Para Hausmann, algo muy grave va a suceder a este pueblo

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Luís Salas Rodríguez  

A comienzos de la década pasada la Goverment Accountability Office del Congreso norteamericano, se tomó la molestia de analizar el que se considera es el documento más influyente para predecir las tendencias dentro de los mercados mundiales: elPerspectivas Económicas, informe realizado anualmente por el FMI. El objetivo era bastante simple: ver hasta qué punto los dicho y predicho en este “riguroso estudio” de la economía mundial se cumplía.

Las conclusiones a las que llegaron los expertos del GAO fueron bastante elocuentes. En líneas generales, si algo podía asegurarse del informe es que no resultaba un instrumento confiable para anticipar ninguna crisis económica, la que valga decir se supone es su principal utilidad. Pese al trabajo de decenas de economistas formados en las relucientes catedrales del pensamiento ortodoxo neoliberal (Chicago, Harvard, etc.), lo cierto era que entre 1991 y 2001 la economía mundial enfrentó 134 recesiones de diverso tamaño e importancia de las cuales el FMI solo predijo 15, es decir, apenas un miserable 11%.

Como comenta Zaiat, cualquier otro trabajo de cualquier otra disciplina o institución hubiera merecido el título en letras gigantes de FRACASO. Sin embargo, se trataba del FMI, por lo cual ese no fue el caso. Pero más sorprendente aún resulta lo que alegó en su defensa el FMI en boca de su entonces número dos, la economistas estadounidense Anne Krueger, quien entre sus palmarés cuenta la presidencia del Banco Mundial en la época de oro de las reformas neoliberales: 1982-1986.

Según Krueger, Perspectivas Económicas no puede prever crisis por una razón muy sencilla: “porque si lo hicieran, esas “predicciones” podrían acarrear su propio cumplimiento, lo que mejoraría nuestra aparente precisión, pero claramente sería irresponsable”.fmi anne krueger

En dos platos: para Krueger, el FMI no puede ni debe prever crisis por miedo a que su “pronóstico” genere las condiciones para provocarlas.

La profecía auto-cumplida.

Pero aunque Krueger no estaba diciendo la verdad tampoco estaba mintiendo. Pues si bien resulta obvio que intentaba escurrir el bulto institucional, al hacerlo se metía de lleno en el polémico tema del sentido, uso y abuso del pronóstico en economía, actividad esta a la que como bien sabemos son muy afectos los economistas convencionales tanto como los astrólogos. De nuevo en dos platos: para Krueger el FMI no debe pronosticar –o al menos debe tener extremo cuidado al hacerlo- por miedo a lo que el sociólogo norteamericano Robert Merton alguna vez llamó profecías autocumplidas.

Una profecía autocumplida o autorrealizada es aquella predicción que, una vez hecha, es en sí misma causa que lo que “predijo” se haga realidad. O como lo decía Merton: la profecía que se autorrealiza es, al principio, una definición posiblemente falsa de una situación que despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de la situación se vuelva “verdadera”.

Un ejemplo ilustrativo de la manera de operar de las profecías autocumplidas son las corridas bancarias: se corre un rumor de que un banco va a quebrar la semana que viene y será intervenido por el Estado. El rumor hace que todos los ahorristas del mencionado banco vayan en estampida a retirar su dinero. El banco obviamente no tendrá capacidad de entregarle los depósitos a todos al mismo tiempo pues, como hacen los bancos, los tiene comprometidos y circulando. Motivo por el cual o se verá obligado a cerrar la taquilla de pago (aplicar un corralito) o quebrará. En cualquiera de los dos casos, lo más seguro es que el quilombo armado provocará la intervención del Estado para evitar males mayores. La gracia del asunto es que de no haberse hecho el “pronóstico” nada de eso hubiera sucedido.

De la literatura también se pueden sacar ejemplos de profecías autocumplidas. Tal vez el caso más conocido sea el del cuento de García Márquez Algo muy grave va a suceder en este pueblo.

