El cadivismo es un cáncer
FRANCO VIELMA | El cáncer, como cualquiera lo puede ver en la Wikipedia, “es una enfermedad provocada por un grupo de células que se multiplican sin control y de manera autónoma, invadiendo localmente y a distancia otros tejidos. En general, tiende a llevar a la muerte a la persona afectada, si no se somete a un tratamiento adecuado.” Al leer esto, no pude sino asociar de inmediato al cáncer, con el “cadivismo”, entendiendo al cadivismo como una expresión concreta de un imaginario social forjado en el marco de las relaciones parasitarias del rentismo petrolero.
Misión Verdad
El “cadivismo” es la versión aguas abajo del chanchullo cambiario-petrolero con el que la renta petrolera ha sido usurpada, robada, por el gran capital. El sector privado venezolano ha sabido desarrollar métodos para sustraer para su beneficio la renta que históricamente ha captado el Estado. Algunos de estos métodos han sido “legales”, aunque carezcan de coherencia económica soberanista o ética y sean más bien expresiones del saqueo permitido. Otras prácticas y guisos ilegales, corruptelas entre pseudoempresarios y funcionarios, han sido “los caminos verdes” para la usurpación de las divisas.
En todo caso, el cadivismo es en esencia la práctica de personas comunes que van por su gotita de petróleo, poniendo a su servicio no sólo los “beneficios” del mercado paralelo y especulativo de la divisa, sino también las formas legales que comprenden la democratización del acceso a la renta petrolera, formas que luego del 2003 se han visto en la concesión de “cupos” para que personas comunes podamos comprar divisas al Estado para viajar y para comprar en Internet a dólar preferencial, es decir, a dólar barato, subsidiado.
Podríamos llamar a esto “viveza criolla” y reducirlo a una frase hasta jocosa de eso que llaman “la forma de ser del venezolano”, pero en esencia es una distorsión sociocultural profunda, invasiva, expansiva y sobre todo destructiva del tejido social y de nuestra dinámica socioeconómica; como el cáncer.
El cadivismo, como expresión concreta de una conducta en parte de la población, tiene un punto focal muy claro, surge de un sector socioeconómico muy concreto; la clase media. Ya hablar del Cadivismo como práctica “generalizada” es en cierta forma arbitrario. En realidad, han sido el ataque a la moneda, la devaluación, la especulación y la generación de un precio superfluo del llamado “Dólar paralelo”, factores que han acelerado la participación de cada vez más personas en este flagelo de “raspar cupos”.
Muchos de nosotros hemos visto expresiones del cadivismo en nuestro entorno. En mi ambiente laboral he percibido que entre las capas socioeconómicas catalogadas como “pobres” muy pocos hablan de cadivismo, “cupos”, “tarjetas”, “cupos de internet”, “cupos viajeros” y temas similares. Dicho de otra manera: ni la familia campesina de Barinas, ni el obrero del cerro de Caracas, ni la empleada doméstica, ni el funcionario público docente de una escuela en el sur de Aragua, entre otros, están pendientes de hacerse de unos reales cadiveando.
Me he encontrado con familias muy humildes, muchas de ellas de la clase media baja, que incluso hasta desconocen los detalles del guiso, e incluso no comprenden porqué el tema es tan sonado en medios y en el espectro de la opinión pública. Donde sí está vivo el tema del cadivismo es en las redes sociales, es decir, en el espectro de opinión de unos 500 mil usuarios frecuentes de internet en Venezuela.
Podría segurar que en el país entero hay más gente en colas por un pote de leche en polvo, o viviendo los estragos del descalabro importador y del manejo de divisas, que hablando de cupos. Visto de otra manera, me atrevo a suponer que como práctica, como tema, como parte del imaginario socioeconómico, el cadivismo está anclado en la clase media, y que en estos tiempos en su masificación, ha invadido a parte de la clase media baja.
La clase media; consumista, banal, anclada en las ciudades, deformada por la TV, pequeñoburguesa, queriendo enriquecerse captando la renta petrolera (quizá para imitar el “éxito” de la clase alta), sabe más de tarjetas de crédito y viajes a Panamá que el sector del país que llamamos “clase baja”.
El cadivismo es parte de las deformaciones de este sector que aspira “escalar”, y cuya posición política (partidista) siempre da tumbos de un lado al otro dependiendo de cómo va la economía y de la situación particular de dicho sector socioeconómico. A la sombra del rentismo petrolero, la deformación cultural de la clase media es muy visible.
El comportamiento del cadivismo, se parece al del cáncer. Luego de un punto de origen, se extiende por otros sectores de nuestro cuerpo social. Descontroladamente va contagiando y destruyendo células.
Los daños del cadivismo no son sólo los que se puedan medir en descalabro económico o insuficiencia de divisas. El daño es particularmente cultural: la práctica del cadivismo es el caldo de cultivo de una práctica social totalmente antagónica al socialismo, pues representa un crimen expresión de la individualidad capitalista, pequeñoburguesa.
Las mafias desde Miami, Panamá y Cúcuta, que se benefician del cadivismo, están claros de que no sólo se trata de la destrucción económica del país, se trata también de la destrucción moral de la revolución bolivariana, de la destrucción ética de la sociedad y de apuntalar, por medio de la corruptela cambiaria, un contexto de ingobernabilidad que debilita sociopolíticamente la institucionalidad revolucionaria y desgasta políticamente a la revolución.