Argentina, Mundial y realidad

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JUAN GUAHÁN| Terminó el Mundial de Fútbol. Se trata del acontecimiento deportivo, junto a las Olimpíadas, más importante de la actualidad de nuestro planeta. Cada 4 años, el mundo parece paralizarse para ver rodar la pelota. Más allá de una evaluación sobre este rol, desde este punto de vista se trata de un hecho social y mediático cuyo impacto difícilmente tenga comparación en el curso del año.

Question Latinoamérica

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No obstante que suele decirse que “el fútbol lo tapa todo” veremos de qué modo muchas realidades cotidianas encuentran diferentes modos de expresión dentro del fenómeno futbolero.

Hablando de plata

La realización del Mundial de Fútbol le costó a Brasil aproximadamente 13.600 millones de dólares. Cerca del 90% de ese monto provino de las arcas y créditos estatales.

Buena parte del dinero invertido nunca será recuperado y gran parte del mismo fue a parar a las cuentas bancarias de un núcleo concentrado de empresas vinculadas a la construcción de estadios, aeropuertos, sistemas de comunicación. La mayor parte de los insumos utilizados son de origen chino. Naturalmente que tal volumen de recursos es una tentación para negocios no muy santos. A título de ejemplo digamos que el costo final de cada asiento de los asistentes al Mundial tuvo en Brasil 2014 un costo de 5.800 dólares, en Sudáfrica (2010) había sido de 5.200 y en Alemania (2006) fue de 3.400 dólares.

De los 12 estadios construidos o totalmente remodelados, en igual número de sedes, 4 de ellos carecen de perspectivas de uso. En dichos lugares (Brasilia, Manaos, Cuiabá y Natal) no hay equipos que participen en ninguna de las dos categorías superiores del fútbol brasileño. Los costos de mantenimiento correrán por cuenta de las autoridades locales.

La FIFA, en cambio embolsó unos 4.500 millones de dólares. Un poco más del 10% de esa cifra -536 millones- se repartirá entre las 32 selecciones que participaron en Brasil. Los clubes que “prestaron” sus jugadores recibirán una recompensa consistente en 2.800 dólares por cada día que esos jugadores estuvieron afectados a la selección de sus respectivos países.

Hablemos de fútbol

En términos generales, más allá de la frustración brasileña, fue un Mundial bueno, de muchos goles y con un protagonismo final de 4 grandes selecciones (Alemania, Argentina, Holanda y Brasil)
Nuestro país cumplió un rol más que digno. Con un comportamiento futbolístico inesperado, aunque lógico dada la estrategia del director técnico. Nuestro punto débil, la defensa, resultó ser lo mejor. Recibimos solo 3 goles; a Alemania y Holanda, les hicieron 4 y a Brasil, 14. Arriba, los “cuatro fantásticos” (Messi, Higuaín, Agüero y Di María) no rindieron lo esperado. Apenas festejamos 5 goles en 7 partidos. Alemania convirtió 18 goles, Holanda 15 y Brasil 10.

Ahora son tiempos de festejar por el subcampeonato, lamernos las heridas por la derrota ante Alemania y observar como los teutones “jugando lindo” y al ras, como si fueran brasileños, maltrataron

El fenómeno social que el fútbol esconde

Entre las múltiples cuestiones de las que podríamos hablar, mientras consumimos litros de café, se elegirán un par de muestras que parecen significativas.

En primer lugar la presencia de miles y miles de argentinos en las canchas donde jugaba la Selección y otro tanto merodeando en los alrededores o en las playas de Copacabana en Río de Janeiro. En su inmensa mayoría no eran los clásicos “barras bravas”. Como dijera el escritor Jorge Asís, se trataba de los “blanquitos” que se acercaron a las canchas, que habían abandonado ante la presencia de grupos violentos. Eran sectores con un buen poder adquisitivo que se consideraban como los “barras bravas decentes”, de distinto origen social pero igualmente agresivos respecto a sus congéneres, público y transeúntes brasileños.

El otro hecho significativo se trata de lo ocurrido el domingo a la noche, en las proximidades del Obelisco y otros puntos del país. Por la tarde-noche decenas de miles de personas festejaron el subcampeonato. Pero al entrar la noche se abrieron las puertas del infierno. Fueron algunos centenares en el centro porteño y en un número aun inferior en La Plata, Mar del Plata, Córdoba y otros centros urbanos. Atacaron y rompieron lo que encontraban a mano. Para el gobierno se trató de algo planificado, según dijo Sergio Berni, Secretario de Seguridad.

La detención de algunos “barras” de Independiente, Chacarita y Nueva Chicago, sería la prueba. Desde la oposición acusan al gobierno por la falta de prevención. Lo cierto es que ambas cuestiones pueden ser parte de la verdad. Pero hay otro tema que algunos comentaristas recogieron. Se trata de sectores jóvenes excluidos que se sienten totalmente al margen del sistema de valores que impera en la sociedad. El orden impuesto y la propiedad privada, pilares de la cultura capitalista que nos rige, nada le dicen y por el contrario –cuando pueden- se distraen en vulnerarlos. Se trata de una cuestión no menor que –generalmente- no encuentra canalización en las organizaciones sociales o políticas.

El Mascherano que todos tironeanarg mascherano

Desde el ultraopositor Jorge Lanata hasta el ultraoficialista “6.7.8” pretenden encontrar en Javier Mascherano la síntesis que aspiran para la Argentina de hoy y el futuro. El “Jefe” más allá que la capitanía se la cedió a Lionel Messi, reúne en su persona -de origen clasemediero- la técnica adecuada para realizar con eficacia las tareas que le competen; la voluntad para sacrificarse en función de un todo y el liderazgo necesario para asumir la conducción de un grupo. Es por eso que Mascherano, tironeado desde distintos lugares, ante la ausencia de otros liderazgos individuales o colectivo, es el símbolo positivo de una gran parte de la contradictoria argentina actual.