Todo comienza una mañana en un pueblo muy pequeño cuando una señora mayor con dos hijos está sirviendo el desayuno con expresión preocupada y ante la pregunta de los hijos sobre qué le pasa la señora responde:

“No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo. ”

Al principio la subestiman, pero el presentimiento de la señora despierta una serie de situaciones insólitas entre los habitantes del pueblo que llega a su punto de no retorno, cuando otra señora entra a una carnicería a comprar su libra habitual de carne y de pronto le dice al carnicero:

“Mejor véndame dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado”

El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice: “Mire, mejor lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas”. A lo que la señora le responde:

“Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras”

En poco rato el carnicero agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo en el pueblo está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, cuando hace el mismo calor que hace siempre. Alguien dice:

-“¿Se han dado cuenta del calor anormal que está haciendo?

ven saqueoEl pánico hace que todo el mundo salga en estampida del pueblo aunque primero lo queman. Y en medio del caos del éxodo la señora de la profecía se voltea y le dice a sus hijos:

-¿Viste? Yo dije que algo muy grave iba a pasar y me dijeron que estaba loca.

En otras palabras, y para decirlo con Merton, la gente no reacciona simplemente a cómo son las situaciones sino también y a menudo principalmente a la manera cómo las perciben y al significado que le dan. Por tanto, su comportamiento está determinado más por dicha percepción y significado que a las situaciones propiamente tales. Una vez que una persona se convence a sí misma de que una situación tiene un cierto significado, y al margen de que realmente lo tenga o no, adecuará su conducta a esa percepción. Los economistas convencionales suelen denominar a dicha adecuación como actuar en base a expectativas.

Las expectativas “racionales”

La “teoría” de las expectativas racionales fue la principal contribución del Chicago BoyRobert Lucas a la economía convencional, aunque su popularización se le deba alChicago Boy mayor, profeta del neoliberalismo y la doctrina del shock Milton Friedman. Es un tema muy interesante éste al cual le dedicaremos más en otra ocasión, pero a lo que aquí concierne, alcanza con decir que dicha “teoría” postula que las personas se guían en sus vidas y en los asuntos económicos conforme a la capacidad para prever e incluso adivinar el futuro.

Para adivinar o adelantarse al futuro lo único que necesitan es información. Así las cosas, en el caso por ejemplo de los precios, si las personas “saben” que los mismos subirán buscarán adelantarse a dicho aumento, tanto subiendo los suyos, en el caso de que sean vendedores, como exigiendo aumentos salariales, en el caso de los trabajadores.

Los economistas convencionales, por razones que se explican por sí mismas, son fanáticos de las expectativas racionales a la hora de explicar los procesos inflacionarios. Sin embargo, las costuras del razonamiento son muchas, siendo la más notable que, partiendo del supuesto de que vendedores y consumidores reciban la misma información, la procesen igual y tengan por tanto las mismas expectativas, es definitivamente obvio que no todos pueden ajustarse del mismo modo. Los vendedores pueden subir sus precios. No obstante, el trabajador asalariado en el mejor de los casos puede organizarse y emprender una lucha reivindicativa a ver si tiene suerte y mejora su salario…

Por detallitos como este es que siempre hemos sostenido que la economía convencional –la mal llamada neoclásica y más aún su versión neoliberal más pedestre, la que aprenden el 90% de los economistas en todas las universidades del mundo, la de los expertos de tv y el sentido común mediatizado- es una explicación de los hechos económicos desde el punto de vista de quien pone los precios en detrimento de quien los paga. En el fondo –e incluso en la forma- la teoría de las expectativas racionales es una vulgar justificación “teórica” de la especulación mercantil.

Capaces de predecir pero no de manipular el futuro

dolar11Pero lo que en definitiva lleva a rango de ciencia ficción a la economía convencional en lo que a las expectativas refiere, es suponer que los individuos son capaces de predecir el futuro pero no de manipularlo. Para estos economistas, “la especulación es tan solo un juego equitativo y transparente donde triunfa el más hábil en el aprovechamiento de las tendencias de los mercados”, una “interpretación de Walt Disney” que “es estudiada como verdad absoluta en las universidades y difundida diariamente por los propios financistas a través de un nutrido elenco de economistas y analistas en medios de comunicación”. Conforme a sus maneras esotéricas de razonar, suponen que las personas pueden interpretar señales de mercado pero no crearlas, adulterarlas o utilizarlas como excusa. No obstante:

“Antecedentes locales e internacionales relatados en crónicas, libros y películas, con sus respectivas investigaciones de los organismos públicos de control y fallos judiciales, revelan que una característica inseparable del funcionamiento de los mercados financieros es el fraude y la colusión de grandes operadores, con consecuencias perturbadoras sobre la estabilidad económica y social. No son casos excepcionales, sino que son condiciones propias de su desarrollo. No existe ese mercado libre idílico de los textos académicos con transparencia en el acceso de la información, sino grupos financieros concentrados que ejercen una posición dominante, y que tienen el poder suficiente de alimentar comportamientos de manada y exigir al poder político salvatajes para las debacles que ellos mismos provocan o normas de desregulación para seguir expandiendo sus negocios.

