Palestina, encrucijada de la historia
MARIO SANOJA-IRAIDA VARGAS|La grave crisis humanitaria que ha provocado el gobierno sionista de Israel en el franja de Gaza, hace necesario que se explique a la gente el origen de este conflicto para que esta comprenda inerme pueblo gazali.
De allí la importancia de conocer, al menos de forma somera, la historia de la colonización humana del territorio que hoy se considera como el Oriente Medio y su interpretación ideológica por la academia occidental. Ello nos permite apreciar la manera como ese hecho ha incidido y sigue gravitando en las la visión eurocéntrica del dilema: pro-semitismo vs. Antisemitismo con la cual se trata de chantajear a todos aquellos quienes nos oponemos a las políticas genocidas del sionismo contra el pueblo palestino.
La discusión aparentemente académica e inocua de dichos términos dilemáticos, culminó en el siglo XIX con la formulación de las ideologías racistas y nacionalistas reaccionarias europeas, fundamentadas en la filosofía del romanticismo, particularmente la ideología alemana, las cuales dieron origen posteriormente al sionismo, el nazismo y el fascismo.
La colonización originaria del Medio Oriente.
La historia humana originaria del Medio Oriente sólo puede ser comprendida en relación con los procesos civilizadores que tuvieron lugar en las áreas nucleares del Asia Menor desde inicios del Pleistoceno, hace 10000- 9.000 años. Dichas áreas comprendían las planicies y zonas montañosas de los actuales estados de Irán, Iraq, Siria, Turquía y de Palestina, incluyendo la cuenca y las tierras aluviales de los ríos Eufrates y Tigris conocida como la “Media Luna Fértil”. En dichas zonas nucleares existían los fundamentos materiales para el surgimiento de las civilizaciones neolíticas posteriores: especies silvestres de trigo y cebada, de ganado vacuno, ovejas, caballos, cerdos, perros, aves, etc.
La vía hacia el sedentarismo comenzó hace unos 8000 años en Palestina, en Monte Carmelo así como en Siria y el Libano, Turquía y otras regiones costeras, a partir de la llamada Cultura Natufiense. Los natufiense vivían en abrigos rocosos o en cabañas al aire libre, manufacturaban instrumentos de sílex algunos de los cuales parecen haber servido para sembrar y para segar los cereales, así como de manos y morteros para moler los granos. Para la misma fecha, en las montañas del Kurdistan, en el noreste de Iraq, el piedemonte de las montañas Zagros y en el Kuzistan, en Iran, ya comenzaban a desarrollarse procesos de domesticación de plantas y animales que condujeron posteriormente a la formación de aldeas agropecuarias sedentarias que influyeron para transformar también las antiguas culturas natufienses en comunidades sedentarias como la localizada en Tell-es-Sultan, Jericó, en el valle del Mar Muerto, hacia el año 6000 antes de Cristo.
Hacia 3500 años antes de Cristo, las comunidades aldeanas agricultoras de la llamada Media Luna Fértil, que comprende el piedemonte y las planicies montañosas de Turquía, Iraq, la llanura deltaica mesopotámica, Siria, Palestina y el delta del Nilo, habían comenzado a conformar el núcleo originario de las sociedades urbanas que constituyen la cuna de la civilización oriental y de la occidental (Braidwood 1964: 95-154; Clark 1977: 48-94).
Hacia el año 1200 antes de Cristo ya habían florecido en la región oriental del Mediterráneo diversos estados y ciudades estados donde descollaban los cananeos, conocidos también en la literatura científica como Fenicios, quienes contribuyeron grandemente al desarrollo y la difusión de los avances culturales obtenidos por las culturas urbanas del Asia Menor y el Mediterráneo Oriental.
