La Iglesia Católica debate sobre sus temas tabú: divorcio, aborto, homosexualidad y anticoncepción
Washington Uranga
A partir de mañana lunes, y hasta el 19 de octubre, el Vaticano será el escenario de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los obispos católicos, una suerte de asamblea de la Iglesia Católica mundial de la que participarán 253 personas y cuyos debates girarán en torno de la concepción y las orientaciones de la Iglesia sobre la familia, las nulidades matrimoniales, las uniones de personas del mismo sexo, el aborto y los métodos anticonceptivos, entre otras cuestiones sobre las cuales Francisco habilitó el año anterior una consulta abierta a los obispos y fieles de todo el mundo. Hoy el Papa celebrará la misa de apertura.
El encuentro adquiere particular importancia porque es la primera asamblea episcopal a nivel mundial desde que Jorge Bergoglio llegó al pontificado y se celebra a luz de las reformas que el Papa viene impulsando también en el interior de la Iglesia. Sin embargo, se anticipan duros debates y una fuerte resistencia de los conservadores a aceptar cambios en la enseñanza de la Iglesia.
La sesión sinodal que se inicia mañana producirá recomendaciones que se elevarán a Francisco y tendrá una segunda instancia, más resolutiva, en octubre del año próximo.
De la asamblea sinodal participan los presidentes de 114 conferencias episcopales de todo el mundo. Por Argentina acude el arzobispo de Santa Fe y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, José María Arancedo. A los mencionados se suman 13 representantes de las Iglesias orientales, 25 jefes de los dicasterios (ministerios) de la curia vaticana y 9 miembros del consejo ordinario del Sínodo.
Para completar el número total de los asistentes se agregan 3 representantes de los religiosos y las religiosas reunidos en la Unión de Superiores Generales, y 26 personas más nombradas directamente por el Papa. Habrá además 16 expertos, 38 auditores y 8 personas a quienes se les ha asignado la responsabilidad de “evaluar y profundizar los datos, testimonios y las sugerencias de las iglesias particulares”. El total de los participantes es de 253, 192 de ellos con derecho a voto.
Refiriéndose a la etapa preparatoria y a la consulta que se hizo a las iglesias de todo el mundo, en días pasados el cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo, dijo que “el elevado número de respuestas recibidas se debe, por un lado, al tema que afecta a la vida de las comunidades, las familias y los individuos” y por otro que “la amplitud del material recibido es ciertamente índice de la apertura y la libertad con la que se llevó a cabo la consulta”. El documento de trabajo (“Instrumentum laboris”) que han recibido los participantes no solo reúne las diferentes propuestas llegadas desde los países, sino que acepta debates sobre la familia, moral sexual, homosexualidad y divorcio –entre otros– que hasta el momento habían estado excluidos de la agenda de discusión de la jerarquía católica.
Durante la primera semana el debate estará abierto a todos los temas que incluye la convocatoria y será iniciado por una presentación que hará un matrimonio de laicos católicos que ofrecerán su testimonio sobre la vida familiar. En la segunda semana los participantes se reunirán en comisiones con la finalidad de preparar el documento final (titulado Relatio Synodi) que se entregará al Papa.
En una entrevista concedida en agosto de 2013 a la revista italiana Civiltá Cattolica, el papa Francisco dio la tónica de lo que se puede esperar de los debates sinodales. “No podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible”, dijo entonces Bergoglio. “Yo he hablado mucho de estas cuestiones y he recibido reproches por ello. Pero si se habla de estas cosas hay que hacerlo en un contexto. Ya conocemos la opinión de la Iglesia (sobre estos temas), pero no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar”, dijo el Papa para agregar que “la propuesta evangélica debe ser más sencilla, más profunda e irradiante” porque “sólo de esa propuesta surgen luego las consecuencias morales”.
Sin embargo, no faltarán los debates. El cardenal alemán Walter Kasper, prestigioso teólogo y uno de los prelados más favorables a propiciar cambios, sostuvo recientemente que “la doctrina no puede cambiar, pero la disciplina sí”, pero advirtió que ciertos cardenales temen una especie de “efecto dominó” porque creen que “si uno cambia un punto, todo puede colapsar”. En torno de Kasper se nuclea un grupo importante de cardenales y obispos dispuestos a la apertura que el mismo prelado alemán sintetiza bajo el eslogan “armonizar fidelidad y misericordia” en la práctica pastoral en relación con los temas de la familia.
En relación con la eventualidad de que la Iglesia acepte el divorcio, Kasper sostuvo que “si un ‘naufragio’ (en referencia al divorcio) se produce, Dios no nos ofrece un segundo barco cómodo, sino una balsa para sobrevivir, es decir el sacramento de la penitencia”. Pero, agregó, “para la misericordia de Dios es impensable dejar caer una persona en un pozo sin ninguna salida. Si la persona se arrepiente, Dios le da una nueva oportunidad”.
En la misma línea, el arzobispo de Amberes (Bélgica), Johan Bonny, ha dicho sobre los divorciados y vueltos a casar que se debe apelar a la “posibilidad de un reglamento excepcional en nombre de la misericordia”. Esta posición parece ser también la más cercana a Francisco, quien en febrero último dijo que “cuando el amor fracasa, y fracasa muchas veces, debemos sentir el dolor de ese fracaso, acompañar a la gente que ha sentido el fracaso de su amor. (…) No hay que condenarlos”.
En la acera de enfrente se ubica el también cardenal Gerhard Ludwig Müller, máxima autoridad de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio). A él se suman, entre otros, el arzobispo de Bolonia, Carlo Caffarra; Walter Brandumüller, presidente emérito del Pontificio Comité de Ciencias Históricas, y el arzobispo Cyril Vasil.
El 7 de octubre pasado la editorial católica estadounidense Ignatius Press publicó un libro en el que ocho teólogos se oponen de manera terminante a cualquier cambio en las normas eclesiásticas sobre matrimonio y familia. Entre otras cosas sostienen que “un matrimonio consumado entre dos bautizados no puede ser desatado por ningún poder humano, incluido el que le corresponde al Romano Pontífice como vicario”.
El Sínodo también habilitará cambios en el modo de la relación de la Iglesia con la sociedad. La Iglesia, habitualmente aferrada al secretismo respecto de sus deliberaciones internas, ha decidido ahora comunicar sus propios debates. Cada día habrá una conferencia de prensa de la que tomarán parte también algunos de los participantes del encuentro mundial para brindar información sobre los trabajos.