Los gobiernos están muy condicionados para ejercer con relativa autonomía sus políticas porque los necesitan en una economía dominada por las finanzas globales, y cuando alguno intenta desafiarlos en alguna circunstancia, reciben como respuesta un castigo financiero que tiene diversas expresiones.” Ver: Trhiller financiero.

En resumen, contrario a lo que dice la vulgata economicista, los llamados “mercados” no son un lugar transparente, equitativo y democrático donde las personas lo mismos que las empresas se encuentran entusiastamente para intercambiar cosas que mutuamente necesitan y cuya paz solo se ve alterada cuando el malvado lobo del Estado interviene. Los mercados capitalistas son campos de batalla desiguales donde la manipulación, el fraude, el engaño y el uso del poder monetario y/o de propiedad es permanentemente blandido De tal suerte, si algo destaca con respecto al futuro en dichos mercados no es la capacidad de adivinar, anticiparse o prevenir que tiene el pequeño comerciante y que prácticamente nunca tiene el consumidor asalariado. Sino la de crear condiciones objetivas y subjetivas por parte de los grandes grupos concentrados para provocar cosas o frustrar que pasen otras, todo lo cual se ve animado por la única cosa que en el fondo se enseña en las escuelas de negocios: que hay que hacer todo lo posible, movilizar todo lo que esté al alcance para imponer los intereses propios importando entre poco y nada lo que le ocurra al resto ni los medios.

Ricardo Hausmann: el profeta buitre.ven hausmann

Es sobre esta clave que hay que interpretar las profecías de Ricardo Haussman la semana pasada con respecto al “default” de la economía venezolana. Y es que su interés no es pronosticar nada sino provocar que pase. Lo particular en este caso es que sea el propio Haussman quien que se vea obligado a salir al ruedo, él que siempre ha apostado por mantenerse un poco al margen mandando a sus enanos al ruedo. A mi modo de ver esto responde a la frustración de la derecha económica al observar como poco a poco el gobierno viene saliendo de la emboscada tendida. Pero también es una señal de que la derecha económica nacional y transnacional se preparan para más, a sabiendas de que en este momento se viven coyunturas electorales en casi todo el continente, y en el caso nuestro, el año que viene donde está más que cantada la apuesta oposicionista de ganar la AN para destituir al presidente.

Sin embargo, más allá de lo político formal, lo otro que hay que tener claro es que conspirar contra el gobierno y la guerra económica son grandes negocios en sí mismos. Ayer diputados de la AN presentaba denuncias contra la petrolera colombiana Ecopetrol por su vinculación directa en el contrabando de gasolina, la cual luego revenden e incluso “exportan”, negocio en el cual están metidos varios ex gerentes de la vieja “meritocracia” de PDVSA.

Es bien conocido el circuito de casas de cambio y bancos que operan en la frontera para prácticas especulativas, entidades todas las cuales se saben son controladas por paramilitares. Pero la apuesta fuerte del oposicionismo pasaba –y aun pasa- por empujar al gobierno nacional a una mega-devaluación, la que no solo tendría graves efectos económicos y sociales sino que generaría pingues ganancias extraordinarias para todos aquellos quienes se han dedicado al fraude y la especulación cambiarias. En el caso de Hausmann además –y de otros voceros de la derecha económica como Francisco Rodríguez, el hijo de Gumersindo Rodríguez “gurú” económico de CAP y sicario económico del Bank of American- sus intereses pecuniarios van también por las comisiones bancarias asociadas a la deuda venezolana, tanto en la manipulación de su clasificación para especular con los intereses como en el trámite de deuda en sí o en las renegociaciones, que es el desenlace típico de los default. Al menos en o que tiene que ver con los intereses de deuda, ya algo deben haber ganado con la baja de la clasificación de la deuda venezolana por S&P.

Adam Smith tiene un frase que describe muy bien a los buitres financieros como Hausmann, sionista confeso por lo demás: trafican con el miedo para negociar con el pánico. Hausmann y sus secuaces no están profetizando nada. Quieren matar a la economía y la sociedad venezolanas para abalanzarse sobre sus restos como los carroñeros del dinero que son.

Sobre este mismo tema en “Economía y Subversión” estuvimos comentando: Campaña de Hausman contra el gobierno sería el lobby de la oposición para las parlamentarias de 2015.