La canciller negocia

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Tulio Monsalve

Se mira en la foto una dama. Retrata como la fina oficiante de la diplomacia colombiana que es. El encuadre de la imagen cumple su cometido. Muestra seguridad que apoya con fuerza y firmeza de un plano medio en el que predomina la altura y revela un rostro en el que destaca la línea de los labios que sellan su imagen y potencia no disimulada.

Se escuda en un podio. De él, sobresale un fino estilete que termina en micrófono. No muestra sus manos, que parece utilizar para afirmarse al mueble y agenciar mas fortaleza. Viste como parece regla en este tipo personalidades, un camisero con botonadura muy sencilla de color oscuro. Muestra un collar de piedras semipreciosas que intercala pequeñas perlas. El pelo de la Canciller María Ángela Holguín, muestra un cuidado desorden que se divisa por la resistencia de algunos mechones en rebeldía. El marco de la foto lo constituye una solemne y clásica biblioteca muy propia de espacios adonde anida lo leguleyo.

El titular previo a su venida el 20 de octubre a Venezuela, es incorporar un nuevo tema a la Agenda: “supuestos ataques contra Colombia”. Resalta, qué, en las declaraciones del gobierno de Venezuela, en torno al caso de Robert Serra, existe, “demasiada agresividad” con su país.

Esto revela cual será la estrategia en su negociación. Fingir ofuscación. Exaltar un tema banal un “ratoncito”, defenderlo falsamente y atacar desde allí. Luego tranzar intercambios por esta afrenta nacional y obtener ventajas en los temas que realmente le afectan, pues perturban el giro de sus negocios y afligen su comercio y la industria principal de la economía de la frontera del Norte de Santander: el contrabando de extracción.

Obvios los temas que exigen su visita a Venezuela: el contrabando de extracción y el cierre preventivo de la frontera como recurso para evitar los fraudes aduanales. Lo otro un mero y conocido artificio táctico como divisa para intercambiar favores.

Como buena negociadora, sabe las necesidades qué debe proteger y las que debe satisfacer. Para ello utiliza funcionalmente la estratagema del agraviado por una supuesta “afrenta nacional”, nacida por lo descubierto en el  cumulo de evidencias criminalísticas encontradas en el caso de Robert Serra.

Suma de pruebas que huelen a la franquicia de exportación que bajo la marca Uribe y su corte de macabras reliquias del terror, se hacen reales vía paramilitarismo de métodos brutales, que en el vecino país se ha constituido en otra materia de negocios y producción de divisas.

La Canciller develó la semana pasada su plan de regateo táctico para satisfacer sus necesidades. Poco sutil su denuncia por ataques contra los colombianos que aquí viven, y, dignamente trabajan; o los desplazados desde su  país que ahora buscan rehacer su vida después que los Alcaldes y los paramilitares y los hacendados les robaron sus tierras.

Al final la Canciller no vino, el problema del ébola la retuvo. Pero, esto no ha sido finiquitado, ella vendrá a completar su plan. Aún queda mucho que negociar como encubrir al ex presidente Uribe, tratando de hacer tolerable sus extravagancias, y, además de harta gasolina que pimpiniar.