En el Vaticano soplan vientos de cambio
Washington Uranga-Página 12
“Las personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana”, se afirma en el documento titulado Relatio post disceptationem presentado ayer por el cardenal húngaro Peter Erdó en el primer día de la segunda semana del sínodo extraordinario de los obispos católicos que se celebra en Roma. El texto –de aproximadamente nueve páginas– recoge tanto las consultas previas como los intercambios de la primera semana de deliberaciones del encuentro que continuará hasta el 19 de octubre, ahora en trabajo en comisiones (“círculos menores”). El documento también interroga acerca de si “¿estamos (en la Iglesia) en grado de recibir a estas personas (homosexuales), garantizándoles un espacio de fraternidad en nuestras comunidades?”
Pero el documento también subraya que “la Iglesia afirma que las uniones entre personas del mismo sexo no pueden ser equiparadas al matrimonio entre un hombre y una mujer”, poniendo en evidencia que, si bien hay predisposición a cambiar la actitud pastoral, la mayoría de los sinodales no quieren avanzar sobre cambios que afecten los principios doctrinales. “A menudo (las personas homosexuales) desean encontrar una iglesia que sea casa acogedora para ellos. ¿Nuestras comunidades están en grado de serlo, aceptando y evaluando su orientación sexual, sin comprometer la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio”, se pregunta en el documento.
En otro párrafo, el cardenal Erdó dijo que “sin negar las problemáticas morales relacionadas con las uniones homosexuales, se toma en consideración que hay casos en que el apoyo mutuo, hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas” y agregó que “la Iglesia tiene atención especial hacia los niños que viven con parejas del mismo sexo, reiterando que en primer lugar deben poner siempre las exigencias y derechos de los pequeños”.
En julio pasado, de regreso a Roma después de su visita a Brasil, el papa Francisco había afirmado que “si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”, adelantando de alguna manera lo que ahora aparece reflejado en el texto que recoge las intervenciones de los participantes del sínodo.
El informe presentado por el cardenal Erdó es una pieza que intenta recoger de manera equilibrada las diferentes posiciones existentes y las diferencias que se plantean entre los obispos. Las palabras clave, pronunciadas por todos, parecen ser “misericordia” y “gradualidad”. Sin embargo, los alcances que unos y otros les dan a cada una de ellas son distintos. Para los conservadores, entre quienes se cuentan el prefecto (ministro) de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio) Gerhard Ludwig Müller, el presidente emérito del Pontificio Comité de Ciencias Históricas, cardenal Walter Brandmüller, y el arzobispo de Bolonia, Carlo Caffara, la misericordia sólo llega a partir del reconocimiento del “pecado” y del “error”, en este caso para los homosexuales, pero el criterio también puede aplicarse a los divorciados o a quienes sólo registran uniones civiles.
Acerca de las “convivencias y de los matrimonios civiles y los divorciados vueltos a casar” el documento sinodal señala que la Iglesia debe hacer un reconocimiento respetuoso de estas realidades, a las que califica de “modo incompleto e imperfecto” de vida. En este caso los obispos recomiendan “apreciar más los valores positivos” que existen en estas opciones “en vez de los límites y las faltas”.
La idea de gradualidad” encierra una doble estrategia. Por un lado, apunta a indicar que, existiendo una condición “perfecta” desde la perspectiva de la Iglesia hay, sin embargo, otros estados de la realidad que si bien no alcanzan el grado de perfección puede conducir hacia ella. De este modo –y después de un diagnóstico realista en el que se describen los nuevos modos de familia y de uniones alejadas del deber ser católico–, se sostiene que “una nueva dimensión de la pastoral familiar actual consiste en captar la realidad de los matrimonios civiles y, hechas las debidas diferencias, también de las convivencias”. Y se agrega al respecto que “cuando la unión alcanza una notable estabilidad a través de un vínculo público, está marcada por un afecto profundo, por una responsabilidad en relación con los hijos, con la capacidad de resistir a las pruebas, pueden ser vistos como un germen para acompañar el desarrollo hacia el sacramento del matrimonio”.
“No es sabio pensar en soluciones únicas o inspiradas en la lógica del ‘todo o nada’”, se afirma al introducir el tema de las nulidades de los matrimonios católicos y la aceptación de los divorciados para participar de la eucaristía. Se pide particularmente que se evite “cualquier lenguaje o actitud” que haga sentir discriminados en la Iglesia a quienes están divorciados o vueltos a casar y se deja abierta la puerta a la participación sacramental de estas personas, si bien se pide seguir estudiando teológicamente el tema.
El texto dice también que diversos participantes “han subrayado la necesidad de hacer más accesibles y ágiles los procedimientos para el reconocimiento de casos de nulidad (matrimonial)” y admite que “entre las propuestas han sido indicadas la superación de la necesidad de la doble sentencia, conforme la posibilidad de determinar una vía administrativa bajo responsabilidad del obispo diocesano y un proceso sumario para realizar en los casos de nulidad notoria”.
Durante esta semana las comisiones de trabajo darán forma al documento de conclusiones de esta etapa extraordinaria del sínodo y ese texto será elevado al Papa. Todo ello servirá también de base para los debates del sínodo ordinario que se celebrará del 4 al 25 de octubre de 2015 bajo el título “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia en el mundo contemporáneo”.