Durante la Edad del Bronce, alrededor de 2900 años antes de Cristo aquel pueblo denominado como el cananeo, posiblemente descendiente de las antiguas civilizaciones de Anatolia y Mesopotamia, se instaló en el litoral mediterráneo sur oriental, implantando enclaves urbanos o ciudades Estado a lo largo de la franja costera palestina desde Biblos y Ugarit, actual Siria, hasta Gaza, al sur de Palestina. En las tierras interiores se extendieron posteriormente hacia los territorios de las actuales Siria, Palestina y Jordania. Los cananeos se convirtieron en extraordinarios navegantes y comerciantes a todo lo largo y ancho del mar Mediterráneo desde el mar Egeo, Chipre y Creta hasta el Delta del Nilo, el norte de Africa y el litoral atlántico mediterráneo de Andalucía, España.
Los cananeos, inspirados en la escritura cuneiforme de origen mesopotámico, inventaron un alfabeto cuneiforme mediante el cual podían escribir, utilizando las famosas tabletas de arcilla, los archivos de su intenso comercio a larga distanciaPalestina fue la encrucijada de los movimientos de pueblos semíticos e indoeuropeos a lo largo del litoral mediterráneo oriental particularmente durante la Edad del Bronce Medio: sirio-mesopotamios, Hyksos, Hititas, Asirios, Egipcios y griegos.
En el siglo XII antes de Cristo, se produjo una incursión en Cananea o Palestina, de pueblos provenientes del norte del Mediterráneo, los filisteos, posiblemente de origen griego o indo-europeo quienes fabricaban y utilizaban instrumentos de hierro, los cuales se asentaron a inicios de la Edad del Hierro en Palestina. La capital de los filisteos en 400 antes de Cristo, era Gaza… (Bernal 1987: 449).
Diferentes sociedades patriarcales nómadas existían en los montes Zagros entre los actuales Irán e Irak, en la cuenca del Eufrates, en los desiertos de Siria y Egipto, con un modo de vida reminiscente al de los actuales beduinos, quienes se veían obligados muchas veces, por las hambrunas que producían las fluctuaciones climáticas en las condiciones naturales de sus habitats originales, a buscar refugio a la sombra de otras sociedades sedentarias asentadas en tierras más ricas y prósperas.
Las migraciones de las cuales da cuenta el relato bíblico del Viejo Testamento: la migración de Abraham y su pueblo desde Mesopotamia hacia Palestina, la migración del pueblo de Jacob hacia Egipto, en 1300 antes de Cristo, del éxodo del pueblo de Moisés atravesando el desierto de Egipto hacia 1300 antes de Cristo para regresar a Palestina, se acuerda con el flujo de movimientos de pueblos a lo largo de esta encrucijada que une al Asia Menor con Egipto y el norte de África en general.
De esta manera los israelitas o hebreos se instalaron en Palestina durante la Edad del Bronce Tardío, 1200 años antes de Cristo. Desde el punto de vista tecnológico, los israelitas, comparados con el resto de los pueblos antiguos de Palestina, eran relativamente pobres, pero gracias su sentido de identidad, bajo el liderazgo de su rey David, lograron triunfar sobre los Filisteos entre 1013 y en 973 antes de Cristo y asentar su capital en Jerusalen. (Clark 1977:90).
ORIGEN DE LOS JUDIOS SEFARDIES
Los cananeos o fenicios fundaron el año 814 antes de Cristo la ciudad de Cartago en la bahía de Túnez, capital de un imperio marítimo que a su vez estableció importantes colonias en Sicilia y España y envió expediciones navales a las costas occidentales de África. Es muy probable que grupos de israelitas o hebreos, que hablaban una lengua emparentada con la de los cananeos, participasen también en esta difusión de pueblos que se originó a partir de Palestina.
Los cananeos o fenicios fundaron también importantes ciudades en el litoral atlántico mediterráneo de Andalusía tales como Gadir (Cadiz), Malaka (Malaga), Ampurias en el litoral de Cataluña, Lagos, en la costa del Algarve, Portugal, y en las islas baleares -entre otra- hasta que Cartago fue derrotada por los romanos el año 146 antes de Cristo. Es posible que a partir de la colonización fenicia o cananea ya existiesen para el siglo V de la era cristiana comunidades claramente judías sefardíes en las ciudades del sur de Andalucía o Sefarad que –caído el imperio romano- pasaron a formar parte del reino visigodo En el año 711 de la era se produjo la conquista y colonización árabe de Sefarad, ahora El Andalous, la cual le abrió a los judíos nuevos campos para desarrollar sus capacidades en la administración del Estado regido por los califas árabes, la ciencia, las humanidades, las finanzas y el comercio (Lacave, Armengol y Ontañón 1987 15).
