Megaoperativo contra la drogas en Rosario: ¿para aplaudir?

318

JUAN G UAHÁN| “Todos tenemos que aplaudir”. Lo dijo el socialista Antonio Bonfati, gobernador de la agentina provincia de Santa Fe, ante el megaoperativo rosarino contra las drogas ordenado por el gobierno nacional. Sin embargo hay dudas que no conviene ocultar. arg rosario drogasQuestion Latinoamérica

Los rosarinos festejan pero también están preocupados por el desembarco de las fuerzas de seguridad enviados por el gobierno nacional. Rosario, la “Capital del narcotráfico” -como se la suele denominar en estos días-, la tercera ciudad del país, está conmovida. Su memoria colectiva está impregnada de otras imágenes con las que el país la conoció en otros tiempos.

En los mejores momentos de la “Generación del 80”, que modeló a nuestro país hasta estos días, fue conocida como la “Chicago Argentina”. Eso ocurrió en los inicios del siglo pasado, cuando le seguía en importancia a Buenos Aires, era el  centro de la industria frigorífica y tenía un puerto por donde salía gran parte del trigo y maíz del “granero del mundo”. Se consolidó el nombre de “Chicago Argentina” cuando, a semejanza de su “hermana norteamericana”, el italiano Juan Galiffi, “Chicho Grande”, disputaba -a los tiros- con Francisco Morrone, “Chicho Chico”, el control de la mafia.

Durante los duros años de la Resistencia (1955-1973) fue conocida como la “Capital del Peronismo”. Ese nombre le vino de haber iniciado y alimentado aquella gesta inmediatamente después del golpe gorila de 1955.

En estos tiempos, de un modo semejante a lo que ocurriera hace más de un siglo atrás, Rosario nuevamente cobra fuerza de la mano de su riqueza agraria. Tiene en la soja y el puerto el centro de su actividad: una mezcla de esplendor y miseria; derroche de riqueza y dolores ocultados; orgullosa exhibición de una pujanza evidente y vidas truncadas por el cáncer que la corroe. arg rosario drogas1

Es por eso que el Gobernador lanzó aquella frase que le dio título a estas reflexiones. La imagen que los rosarinos vieron y vivieron no tenía muchos antecedentes. Tres mil integrantes de fuerzas de seguridad fueron ingresando por distintos puntos de la ciudad. Su presencia en San Nicolás, a escasos kilómetros de distancia, había sido camuflada como participantes de un inexistente evento sobre emergencias. Cuatro helicópteros zumbaban sobre las cabezas de sorprendidos pobladores, un avión de observación, 50 perros de la Policía Federal y varios móviles artillados completaban aquella inédita escenografía.

Viejos y memoriosos vecinos y buenos archivos periodísticos trajeron a la memoria un hecho semejante ocurrido en el lejano 1975 cuando se produjo un desembarco para reprimir las huelgas en las acerías de Villa Constitución, en el sur santafesino, vecino a Rosario. Allí el presidente de Acindar, la empresa más importante, era un señor que se llamaba Alfredo Martínez de Hoz y su segundo era el General Alcides López Aufranc, el primer militar argentino en viajar a Francia para capacitarse en temas represivos. Aquel desembarco fue una preparación del Golpe de Estado que se produciría meses más tarde.

Tal vez preocupado por aquella semejanza o por el despliegue observado, lo cierto es que Raúl Lamberto -ministro de Seguridad de la Provincia- aclaró que se trataba de “un operativo de pacificación, no de ocupación militar”. Obviamente esa declaración deja flotando una inquietante pregunta: ¿militarizar es pacificar?

La mundialmente aceptada “Guerra a las Drogas” y la “pacificación”, como su manifestación propagandístico-operativa, ya llegó a nuestro país. No solo está presente en esta Rosario atormentada por las muertes y los crímenes que dejan las luchas entre mafias de narcos. También tiene otras manifestaciones. A la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires ha llegado una propuesta para sancionar una Ley de Pacificación para luchar contra el narcotráfico, donde proponen pasos que ya están aplicando las fuerzas represivas brasileñas en su campaña de “limpieza”, con vistas al Mundial de Fútbol y las Olimpíadas a realizarse en ese país.

arg rosario drogas2Esa misma idea forma parte de la agenda que llevan la mayor parte de los políticos argentinos que viajan a Estados Unidos, la nueva Meca de nuestros dirigentes. En esta columna ya hemos comentado los acuerdos que varias provincias están tomando con funcionario de la DEA (organismo norteamericano vinculado al tema drogas) para capacitar su gente y las instituciones que están construyendo a estos fines. Parecen ignorar que, según muchas y fundadas denuncias, la DEA es sospechada de sostener y beneficiarse con este inhumano negocio.

Llama la atención que los 67 allanamientos, ordenados por la Justicia Federal, y realizados por las tropas federales fueran narco-kioscos, cuya destrucción física ya ha comenzado, ubicados en los sitios más pobres de Rosario. Como dijo el poderoso Sergio Berni, Secretario de Seguridad a cargo del operativo, no se trata de búsqueda de droga, sino de “ocupación territorial”, de un territorio sobre el cual -según el mismo Juez Federal interviniente- el Estado había perdido el control. Esta militarización de las villas de emergencia puede ser entendida como la puesta en marcha de la llamada “Doctrina de Seguridad Ciudadana”, que reemplaza a la vieja “Doctrina de Seguridad Nacional”.

Hace unos 25 años que esta doctrina viene siendo elaborada y ejecutada por diferentes gobiernos estadounidenses. Promovida su aplicación a la región, son manifestaciones de la misma el Plan Colombia, el Plan Mérida en México y lo que se viene experimentado en Brasil y ahora en nuestro país. En ninguno de los casos citados puso fin al tema de la droga, disminuyeron los homicidios vinculados a estas narco mafias pero se incrementaron las desapariciones y ejecuciones extrajudiciales, la mayoría de ellas imputadas a fuerzas represivas.

Tal vez esta “ocupación territorial” sea imprescindible para contener el auge del narcotráfico. Ahora habrá que ver qué camino sigue. Si se agota en control territorial por la vía represiva y social por políticas meramente asistencialistas ese esfuerzo tendrá frutos perecederos. Solo políticas que faciliten más trabajo, mayor dignidad y justicia social podrán dar respuestas más sólidas. De lo contrario la sociedad, que contiene a grandes riquezas junto a millones de excluidos, seguirá asistiendo al dolor de diversas formas de enfrentamiento.