América Latina: una derecha envalentonada y agresiva
RAFAEL CUEVAS MOLINA| No es el momento de discutir si tal o cual país adelanta suficientemente o no en las reformas sociales que son necesarias. Se trata de cerrar filas para evitar que avance esta derecha que solo cree en la democracia del diente al labio, es decir, cuando le sirve de estratagema para mantener sus privilegios.
La derecha latinoamericana pasó a la ofensiva desde que se gestó el golpe de estado en Honduras. Antes, especialmente desde la Cumbre de Mar del Plata en 2005, había asistido desconcertada al avance de las posiciones progresistas y de izquierda, que tenían una agenda propositiva que prometía no solo adelantar cambios importantes en varios países, tratando de dejar atrás los años de aplicación del modelo neoliberal, sino también lograban articularse continentalmente a través de organismos creados para promover la colaboración y el entendimiento entre los latinoamericanos.
En este nuevo proceso que tiene a la derecha latinoamericana a la ofensiva, hay patrones comunes de su comportamiento político que se reproducen sistemáticamente en cada uno de los países en donde logra tener protagonismo. Se advierte que esos patrones de comportamiento político no se manifiestan, sin embargo, solamente en nuestro continente.
Se pueden apreciar claramente en los recientes sucesos en Ucrania, por ejemplo, en donde el guion de la desestabilización se repite de forma tal que cualquier observador que siga los acontecimientos en ese país, por poco atento que sea, podría predecir los pasos que dará la oposición próximamente en Venezuela.
Solo las condiciones concretas de cada país hacen que este guion sufra variaciones. El papel geoestratégico que juega Venezuela, por ejemplo, con sus gigantescas reservas petroleras, y el que tiene Ucrania, en medio de los intereses de Rusia, la Unión Europea y Estados Unidos por su posición en el corazón de Europa, produce esas variaciones.
Pero solamente son diferencias que buscan hacer más efectivas las estrategias generales que emanan del guion común, fraguado según indicaciones del golpe suave, es decir, no incruento e inmediato, como al que nos tenían acostumbrados los militares en América Latina en el siglo pasado.
Ahora, se echa mano de una serie de estrategias desestabilizadoras que ya han venido siendo ensayadas, en América Latina, desde el lejano 1973, cuando se fraguó el derrocamiento del gobierno de la Unidad Popular, con Salvador Allende como presidente, en Chile.
En estos días hemos podido acceder a ejemplos, como de manual, de cómo funciona esta estrategia desestabilizadora en América Latina. Los podemos encontrar tanto en lo que está sucediendo en Venezuela como en El Salvador.
En cada uno de estos países, en Venezuela primero y ahora en El Salvador, la derecha se niega a reconocer la legitimidad de elecciones en las cuales han participado, en ambos casos para presidente y representantes al congreso.
En ambos casos, observadores internacionales, que participan abierta y masivamente, elogian los procesos electorales y, por ende, certifican su transparencia y buena organización, pero la derecha denuncia fraudes de los que nunca pueden aportar pruebas concretas y, con lenguaje belicoso, llama a desconocer los resultados y anuncian una “batalla” para sacar del poder a quienes han sido elegidos.
En El Salvador, Norman Quijano, candidato del partido de derecha ARENA, en discurso pronunciado la misma noche de las elecciones, llamó a la guerra a sus partidarios, lo cual es algo muy grave en un país que la sufrió efectivamente durante varios años, y le envió un mensaje a los militares insinuándoles la posibilidad que dieran un golpe de estado. Luego, una vez anunciados los resultados finales de las elecciones, que dan como ganador al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), piden anular las elecciones. El siguiente paso será, siguiendo el guion establecido de antemano, desconocer al gobierno electo, e iniciar un proceso de desestabilización, a través de la protesta violenta, para derrocar a al gobierno, al que calificarán de dictadura.
Todos estos actos y acontecimientos son acompañados, siempre, por una cobertura mediática inusual, en el que CNN juega un papel central, aunque la estrategia referente a los medios de comunicación no se reduce a ella.
Este guión ha sido pensado y escrito en un espacio político en el que se tiene una visión global del mundo, en el que las derechas vernáculas, cortas de vista, tienen poco que decir, pero son las ejecutoras in situ. Este guion ha sido pensado en los Estados Unidos y se aplica, como un programa político en cada lugar en donde pueden hacerlo.
Ellos mismos tienen un papel relevante que jugar tanto como propiciadores del derrocamiento de los gobiernos electos, como de “legitimadores”, una vez que han logrado poner a la cabeza del gobierno respectivo a sus incondicionales.
En este sentido, la administración Obama, a través de sus estrategias del soft power y el smart power (“poder blando” y “poder inteligente”), han sabido impulsar de manera mucho efectiva los intereses norteamericanos que su predecesor George W. Busch, lo cual, por cierto, no descarta tampoco que cuando lo consideren necesario, golpeen la mesa.
Esta es la dinámica central de los acontecimientos políticos que sacuden hoy a nuestro continente. No es el momento de discutir si tal o cual país adelanta suficientemente o no en las reformas sociales que son necesarias. Se trata de cerrar filas para evitar que avance esta derecha que solo cree en la democracia del diente al labio, es decir, cuando le sirve de estratagema para mantener sus privilegios.