En 1492 los Reyes Católicos reconquistaron Sefarad o El Andalous y decretaron la expulsión de los judíos sefardíes de España, quienes se dispersaron a los largo del mediterráneo y hacia ciudades europeas occidentales como Ámsterdam, Paris, Londres, Hamburgo, Lisboa donde reconstituyeron nuevas comunidades que tuvieron gran importancia en el desarrollo de las finanzas, el comercio y la ciencia dentro del naciente sistema capitalista (Sanoja Obediente, 1992).
Origen de los judíos ashkenazi
En el siglo VII de la era cristiana, el rey Bulan de Jazaria se convirtió al judaísmo. Los pueblos Hunos Jazaros, de origen turcomano, indoeuropeo, provenían de las regiones del Volga y el Caucaso, emparentados también con las tribus magyar, habitantes originarias de la actual Hungría, las cuales controlaban también los actuales territorios de Polonia, Austria, Rumania e Hungría. Se les considera -según algunos autores- como el pueblo originario a partir del cual se habrían desarrollado los judíos ashkenazi, que no serían semitas propiamente dichos, cuyo territorio ancestral se hallaba en Europa Oriental y en Europa Central. Para 1950 aún quedaban en el Caucaso unos 13000 caraimos, judíos ortodoxos que no reconocen el Talmud, relictos de la población judaica originaria del reino Jazaro (Bleichsteiner 1957: 165).
El antisemitismo en el imaginario cultural occidental.
El conocimiento de la influencia que tuvieron las poblaciones semitas antiguas en el modelaje de la civilización occidental, despertó una importante discusión en el campo de la historia de la cultura y de las ideas en el siglo XIX, en relación al origen de la civilización y las naciones europeas occidentales que se consideraban la cuna de la modernidad y el progreso. La teoría que se había convertido en dominante para ese momento, apoyada en la filosofía del romanticismo- sostenía el modelo ario emanado de las culturas indoeuropeas según el cual las raíces de la cultura occidental se asentaban directamente en las antiguas tradiciones romanas y griegas. Esta teoría era opuesta al paradigma cultural semita, el cual había servido hasta entonces para explicar que los orígenes remotos de la civilización occidental se hallaban en las antiguas culturas neolíticas del Asia menor y Egipto.
La exaltación de la ideología nacionalista eurocéntrica que se produjo a mediados del siglo XIX condujo, pues, a la negación de la influencia fenicia o cananea como la fuente originaria de la civilización occidental y a la exaltación, en consecuencia, del anti-Semitismo y el antijudaismo que ya tenía profundas raíces en la Europa cristiana. En la exacerbación del antisemitismo tuvieron gran influencia, paradójicamente, los trabajos sobre historia de la cultura de un intelectual judío francés asimilado, Salomón Reinach, y las investigaciones del arqueólogo ingles Arthur Evans en la isla de Creta sobre lo que denominaba las culturas pre-helénicas.
Según Reinach, las culturas prehistóricas de Europa occidental habían surgido de un proceso civilizatorio autóctono griego, la civilización micénica. sín que existiese en ella alguna influencia semítica o cushitica (egipcia). Según las tesis de Evans, por otra parte, todos los aspectos de la cultura griega que no pudiesen ser explicados en términos de los Indo-Europeos, debían ser atribuidos a un pueblo mítico llamado minoico, rechazando así todo conexión con los pueblos del medio Oriente. Por otra parte, los trabajos del arqueólogo alemán Schlieman en Micenas y en Troya, actual Turquía, plantearon la existencia de una nacionalidad micénica que comenzó a ser considerada como la nacionalidad europea originaria (Bernal 1987: 368).
