venezuela continúa en un camino autoritario. Protestas bien organizadas en las calles, con cientos de miles de participantes, se dieron frecuentemente durante el año pasado.”
Como señala P. José Mullighan S.J., el General Hill casi dijo ’gracias a Dios’ por la alegada polarización y las protestas “bien organizadas”. Este es un dato que no puede subestimarse para las próximas contiendas electorales en Venezuela, especialmente en el año 2015.
De manera que no olvidemos ni desestimemos los contextos más amplios donde se inscriben los discursos actuales contra el “populismo radical”.
Lo acontecido recientemente como matriz de opinión contra Maduro, a partir de un apasionado discurso en favor de “La República” contra el “populismo” y el “totalitarismo”, contra el mal ejemplo de Cuba y Venezuela es parte de un mismo macro-relato consistente con la geopolítica contra el “populismo radical”[iv].
La raíz del asunto
Por eso, es mejor no caer en provocaciones sobre detalles menores, sino ir a la raíz del asunto. ¿Cuál es la raíz? Hay que estar muy atentos y claros sobre lo que está en juego, sobre las fuerzas sociales, políticas y militares que están operando en el trasfondo de estos debates. USAID, NED, NDI, IRI, etc, así como nuevos foros como el Parlamento iberoamericano juvenil, la propia Política del PP en la Secretaria de Estado para Ibero-américa, el FAES, etc, todo esto no es la ocurrencia genial de jóvenes invocando a Aristóteles, a la cultura cívica, a los derechos humanos acotados al ámbito cívico, el derecho natural a la propiedad y a la acumulación de riqueza como “emprendimiento”. Es una continuación de la “guerra cultural” establecida desde aquella agenda planteada en los documentos de Santa Fe.
Evidentemente, cada quién tiene el perfecto derecho a posicionarse y responsabilizarse de su ubicación imaginaria o real en el espectro ideológico-político. Lo que no se puede evadir es que cada quien se está posicionando en una situación estratégica de conjunto de relaciones de fuerzas y sentidos que están marcadas por consideraciones geopolíticas. Cada quien analizará las consecuencias de sus convicciones.
Reitero, como en muchos otros espacios donde se debate sobre el populismo, que el reformismo de los populismos es mucho mejor que la Agend Setting[v] que nos pretenden imponer fuerzas articuladas al capital financiero corporativo trans-nacional frente a Estados que intentan defender su autodeterminación y soberanía popular. Como señal+ó alguna vez Ernesto Laclau, el verdadero peligro para las democracias no está en el populismo sino en el neoliberalismo. Yo agregaría, en la Geopolítica Imperial.
Obviamente los avances de los reformismos y progresismos de izquierda no son suficientes y merecen severas rectificaciones de política cuando ponen en riesgo las condiciones materiales de vida de sus propias bases sociales de apoyo. Pero este llamado urgente, inclaudicable por clarificar el proyecto y las acciones de izquierda, no implican que hay que posicionarse en un bloque que se inclina por despachar los pocos logros de la izquierda por una miopía histórica que casi llega a la ceguera: apoyar a la derecha capitalista y sus representantes políticos.
Es allí donde cobra su intenso significado la noción de lacayo[vi].
Si, como decía Chávez: “Lacayos del Imperio” Hay que meditar muy bien sobre el significado de esta lucha y sobre cómo opera tras bastidores su funcionamiento para confundir a incautos y descontentos. cabe aquí detenerse y hacer una profunda reflexión para el devenir de la izquierda.
Notas
[i] http://www.voltairenet.org/article143425.html
[ii] La Agenda Bush — Invadiendo al Mundo, Economía por Economía (HarperCollins, 2006)
[iii] “Global Trends 2015: A Dialogue about the Future with Nongovernmental Experts, approved for publication by the National Foreign Intelligence Board under the authority of the director of Central Intelligence, NIC 2000-02, December 2000.
[iv] http://www.maduradas.com/magistral-el-impactante-discurso-de-gloria-alvarez-que-la-da-con-el-tobo-al-regimen-de-maduro/
[v]http://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_del_establecimiento_period%C3%ADstico_de_temas
[vi] http://definicion.de/lacayo/