Robert Serra, la disyuntiva

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Julio Escalona

Si en este camino el Gobierno obtiene una victoria, podrá crear una base para proponer un diálogo y encontrar interlocutores.

Por lo menos un sector de la oposición debe desvincularse claramente de ese crimen, pues podría quedarse sin interlocución ante el Gobierno, incluso ante sectores de la población, a menos que mediante el aparato mediático nacional-mundial y nuestros errores, tenga algún éxito en “demostrar” que el crimen es parte de la inseguridad generalizada que se ha impuesto en el país por la ineficiencia e irresponsabilidad gubernamental. Pero eso lo podemos evitar.

Los narcoparamilitares no aparecieron repentinamente. En un proceso de larga data han creado bases, controlado áreas de la economía, redes sociales apoyadas en el microtráfico de drogas, los microcréditos, el miedo, los pactos mafiosos con sectores de la población, empresarios, funcionarios públicos civiles y militares y creo que hasta ahora no hemos sabido reaccionar. Creo que la corrupción, la ineficiencia y la burocracia han sido un grave obstáculo, pero el asesinato de Robert es la encrucijada que nos podrá llevar hacia una derrota o hacia la victoria.

Parece que el asesinato de Robert ha creado cierta disyuntiva, que no es una fatalidad: o se captura a los asesinos y se desmonta la red de cómplices, como un paso para ganar la batalla contra los narcoparamilitares y sus aliados, que tienen el firme respaldo de EEUU, o el uribismo nos podría ganar la partida, lo cual significa que la podría estar ganando también en Colombia y, quién sabe si por lo menos en parte de nuestra región y el proceso bolivariano podría irse aislando y la base chavista desmoralizándose.

Tengo la convicción de que, si hacemos lo que hay que hacer, esta nueva conspiración puede ser derrotada, el pueblo unido y alejar el fantasma de la violencia por un buen tiempo. Lo peor que puede ocurrir es que los actos terroristas se repitan, generen nuevas víctimas, incluso entre el liderazgo opositor, y no se haya respondido firmemente golpeando el aparato criminal.

Sólo si el Gobierno procede con energía, rapidez y éxito, un sector de la oposición podría entrar en negociaciones. De lo contrario, esta podría compactarse y no habrá propuesta de diálogo que cambie esta situación. La desestabilización podría intensificarse en función de un derrocamiento temprano o de aplastarnos en las elecciones parlamentarias de 2015. Sin duda, ambas cosas pueden ser evitadas.

Los votos mandan… los tiempos apremian.