A partir de 1880, la atmósfera intelectual y política europea se puso a tono con el triunfo del antisemitismo racial y cultural en Alemania, y Austria, lo cual determinó la emigración masiva de judíos centroeuroeos o ashkenazi hacia otros países de Europa occidental y hacia América. La atmósfera antisemita y antijudía entre las burguesías europeas se intensificó particularmente hacia 1920 debido, particularmente, a la participación de prominentes intelectuales judíos comunistas como León Bronstein (Trostky) en la revolución rusa y la construcción del Ejército Rojo en la Unión Sovietica, así como la de la filosofa marxista Rosa Luxemburgo en la fallida revolución proletaria alemana de 1918.
El movimiento nacionalista étnico surgido hacia finales del siglo XIX-de filósofos románticos alemanes como Herder, Fichte y otros, aupado por las investigaciones del arqueólogo Gustaf Kossina – adoptó los conceptos claves del racismo: el suelo y la sangre como los elementos definitorios de la raza, para probar que Alemania era el hogar original de todos los pueblos indoeuropeos o arios y que el pueblo alemán era superior a todos los otros indoeuropeos. Contrariamente a esa concepción racista del nacionalismo alemán, Bauer (1979: 25), uno de los principales teóricos de marxismo austriaco, escribió en 1907 que “… la comunidad de carácter vincula a los miembros de una nación durante una determinada época, pero de ningún modo a la nación de nuestro tiempo con sus antepasados de hace dos o tres siglos…”
El surgimiento del nacionalismo europeo hacia finales del siglo XIX y particularmente el alemán, estimuló también el del sionismo, una tesis igualmente nacionalista adelantada por el pensador ashkenazi Theodor Herlz, la cual propugnaba que el ser judío era una nacionalidad, no una confesión religiosa, por lo cual era necesario buscar un territorio que sirviese de asiento a todos los judíos: Eretz Israel. Historiadores israelies como Shlomo Sand (Sand 2008), piensan por el contrario que el actual Israel es el estado nacional de los ciudadanos israelíes, no un estado transnacional de todos los judíos del mundo.
Científicos y pensadores judíos de la talla de Albert Einstein y Hanna Ahrendt, entre otros, al igual que hoy lo hace Noam Chomsky, se opusieron en ese momento al proyecto sionista, a ese tipo de nacionalismo judío que también hace suyos los conceptos de territorio, comunidad de sangre, cultura y pureza racial que sustentaban el nacionalismo alemán. Como ocurrió en las primeras décadas del siglo XX, ellos servirían también de fundamento a la ideología racista del nacional socialismo y del fascismo en general, que legitimaron finalmente al exterminio masivo de los “untermenschen”, los sub-hombres (y sub-mujeres) judí@s, eslav@s, gitan@s, discapacitad@s, comunistas, cristian@s, etc tanto en Alemania y Austria, como en todos los países europeos subyugados por el nazismo y el fascismo.
El movimiento nacionalista nazi y su líder Adolfo Hitler, propugnaban la eliminación física de los judíos en Europa, no solamente por considerarlos inferiores, sino porque temían quizás también que en algún momento en el futuro el sionismo pudiese reclamar un territorio para crear un hogar o un Estado nacional judío en Europa. La Limpieza Étnica, la Solución Final que se tradujo en el horrible exterminio de millones de judí@s de diferentes nacionalidades, de gitan@s, de cristian@s, de veinte millones de rus@s, y eslav@s de distinto origen, fue la respuesta preventiva a esa posibilidad que era también temida por las otras burguesías nacionales europeas.
Ello explicaría no solo el silencio cómplice de las mismas ante un crimen de lesa humanidad que se cometía a plena luz sino también, una vez finalizada la II Guerra Mundial, su rechazo a admitir los refugiad@s judí@s que escapaban de los horrores de los campos de exterminio. Venezuela fue, por el contrario, uno de los pocos países que desde 1937 abrió generosamente sus puertas a los refugiad@s judí@s que abandonaron Europa antes del inicio de a guerra y despues de finalizada la misma.
