La nueva política económica cubana

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LUCIANO WEXELL SEVERO|Hace 22 años se desplomó de forma melancólica el llamado “Socialismo de Mercado” de la URSS, implantado después de la muerte de Josef Stálin, en 1953. La ruina soviética fue el último acto de la creciente sumisión político-militar-ideológica a la estrategia estadounidense, cuya ofensiva final fue capitaneada por Ronald Reagan, a partir de 1981. 

cuba ecoA Mikhail Gorbachev le tocó el rol de promotor de las “aperturas” económica (Perestroika) y política (Glasnost), sentenciando la victoria americana en la Guerra Fría sobre la segunda mayor potencia del mundo.

En aquel momento, delante del colapso de la URSS y los demás países del bloque socialista, cualquiera podría apostar sin miedo de equivocarse que la Revolución Cubana no resistiría por mucho tiempo. La Alemania Oriental, dirigida por Erich Honecker, había caído antes, en 1989, junto al Muro de Berlín. El nuevo orden mundial expuso la debilidad de la economía de Cuba, exportadora de azúcar y dependiente de subsidios y del suministro de energía y de bienes de consumo producidos en las naciones amigas. Al mismo tiempo, la ruina de la URSS potencializó los impactos criminales del embargo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos contra la isla en 1962. Sin petróleo y sin divisas internacionales para importar, se ampliaron las restricciones y los largos racionamientos del llamado “Periodo Especial en tiempos de paz”.

La URSS sale de escena

Una noche Fidel comunicó por televisión a todo el pueblo cubano que La Habana había recibido una importante notificación de Moscú: los gobernantes de la nueva Rusia, liderados por el alcohólico neoliberal y truculento Boris Ieltsin, ya no tenían intención de cumplir con los acuerdos de suministro firmados por la antigua URSS. Sin los subsidios soviéticos, la importación de petróleo por Cuba se redujo a solo un 10% del total. El PIB de la isla disminuyó un 36% entre 1990 y 1993. Las importaciones totales cayeron un 60%.

Junto al comando de la Revolución, el mandatario cubano presentó lo que sería una luz al final del túnel. Se vislumbraba un medicamento posible para intentar reanimar a la economía y salvar al proceso revolucionario, aunque sus “efectos colaterales” fuesen muy preocupantes. La principal  posibilidad de salvación estaría en la apertura del país al turismo. Sin embargo, los visitantes ya no serían las amistosas e inofensivas familias rumanas, húngaras o checoslovacas. Aunque el gobierno tratara de ejercer controles sobre el tema, había llegado la hora de un nuevo tipo de turista: que busca drogas, que requiere jineteras y que demanda, casi siempre en el mercado negro, botellas de ron y cajas de puro baratas.

Grandes hoteles extranjeroscuba melia varadero

Como política de promoción de inversiones, el gobierno concedió facilidades y estímulos para el ingreso de cadenas hoteleras, especialmente españolas y francesas. La solución pragmática era muy cuestionable desde el punto de vista teórico. Aun así, se apostó en una salida de altísimo riesgo: mezclar un escenario interno de inmensa restricción del consumo por parte de la mayoría de la población con un escenario de abundancia de divisas en las billeteras de turistas sedientos. Ese sería el precio a pagar. Solamente con un Partido organizado, una Juventud militante, una fortaleza moral de un pueblo unido e impregnado de conciencia patriótica y revolucionaria sería posible soportar el arriesgado cuadro que se avecinaba. Muchos dudaron que eso fuese posible.

Terrorismo de Estado

Igual, se trataba de una bomba reloj. Como resultado vendrían el doble cambio –que ahora se elimina- y la posibilidad de que un grupo se beneficiase de viajes al exterior y del contacto con turistas y divisas. Además de los problemas económicos, se sintió aún más la fuerza del garrote imperialista. Grupos de extrema derecha establecidos en La Florida intensificaron los ataques terroristas contra hoteles y turistas, torpedeando esa actividad. El libro “Los últimos soldados de la Guerra Fría”, del brasileño Fernando Moraes, hace referencia a centenares de operaciones de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), la Alpha 66 y la Hermanos al Rescate.

Pese a la desesperación de Washington, los cubanos aún tuvieron fuerza, creatividad y disciplina para expandir sus empresas de biotecnología, ampliando las exportaciones de bienes y servicios de salud. Igualmente ganaron peso las ventas de níquel. Pero fue solamente en 1999, con la llegada de Hugo Chávez, que se dio la inflexión. Se fue restableciecuba Terminal-de-Contenedores marielndo el suministro de petróleo y la economía ganó fuerza, especialmente con la integración solidaria vía ALBA. Aun así, solo en 2007 el PIB llegó al mismo punto de 1990. Hoy día, los niveles de renta siguen inferiores al de dos décadas atrás. Eso resalta el valor y el ejemplo del heroico pueblo cubano y la Revolución. Y, al mismo tiempo, expone una dura realidad. Sugerimos la lectura atenta del discurso pronunciado por Fidel, en el acto por el aniversario 60 de su ingreso a la Universidad, efectuado hace casi diez años, en noviembre de 2005.

Nuevos riesgos

Después de 2006, el Partido viene juzgando necesario adoptar cambios económicos. Algunos los interpretan como un posible “regreso al capitalismo”, al descentralizar decisiones e introducir elementos de mercado y algo de propiedad privada. Aunque el Che Guevara haya interpretado la NEP de Lenin, de 1921, como negativa, el líder soviético justificó que eso representaría “un paso hacia atrás para luego dar dos pasos hacia adelante”. Es cierto que algunos cambios pueden representar una nueva amenaza al socialismo cubano, pero ¿cuál es el margen de maniobra del país? Parafraseando a la leyenda de Edipo, el mismo Che escribió que “nuestra fuerza de corazón ha de probarse aceptando el reto de la Esfinge y no esquivando su interrogación formidable”. Lo que debemos buscar entender es la situación actual de la economía de Cuba y el por qué el gobierno presenta las mudanzas como “imprescindibles”.

** Profesor de la carrera de Economía, Integración y Desarrollo de la Universidad Federal de Integración Latinoamericana –UNILA