Palestina bajo el sionismo.
El año 63 de la era cristiana, el Imperio Romano, bajo el Emperador Tito, conquistó Palestina. Posteriormente, entre 330 y 638 de la era, como consecuencia del colapso del Imperio Romano, Palestina pasó a ser anexada por el Imperio Bizantino y controlada ideológicamente por la Iglesia Cristiana Oriental u Ortodoxa. Posteriormente, entre los años 661 y 750 de la era, Palestina cayó bajo la hegemonía del califato de los Umayyad. El pueblo palestino tuvo que convertirse al Islam, lo que marcó el final de la dominación bizantina. En 1099, los Cruzados intentaron recuperar los lugares santos del cristianismo, particularmente a Jerusalem, y establecieron una serie de puestos fortificados a lo largo del litoral mediterráneo palestino, entrando finalmente en conflicto con el Imperio Ottomano. Entre 1516 y 1917 el territorio palestino pasó a depender y ser gobernado desde Estambul, al igual que la mayor parte de los balkanes, la Europa central y buena parte del territorio oriental de las antiguas Rus de Moskovia y Kiev.
Finalizada la I Guerra Mundial y derrotado el Imperio Turco que se había aliado con los Imperios Centrales liderados por Alemania y el nacionalismo prusiano, como parte del reparto de los despojos de los vencidos, Palestina pasó a ser un territorio bajo Mandato Británico.
Ya en 1897 se había llevado a cabo el Primer Congreso Sionista en Suiza, donde se aprobó formalmente la creación de un hogar judío en Palestina sin haber consultado, por supuesto, la opinión de los pobladores originales de dicho territorio. El año 1878 se había concretado el primer asentamiento sionista en territorio palestino y posteriormente, entre 1882 y 1903, se produjo una segunda emigración masiva de judíos centroeuropeos hacia Palestina con el apoyo de la Banca Rotschild, proceso que podría interpretarse históricamente también como parte de la expansión colonial europea de finales del siglo XIX hacia África (recordar los Boers, la colonización europea de Sudáfrica y la imposición del apartheid a las poblaciones originarias africanas sojuzgadas) y Asia y de la expansión de Estados Unidos hacia México, el Caribe, las Filipinas, China y Japón.
Luego de la Declaración Balfour que en 1917 reconoció la creación de un hogar judío en Palestina, el movimiento sionista promovió una migración mayor de judíos hacia Eretz Israel, creándose importantes enclaves urbanos de judíos europeos, principalmente ahskenazi, en Tel Aviv y Jaffa. Tal como había ocurrido siglos atrás en Sefarad, las comunidades de judíos sábras y árabes palestinos convivieron pacíficamente hasta la partición inconsulta del territorio en 1948.
En 1947, las Naciones Unidas aprobaron la partición de Palestina en dos Estados, uno judío y uno palestino. El 14 de mayo de 1948, de manera unilateral, el boque dominante sionista decretó la creación del Estado de Israel, lo cual fue seguido por la limpieza étnica para eliminar los pobladores palestinos del territorio que Israel consideraba suyo, lo cual desencadenó la Guerra Árabe-Israelí de 1948 con los vecinos Estados árabes, que se negaban aceptar el plan de la ONU y la declaración unilateral de la creación del Estado de Israel.
La ONU –como ya es costumbre en dicho organismo- confió el futuro de Palestina a una comisión burocrática: el Comité Especial para Palestina (UNSCOP, cuyos miembros carecían de cualquier experiencia previa en resolución de conflictos y no tenían un gran conocimiento de la historia del país. Las sucesivas victorias en una serie de guerras posteriores confirmaron su independencia y ampliaron las fronteras del Estado israelí más allá de lo acordado en el Plan de Partición de las Naciones Unidas. Desde entonces, Israel ha estado en conflicto con muchos de los países árabes vecinos, con varias guerras y décadas de violencia que continúan hasta el día de hoy.
Con la partición aprobada por las Naciones Unidas sin consultar a los pueblos palestinos originarios, Inglaterra abandonó Palestina luego de una mortifera campaña terrorista antibritánica y antiárabe orquestada por organizaciones terroristas judías como el Irgún, Stern y Haganah, sin haber definido las fronteras del Estado de Israel. Los dirigentes de las antiguas organizaciones terroristas que habían promovido el nacionalismo judío en Palestina, el sionismo, notablemente Menachem Beguin y Yitzhack Samir de origen bieloruso, entre otros, llegaron a transformarse en lideres del bloque de poder que controla hoy día la política de aquel Estado, asumiendo una ideología racista según la cual dicho bloque dominando actualmente por judíos ashkenazi, antisemitas de origen indoeuropeo, se arroga el poder discrecional de discriminar, asesinar y exterminar a un antiguo pueblo semita, los palestinos, que han vivido en su patria palestina desde hace miles de años hasta el presente.
No es de extrañar, pues, que dirigentes políticos sionistas de la extrema derecha como fueron en su momento Ehud Olmert y Tziporah Livni, , segunda generación del bloque terrorista del sionismo israelí, al igual que en la actualidad “Bibi” Netayiahu, sabras nacidos en Tel Aviv, apoyadas por el lobby sionista-neoconservador que gobierna a Los Estados Unidos, hayan ordenado en dos oportunidades ( entonces Operación Plomo Fundido y ahora Borde Protector) el exterminio de millón y de la población palestina originaria que vive en la Franja de Gaza, de la cual el movimiento social Hamas es el representante democráticamente electo.
Los Holocaustos y la expansión del capitalismo
Muchos ciudadanos del mundo podemos entender las razones que llevaron a los judíos europeos a huir hacia una tierra donde pudiesen estar a salvo de las persecuciones y el exterminio de las cuales fueron secularmente objeto por parte de las oligarquías nacionales y cristianas europeas. Pero lo que no se puede entender ni perdonar de ninguna manera es la aplicación, por parte de supuestos de dirigentes políticos sionistas, de una ideología racista antisemita destinada a desposeer a los palestinos de su legítimo derecho a poseer una patria, humillando y exterminando a estas poblaciones autóctonas inermes, utilizando las más mortíferas armas de guerra salidas del arsenal estadounidense, como acaba de ocurrir en la Franja de Gaza, como ocurrió anteriormente en Deir Yassin, en Sabra y Chatilla y recientemente en tantas otras comunidades palestinas.
Estas matanzas, el exterminio en masa de pueblos indefensos por razones geopolíticas, racistas y/o religiosas, alcanzaron niveles particularmente criminales con la expansión del capitalismo a partir del siglo XV. El Holocausto indoamericano, el exterminio de nuestros pueblos originarios perpetrado inicialmente por los conquistadores y colonizadores europeos para apropiarse de las tierras que aquellos poseían desde hacia miles, fue una de los mayores holocaustos de pueblos ocurrida entre los siglos XV a XVII de la era cristiana. El Holocausto africano, la esclavización y el asesinato de pueblos africanos para apropiarse y comerciar con su fuerza de trabajo a partir de la misma fecha, fue otro de los grandes crímenes cometidos por las naciones capitalistas del primer mundo.
El desarrollo del capitalismo como sistema de explotación de los pueblos, esta plagado de esos crímenes de lesa humanidad, muchos de los cuales solo llegaron a ser conocidos por la gente de los diversos países de manera muy parcial y diluida, a través de noticias filtradas a través de los imperios mediáticos y los monopolios de medios de comunicación europeos y estadounidenses que comenzaron a consolidarse hacia finales del siglo XIX.
Durante el siglo XX, algunas de esas matanzas alcanzaron cierto renombre, principalmente las matanza de ciudadanos armenios perpetrada por los turcos, la matanza de ciudadanos indios a manos del ejército colonial británico, la matanza de millones de ciudadanos europeos de origen judío o cristiano, de rusos y eslavos en general, de gitanos, de homosexuales, de discapacitados físicos y mentales, etc., en los campos de exterminio industrial donde el gobierno nazi del Tercer Reich practicaba la solución final sobre los pueblos inferiores a la raza aria que, supuestamente, debía dominar el mundo. De igual manera debemos recordar el exterminio de decenas de miles de ciudadanos argentinos, chilenos, uruguayos, brasileños, venezolanos, colombianos,. guatemaltecos, panameños, hondureños, nicaragüenses y cubanos por las dictaduras militares fascistas inspiradas por las ideologías racistas nazifascistas apoyadas por el gobierno de los Estados Unidos.
Las fotografías y documentales cinematográficos, los libros de historia, las novelas, los relatos de los supervivientes que fueron mostrados al mundo después de 1945, cuando finalizó la II Guerra Mundial, mostraron todo el horror de aquellas visiones dantescas de muerte y desolación humana. Pero fue una visión ex-post facto: nos enteramos cuando ya había sucedido. Las matanzas de civiles palestinos inermes ocurrida recientemente en Gaza, a manos de los soldados del Tzahal, el ejercito israelí, no solamente fueron la crónica de un genocidio anunciado, sino que fue presentada al mundo, como dice el periodista Walter Martínez, en tiempo real, como un gran espectáculo televisivo que sirviese –en el medio de esta crisis mundial del capitalismo- como medio de intimidación a los enemigos, reales o figurados, de los Estados Unidos e Israel.
Más grave todavía es la intención y el cinismo de provocar la muerte de 1700 personas, niños y adultos, mediante una agresión militar en gran escala contra los civiles inocentes, sobre todo mujeres y niños, que habitan la densamente poblada franja de Gaza para vaciarla de seres humanos y apoderarse de dicho territorio. Ello demuestra que los perpetradores, criminales de guerra que están perfectamente identificados, no tienen el menor respeto por la vida humana, como no la tuvieron los lideres nazis ni los soldados de la Wehrmacht ni de la SS que aplicaron la solución final en los campos de exterminio, o borraron del mapa como represalia a poblaciones humanas enteras –consideradas como seres inferiores- como fue el caso de las comunidades de Ouradour o Lidice en la Segunda Guerra Mundial. Sentimos vergüenza y profunda dolor por las victimas de Gaza, pero también sentimos profunda vergüenza por aquellos dirigentes sionistas que planifican y ordenan ejecutar la masacre, por los soldados que asesinan los civiles y por aquellos israelíes que asisten como espectadores complacidos al exterminio físico de los civiles palestinos a quienes consideran como seres inferiores, como untermenschen, como sub-humanos.
Los judíos en la sociedad estadounidense.
Durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, muchos judíos ashkenazi, intelectuales, científicos y artistas de gran valía, emigraron a los Estados Unidos atraídos por la aureola de liberalismo, democracia y progreso social que rodeaba la sociedad estadounidense y huyendo de la segregación y el racismo antijudío que comenzaban a imperar en Europa con el ascenso de los movimientos fascistas. A la par de científicos como Einstein, pianistas como Rubinstein, cineastas, literatos, filosofos, etc., también ingresaron intelectuales y científicos anticapitalistas comprometidos con la revolución social quienes se nuclearon alrededor del Partido Comunista estadounidense. A partir de 1947, con el inicio de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Sovietica el anticomunismo y el macartismo -doblados a veces también de antijudaismo- se convirtieron en el dogma fundamentalista del establecimiento político.
La victima más sonadas de dicho dogma fue el matrimonio judío de Ethel Greenglass Rosenberg y Julius Rosenberg ejecutados en la silla eléctrica el 19 de Junio de 1953, acusados de espionaje a favor de la Unión Soviética en un juicio que la opinión mundial consideró como amañado e injusto.
Con el auge de la guerra fría, surgió también en el establecimiento político estadounidense el llamado lobby judío (sionista), en el cual también participan sectores cristianos de la ultra derecha. Dicho lobby opera sobre los cuatro sectores claves del poder estadounidense: Defensa, el Complejo Militar Industrial, Wall Street y los medios de comunicación, vinculados a los consorcios armamentistas, petroleros, financieros y tecnológicos, a través de infinitas redes de poder que controlan todo el funcionamiento de la política estadounidense en lo interno y en lo externo. La Operación Plomo Fundido y la actual Borde Protector -destinada a la destrucción del pueblo de Gaza- son unos de sus últimos logros.
La posición del Gobierno Bolivariano de Venezuela.
La correcta actitud asumida por el gobierno bolivariano de Venezuela, tanto por el Presidente Chávez como el Presidente Maduro, ante las campañas militares genocidas perpetrado contra el valiente pueblo gazali por el actual gobierno sionista de Israel, es consecuente con la defensa a ultranza de los derechos humanos que sostiene nuestro proceso bolivariano dentro y fuera de Venezuela. Asumir actitudes contrarias a la política racista del actual gobierno sionista de Israel no puede ser considerada de manera simplista y malintencionada como antijudía o antisemita sino, por el contrario, como una defensa de los derechos humanos, históricos, territoriales y culturales de los pueblos semitas originarios: los palestinos.
En el pueblo venezolano nunca ha existido una cultura antijudía; ni antes ni hoy día ha existido entre nosotros prejuicios como el antijudaísmo o el antisemitismo, excepto en los grupúsculos neofascistas, católicos de recontraderecha inspirados por el fascismo católico de la Falange española, tales como el de Tradición Familia y Propiedad, vinculados a la conspiración golpista antibolivariana que forma el núcleo duro de la actual oposición al proceso bolivariano.
Muchos jóvenes como Leopoldo López y Henrique Capriles Radonzky, entre otros, indoctrinados en el pasado por esa secta católica en el fascismo antijudío, hoy aparecen como dirigentes de partidos político como Voluntad Popular y Primero Justicia, promotores públicos del terrorismo y la violencia ideológica que ha asesinado en los últimos dos años por los menos 60 personas, quemado y destruido universidades, centros de salud, ministerios, plazas públicas, medios de transporte público y que ya intentaron quemar vivos a los estudiantes chavístas de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Central de Venezuela y a un jardín de infancia con todo y niños adentro, como en Gaza.
Es en aquellos círculos terroristas financiados por los Estados Unidos y posiblemente por el Mossad israelí y su agente Alvaro Uribe Vélez, donde hay que buscar las raíces y las motivaciones del intento de magnicidio contra el Presidente Maduro, la guerra económica y mediática y el terrorismo urbano de los guarimberos. Curiosa manera de cobrarle al proceso bolivariano su postura indeclinable en defensa de los derechos humanos y particularmente de los derechos humanos del pueblo palestino.
Bibliografía citada:
Marx, Karl y Federico Engels. 1982. La ideología alemana. Editorial Pueblo y Educación. La Habana.
Bauer, Otto. 1979. La cuestión de las nacionalidades y la social democracia. Siglo XXI. México DF.
Bernal, Martín. 1987. Black Athena. Vol.1. Rutgers University Press. New Brunswick, New Jersey.
Bleichsteiner, Robert. 1957. Pueblos Turcos de la Europa Oriental. En: Razas y Pueblos del Mundo. Tomo I.Europa-Africa. Hugo Bernatzick, editor. Ediciones AVE. Barcelona.
Braidwood, Robert, J. Prehistoric Men. Scott, Foresman and Co. Atlanta y Oakland.
Clark, Graham. 1977. World prehistory in new perspective Cambridge University Press.
Lacave, J., M. Armengol y F. Ontañón. Sefarad, Sefarad. La España Judía. Comisión del Quinto Centenario. Grupo de Trabajo Sefarad 92. Lunerwig Editores. Barcelona.
Sand, Shlomo- 2008. Comment le peuple juif fut inventé: de la biblie au sionisme. Fayard, Paris.
Sanoja Obediente, Mario. 1992. La Diáspora Sefardí en el Caribe Oriental. Actas del 1° Congreso Cultural Judeo-Latinoamericano.. Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela. Caracas.
*Profesores Titulares Jubilados U.C.V. Investigadores Eméritos. Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología.PPI. Premios Nacionales de Cultura, mención Las Humanidades.